Capítulo 19: Lo que ella vivió - Parte 1
—¡Papá! ¡Por favor! —una Lissette de seis años lloraba en la puerta dentro del sótano— ¡Yo no hice nada! ¡El jarrón lo rompió Lisbeth!
—¡Mentirosa! —gritó su hermana asomándose tras la escalera— Papi, ella miente.
—Lo sé, mi princesa —respondió el mayor cargando a su hija—. Vamos a pasear, iremos a comprar un helado.
—¡Sí!
Ambos se fueron en auto dejando encerrada a la menor en el sótano a oscuras. Ella sabía que se habían ido, después de todo ya no escuchaba a su hermana corretear y gritar feliz. Lissette estaba triste, bajó las escaleras yéndose a sentar en la luz que entraba por la pequeña ventana que había.
—¿Por qué nunca me cree? —susurraba para sí misma.
Cuando la noche llegó, el hombre entró a la casa con su hija Lisbeth cargada en brazos, dirigiéndose a dejarle a su habitación para que durmiese. Luego de eso bajó al sótano encontrando a su otra hija dormida abrazada a ella misma.
—Levántate —ordenó dándole una leve patada despertándola—. Lárgate a arriba —sin que la menor dijera algo corrió a su habitación con prisa, no quería hacerlo enojar más de lo que siempre está con ella. Él subió a la dormitorio y estando en la puerta, esta la abrió con una llave—. Clara. ¿Sigues despierta?
—Lissette también es tu hija —mencionó fusca una mujer de cabello largo y rubio claro.
—No lo parece, es todo lo contrario a lo que tiene que ser.
—Eres un desgraciado —escupió levantándose para salir de allí.
—¿A dónde crees que vas? —él la tomó del codo con severidad, la mujer lo arrebató.
—Sabes perfectamente a dónde voy —sin más se retiró a la puerta continua abriéndola con suavidad mientras entraba. Se sentó en la orilla de la cama y acarició al bulto envuelto en sábanas—. Ya estoy aquí.
—¿Por qué papá me trata así? ¿Es por qué soy diferente?
—Tú no tienes la culpa de nada. Vamos, dame un abrazo —dijo a la menor con delicadeza, ella se descubrió dejando ver su cara afligida a la vez que se aferró a abrazarla con fuerza.
—Quiero irme de aquí, mamá —su voz era baja y su llanto era retenido.
A la mujer se le rompía el corazón al ver a su propia hija tan afligida. Deseaba irse de esa casa con ella, sabía que tenía que hacerlo, sin embargo, su esposo la tenía bien vigilada, en las ventanas de la casa habían barrotes y era encerrada en su habitación.Varias veces intentó huir y pedir ayuda, pero le era imposible.
Clara era hija única, pero ya no tiene familia, pues la única que tenía eran sus padres que ya habían muerto. Sus suegros sabían bien lo que pasaba en la casa de su hijo, más no intervenían, ya que estaban de acuerdo con él.
Así era la familia de Lissette, la única que trataba de protegerla era su madre, el resto la discriminaba sólo porque no heredó los rasgos de cabello rubio y ojos claros, incluso su hermana gemela la maltrataba con absoluto permiso de su padre, y si Lissette se defendía, la castigaban encerrándola en el sótano poniendo cadenas en sus muñecas y tobillos, además de recibir azotes con cables o cinturonazos en la espalda por parte de su padre. Y cuando Lisbeth se aburría, la desencadenaba para ponerle otra cadena en su cuello y la obligaba a gatear como si fuera su mascota.
Sí, su padre la premiaba por ello. Lissette vivía amenazada con que le harían daño a su madre si decía algo en la escuela a la que asistía junto a su hermana, sin embargo, incluso allí era molestada por ella y sus amigos. Lissette no tenía ni uno, ella se escondía en cualquier lugar para estar sola y llorar en silencio, siempre usaba ropa con mangas que llegaban a las muñecas y con cuello de tortuga.
—¿Eh? ¿Qué has dicho? —preguntó Lissette asustadiza y temblorosa.
