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Un Camino de Leyenda

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<< Para salvar a la emperatriz deberás volver el séptimo día del séptimo mes con la pluma del Fenghuang. Encuéntralo en la isla de Penglai, dicen las leyendas que allí crece el elixir de la inmortalidad. Tu búsqueda no será fácil, los enemigos del imperio y las fuerzas oscuras la entorpecerán; pero la diosa Nüwa te ha elegido para que transites por el camino que todo lo abarca. Solo me resta desearte buena fortuna. >>

Las palabras de la Daoshi se repetían en la cabeza de Liu Zhu a cada paso que daba. La cima del monte donde descansaba el templo en el que vivió desde que quedó huérfana, estaba ya muy lejos. El bosque de bambú por el que caminaba le transmitía una tranquilidad peligrosa. Su entrecejo pálido estaba arrugado de una preocupación híper vigilante. La región estaba plagada de bandidos. Solo su halcón, Tiantian, que reposaba en su hombro tranquilamente; y su arco, la acompañaban en su aventura. Escuchando con atención se percató de un ruido singular. Como práctica para convertirse en sacerdotisa Liu Zhu meditaba en la naturaleza, y su agudo oído era capaz de percibir cualquier variación. Cuando se aproximaban al rincón del jaleo, Tiantian voló agitado al descubrir un zorro atrapado en una trampa. La joven no lo pensó; aunque el animalito le mordió un dedo, lo liberó de una muerte segura. Antes de escurrirse en el monte el pequeño la miró a los ojos y bajó la cabeza; a la muchacha le pareció que le agradecía así que de igual modo le devolvió el gesto. Trampas humanas podían significar conflicto. Apuró la marcha con cautela ante la posible amenaza.

Después de un tiempo andando salían de la montaña. Un poblado de campesinos, rodeado de verdes arrozales, se veía a lo lejos. Por fin podrían descansar. Tiantian se adelantó para estirar las alas. A medida que se acercaba la chica, sentía algo raro. Entonces el halcón viró emitiendo un chillido que indicaba problemas. Al parecer no podrían relajarse. Liu Zhu buscó una posición para otear mejor el terreno. Estaban saqueando el asentamiento. Por sus uniformes derruidos parecían exsoldados del ejército enemigo. Tras la última batalla las tropas derrotadas se daban al pillaje. Ahora asolaban las tierras pacíficas sin piedad.

Una madre corría sin mirar atrás mientras su envoltorio berreaba fuertemente, detrás, un atracador la perseguía. La muchacha pensó:

<<Si los ayudo complicaría mi viaje y me pondría en riesgo>>.

La mujer clamaba desesperada por ayuda. Liu Zhu no pudo resistirse; acertó una flecha justo enla cabeza del hombre, quien cayó inerte en el agua fangosa del arrozal, tiñéndolo de rojo. La certera sacerdotisa no se detuvo, cinco bandidos más salieron de entre las casas persiguiendo a quienes intentaban huir. Uno a uno los delincuentes fueron derribados. Otro pillo se asomó y al ver a sus compañeros muertos quiso salir huyendo, pero terminó haciéndoles compañía. Liu Zhu dio un rodeo, guiada por Tiantian, que chillaba sobre los enemigos. Vio al que parecía ser el líder, por las vestimentas y el casco, dispuesto a quemar una de las rústicas construcciones de madera. La chica tensó el arco y una gota de sudor le corrió por la mejilla. Esperó que el cabecilla de los forajidos se virara, estaba casi al límite de distancia de las habilidades de la arquera.

―Como hoja que lleva el río ―rezó, y soltó la flecha que penetró por la apertura del casco para llegar al ojo del criminal.

El hombre se desplomó en el suelo soltando la antorcha. Los bandoleros no supieron reaccionar, entonces otro sucumbió bajo la destreza de la mano escondida. Ahora sí salieron despavoridos a toda prisa en sus caballos. Tiantian avisó a Liu Zhu que el sitio era seguro. Al ver a la heroína los aldeanos salieron a agradecerle su ayuda.

