Incertidumbre.
Tras un largo viaje y recorrer la mitad de Gran Bretaña, finalmente vislumbraron su destino, las Tierras Altas de Escocia, en el condado de Inverness. Se instalaron en un mesón y recorrieron el pueblo tratando de ser lo más discretos posibles, pues no querían llamar la atención de los habitantes de aquel lugar, así que hicieron lo mejor posible sin obtener grandes resultados. La gente, aunque más amable que la de Francia, era bastante desconfiada al notar que hablaban inglés y no gaélico, aunque a su favor, pudieron demostrar que no eran ingleses.
—Debimos prepararnos mejor para este tipo de trabajo—comentó Mystoria, al tiempo que se sentaban a comer.
Izō, asintió suavemente, jamás había tenido necesidad de hacer un trabajo de investigación, salvo con los yōkai de manera superficial, aunque su maestro sí que le había dado algunos consejos con respecto a ese punto. «siempre tienes que asegurarte de ir en la dirección correcta, pregunta sí te sientes perdido». «No preguntes directamente, sí llegas y sueltas la pregunta de lo que te interesa saber, asustaras a las personas y no te dirán nada, debes abordarlas con cuidado, gánate su confíen a y solas te dirán lo que quieres saber».
Esas habían sido sus palabras, pero él no era detective, ni un buen orador, así que aquellas lecciones no le serían de mucha ayuda; miró a su compañero, parecía que tenía los mismos problemas para relacionarse como él, aunque era un poco más conversador. Izō, creyó que debieron haber mandado a alguien con más experiencia, pero no debía quejarse, solo esperaba poder cumplir con aquello en corto tiempo y de manera satisfactoria, no quería fallar en su primera misión, en realidad no quería cometer ninguna falla.
Se encontraban en silencio, no tenían nada más que agregar, pero ambos prestaban atención a cualquier conversación que se daba cerca de donde estaban, por ello había decido sentarse en un lugar más concurrido, los escoceses eran bastante ruidosos y más cuando estaban ebrios, por lo que tal vez, esa era su oportunidad de conseguir la información que más temprano no habían podido. Una conversación que se llevaba a cabo un par de mesas alejada de ellos fue la que les dio respuesta de donde comenzar a buscar.
—El lago está maldito—escucharon que alguien decía con gran fuerza, que logró que todos los presentes le voltearan a ver.
Izō y Mystoria, se miraron y le prestaron toda su atención a la conversación que se estaba desarrollando tan cerca de se encontraban, pues como fueran supersticiones o no, ellos sabían que muchos mitos llevaban algo de verdad; ellos mismos eran la prueba de ello, así que ninguna idea era disparada, ni mucho menos descartada, agradecieron su suerte.
—Se dice que han desaparecido muchas personas, sin duda, alguna bestia maldita que se ha instalado en el lago lo ha hecho—continuaba diciendo el borracho.
—Es probable, hay quienes aseguran que la vieja Kala ronda el lugar y sí ella está, nada bueno puede pasar. Es casi tan temible como el Cù Sìth¹.
—Seguro que toda la culpa la tienen esos ingleses y su ambición.
Después de eso los hombres empezaron a maldecir a los ingleses y cambiaron de tema, los jóvenes dejaron de prestar atención, aunque la información era muy poca y ambigua, al menos ya tenían un lugar en donde iniciar sus pesquisas. Sólo había un lago con aquella aura de misticismo en aquella parte del país, así que no dudaron que el Loch Ness, fuera el lago al que se refería aquel borracho, los pueblerinos no dejaban de alabarlo, era el orgullo de aquella parte del país, casi tanto como su whisky. El mesonero, casi los había empujado hacia él en cuanto se convenció que no eran ingleses y habían sido presentados al jefe del clan dominante de esas tierras, los Grant.
Izō, no estaba habituado a las temperaturas muy frías y aquella región era lo bastante helada como para que tuviera que ir bien abrigado y más en las noches, así que mientras se dirigían al lago, miraba con cierta envidia a Mystoria, al cual parecía que el frío no le afectaba ni le molestaba. Claro que, siendo sus técnicas con hielo, aquello no debería sorprenderlo, pese a que debería estar más habituado al calor del verano griego.
Su avance al lago se había visto interrumpido por un enorme acantilado que se extendía frente a ellos, al principio creyeron que habían errado el camino y estuvieron a punto de darse la vuelta cuando un pequeño destello en el suelo llamó la atención del caballero de Acuario y de inmediato se lo mostró a Izō. Ambos se acercaron y con la ayuda de la luz de la luna pudieron apreciar pequeñas inscripciones en el suelo.
