Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 28

El día perfectamente se prestaba a caminar bajo el sol, de la mano del viento a los alrededores, acompañando cada movimiento del cuerpo. Las suelas de los zapatos se hundían en el camino hecho de pequeños trozos de piedra amontonados unos a otros. Un pequeño soplido del viento zarandeó el crisantemo que el infante cuidaba con devoción, acongojado para protegerle con su cuerpo, frunció el ceño de enojo por el ataque.

Biel admiró al par de adultos a su costado. Nicolás le llevaba de la mano, custodiando sus pasos, mientras Lucas sostenía al omega con su brazo alrededor de su cintura, salvaguardando con su otra mano un pequeño ramo de claveles, de blanco color, brillaban ante cada rayo de luz que les caía desde el cielo.

Las flores clavadas en la tierra, esas que nacieron entre la grama y el límite del camino, se agitaban silenciosas por cada caricia del aire, los árboles dispersos en el sendero brindaban de pequeños espacios de sombra.

— ¿Aquí descansan las personas que ya no están? — Preguntó aún confundido por la explicación, pues él no podía encontrar más que estructuras confusas y pedazos de rocas — ¿Los abuelos están aquí? —

— Sí, mis padres están aquí... — Lucas contestó un poco cohibido. Siempre se cuestionó el cómo actuarían sus progenitores cuando llevase con un niño al que llamaba suyo para que lo conocieran. ¿Serían felices?, ¿estarían de acuerdo?, ¿habrían aceptado a su bebé? Las interrogantes brotaban sin detenimiento, convirtiéndose en un montón de dudas sin nadie quien fuese a responderle — Aunque no venimos a verlos a ellos. Hoy visitaremos a otra persona —

Biel ladeó la cabeza, confuso. No recordaba a otro familiar importante al que pudiesen guardarle respeto. Decidió seguir a sus padres en silencio, pues el gran misterio sería resuelto si continuaba avanzando.

Frente a una lápida, se acercó achinando los ojos para leer las palabras talladas en ella, encontrando caos en sus ideas. Le dio espacio a Nicolás, quien acomodó el arreglo justo en unas vasijas a los lados del sepulcro, notó la pequeña sonrisa en sus labios, mientras rozaba cada pétalo de las flores con devoción, impregnando parte de su alma en aquellos claveles.

— ¿Quién es Bri, papá Nico? —

El omega dejó de prestarle atención a los arreglos, admirando de reojo por un par de segundos a su pequeño — Bri fue mi primer hijo. Hace algunos años estaba esperando un bebé, pero el hombre malo hizo que muriera cuando aún estaba aquí — le explicó, señalándose con la palma de la mano el vientre — Bri no pudo nacer, entonces Lucas hizo una tumba simbólica —

— ¿Entonces tengo un hermano mayor? — Asombrado, asintió en entendimiento con lentitud — ¿Y luego tendré un hermano menor? — se señaló a sí mismo, queriendo comprender su posición en el hogar.

Lucas se acercó a ellos, posando su mano sobre los cabellos de Biel, desarregló su peinado, haciendo al niño refunfuñar — Solo si tú quieres, es una discusión en familia. No vamos a tomar una decisión si no escuchamos tu punto de vista —

Pensativo, el niño siguió observando fijamente el sepulcro. ¿Cómo sería tener un hermano?, ¿cómo habría sido Bri?, entre tantas interrogantes, hizo la única que resaltó entre todas — ¿Para qué sirve un hermano? — Su tono ingenuo y su necesidad de comprender el tema, les pareció extremadamente dulce al par de adultos.

Lucas y Nicolás se miraron, sonriendo divertidos. Ellos tampoco tenían mucha experiencia. Los dos fueron hijos únicos, igual que Biel. Los tres eran meros principiantes en la vida, caminando en el mismo sendero, hasta que sus caminos se separasen.

— No lo sé, nunca tuve uno — el alfa se encogió de hombros, quizá tenía una que otra idea, pero molestar al niño era una mucho mejor — podría ser algo divertido o un dolor de cabeza. Tienes que descubrirlo por tu cuenta —

Enfurruñado, el niño buscó apoyo en el omega, quien le recibió en brazos. Nicolás arregló sus cabellos, pasando sus dedos cual peine, aplacando cada hebra con delicadeza para no lastimarlo por equivocación — Los hermanos pueden ser amigos, compañeros, cómplices de travesuras... Lo que ustedes decidan ser —

Lucas intentó volver a despeinar a Biel, sin embargo, con la fulminante mirada de Nicolás como amenaza, alzó las manos pidiendo paz antes de meterlas en los bolsillos delanteros de su pantalón — Es una aventura, mi niño... Ninguno de nosotros sabe el final, pero podemos esforzarnos para que sea feliz —

— Los valientes también tienen miedo — murmuró intercalando miradas entre ambos adultos — Supongo que iremos a esa aventura —

— Entonces vayamos juntos a la aventura — Nicolás repitió con esa contagiosa sonrisa, una que le robaba la gracia al sol, inundando con calidez el corazón.