—Lo que escuchaste, no vas a subir al auto, te irás caminando —mencionó su abuelo dentro del auto con mirada desinteresada. Ese día fue a recoger a Lisbeth a la escuela.
—Pero está muy lejos, y no sé cómo regresar a casa.
—Ese no es mi problema, no vas a ensuciar mi auto.
—Adiós Lizy —añadió burlona su hermana mientras el auto arrancaba.
La menor se quedó parada frente a la escuela viendo al carro irse y dejarla allí, sola. Sus lágrimas comenzaron a caer, más las limpió para mirar a ambos lados antes de cruzar la calle, así comenzó a caminar en dirección por dónde el auto se fue. Hasta cierto punto recordaba la ruta, sin embargo, llegó el momento en que ya no supo para dónde ir. Empezó a adivinar por cuál camino avanzar, poco a poco se fue alejando más y más hasta que no reconoció el lugar en el que estaba. Ella dobló una esquina chocando con tres sujetos que convivían ahí.
—¿Y qué hace una niña cómo tú aquí? —dijo el sujeto con apariencia desaliñada con manos en los bolsillos.
La menor se asustó, comenzó a correr por ver a esos tres tipos grandes y con tatuajes. Ellos intentaron alcanzarla, pero no pudieron, la pequeña no se detuvo, seguía avanzando sin saber por dónde iba. Sólo paró cuando volvió a chocar con un tipo al cual se le cayó su botella de alcohol y estaba con otros cuatro hombres.
—¡¿Qué te pasa niña?! ¡Mira lo que hiciste! —bramó colérico con dificultad para mantenerse erguido.
—¡Lo siento! —se aferró a la correa en diagonal de su mochila mientras las lágrimas corrían indiscriminadamente.
—¿Lo sientes? A ver cómo me pagas esto —el tipo la tomó del brazo y ella comenzó a llorar más fuerte, los demás sólo observaban todo sin importarles nada—. ¡Cállate! —él alzó la mano para golpearla haciendo que ella cerrara los ojos con pavor.
Pasaron unos segundos en que no sucedía nada, así que con temor los abrió para ver cómo un chico de dieciséis años con cabello corto tenía tomado el brazo del que le iba a golpear.
—¿Muy valiente contra una niña? —mencionó con enfado el joven.
—¡No te metas!
El sujeto soltó a la menor y lanzó un golpe al extraño, sin embargo, él lo esquivó y propinó un puñetazo en su cara noqueándolo al instante. Los otros sujetos se balancearon para pelear con él, que aunque podía defenderse, le estaban causando problemas. Fue entonces que otras dos personas se unieron a la riña, un chico de melena y una chica de cabello castaño y corto, ambos de la misma edad que el primer extraño. Esos tres le ganaron a los otros, quienes se fueron de allí.
—Rayos, apenas llegamos y tú ya estás en una pelea —dijo la mujer reprendiéndole con la mirada.
—Sí, deberías tranquilizarte un poco —mencionó riendo el segundo chico que apareció.
—Ellos estaban molestando a una niña —aclaró el primero limpiando la sangre de su boca—. ¿A dónde fue?
—Creo que allá —señaló la muchacha a donde se veía una mochila detrás de unos botes de basura—. Hola —mencionó con voz suave cuando se acercó junto con los demás—. ¿Estás bien?
Ella está muy asustada. Pensó el que la encontró.
—¿Qué hacemos con ella? —preguntó el sujeto de melena.
—Pequeña —habló la chica mostrándose amable para no asustarla más de lo que ya estaba—. Está bien, no tengas miedo. No te vamos a hacer daño.
La menor vio que le daban una sonrisa para tranquilizarla, más su miedo seguía dominándola. —Lo siento.
—Está bien, no tienes que disculparte. ¿Cómo te llamas?
—Lissette.
—Hola Lis, mi nombre es Verónica.
—Yo soy Roberto —dijo entusiasmado el joven de melena acercándose.
—Me llamó Daniel —mencionó el sujeto que la salvó primero, regalándole una sonrisa gentil.
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