—¿Qué es eso? —preguntó Izō intrigado.
—No lo sé—respondió su compañero—, parece algún tipo de escritura. Desconozco el idioma.
Al tocar aquellos símbolos, pudieron percibir que al acantilado no era tal, sino más bien como una especie de barrera, que al tocarla producía cargas de energía, ambos se voltearon a ver, algo estaba pasando detrás de aquella barrera. Izō, se puso en posición de ataque. Con un gesto le pidió a Mystoria que se alejara. Su brazo se volvió una hoja afilada, con la vista fija en el acantilado se apresuró a ella.
—¡Zen! —la barrera absorbió su golpe y lo derribó—. Rayos, esto no está bien.
—¡Polvo de diamante! —fue el turno de Mystoria, obteniendo el mismo resultado.
—Tenemos que poder hacer algo— Izō, dio un golpe al suelo tras decir aquello.
—La barrera es fuerte, pero no detecto cosmos en ella, ¿cómo es posible?
Izō, no tenía respuesta para aquello, así que solo se limitó a guardar silencio, tenían que hacer algo, averiguar que había detrás de aquella extraña defensa, sus técnicas eran inútiles. Lanzó una piedra y esta botó impactando en la barrera cerca de donde estaban los símbolos y haciendo que vibrara. Izō, llamó la atención de Mystoria, lanzó una nueva piedra, dando en una de las letras y desapareció tras ella. Mystoria le sonrió.
—Has descubierto su punto débil— Izō, asintió y se puso de pie, esta vez estaba seguro de que atravesarían esa barrera.
—¡Zen! —el golpe fue directo a los símbolos en el suelo, haciendo que la tierra se partiera y la barrera desapareciera.
Al desaparecer el muro de protección quedó al descubierto una escena digna de una historia antigua; unos hombres con togas negras y máscaras de madera cubiertas de hollín, haciendo una especie de cántico que de inmediato detuvieron alertados por su presencia y se pusieron en posición de ataque, aquello no alarmó a los santos, pues se sabían más fuertes que aquellos hombres, así que solo se prepararon para acabar con ellos. Izō vio como uno de aquellos tipos se lanzó sobre él con una espada en mano, aquello le hizo sonreír y se preparó para recibirlo, la colisión lo hizo retroceder.
Levantó su vista y no podía creer lo que veía, no sólo no le había hecho daño alguno al enmascarado, sino que su espada estaba tan intacta como él. Miró en dirección a Mystoria y vio que había dejado fuera a varios, pero tenía problemas con otros y en un momento sus miradas se cruzaron y lo entendieron, aquellos sujetos también dominaban el cosmos y, en definitiva, no eran débiles. Elevó su cosmos y volvió su mirada a su adversario, esta vez, lo tomaría con mayor seriedad.
Se apresuró hacia su contrincante, debía darse prisa, no dudaba de las habilidades o aptitudes de su compañero, pero parecía tener dificultades con los ataques múltiples. Debía apoyarlo cuanto antes. Para su mala fortuna, el tipo con el que peleaba sabía manejar demasiado bien la espada, agregado a que había una gran fuerza que la protegía, pero no veía qué pudiera darle tal poder y no sabía cómo era posible que esa simple espada pudiera competir con su brazo, que sí bien no estaba al máximo, era fuerte. ¿Qué era aquello? Se preguntaba mientras hacía movimientos de ataque-defensa. Había sido una suerte que su maestro le enseñara también movimientos de defensa occidentales, si no, seguro estaría en problemas.
De reojo vio a Mystoria caer, eran demasiados para él solo, tenía que calmarse, cualquier distracción podía ser fatal, pero al no poder ayudar a su compañero, mantenerse en calma parecía imposible. Seguía en su lucha de fuerzas de espadas, sólo esperaba que Acuario pudiera continuar. Se concentró nuevamente en el enmascarado que tenía en frente, pese que había elevado su cosmos, aun no hacía uso de Excalibur, tal vez, para acabar pronto con aquello, tendría que usarla. Comenzó a concentrar su cosmos en su brazo, pero algo le interrumpió.
Vio como un montón de lo que, a simple vista, parecían dagas cortaron el aire a gran velocidad, lo cual hizo que se desconcentrara, para cuando volvió su vista, tenía a su contrincante a punto de darle de tajo, se preparó para recibir el golpe, pero algo hizo que la espada simplemente rebotara, haciendo que el enmascarado la soltara. Izō, notó al enmascarado ponerse de pie y recuperar su espada.
