Capítulo 19
Nicolás sobre el tema: Amor, había renunciado hace ya muchos años. El desastre de su antigua relación dejó una huella profunda, una de la que aún luchaba por recuperarse. Arduamente trabajaba día con día, para alejar el desgarrador dolor, que le seguía destrozando la garganta. Sus cicatrices no eran solo corporales.
La caricia por encima de la ropa, justo en la seña pronunciada del cuello del omega, no pasó desapercibida al rabillo del ojo del alfa.
— No tenías que cubrirla — dijo, de forma inconsciente, con la firme idea de proteger de sus temores al omega.
Nicolás solo le dedicó una escueta sonrisa, mientras apartaba la mano — Lo sé, lo hice sin pensar — clavó su atención tras el mundo fuera de la ventana, preguntándose, ¿qué sería tener la vida de ese alguien más del otro lado? — Sé que dices que son hermosas, la marca de un valiente guerrero... pero a veces no quisiera tener que haberlo sido —
— Yo tampoco — confesó — por eso te dejaré ser la princesa, porque puedo protegerte — aquel perfil era digno de alabanza, aprovechando la luz roja del semáforo, se detuvo a admirarle, acariciando con el revés de sus dedos su mejilla, prestando delicadeza al rozar la cicatriz importunando su piel.
Nicolás le miró de soslayo, riendo suavemente — Caballero azul, el semáforo se puso en verde. No creo que tu técnica de quitar los ojos de la calle sea adecuada para cuidarme — bromeó, viéndose opacado por el pitido de los autos tras el de Lucas.
— Nico, eres todo un malvado. Quiero ponerme romántico y me agredes — se hizo el ofendido, siguiendo el paso del camino, avanzando un par de calles, antes de buscar la vía más accesible de entrar al estacionamiento del concurrido parque.
El primer destino de su salida romántica. Un gigantesco parque, lleno de áreas verdes donde los niños iban a correr, las familias hacían días de picnics y los dueños de cachorros los llevaban a caminar un rato.
Nicolás no comprendía las ideas de Lucas, solo le seguía durante cada vuelta que daba alrededor de su auto, confundiéndose al notar su bolso de pinturas en la cajuela del coche. Todo su material de trabajo no remunerado, estaba en posesión del alfa.
— Espero no te moleste que lo trajera. Sé que debí preguntar, pero quería que fuese sorpresa —
El omega negó — Está bien, no estoy enfadado, en realidad tengo curiosidad — al paso lento, Nicolás siguió a Lucas, a sabiendas que era el alfa, quien tenía el ritmo de sus pasos medidos, procurando llevar una misma sintonía con la que él no tuviese que apresurarse y dar zancadas para ir a su marcha — ¿Qué haremos primero? —
— Estaba pensando en un momento simple — respondió al dirigirse a una tienda de helados, la única con la puntuación máxima en las referencias de los locales dentro del parque. Enmudeciendo un par de segundos por el roce tímido de los dedos del omega, invitándolo a tomar su mano — Una banca, unos helados y nosotros pintando, ¿qué me dices? —
Lucas respondió a sus deseos, envolviendo su mano con la propia, velando por sus pasos mientras iban caminando juntos. Nicolás sentía que estaba en el lugar correcto, allí donde siempre quiso estar.
— Me parece perfecto, mientras mi helado sea de chocolate con chispas de chocolate — apretó la mano del alfa, como asegurándose que su calor fuese real, no solo una ilusión que se desvanecería en cualquier segundo.
La compra fue satisfactoria, dos sundae, uno de fresa y otro de chocolate. Sin mayores dramas, que el jugueteó de Lucas queriendo robarle la mitad del frío postre a Nicolás, hallaron una banqueta para ellos solos, debajo de la inmensidad de un viejo roble, robaron la sombra debajo de sus tupidas copas. Las oleadas de viento eran agradables y el sonido de las demás personas se perdía rápidamente en el ambiente.
— ¿Y qué quieres dibujar? — Cuestionó Nicolás, relamiéndose los labios tras dejar su tácita en la banca, cuidadoso al sacar sus pinturas y los dos pequeños cuadritos forrados por un claro lienzo, listo a mancharse en imaginación, inspiración y creatividad.
— Pues — usando los dedos índice y pulgar, formando un rectángulo que emulaba una cámara, miraba su alrededor pensativo, dubitativo de su elección entre tantas opciones.
— No tiene que ser lo que ves con tus ojos, puedes imaginarlo — Nico le aconsejó, buscando él mismo ideas para su lienzo en blanco — Yo, por ejemplo... ¡Te pintaré en un campo de flores! Casi es primavera —
— Oh, no esperaba menos del profesor Nowak — sonrió contento, contagiado por la alegría que Nicolás desprendía — Volveremos cuando las flores hayan nacido, seguro Biel amará lo pacífico de este lugar —
Nicolás estuvo de acuerdo, encantado con la idea de regresar en una tarde familiar dominguera. Dio otra probada a su helado de chocolate, llenándose las mejillas del dulce sabor, antes de empezar a trazar el boceto de su pintura. La tranquilidad no solo se la daba el sitio, también se la transmitía la persona con la que compartía sus aficiones, durante esa fresca tarde con la que el invierno empezaba a marcharse, dándole lugar a la primavera.
