Capítulo 27
En negación, echó sus manos sobre la cama, encontrándose con las sábanas aplastadas bajo sus palmas. Repitió la acción tres veces en medio de su desesperación, las lágrimas se avivaron ante cada segundo de cruel realidad. Algunos peluches cayeron por los bruscos movimientos con los que los resortes chillaban en medio del llanto del omega.
La fuerza en las piernas también le abandonó, tambaleó por un par de segundos, cayendo al suelo de rodillas en medio de sus estruendosos lamentos, jalando con él una cobija a la que se aferró en medio del ataque de desaliento que sufría su corazón. Lucas se acuclilló frente a Nicolás, abrazándole por la espalda, sosteniéndolo en una pieza.
— Mi bebé, mi bebé no está — gimoteó adolorido — ¡Devuélvemelo, devuélveme a mi bebé! — vociferó negando los intentos del alfa por calmarlo, no quería sus palabras o aroma, su corazón necesitaba una respuesta que ni Lucas podía darle.
Rendido, Lucas no tuvo más opción, apeló por una posición mucho más firme y tosca.
— Nicolás, no es tiempo de llorar... Hay que llamar a las autoridades, no podremos encontrarlo solos — Volvió a ser la voz de la razón. Sostuvo entre la palma de su mano, el cachete húmedo de su omega, limpió con torpeza las lágrimas, encontrando la fuerza de levantarse y levantarlo del suelo — Vamos —
Nicolás regresó a sus sentidos, dejó la histeria en un par de respiros, concentrándose en el brazo alrededor de su cintura, en los dedos en su piel y los ojos verdes tras una leve capa de cristal.
— Llamemos... — su garganta no le ayudó, sonó ronco en medio de los hipidos posteriores a los sollozos — Ve a buscarlo por los alrededores. Yo esperé a las autoridades aquí... — respiró entrecortadamente cuando el alfa apoyó su frente contra la suya, solo fueron unos segundos que bastaron para aclarar su mente — Quizá Biel decida volver, no podemos dejar la casa sola —
— Lo sé, chico listo — murmuró orgulloso, lentamente lo soltó, dejándolo sostenerse por su propia voluntad — Podremos encontrarlo, si trabajamos juntos, yo soy tu apoyo, y tú eres el mío —
Un sollozó pegado en su garganta le hizo encogerse, sorbió la mucosa y asintió recompuesto en medio de su dolor y su miedo — Lo haremos —
No hubo tiempo para mayores intercambios, ya habían perdido suficiente por la crisis inicial. Las intenciones de Lucas por llamar a sus colegas, repitiendo en su cabeza el monólogo prefabricado en su cabeza, desapareció por el nombre en el registrador de llamadas.
"Biel está aquí". Tres palabras que le regresaron la vida a ambos adultos. La conversación fue corta, abrigando el cuerpo de alivio, permitiéndoles tener el primer consuelo de esa turbulenta mañana, plagada de altibajos emocionales.
Hasta que tiró la puerta del auto bruscamente al cerrarla, pudo ser consciente de donde estaba parado. Alistarse y el viaje lo hizo absorto en mil diálogos y simulaciones de charla, ideó todo un guion sobre cómo actuar frente a las diversas situaciones, sin embargo, cuando el momento de la verdad se acercaba, se quedó en blanco. Todo lo que, con afán práctico, se desvaneció, dándole la única opción de resolverlo con la voz de sus emociones.
Los dedos de Lucas tocaron su mano, invitándola a tomarla. Se permitió recibirlo, entrelazando sus fuerzas en aquel agarre. Fugazmente hicieron un intercambio de miradas, concordando por inercia, avanzar hacia los adentros del orfanato.
El camino hacia la oficina de Sofía, la encargada del lugar, estaba atestado del ruido de las pisadas, perdiéndose en un eco, volvían a brotar antes que el último sonido muriese por completo. Aunque dispares recorrían el pasillo, Lucas nunca se permitió aumentar la velocidad para dejar a Nicolás atrás, con tal de apresurarse a llegar a Biel. El retumbar de sus nervios sonaba en una canción única, la que solo el propietario de la melodía puede escuchar desde su pecho.
— Biel, ya me dirás ¿por qué estás aquí? — Sofía insistió en conocer las penas del niño, llevaba cuestionándolo desde su repentina aparición en las puertas del lugar — ¿Te peleaste con tus padres? —
El infante, tercamente se decidió en no responder, ignorando las buenas intenciones de la fémina por consolarlo. Siguió sentado en la misma posición en el sillón, mirando hacia la ventana con desinterés, aferrado a su osito de felpa.
Sofía suspiró con pena, cerró los ojos como reproche por el obstinado chiquillo, quien se negaba a emitir algún sonido. Tras un golpe en la puerta, está cedió ante las personas del otro lado. Nicolás y Lucas habían llegado buscando a su hijo.
La estancia era mayormente iluminada por los ventanales que daban al jardín trasero. Casi vacío, el espacio era pobremente llenado por un viejo escritorio y dos sillas de madera a cada extremo del mueble. Las paredes de un tono beige le cantaban a la luz, permitiéndole usar de aposentos la oficina, apenas vestida en la mitad superior con una falsificación de la Última cena.
El paso veloz de Nicolás se percibía contra el oído, su aliento agolpado en la garganta fue expulsado por la inmensa felicidad de ver a su pequeño sano y salvo. Se hincó de rodillas en el suelo, arrastrando un poco de polvo en el pantalón.
— Biel — murmuró gozando de la alegría, acunando en sus manos los pómulos del taciturno infante, carente de una expresión más allá de sus banales intentos por perderse el contacto visual — Estás frío, podrías enfermar — su corazón solo relucía preocupaciones, mientras admiraba al pequeño — No está bien salir en medio de la noche sin permiso o supervisión —
— Salí en la mañana — replicó envalentonado de forma irrespetuosa.
Lucas se permitió respirar lentamente, soltando el nudo en su garganta a un ritmo lento. Agradeció en un gesto a Sofía por llamarlos, y repitió su gratitud al notar que les daba espacio para charlar con Biel. Se acercó al omega y al niño, ocupando un espacio al lado de Nicolás, calmó sus temores apreciando la figura en la silla, igual de pequeña y frágil que siempre.
— En la mañana, tarde o noche, no debes irte sin permiso — El alfa le aclaró, pues no por sus discrepancias, podía libremente escapar sin consecuencias.
Alfa y omega intercambiaron miradas de entendimiento. Empezaron a discutir desde que se vistieron apresuradamente para correr al orfanato. El viaje en auto les sirvió de comodín, alargando la inevitable conclusión que ninguno anhelaba pronunciar. ¿Qué harían con Biel?
Lucas decidió tomar el papel más difícil de la actuación, no podía empujar a Nicolás a ser el vocero de una triste noticia, sin embargo, su aparentemente blandengue omega, nunca se había caracterizado por ser un debilucho; caía, pero siempre se levantaba.
— Biel, cariño — Tomó entre sus manos las del infante, cuidadoso de no perder el volumen de su voz — Lucas y yo hemos decidido... Nosotros lo sabemos, el amor no se fuerza... Si tú no deseas que seamos tus tutores, vamos a respetar tus deseos —
¿Eran sus lágrimas o las de alguien más? Cada gota brillaba igual que una estrella, fugazmente lucía su tristeza, antes de estrellarse y perecer.
— Ustedes quieren deshacerse de mí — Atacó con el enojo exaltado en cada sílaba, sintiéndose ofendido, jaló de sus manos queriendo alejarse del par de adultos — Van a cambiarme por otro, como si fuese un juguete roto —
— ¿Cambiarte? — Lucas, notablemente confundido por las afirmaciones del niño, se aguantó las ganas de estrecharlo entre sus brazos — Mi niño, nosotros no intentamos cambiarte. Tú no eres reemplazable —
— ¡Mienten! — Por primera vez en aquella conversación, cruzó miradas con ambos. Sus orbes chocolates estaban escondidos entre espesas capas de lágrimas, cuyo afluente no paraba de brotar por la profunda melancolía en su corazón — Yo los escuché... ¡Dijeron que quieren otro bebé! —
Nicolás se sintió culpable, no creyó que sus sueños serían malinterpretados, pero no podía culparlo... Biel era un niño asustado, luchando cada día por adaptarse a los cambios de su entorno.
— No. Yo no quiero otro bebé. Tú eres mi bebé. Nosotros solo hablábamos de la posibilidad de darle un hogar a otro pequeño — Nicolás, con cariño tomó la mano del niño, plantando un beso en el dorso de la misma, guardando sus propios sollozos — No significa que vamos a devolverte, por adoptar a alguien más — le explicó, esperando ser entendido.
Sus ojos reflejaron ilusión, sus labios temblorosos y salados, se abrieron para preguntar con todo el alivio en su alma, lo que en verdad le importaba en esos instantes — ¿No van a devolverme? —
El omega apretó con mayor vehemencia su mano, decidido a brindarle la verdad de su amor, contestó con firmeza — No vamos a desistir contigo, Biel... Solo queremos ayudarte a encontrarte con tus padres, porque ese es tu deseo —
— No estás traicionándonos, mi niño... Es normal que quieras saber quiénes son ellos — Adolorido, Lucas empezó a limpiar cada lágrima del niño con delicadeza. La vida tiene momentos importantes, segundos claves, el alfa estaba seguro que ese era uno de los tantos que iba a experimentar — Nunca hemos pretendido imponerte nada, nosotros podemos ser para ti lo que tú quieras —
Nicolás asintió, mucho más animado — Podemos ser tus tutores, tus amigos, tus familiares, tus... — empezó a rebuscar en su mente alguna otra idea con la que podría verlos, movió en círculos su mano como si ello fuese a darle ideas. Boqueó un par de veces, avergonzado de su poco léxico.
— Mis papás — acongojado, Biel se removió para quedar sentado en el filo del asiento, tímidamente sostuvo las manos del par de adultos — Papá Nico y papá Lu — sus nervios disminuyeron cuando el alfa y el omega correspondieron sus sentimientos, apretando sus manos.