La visita no llegó a extenderse más. Aunque Biel tuviese curiosidad por Bri, no había mucho más sobre el bebé. Volvieron por la misma vereda, con el menor en medio, tomando una mano de los adultos a su costado, tras rendir tributo al sepulcro, prometiendo regresar en otro momento.

Los días regresaron a su serena rutina, un juego entre la escuela, el trabajo y el tiempo de calidad. Los mayores retos yacían en completar las tareas, ser el mejor en el Mario Kart, organizar las tareas del hogar y cuidar las finanzas para llegar a fin de mes.

La primavera se acentuó con calma, su clima agradable invitaba a pasar en el jardín los domingos, sin grandes planes más allá de ver a las flores crecer, disfrutar la brisa y despejar la mente de los problemas.

Lucas se había empecinado en darle vida a unos lirios, así que pasaba gran parte de la tarde de los fines de semana cuidando de su siguiente proyecto.

Nicolás y Biel salieron al patio en medio de una pequeña charla sobre la escuela. El omega cargaba en sus manos una charola, mientras su hijo velaba por sus pasos.

— ¡Papá Lu, trajimos jugo de naranja y pastelitos! — Le llamó alzando la voz, siguiendo a Nicolás al pequeño comedor de hierro de cuyo centro se izaba un palo que sostenía una amplia sombrilla.

El alfa asintió, se secó con el antebrazo derecho el sudor cayendo por su frente, aunque pasease insistentemente su lengua sobre sus labios, la sensación de sequedad no se marchaba. Abandonó su pequeña pala al lado de las flores y se sacudió la tierra de las manos.

— Gracias, son muy amables... Lo serían más si me ayudaran — instó a su par de perezosos a unirse a él por tercera vez consecutiva.

— No me gusta la tierra — argumentó Biel. Cuidadoso se subió a una de las sillas, acomodó la esponja que tenían para ser suaves, y retomó el libro de Pinocho dejado a su suerte cuando el niño se fue tras Nicolás para ayudarle a hacer el refresco.

El omega arrugó el entrecejo y negó — Estoy aprendiendo a hacer una nueva figura de origami. ¡Voy a hacer una granja! —

— Nico, ¿para qué queremos una granja de animales de papel? — Cuestionó confundido por sus decisiones decorativas.

Nicolás bufó, ofendido refunfuñó acomodándose en su asiento — ¿Por qué no querríamos una granja de animales de papel? Igual, la donaré al preescolar de la escuela de Biel —

Lucas alzó las manos en rendición, aunque no compartía intereses con su pareja, jamás detendría sus pasatiempos, mientras no fuesen peligrosos.

— Esa es una buena pregunta, bonito. Tú crea la mejor granja del mundo, métele 30 vacas moradas si quieres — animó. Sediento, admiró los cubitos de hielo chocar entre ellos o contra las paredes de vidrio del vaso al ser llenados, sintió su saliva mucho menos espesa — Gracias por la merienda —

— Lu, tienes que lavarte las manos para comer — Le recordó con una vocecita de regaño, impidiendo que se hiciera con un vaso. Notó la mirada del alfa hacia la llave en una de las esquinas pegada a la casa — No solo agua, Lu. También debes usar jabón. No sabes cuantas enfermedades... —

Terminó siendo interrumpido por la juguetona propuesta del alfa, quien no se detuvo de sonreír de lado socarronamente.

— No voy a ir Nico. Si quieres cuidar de tu esposo debes alimentarme — tomó asiento, orgulloso regodeándose del notable sonrojo en las mejillas del rubio.

Lucas se llevó la estocada final cuando Nicolás se sentó en su regazo. Su dulce aroma era embriagante, sus verdes orbes seguían embobado los movimientos del menor, actuando según la orden de su voz, guardando desesperadamente el recuerdo de su esencia, la delicadeza de sus manos y el leve temblor de su cuerpo.

— ¿No vas a probar el pastelito? — Nicolás estaba confundido porque Lucas solo le observaba, sin hacer esfuerzo de comer — ¿Lu? —

— Te estrujaría muy fuerte en estos momentos, bonito — murmuró en tono profundo, con la garganta desgarrada por la sed — pero voy a ensuciarte — no apreciaba la idea de arruinar el blanco conjunto de su amado.

Nicolás se rió suavemente, sin ser escandaloso — Lu, no digas boberías. Abrázame sin miedo. No me da miedo la suciedad... Me aterraría que un día ya no quieras sostenerme —

El alfa en respuesta, le atrajo hacía él, escondiendo su rostro entre el cuello del menor. Compartiendo el unir sus almas a través del cuerpo.

Biel no dijo nada, comió y bebió fingiendo leer, admirando a Nicolás y Lucas con una sonrisa. No es que le interesara el tema del amor de pareja, era muy joven para comprender el romance, solo llegó a suponer que él tendría una relación igual a la de sus padres cuando le tocase ser adulto.

