Tardes (Cap. Especial).
Más ShuraxAfrodita, que no hay suficientes fics de ellos y aunque los hubiera, son demasiado bellos. Disfruten.
Unos cuervos graznaron en el horizonte una vez que el silencio se apoderó del lugar. La vieja Kala hizo acto de presencia y se dirigió hacia donde se encontraba Cardinale para examinarle, ninguno de los tres presentes que seguían en pie dijeron palabra, esperando que fuera la mujer la que hablara primero. Izō se mantuvo impasible, dejando en su interior el estado de preocupación que tenía, no así, Mystoria y Shion que se habían acercado.
—Estará bien, no deben preocuparse. Es un chico muy fuerte—dijo sin dirigirse a nadie, pero mirando a Izō—. Han hecho un gran trabajo, me alegro de que todo haya terminado y todo siga su curso natural.
—Pero usted ya sabía, ¿no? —cuestionó Shion.
—No, las runas me dicen ciertas cosas para que tome mis precauciones, pero nunca dicen el resultado—tomó la espada del rey en sus manos.
—¿Qué hará con ella? —preguntó Izō.
—La pondré a resguardo, tal vez lo mejor sea que se vuelva a perder, es demasiada tentación para los mortales.
—¿Cree que vuelvan a intentar usar su poder?, la mayoría de los que conformaban la hermandad han muerto y...
—Las posibilidades son pocas, pero existen. Un pergamino, una leyenda, siempre hay algo que de pistas y alguien que las sigue.
—¿No hay forma de acabar con el peligro de manera permanente?
—Por desgracia, mientras esté marcada por la runa de la espada, nada puede destruirla —miró a Izō —el amanecer está por llegar, me alegro que hayas encontrado la respuesta en tu corazón.
Izō, por un momento no entendió de que hablaba la mujer hasta que recordó vagamente el poema que les había entregado días atrás y simplemente asintió, a lo que Kala sonrió satisfecha y comenzó a alejarse lentamente, mientras que los cuervos hacían acto de presencia y por momentos parecían estar alrededor de la figura que comenzaba difuminarse en la oscuridad que presidía al amanecer.
La sala patriarcal estaba en completo silencio, esperando a que el Patriarca terminara la historia que en ese momento contaba; los cinco que le escuchaban quedaron absortos por aquella historia, les parecía increíble que nunca antes la hayan escuchado o que ninguno de los involucrados haya dejado testimonio de ella en los archivos del Santuario y Mu, podía dar fe de ello.
—Antes de alejarse completamente, se dirigió a mi para decirme que en la abadía me esperaba un regalo, que me sería de mucha utilidad y lo que encontré fue este cofre con una simple nota «ahora los cuatro tienen algo para que no olviden lo que aquí pasó»—el patriarca rio levemente—, como si fuera posible olvidar algo así, ni dos reencarnaciones pudieron contra ese recuerdo.
—Es la caja donde guardaba sus herramientas, ¿cierto? —Mu, fue el primero en hablar.
—Vaya que le fue útil, fue de la única manera en que pudo mantener todo a salvo de ti—dijo Dhoko sin ocultar su diversión—eras demasiado inquieto. Además, parece barril sin fondo, nunca faltaba nada en ella, siempre encontrabas de todo, incluso comida—hizo un pequeño gesto de burla mirando a Shion.
Los dos carneros enrojecieron por las palabras que el viejo maestro les dirigió, pues sus compañeros no estaban enterados de esa faceta de los lemurianos y lo miraban con cierto gesto de incredulidad, mientras el trataba de aparentar calma. Solo la voz calmada y fría de Camus rompió el incómodo silencio.
—¿Qué pasó entre Cardinale e Izō después de eso? —Camus los sorprendió a todos con aquella pregunta. Shion, simplemente sonrió.
—Eso es irrelevante en la historia que acabo de contar.
—La vieja, Kala...—esta vez fue Afrodita el que habló—, ¿no era una Tuatha Dé Danann?
Shion lo miró sorprendido, aquella era una pregunta que el mismo se había hecho cuando Cardinale les contó su primer encuentro con la vieja Kala, pero nunca hubo certeza en ello; incluso se había interesado por la cultura celta, pero nada de lo que leyó relacionaba a aquella mujer con los que la historia irlandesa llamaba el cuarto grupo en gobernar la isla.