Sacar la cuchara del interior de los macarrones era un hito histórico, escarbar entre la masa casi petrificada de tono amarillento, requería toda su fuerza bruta. Biel dejaba rastros de respiración entre cada cucharada.
— Vamos, mocoso, dilo — renegó la beta al fruncir el ceño por el espectáculo de dramatismo del menor — "La comida de mi mami Nicolás es mejor" —
— No, en realidad el mejor cocinero de casa es el señor Lucas — replicó al darle una pequeña, temerosa y preventiva lamida con la punta de su lengua a los macarrones — Son perfectos, por si quiero perder el apetito —
— ¡Niño maleducado! — rezongando un par de maldiciones, se sentó frustrada en el banquillo del desayunador, dándose por vencida en su misión de preparar platillos más apetitosos.
Terrence sonrió divertido por las expresiones de su abuela, haciendo una rabieta cual chiquillo malcriado y caprichoso. Él también probó la pasta de consistencia espesa, degustando el sabor, orgulloso de la mejora en las habilidades de la beta, rió de contento.
— Está rico, abu... Solo podemos mejorarlo con un poco de carne o pollo — opinó, aunque desde el punto de vista de Trinity, Terrence alardeaba porque él sí que era un gran cocinero.
La fémina negó — No, pediremos pizza, es la vieja confiable — se sacó el bombón de la boca, tercamente enfrentándose a evocar la palabra: Rendirse. No podía exponer a Biel a una comida que le provocaría dolor de estómago o tendría a Nicolás lloriqueando entre los estantes.
— No, cenaremos los macarrones, no se puede desperdiciar la comida, es sagrada — Biel no tenía buena experiencia con la escasez de alimento, él conocía de la tristeza de un estómago hambriento y las ansias de probar bocados diferentes todos los días.
Terrence agradeció las palabras de su amigo, con las manos en la cintura y la inflación de su pecho, dio un asentimiento determinado — Bien, yo me encargaré de... —
— De irte a jugar — Trinity lo agarró por la parte posterior del cuello, procurando bajarlo con cuidado del banquillo en el que estaba subido para alcanzar la encimera — Váyanse de aquí, ustedes son muy enclenques, este es territorio de feroces bestias —
Biel fue el siguiente en ser tomado, viéndose elevado un par de centímetros por encima del suelo. Con cada objeción siendo callada por múltiples ataques de silencio.
— Entonces, ¿admite que el señor Lucas es una feroz bestia? — cuestionó Biel, motivado por el enojo de ser desechado de forma abrupta contra su voluntad.
Trinity guardó silencio, la última ofensiva del niño fue mortal a su orgullo, jamás diría abiertamente palabras de admiración hacia Lucas. Si lo toleraba era por Nicolás, de ella haría un cartel para prohibirle la entrada a alfas descerebrados. Su contestación fue cerrarle la puerta a ambos niños.
— ¿Por qué no le agrada el señor Lucas? — Refunfuñó al preguntarse a sí mismo, perdiendo el equilibrio al sentir a Terrence apoyarse sobre él, al abrazarlo cariñosamente por la espalda, descansando su barbilla sobre su cabeza — ¡Oye! —
— Vamos a jugar, no es bueno meterse en problemas de adultos — lo empezó a empujar en esa molesta posición para caminar, con las piernas abiertas, procuraba no caerse de frente o podría lastimar al menor.
Terrence escoltó a Biel al salón de estar, soltándolo solo para mover la mesita del centro, teniendo cuidado de no tirar el único florero con el que decoraban el mueble. Aseguró la zona de juegos, emocionado por poder jugar con una consola, igual que sus amigos del colegio.
— ¿Cómo crees que les esté yendo a tus padres en su cita? — Preguntó, ocupado en acomodar los almohadones en el suelo, calculando el espacio perfecto entre los controles, la consola y el televisor, con la mano sobre la barbilla, achinando los ojos, resonando sus ideas en ruidos que golpeaban contra su boca cerrada, Terrence buscaba la forma de brindarle la mayor confortabilidad a su invitado.
— Divirtiéndose. Salir con ellos es divertido y tranquilo — contestó empezando a conectar los cables, tal como Lucas le explicó en casa, antes de acceder prestarle su videoconsola — El señor Lucas es un maniaco protector de la comodidad, siempre está pendiente por si necesitamos algo... y el señor Nicolás, tiene siempre un tema de conversación — Quizá ahora se sentía un poco celoso de no estar con ellos pasando el rato.
Las citas románticas no eran tan emocionantes como se miraban en la televisión, en especial si eras el que tenía que quedarse. ¿Por qué él no podía ir? Las relaciones románticas eran crueles con los niños.
Con el brazo alzado a la altura de su pecho, sosteniendo su lápiz, girándolo de lado a lado en el aire, lo blandía cual caballero a una espada. Ocupado, imaginaba la escena en la realidad, recreando los colores, la postura y la composición de su pequeño trabajo artístico.
— ¿Qué tal va tu pintura? —
Las manos del alfa hace mucho habían dejado de trazar formar obtusas en el lienzo, pues sus ojos se desviaron a las expresiones de Nicolás, la forma en que arrugaba la frente al estancarse, el brillo en sus orbes al disfrutar desparramar sus trazos con libertad y el efímero movimiento de sus labios expresando su preocupación.
— En proceso, me tomará mucho tiempo y empieza a anochecer, lo continuaré en casa — concluyó para sí mismo procurando mantener girado su dibujo, receloso de enseñarlo por descuido, aunque Lucas ya le había dado un par de miradas.
— Bien — comprobó el tiempo en su reloj de mano, las manecillas del tiempo le jugaron en contra, porque los momentos que más disfrutaba, se marchaban tan rápido como un suspiro — creo que llegaremos justo a tiempo a la función —
— ¿Función?, ¿iremos al cine? — Guardó cuidadosamente todos sus materiales, agradeciendo con un asentamiento cuando el alfa tomó el bolso, cargándolo en su hombro, manteniendo diligentemente la cabeza hacia el frente, para evitar que por descuido pudiese ver el cuadro del omega — ¿Vamos a ver una película de romance? —
— No, sé que ni tú, ni yo, somos fanáticos — negó de inmediato, recordando las ocasiones en las que entró a ver una cinta cinematográfica de ese estilo con tal de gustarle a su cita — Creí que sería sencillo idear una salida perfecta, considerando que conozco partes de ti, que ni siquiera tú conoces — confesó, velando cada paso del omega a su lado, procurando no perderlo de vista.
— ¿Insinúas que soy un omega fácil? — Arqueó una ceja, pretendiendo ser intimidante, o siquiera mostrarse un poco ofendido.
— No. En realidad, tenía muchas opciones divertidas — suspiró, decaído, con los hombros hacia el frente y el peso de su respiración golpeando el aire — Entonces me di cuenta que le faltaban más horas al día para hacerlas todas —
Nicolás ladeó la cabeza, divertido por la palabrería del alfa, sintiéndose claramente halagado — ¿Cuántas horas te hacen falta? —
— Hmmmm — expresó pensativo, sumándole un poco de dramatismo — Es solo un cálculo aproximado, pero diría que, toda una vida me hace falta para disfrutar contigo —
Nicolás no tenía medios de escape, sus dos manos yacían ocupadas en sostener sus materiales de su arte, fue inevitable que el viento le acariciara las cálidas mejillas pintadas en rubor, un rojo amenazante con extenderse más allá de sus cachetes.
— Como no creo que me esté dando un paro cardiaco, puedo afirmar que tus palabras removieron mi corazón... Eres muy bueno coqueteando — Solo le quedó mantener la compostura, un triste intento, pues su aroma era el primero en delatar sus emociones.
— Estoy dando todo de mí, quiero conquistarte —
El camino al auto no tuvo mayores complicaciones, el viaje por coche hacia las salas de cine tampoco fue inusual, con charlas cortas del trabajo, el hogar y Biel. Si ambos tuviesen que describir su amor, definitivamente no era pasional, como el de una explosión arrasando todo a su paso, engullendo la vida en su ferocidad. Su amor era más apacible, igual que un río en calma, de navegable caudal, la vida fluía sin prisa.
Dos entradas para una cinta de acción, en el que la trama era secundaria y las escenas de riesgo eran imposibles de recrear en la vida real. Un simple combo de palomitas y dos gaseosas, una corta espera en la fila y dos asientos en las butacas más altas del cine. La segunda parte de la cita iba de maravillas, sin mayores dramas, que el constante pensamiento en su hijo.
— ¿Sabes? — murmuró el alfa, bajando el brazo del cómodo sillón, dejando su vaso en el hueco — miré que pronto traerán una película infantil, la próxima vez, vengamos a verla con Biel —
Nicolás, un poco atragantado con las palomitas saladas, se relamía los labios, mientras hundía los dedos en la montaña, atrayendo más para él — Si hace un par de años atrás me decían que serías todo un modelo de padre, me hubiese reído a carcajadas — habló, con las mejillas medio llenas.
— ¡¿Acaso nunca confiaste en mis habilidades paternales?! — Preguntó indignado, mirando con los ojos engrandecidos al omega a su lado, quien apoyaba su peso sobre él.
— Lu, me parece buena idea venir con Biel —
— Tu intento de cambiar de tema, es brusco y poco creíble, Nico —
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