Esa noche celebraron la salvación del pueblo. Tiantian posado sobre un palo dormía con la cabeza escondida bajo un ala. El calor del fuego y la compañía regalaban un ambiente hogareño que causaba nostalgia en el corazón de Liu Zhu.

―En el pueblo, casi todos somos niños, ancianos o mujeres ―explicó una señora―, nuestros esposos y nuestros hijos marcharon a luchar a la guerra, no queda nadie que pueda defendernos.

―El emperador solo piensa en su esposa mientras el país sufre ―comentó un campesino al que le faltaba una pierna.

―Podrías quedarte si lo deseas ―le propuso un anciano a la forastera―. No tenemos mucho que ofrecer pero lo hacemos con humildad, además nuestro templo no tiene quien lo dirija.

Todas las miradas se depositaron en Liu Zhu, quien discurrió un momento. Era una comarca apacible y fértil. Los ladrones no se atreverían a acercarse por un tiempo; pero le había sido encomendada una misión. Aquellas pobres personas tenían razón. Si la emperatriz seguía enferma el emperador continuaría descuidando sus deberes políticos. El territorio se volvía cada vez más inestable, era imperante continuar. Finalmente expresó:

―Me honran innecesariamente. Agradezco su hospitalidad, sin embargo necesito llegar al mar lo antes posible.

―En ese caso no tenemos más opción que ayudarte ―decidieron los vecinos agradecidos.

El río al fin comenzaba a ensancharse. El arrugado remero la miró y le habló en voz baja:

―Ya estamos cerca. Pregunta por Bobo en el pueblo costero, él es el único que afirma acercarse a la isla.

Los lugareños la habían llevado con el barquero y habían insistido en pagarle el pasaje. Fue una travesía tranquila y sin sobresaltos, como quien la conducía entre las aguas verdes. Liu Zhu aprovechó el transcurso para hacer flechas, también lavó su lacio cabello oscuro, mientras Tiantian cazaba libre.

Después de despedirse del silencioso anciano, Liu Zhu y Tiantian se adentraron en el caserío preguntando por el señor Bobo. Qué extraño que solo tuviera un nombre, y curiosamente significaba: olas. Al fin llegó al barco indicado y sobre él, un flaco chiquillo de rodillas nudosas, dormitaba tranquilamente.

―Saludos niño, quisiera hablar con el señor Bobo.

El niño la miró y exclamó con altivez:

―Yo soy Bobo, aunque no tengo mucho de señor. ¿Por qué me buscas?

―Quisiera que me llevaras a la isla de Penglai; y me dijeron que solo tú podías hacerlo.

―En esa isla no existen muchas cosas naturales ―admitió el huérfano―. A pesar de eso, te serviré si me pagas.

Rumbo a la isla el niño no paró de hablar, era un capitán muy diferente al barquero del río. La sacerdotisa se bajó en la orilla, y tuvo que dejar a Tiantian con el pequeño marino, puesto que se negaba a seguirla y volaba en círculos haciendo sonidos de advertencia. Liu Zhu descubrió rápidamente un trillo de piedras preciosas bordeado por antorchas de fuego fatuo. Divisó una cueva de configuración artificial, y entró al paraje decidida. Las pisadas hacían ecos, el calor le dificultaba la respiración, sentía sensaciones parecidas a las que experimentaba cuando usaba yerbas rituales. Sin detenerse, llegó a una caverna adornada con hermosos tapices, jade y lo que parecían restos humanos muy antiguos. Yacía de lado en un altar una seductora y femenina criatura, que al ver a Liu Zhu habló:

―Te esperábamos niña. Ahora entiendo por qué la diosa te envió.

―Necesito... la pluma del Fenghuang ―logró articular Liu Zhu con dificultad.

―Lo lamento, solo se manifiesta si lo cree necesario ―respondió la mujer―. Te preguntarás porqué estás aquí. Te explico, a quien ustedes conocen por Nüwa quería saber si eras digna de la tarea que se te confió. Debo admitir que te he estado observando. Mantienes la armonía con la naturaleza, los espíritus y contigo misma. Tu mente es realmente interesante. Para no desperdiciar tu tiempo, pues casi es el día del doble siete, adivinaré tu futuro―. Los rasgos de la dama tomaban forma depredadora a medida que hablaba―. Salvarás a la emperatriz, de cualquier modo tú recorrerás un camino diferente al de los mortales. Serás venerada incluso en el extranjero. Gracias a ti el imperio dejará de estar en guerra y la tierra prosperará. Ahora márchate, llévate esta caja dorada y ábrela cuando estés sola.

Liu Zhu había hecho lo que le mandó la huli jing. Abandonó la isla, le pagó al crío y siguió su camino sin retrasos. En la aldea, oyó comentarios alarmantes: espías de otras naciones trataban de impedir la recuperación de la consorte imperial. En la noche bajo un albaricoque plateado, se sentó la viajera a comer un poco de pescado seco, puso la caja dorada en el piso y la abrió sin más. Tiantian que estaba dormido se despertó con un chillido y huyó asustado al árbol. De adentro de la caja salió un zorro, que comenzó a crecer hasta alcanzar el tamaño de un caballo. Ella estaba muy sorprendida, pero lo estuvo más aun cuando él le habló:

―Permíteme devolverte el favor, te escoltaré hasta el bosque de bambú donde me rescataste. Enseguida regreso, primero me haré cargo de los que te acechan.

Apenas terminó la frase el animal desapareció en la maleza. Liu Zhu, todavía sin creer lo sucedido, se tumbó en el suelo y sus pesados párpados no pudieron soportar el peso del cansancio. La mañana llegó sin prisas. Al despuntar el alba, el zorro ya había vuelto; su mandíbula y sus garras rebosaban de la sangre seca de los perseguidores. No había sido un sueño, un zorro gigante la llevaría de vuelta. Liu Zhu aunque entumecida no se dejó intimidar, se desperezó y recogió sus cosas. Tiantian se negaba a acercarse a la fiera. La chica titubeante se dispuso a trepar sobre el majestuoso ser, sus pelos ásperos eran más cómodos de lo que hubiera esperado. Se aferró con ímpetu a sus pardos mechones y le indicó a la bestia que estaba lista para partir.

Atravesaron valles, montañas y florestas a gran velocidad y sin descanso, seguidos de lejos por Tiantian, hasta llegar al terreno donde Liu Zhu había liberado al huli jing. Finalmente se despidieron y el espíritu volvió a encogerse para desaparecer una vez más entre el follaje.

Liu Zhu avanzaba agotada por la llanura, viajó tan lejos para no encontrar nada. Ni siquiera sabía adónde ir. Esa huli jing dijo que la emperatriz se curaría. ¿Cómo era eso posible? Ni una pista del fénix le dio. Inmersa en sus pensamientos derrotistas, no notó que algo reptaba, persiguiéndola desde las sombras. De no ser por su eterno compañero, la historia de Liu Zhu no hubiera culminado felizmente. El azor no paraba de revolotear, hasta que tuvo que arañarle la cara para que ella reaccionara. El dolor se redujo ante el sabor inmundo que envenenaba el campo. La joven se dio la vuelta sintiendo la desgracia cerca, y una cobra enorme se elevó para retarla. Instintivamente Liu Zhu disparó dos flechas que rebotaron en la coraza del demonio. Sin opciones, la guerrera echó a correr desesperadamente. La serpiente continuaba acercándose. Liu Zhu no tenía escapatoria, el arma era inservible. No sabía dónde se había metido su halcón, seguramente había huido aterrado. Ella se detuvo y miró de frente su muerte de ojos horrendos, aceptándola. Entonces un ave magnífica, con plumas de colores y alas de golondrina, arremetió contra la serpiente antes de que pudiera alcanzar a la valiente. Las zarpas del gran pájaro se encajaron en la carne y rompieron las escamas del reptil, como quien le encaja una aguja a una hoja de papel. El bicho se retorcía bajo el poder del rey de las aves, quien apretó las garras hasta que la alimaña dejó de moverse. Tiantian descendió del cielo chillando de alegría. El fenghuang miró a su buscadora durante un infinito segundo. El legendario pájaro se alzó una vez más hacia el firmamento, no sin antes dejar caer una pluma dorada sobre el regazo de Liu Zhu.

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Historia creada a partir de las bases del concurso:

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