—No lo creo, yo también lo pensé, pero no encontré nada. Así que es todo, ya pueden volver a sus labores, excepto Shura, por favor, quédate—luego tomó la caja y la extendió hacia su discípulo—. Mu, creo que es momento de que te la ceda, yo ya no la necesito.
—Maestro... es-es suya y es demasiado especial, yo no...
—Tómala, es tiempo de que la tengas—Shion le sonrió con ternura—sé que la cuidaras tan bien como yo.
Mu, tomó con cuidado la caja que se le ofrecía y le devolvió la sonrisa a su maestro. Los tres santos se despidieron con una leve reverencia y se dirigieron hacia la salida, quedando en la sala solamente el Patriarca, Dhoko y Shura, éste último se arrodilló para esperar ordenes, Afrodita le sonrió antes de salir y cerrar la puerta.
Camus y Mu se despidieron de Afrodita al llegar a las puertas del templo de Piscis, en el que los otros continuaron su camino para cumplir con sus responsabilidades. Afrodita se dirigió a su biblioteca para leer un poco mientras esperaba a Shura. Cuando localizó el libro que estaba buscando salió a su jardín y se acomodó en la sombra de algún árbol que había en el lugar.
Así lo encontró el santo de Capricornio, absorto en su lectura sin percatarse de su cosmos, se había adentrado hasta el jardín porque había sentido su presencia justo en ese lugar y le parecía raro que no hubiera salido a buscarlo y ahora que lo veía con ese gran libro en la mano entendía el por qué. Afrodita, cuando leía, podía olvidarse del mundo entero y muy a su pesar, eso lo incluía a él.
Se recargó en el tronco del árbol observando ese geste de concetracion que tenía su pececito, sonriendo cada que el santo arrugaba el entre cejo al encontrar palabras que no entendía o algo que no le gustara, le hacia gracia. Él no era de los que leía, era más del tipo de Dhoko, Milo, Aldebarán o Aioria, impulsivo y algo brusco, las letras no eran algo que le llamaran la atención o que le entretuvieran mucho tiempo a diferencia de la rosa.
Volvió a repasar el hermoso rostro que tenía enfrente, viéndolo así, se preguntaba cómo es que había conseguido que se fijara en él, teniendo tan cerca a Camus o en alguien más afín, como Shaka, Mu o Saga. Suspiró, definitivamente tenía mucha suerte, no lo negaba, lo que no tenía era paciencia y ya era hora de que esos bellos ojos celestes se posaran en él, se separó del árbol y con sigilo se acercó a Afrodita para quitarle el libro de las manos.
—¡Oye! —gritó el de Piscis estirándose para intentar alcanzar el libro.
—Llevo quince minutos siendo ignorado, un minuto más e iba sentir celos del libro—le echó una hojeada y elevó una ceja—¿qué idioma es este? —Shura no pudo entender absolutamente nada de lo que estaba escrito y preguntó con verdadera curiosidad.
—Es gaélico irlandés—le dijo acercándose y dándole un ligero beso en la mejilla mientras le arrebataba el libro—. Quería saber más de la cultura celta, pero no quiero aburrirte con estas cosas, es algo que luego puedo discutir con Camus, vamos adentro para que me cuentes sobre tu próxima misión—Shura le tomó de la mano antes de que se alejara y lo acercó a él mirándolo de manera seria.
—Nada de lo que me digas puede ser aburrido, por mí, puedes hablar hasta de la biblia y yo no tendría ninguna queja.
Afrodita no pudo ocultar la emoción que le causaron las palabras de su adorado santo y acortó la distancia para darle un beso en los labios, que Shura aceptó sin problema y solo se separaron por la falta de aire. Afrodita le dedicó una sonrisa de esas que lograron conquistarlo y lo guio dentro de la casa y el de Capricornio simplemente se dejó hacer. Una vez dentro, fueron directo a la cocina y Afrodita puso a hervir agua, era hora del té. Se sentaron uno frente al otro mientras esperaban que el agua estuviera lista.
—Y bien, ¿cuál es tu misión?
—Debo partir mañana a primera hora a Inglaterra, una simple misión de reconocimiento—dijo el santo sin mucho interés.
—Ya veo. Podrías darte una vuelta por Escocia, creo que nunca he estado en ese país.
—Esa historia sí que te ha dado de qué pensar, ¿no? y algo me dice que no es solo por lo que estabas leyendo.
Shura se levantó a buscar las tazas y comenzar a preparar el té. Afrodita lanzó un gran suspiro que hizo que el santo de Capricornio se girara a verle.
—¿Qué pasa?
—Me sigo preguntando si nuestros predecesores llegaron a algo, ¿no has notado la cara de ilusión de Shion cada que nos ve?, pero ya ves, no está dispuesto a compartir esa información con nosotros—dijo apoyando el codo en la mesa y la cabeza en la palama de su mano.
—¿Eso es importante? —puso las tazas en la mesa y volvió a tomar asiento.
—Supongo que no, pero...
—Mejor cuéntame que encontraste tan interesante en ese libro que me robó tu atención.
El cambio de tema fue efectivo, pues Shura vio como de inmediato el semblante de Afrodita cambiaba, sonrió para sí, era tan fácil distraerlo y hacerle cambiar de humor. Tenía que admitir que era una de las cosas que más le gustaban del hermoso santo, aunque para muchos esos cambios eran molestos, él los encontraba adorables y claro, de vez en cuando sabía sacarles provecho.
—Oh, algo muy interesante, los Tuatha Dé Danann, tenían cuatro reliquias: lia faíl, caldero de Dagda, lanza de assal y Claimh soláis. Piedra del destino, caldero de la abundancia, lanza de Laug y espada de la luz. Y Cuatro fueron los objetos que trajeron nuestros predecesores.
—¿Crees que tenemos reliquias celtas en nuestro poder? —vio a Afrodita asentir—. Podría ser, pero lo único que tenemos es una espada y un cofre, que no es un caldero y, esa historia es irlandesa, no escocesa—Afrodita lo miró sorprendido—. ¿Qué?, no me veas así, tampoco es que sea un inculto. Deberías ir más despacio antes de sacar conclusiones.
—¿Crees que tengo demasiada imaginación? —hizo un leve puchero.
—No, pero lo que planteas puede ser una entelequia y te precipitas demasiado—le dijo tomando su mano y depositando un beso en ella. Afrodita volvió a sonreír—pero, tendrás tres días para hablarlo con Camus y, tal vez Mu pueda ayudarles y quien sabe a lo mejor nos llevamos una sorpresa.
—Creo que tienes razón. Eso haré. Gracias, amor.
Terminaron su té y salieron al jardín para que Afrodita regara sus flores, era un momento que Shura disfrutaba enormemente, pues era el único que podía observar al Pez mientras hacia esos menesteres y podía contemplar la belleza del jardín de Piscis cuando empezaba a caer la noche; sin duda era muy afortunado. De pronto se preguntó cuántos santos en el pasado tuvieron ese privilegio y si su predecesor fue uno de ellos. La sonrisa de Afrodita lo sacó de sus pensamientos cuando lo vio acercarse a él llevando consigo una flor.
—Mira, es una rosa sin veneno, es tan raro ver una en esta parte del jardín.
—Ahora que la has cortado, no sobrevivirá mucho tiempo—sonrió al ver el puchero de Afrodita—, dámela, la pondré en agua—y le dio un suave golpe con el dedo índice en la nariz.
Afrodita no tardó en entrar al templo para pasar lo que restaba de la noche juntos, hasta que al amanecer tuvieron que separarse para que el santo de Capricornio fuera a cumplir con su deber; no sin antes prometerle que regresaría pronto y le pidiera que no lo extrañara tanto. Claro que Afrodita tendría poco tiempo para extrañarlo, pues iba a estar muy ocupado intentando descubrir el misterio que rodeaba las pequeñas joyas escocesas que tenían en su poder.
Tengo prisa por terminar este fic jaja ok no, bueno este fue error, se supone que iba ser el capi del jueves, pero ya está publicado y, meh, es un especial. Saludos. ❤️
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