Un hombre, vestido con una toga de color oscura y una capucha cubriendo su cabeza y parte de su rostro, sosteniendo un bastón de madera se posó frente a él y le hizo frente al enmascarado, Izō veía aquella escena como sí no perteneciera a ella y fuera un simple espectador, su rival, se lanzó contra el recién llegado, que, con aquella simple vara, le hizo frente. A su alrededor, Izō, escuchaba los gritos de la batalla, pero él había quedado en shock, sin entender lo que pasaba a su alrededor. Finalmente, todo había quedado en silencio por un momento, hasta que la voz de Mystoria lo rompió.
—Cardinale, ¿qué hacen aquí?
Eso hizo que espabilara y mirara a su alrededor, unos hombres vestidos con aquellas túnicas negras se acercaban a los heridos y uno de ellos atendía a Mystoria, junto a él, un chico de cabellos que parecían más verdes que rubios le miraba con una sonrisa amable y más al fondo, vio a otro chico con el cabello rubio y largo atado con una rosa que lo miraba de una manera extraña que logró estremecer a Izō y no supo por qué. Supo que aquel rubio era Cardinale, pues despegó su vista de él para dirigirse a Mystoria.
—Las explicaciones y presentaciones hay que dejarlas para después que te atiendan—comentó el chico mirando a Izō.
Algunos de los sujetos vestidos con aquellas togas se acercaron a Mystoria para llevárselo y eso hizo que Izō se tensara, pero el otro chico, que hasta ese momento se había mantenido callado, lo tomó del hombro para que se calmara, en ese momento, Izō, pudo notar que el chico también llevaba una armadura y eso lo relajó.
—Tranquilo, ellos vienen con nosotros—comenzó el chico con una sonrisa amable—. Soy Shion de Aries y el de allá, es Cardinale de Piscis, mucho gusto, Izō— se presentó al tiempo que estiraba su mano y que Izō no tomó.
—Cuando uno acaba de conocer a alguien, se supone que le tienes que dar la mano—oyó al rubio decir—, recuerda que ahora estás en occidente, pero dejemos las clases de etiqueta para otra ocasión, hay que irnos—Shion rio por el comentario de Cardinale e Izō, frunció el ceño sin entender.
Fueron conducidos hasta una abadía, ahí los monjes se descubrieron la cabeza dejando ver sus cabezas rapadas, condujeron a Mystoria a una habitación para atender sus heridas los tres se quedaron solos. Izō, miraba a sus dos compañeros con intriga, no entendía qué hacían aquellos dos ahí y estaba seguro de que Mystoria también se preguntaba lo mismo. El chico que parecía amable, lo miraba de vez en cuando, como sí quisiera decir algo, al tiempo que eran completamente ignorados por el otro. Finalmente les dejaron entrar a ver a Mystoria.
—Bien, ahora me dirás ¿qué haces aquí y quién es él? — dijo Acuario desde su cama señalando a Shion.
—Es Shion, uno de los alumnos de Káiser, ahora es el Santo de Aries y lo qué hacemos aquí, es cumplir con nuestra misión—respondió el de Piscis sin inmutarse.
—¿No se supone que te mandarían a Francia? ¿Y por qué con él?
—Shion acaba de obtener su armadura porque el patriarca considera que es tiempo de que estemos los doce y sí, nuestro primer destino fue Francia—Izō percibió un tono un tanto sombrío en la última frase.
—¿Por qué están aquí, entonces? —preguntó estoico.
—Nuestras investigaciones nos han traído hasta aquí—esta vez fue Shion el que respondió.
—No sabemos bien qué es lo que pasa y es lo que queremos averiguar.
Aquello los dejó a todos pensativos, que dos misiones separadas por el Canal de la Mancha se unieran en un terreno como las Highland, significaba que algo grande estaba teniendo lugar en ese momento frente a ellos, aunque ni siquiera ellos mismos alcanzaban a visualizarlo o al menos eso era lo que Izō temía.
—¿Creen que sea grave? —se atrevió a preguntar Mystoria. Izō, prestó toda su atención en la respuesta del rubio.
—No puedo afirmar que tan grave es, pero si estoy seguro de que algo grande se está gestando en este lugar y es más que una simple guerra por la conquista del trono de estas tierras—respondió Cardinale sombrío, confirmando sus sospechas.
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¹Cù Sìth, proveniente de la mitología celta de las Highlands de Escocia y las Islas Hébridas era temido y sus aullidos eran considerados como un presagio de la muerte y era el encargado de llevarse el alma de una persona a la otra vida.
Nuevos personajes han aparecido y el hilo apenas se empieza a tejer. Espero que les esté gustando, aunque la historia sea muy ñoña. Besitos.
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