— O tus padres — afirmó el mayor, por mucho que intentase controlar el temblor de sus labios, jalándose a los extremos por el golpe de felicidad, le fue inevitable no sonreír bobaliconamente — Nadie dijo que solo puedes tener dos padres, tú puedes tener cuatro — su voz entonada en dicha, fue realmente cantarina.
Nicolás, quien en todo momento se mantuvo erguido, pretendiendo demostrar una confianza que no tenía, acabó por romperse. El afluente de lágrimas mojó sus mejillas, el cúmulo de emociones le trabaron la respiración y sus párpados batallaron por dejarle ver al niño frente a él.
— Biel, mi pequeño Biel — Sus brazos lo atrajeron a él, sollozó en su hombro, sujetándolo con miedo a perderlo. Todo el alivio explotó en gimoteos impropios de un desconsolado llanto, que no tardó en ser acompañado por el del infante.
Nicolás olía a vegetación, a salud y dulzura. Pese a sentirse irremediablemente atado al adulto, su calidez no asustaba, en realidad calmaba el dolor, así que le siguió en la sinfonía dirigida por el lloriqueo. El omega comprendía el secreto de la felicidad escondida en ese abrazo, en sus manos sujetando la diminuta espalda, en su desesperación por ser cuidadoso... Amar y ser correspondido causaba una inmensa alegría. No había escapatoria a sentir.
Los ojos de Biel terminaron por llenarse de tantas lágrimas, cuyo destino ya estaba escrito. Aunque quiso aguantarse, recordó que los valientes también lloraban y sentían miedo, así que él tenía permiso de hacerlo. Se echó a llorar con la misma intensidad de Nicolás, aferrándose al omega, sin soltar la mano del alfa.
Lucas solo encontró encanto en su par de chicos llorones, removió un par de gotas de sus cristalinos orbes, satisfecho con el desenlace. Terminó por unirse al abrazo de su familia, rodeando al omega y el infante, besando los cabellos de Biel y dando caricias circulares en la espalda de Nicolás, dejándolos sollozar el tiempo que necesitasen.
Al cabo de unos repetitivos minutos de una competencia por quien gimoteaba más alto, las fuerzas fueron mermándose. Solo se escuchaban un par de hipidos desincronizados entre Nicolás y Biel, quienes se recostaban perezosos sobre Lucas. El alfa fue utilizado de soporte y pañuelo por los Nowak menores, su camisa quedó mojada de mocos, babas y lágrimas, aunque a él poco le importó.
— Vamos a casa — Lucas consideró que era el momento adecuado de regresar a su intimidad, la seguridad del hogar.
Biel no opuso resistencia cuando Lucas lo cargó, el niño rodeó con sus brazos el cuello del mayor, escondiendo su rostro rojo e inflamado contra el hombro de éste. Nicolás, en cambio, se enredó al brazo del alfa, haciéndole desplazarse mucho más lento.
Sofía no tuvo mucho que decirles, los problemas de familia solo podían resolverlos ellos mismos. Les dedicó una bendición, anhelando su felicidad durante este atropellado camino llamado vida. Satisfecha, porque uno de los niños bajo su responsabilidad, había encontrado su lugar en el mundo.
— Nico, si quieres puedo cargarte — Lucas se ofreció al verlo de reojo tambalear, temía un desenlace con el omega en el suelo, por ello iba estresado, esperando responder a tiempo ante cualquier percance.
— Puedo caminar, solo se me durmieron las piernas — refunfuñó, ronco por tanto llorar, se negaba tercamente en tener ayuda, ignorando que ya iba apoyándole parte de su peso a su pareja
Lucas rodó los ojos, no tenía caso dialogar con él — Como usted, señor testarudo, prefiera —
— ¡No estoy siento testarudo! — se defendió — Solo que es peligroso, podrías tropezar y caer, fracturarte la espalda, agarrar aire... — empezó a enumerar todos los posibles desafortunados accidentes.
— Espera, ¿acaso no confías en mí? — se detuvo, ofendido arqueó una ceja, cuestionó las afirmaciones del omega.
— Que rastrero usar esa carta contra mí, Lu — le miró achinando los ojos, recriminándole con movimientos lentos de lado a lado de cabeza — Confió, pero igual no voy a dejar que también me cargues —
— Uh, Biel, mira — le llamó en tono jocoso, queriendo molestar a su par favorito — Papá Nico está siendo malo conmigo, ¿no deberías ponerte de mi lado? —
El niño negó tras salir de su escondite, admirando a los adultos, sonriendo contento por pertenecer a un hogar en donde era apreciado. Se unió de cómplice según sus principios con el omega y su hambre — Papá Lu es quien está molestando a papá Nico, usted es el malo... Debería recompensarnos invitándonos a desayunar —
— ¿Eh?, ¿yo soy el malo? Vaya familia la mía — bufó exageradamente dramático, actuando de ofendido, se hizo la víctima de su propio juego — Ustedes son malos conmigo, soy un pobre inocente —
Las diferencias no estaban completamente solucionadas, sin embargo, hablar era un paso hacia el entendimiento.
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