La merienda acabó sin muchos contratiempos. Sin jugo y sin pastelitos, Lucas se quedó recostado, apenas alcanzaba en la silla, sin embargo, tercamente sostenía a Nicolás contra él, impidiéndole escapar. Cerró los ojos un instante, disfrutando de la fresca brisa que se paseaba debajo de la sombrilla, alzando sus mechones, llevándole el grato aroma del omega.

— Volveré al trabajo — murmuró, notablemente perezoso — Ustedes sigan sentados, no vaya a ser y se cansen — resopló indignado, aunque poco le duró la molestia, pues el suave beso de Nicolás en su mejilla, le hizo sonreír — Un beso no arregla nada —

Nicolás, percibiendo el aroma del alfa pegado en su nariz, negó — No eres nada confiable si sonríes así — acarició su pómulo, delicadamente pasó sus dedos por la tersa piel, dirigiendo otro contacto está vez a su boca. Corto y seco, esos segundos bastaron para que sus labios se pegaran durante un frágil momento.

Lucas jamás negaría recibir la atención. A veces tenía miedo, porque por la forma en la que esos orbes achocolatados le admiraban, como si fuese infinitamente valioso, le hacían preguntarse: ¿Qué locuras estaría dispuesto a hacer por él? La loca fantasía romántica de darle la luna, ya no parecía un disparate — Necesitas, al menos unos veinte de esos, si quieres contentarme —

Nicolás frunció los labios, miró arriba unos segundos, fingiendo meditar la respuesta. Sonriendo ladinamente, se inclinó acercando sus labios al oído del alfa, susurrándole un secreto — Quizá en la noche pueda dártelos —

— Eres todo un chico provocativo, Nico — suspiró pesadamente, casi ahogándose al no saber cómo respirar adecuadamente, el aire se le había solidificado en los pulmones, entorpeciendo sus sentidos.

Lucas terminó abandonándolos en la comodidad de la sombra del parasol incrustado en el comedor, no sin antes llevarse la charola junto a los trastos sucios. Biel continuó cómodamente con su lectura y Nicolás volvió a batallar con las instrucciones, se había encaprichado con la granja de figuras.

La mirada del omega acabó inevitablemente sobre el infante a su lado. Con pesar, rememoró la reunión que habían tenido el día anterior con Sofía. Ellos no mintieron en su genuina devoción por ayudar a su hijo a encontrar a sus padres biológicos, sin embargo, la búsqueda no fue fructífera.

— Biel, cariño... — le llamó, casi susurró su nombre, evitando espantarlo al interrumpir su concentración — ¿Has pensado en lo que quieres hacer respecto a tus padres? —

No habían datos. Un día de años pasados, alguien llamó a la puerta en medio de la noche. Tres estridentes golpes resonaron espantando el silencio, aprovechando que el mundo estaba dormido para sonar con mayor fuerza, atrajeron la atención de la anciana mujer. Biel yacía solo del otro lado, plácidamente disfrutando de sus sueños dentro de un canasto lleno de esponjosas telas, abandonado.

Cabizbajo, cerró el libro de cuentos — Solo quería saber... ¿Por qué no me amaron? pero se escondieron, ni siquiera pueden responderme— frunció el ceño, su mirada se mantuvo en sus manos, jugaba a entrelazar sus dedos, distrayéndose de la pesada carga de decidir — Creo que estoy enojado —

— ¿Quieres seguirlos buscando? — tomó una de las manos del niño entre las suyas, apretándole suavemente como muestra de apoyo — Lucas y yo haremos lo que tú decidas. Seguir luchando o rendirnos, no hay decisión correcta —

— Creí que rendirse era malo — cuestionó al omega, viéndose en contradicciones con sus creencias.

— No lo es. Creo que depende de cuando te rindes — contestó sin exaltarse, lentamente empezó a explicarse, esperando que Biel pudiese comprenderlo — Por ejemplo: Si desistes sin siquiera pelear, podría llevarte por un camino malo —

— ¿Y cuándo es bueno rendirse? —

— No puedes luchar eternamente — dijo, casi aconsejándose a sí mismo, recordando el infierno de su antigua relación, en la que sacrificó partes de él, para sobrellevar las mentiras de una promesa vacía, tomando fuerzas de su propia ilusión, esperando el día en el que: "Juro que cambiaré", pasase a ser un hecho verdadero — Pienso que está bien rendirse cuando ya diste todo tu esfuerzo y aun así no resultó —

Biel comenzó a reflexionar si seguir en ese combate desgastando energías, porque la victoria era insegura. — Me doy por vencido — concluyó con una pequeña sonrisa en los labios. Sostuvo la mano del omega posada en la suya, llevándola hacia arriba para que acunase su moflete — incluso si ellos no me aman... Papá Nico y papá Lu me aman mucho, mucho más —

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro