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Capítulo 24

Rascaba a paso lento, apetecible a los sentidos, un completo llamado a la pereza. Sus párpados empezaron a elevarse, dándole un aspecto somnoliento, mientras adecuaba la vista a su alrededor. Enrollado entre capas de sábanas, el calor que mejor percibía, provenía del omega que llevaba acariciándole con admiración, sin intenciones de perturbar sus sueños.

— Enos días — su lengua arrastró las palabras, llevándose consigo un par de sílabas, soltó un bostezo para espantar el sueño, estirándose con dificultad por la tela, se quedó ido un par de segundos — ¿Y el señor Lucas? —

— Cocinando, me obligó a prometer que no me levantaría hasta que tenga la comida hecha —

Biel asintió en entendimiento, relamiéndose los labios secos por la sed, tomando mayor consciencia con el paso del tiempo — ¿Cómo se siente? Ayer parecía decaído —

— Estoy mejor — respondió con una pequeña sonrisa en los labios, agradecido de la preocupación del pequeño — Tú y Lucas me ayudaron a sentirme mejor, gracias — tenía en su aura un pedazo del sol, reluciendo igual de hermoso que aquella estrella.

— No podía abandonar a un omega triste — renegó la gratitud, percibiéndolo como un acto normalizado en los demás.

Aunque Nicolás quisiera replicar, su intento fue mermado por los golpecitos de los nudillos de Lucas sobre la puerta abierta, llamando la atención del par tumbados en la cama.

— Ya está listo el desayuno, hoy estoy particularmente orgulloso — besó la yema de sus dedos, de forma ruidosa, extendiendo los dedos en un movimiento hacia atrás de su mano, exaltando su cocina de manera engreída — Del uno al diez, es un cien —

— Si no lo pruebo, no puedo creer — replicó Biel al salir de la montaña de cobijas, gateando un poco para sacar sus pantuflas de debajo de la cama. Sus recuerdos se quedaban en la sala, durmiendo recostado sobre Nicolás, no sabía cómo había llegado a la habitación, siendo que estaba avergonzado de exponer verbalmente su teoría de tener superpoderes. Primero investigaría un poco más antes de dar el veredicto.

— Auch, público difícil — El alfa se sostuvo dramáticamente el pecho, como si fuese a salírsele el corazón — Lo bueno es que confío en mi comida y mis habilidades —

Biel pasó de largo de él, escéptico de sus palabras, aunque era realmente una fachada, porque no pensaba decirle jamás de los jamases, que su comida era la más deliciosa, incluso que la de Nicolás.

— A veces creo que ustedes dos tienen una especie de competencia por ver quien molesta más al otro — Confesó, el omega era casi inmune a verlos batallar, ya era una costumbre del día a día. Cerró los ojos cuando el contrario le tomó de las mejillas, depositando un casto beso sobre su frente — No vas a acallarme con muestras de afecto — advirtió posando sus manos sobre las muñecas del otro.

— ¡Eh! Me ofende que pienses cositas malas de mí — se victimizó. Ladeó la cabeza y cerró los ojos pretendiendo mostrar su indignación, la misma que se borró con la dulzura de un beso de respuesta en su cachete — Buenos días para ti también, bonito — dijo coqueto queriendo agarrarlo de la cintura.

Nicolás se le había escurrido de entre los dedos, dejándolo solo en el marco de la puerta de su habitación, con la palma de su mano cubriendo su moflete, sonriendo bobamente. Sin importar la edad, su primer amor sabía dulce, como ningún otro postre que conoció.

Lucas fue el último en llegar a la cocina, en donde le esperaba su par favorito husmeando entre las ollas, rebuscando el secreto del tesoro: Sándwiches de huevo, queso y jamón, jugo de naranja, frutas en trocitos y café.

El desayuno fue servido en la mesa, en donde Biel examinó su plato con cautela, entrecerrando los ojos, dándole una y mil vueltas, receloso de admitir lo inevitable. El aroma del café se unía con el queso y el huevo, abriendo unos voraces gruñidos del estómago.

— Presentación diez, aroma diez — murmuró antes de ponerse a soplar la comida, ruidoso y exagerado, quizá una maña aprendida del mayor del hogar, tomó su sándwich de los bordes, atacando con el primer mordisco — abor ez — dijo con la boca llena, afrontando la derrota.

— ¡Sí! — Cual si fuese un boxeador ganando la batalla, elevó su brazo con orgullo — Aplastante victoria. No es mi culpa ser pareja, padre, chef y policía del año, no hay nada que no haga bien —

Nicolás negó al ataque egocéntrico de Lucas, rió divertido, mientras limpiaba la comisura de los labios de Biel con una servilleta. — Lu, eso es debatible. Hay un montón de cosas que no puedes hacer, pero está bien, significa que puedes aprender a hacerlas — argumentó.

— Destruido en segundos. Nico, a tus argumentos no puedo buscarles trabas, es una pelea injusta —

Biel miró a ambos adultos y prefirió atiborrarse de fruta, antes de ser partícipe de su ambiente meloso. Con las mejillas infladas en piña, sandía y banano, por el susto casi se atraganta cuando Lucas le acarició los cabellos, cerró brevemente los ojos sin poder refunfuñar por la muestra de cariño. Pretendía ser arisco, sin embargo, su sentir afloraba en la cercanía buscando más.

— Pasando a otros temas, se acerca tu cumpleaños Biel, ¿cómo quieres que sea tu fiesta? — El alfa indagó, su experiencia organizando cumpleaños infantiles no era muy amplia y desde su conocimiento, Biel no era muy social, el único amigo que le conocía era Terrence.

Nicolás era bueno en logística, su nivel de ansiedad por cuidar el más mínimo detalle, lo hacía entrar en crisis... Por ello Lucas quería ideas con las que controlar el nivel de estrés al omega.

— Nunca he tenido una fiesta de cumpleaños — se encogió de hombros. Las celebraciones en el orfanato eran más grupales, tener una sola para él, lo sentía incorrecto — No la necesito —

— Vamos, no digas eso — Lucas quiso espantar esa pesadumbre que acompañaba al infante — A veces ser un poco egoísta no está mal —

Nicolás jaló del cachete al otro, arqueando una ceja por su consejo paternal.

— No se trata de ser egoístas... Quizá fortalecer el amor propio — reformuló las palabras de Lucas — Queremos que disfrutes cada una de tus etapas. Cumpleaños llenos de golosinas, piñatas, globos, juegos... — empezó a dormitar imaginando la celebración en el jardín.

Biel se mantuvo silencioso, dudando en sí aceptar o volver a declinar.

— Podemos celebrarlo en casa, invitar a Terrence y compañeros de clase — opinó el omega esperando no acabar espantando al infante — O solo nosotros tres —

Claramente Lucas no captó el mensaje.

— O alquilar un pedazo de una pizzería, contratar un payaso, una fuente de chocolate con... — El mayor se jaló la otra mejilla él solito, al notar la mirada acusadora del omega — ¡Los tres! Hacerlo solo los tres no está mal. Lo que tú desees, campeón —

Frunciendo los labios, sostenía su sándwich, admirando un hilo de queso caer por el borde, pensativo se mantuvo cabizbajo. Biel empezaba a dudar. ¿Qué había de especial en las fiestas de cumpleaños? Ni siquiera sabía si ese día había nacido.

— Está bien, quiero una pequeña celebración —

Ambos adultos celebraron en un silencioso roce de miradas. Padres inexpertos organizando una actividad para su hijo. Nicolás ya había leído artículos para prepararse. Lucas lo iría pensando a través del tiempo, según se le ocurriese.

— Prometemos no hacer nada loco, será pequeño — prometió el omega, destilando oleadas de sus feromonas empapadas en felicidad, concordante con la sonrisa sobre sus labios.

Tras un asentimiento, el niño quiso volver a darle un mordisco a su comida, sin embargo, los pensamientos que se cruzaron en su cabeza le detuvieron, su aliento golpeó el sándwich medio mordido. Frunciendo el ceño, quería recordar sucesos no acontecidos, aunque se esforzara, su memoria se terminaba en un camino cortado.

— Ayer — murmuró, llamando la atención del par de adultos — Ayer no termine de escuchar la historia del hombre malo — rememoró la melancólica expresión de Nicolás, el dulce gesto de su mano y el agradable ritmo de su voz contándole un secreto.

¿Qué tanto se había equivocado tratando un tema tan crudo con un nene? El omega no podía medir el peso de la culpa. No pretendía evadirlo, así que prefirió simplificarlo —Sufrí mucho viviendo con el hombre malo, hasta que Lucas me salvó —

El susodicho frunció el ceño, ofendido con las palabras de su amigo y pareja — No mientas. Yo no te salve, tú solito decidiste luchar — le dio los méritos que consideraba ser exclusivos de Nicolás. No pretendía echarse flores no merecidas, cuando él tomó papel de apoyo.

Nicolás le tomó de ambos cachetes, jalando sin llegar a ser un bárbaro, reprochando con los labios fruncidos el poco aprecio de sí mismo — Hiciste lo que nadie más hizo, sostuviste mi mano — abrazaba bajo su toque ambos mofletes, admirando con el roce de la yema de sus dedos, su lisa piel.

