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capítulo 31

ZION

Me agacho y recojo algunas piedritas del suelo, pequeñas y redondeadas, perfectas para lo que tengo en mente. Con cuidado, lanzo una hacia la ventana de Natalia. El sonido del cristal al ser golpeado es suave, pero suficiente para llamar su atención. Espero un momento, conteniendo la respiración, y al poco tiempo veo cómo se abre la ventana. Su rostro ilumina la noche, una sonrisa amplia se dibuja en sus labios al enfocar mi cara. No dice nada, claro, porque no puede hablar, pero su alegría es palpable.

—¡Natalia! —susurro, aunque sé que no me puede oír.

Ella mira a su alrededor, como si buscara algo. Entonces, le lanzo una cuerda que había traído conmigo, cuidadosamente enrollada. Ella la atrapa con destreza y sus ojos brillan con emoción.

«Átala a la cama», le indico con gestos. «¡Rápido!»

Natalia asiente con una energía que me recuerda a los días en que solíamos jugar juntos. La veo moverse rápidamente por su habitación, asegurando la cuerda a su cama con manos ágiles. La luz de la lamparita de noche proyecta sombras en las paredes, creando un ambiente acogedor. O al menos eso noto desde aquí abajo.

Cuando todo está listo, comienzo a escalar la cuerda. Mis manos se sienten firmes y la adrenalina recorre mi cuerpo. Al llegar a la ventana, me asomo y ella me ayuda a entrar, sus ojos brillan como estrellas. Una vez dentro, la abrazo con fuerza, sintiendo su calidez y el latido de su corazón.

Extrañaba tanto esto.

Nos sentamos en el borde de la cama, rodeados por el suave resplandor de la lamparita. Ella inicia una conversación en lenguaje de señas, sus manos se mueven rápido y con gracia. Me siento como si estuviera viendo una danza, cada gesto cuenta una historia que solo nosotros entendemos.

«Te he extrañado tanto», señala Natalia, su expresión es seria, pero llena de cariño.

«Yo también», respondo con mis manos debo comunicarme así para no ser descubierto. «Pensé en ti todo el tiempo, Natilla»

Ella frunce el ceño, como si supiera que hay más detrás de mis palabras. Es verdad, no solo estoy atrapado aquí físicamente; mi mente está llena de preocupaciones sobre The Black Cat y lo que podría hacer a continuación. Sin embargo, no quiero preocuparla.

«¿Estás bien?», me pregunta con un gesto que me hace sonreír.

«Estoy bien. Solo necesito encontrar respuestas», muevo mis manos con determinación. «Pero esta noche sólo quiero estar contigo»

Es lo único que deseo para tener algo de paz.

Su rostro se ilumina y comienza a contarme sobre sus días. Me habla de sus juegos, de los libros que ha leído y de cómo ha estado cuidando de Azúcar mientras yo estaba lejos. Cada palabra que sale de sus manos es un bálsamo para mi alma. En medio de la oscuridad que me rodea en esta casa, ella es la luz que necesito.

De repente, su expresión cambia y señala hacia la puerta.

«¿Alguien viene?», pregunto con preocupación.

Mi corazón se acelera al pensar en ser descubierto. Rápidamente miro hacia la puerta y escucho pasos acercándose. Sin pensarlo dos veces, me agacho y me escondo debajo de la cama, mientras Natalia intenta mantener la calma y se acuesta para simular estar durmiendo.

Muy inteligente de su parte.

La puerta se abre lentamente y aparece una sirvienta de la casa. Su mirada curiosa se pasea por la habitación, pero afortunadamente no parece sospechar nada. Se queda unos momentos antes de cerrar la puerta tras ella.

Respiro hondo y me vuelvo a asomar por encima de la cama. Natalia me mira con ojos grandes y asustados, pero luego sonríe aliviada cuando se aleja la sirvienta.

«Eso estuvo cerca», señalo con gestos dramáticos.

Ella ríe silenciosamente, cubriéndose la boca con una mano. En ese momento, el mundo exterior desaparece y solo existimos nosotros dos en esta burbuja de complicidad y amor fraternal.

«Prometo que volveré, Natilla», le digo con seguridad. «Siempre volveré»

Deposito un beso en su frente y la abrazo con fuerza. Me dispongo a marcharme como vine. Cuando estoy abajo en el jardín, Natalia cierra la ventana y mueve su mano en señal de despido.

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