— ¿Qué pasó con el hombre malo? — Biel les interrumpió, ignorando el pequeño momento de los adultos. Su preocupación nacía del miedo y la confusión, ¿por qué lastimarían a alguien bueno como el señor Nicolás?

— Lo denuncié a las autoridades, fue a la cárcel y al tiempo salió —

Confuso por el destino del villano de la historia, Biel cuestionó de nuevo — ¿Por qué? Si le hizo daño debería quedarse para siempre en... ¿Qué es una cárcel? — Los malos de los cuentos que leía siempre tenían su merecido, ¿por qué la realidad era distinta?

Nicolás buscó ayuda en Lucas, le miró, con los labios entreabiertos, balbuceando ideas que no llegaron a ser palabras.

— Es a donde van las personas que hacen daño a otras, deben encerrarlas un tiempo para que piensen en lo que hicieron y cambien — Explicó el alfa, en tono cauteloso, esperando hacerle entender la esencia de su mensaje.

Biel permaneció en silencio solo unos segundos, meditando su propia conclusión — ¿Entonces el hombre malo es uno bueno ahora? —

El corazón de Nicolás se removió en un gigantesco latido, sus ojos se cristalizaron levemente, el derrumbe de su corazón apretó su pecho, importunando la respiración... Inevitablemente se le atrancó en la garganta — No lo sé — confesó sin aliento, cansado de sus propias aflicciones y dudas, buscó un poco de esperanza — Solo espero que no lastime a nadie más —

El infante posó la palma de su mano, sobre el dorso de la del omega, apretando para brindarle confort. Era mucho más pequeña, suave y frágil, sin embargo, tranquilizaba más que nadie.

— Ya no va a lastimarlo, señor Nicolás... Nunca más —

Una lágrima se derramó, cayó despacio por su mejilla hasta perderse en el algodón de su pantalón de pijama. El niño le alivió con su promesa, y el alfa calmó con reiterados besos sobre sus sienes, la combinación de emociones agolpadas en su corazón.

El día avanzó con un par de complicaciones extras debido a la esperada, y nada querida, evaluación de la compaginación del niño con sus padres adoptivos. La casa estaba impecable, cualquier rastro de polvo desapareció bajo las manos enguantadas del omega furibundo que masacró hasta la última impureza.

El hogar plagado del aroma a mar, estaba sometido bajo el olor a productos de limpieza. Lucas sentía que la exhaustiva limpieza de Nicolás había llegado a nuevos niveles, pero estaba lo suficientemente inseguro de decirlo, porque sí a éste le daba tranquilidad, prefería dejarlo ser.

Lucas tampoco pudo oponerse cuando Nicolás le hizo vestir saco y corbata, menos cuando aplacó su rebelde cabello con exageradas cantidades de fijador. Biel corrió con la misma suerte: Vestimenta formal y el cabello con un partido en medio sostenido perfectamente por una gruesa capa de dureza, parecía que habían estirado su cabeza por ambos extremos.

— Nico — le llamó, haciendo al susodicho erguir la espalda. Contuvo el aire en una profunda inhalación, manteniéndose firme, tal y como practicó por tutoriales de Youtube. La primera impresión era importante, el omega no estaba en competencias infantiles, él jugaba en las ligas mayores.

— ¿Qué sucede, mi excelentísimo marido mío? — Preguntó con un profundo tono ronco y fingido, totalmente actuado.

— ¿Excelen... — Ni pudo completar la idea — ¿Cuánto dinero tienes en tu cuenta bancaria? —

— ¿Mi cuenta? — frunció el ceño por la confusión — No lo sé, ¿por qué? —

— No, nada — se encogió de hombros evocando un aura de despreocupación — Solo quería saber con cuanto podemos convencer a la supervisora de aprobarnos —

— ¡No vamos a sobornar a nadie! — Chilló ofuscado. Por ningún motivo pensaba en poner en riesgo la adopción de Biel.

Lucas solo echó una larga carcajada con la que desconcentró la placentera lectura de Biel en el sillón continuo, en donde se había enterrado entre algunos cojines, pidiendo no ser perturbado.

— Solo te estoy molestando — dijo entre risas dispersas — Solo quiero desviar tu atención, no has dejado de ver el reloj desde hace media hora — le atrajo a él, tomándole de los hombros, deslizando su caricia por todo el brazo de su pareja — Te juro que estaremos bien. Vamos a aprobar —

Nicolás asintió, permitiéndose liberar todo el aire contenido en sus pulmones, obteniendo una pose mucho más relajada.

El sonido del timbre de la puerta de entrada se esparció por toda la vivienda, los tres habitantes intercambiaron miradas para darse apoyo. La evaluación estaba por empezar. 

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