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capítulo 24

ZION

No logré dormir en toda la noche. No con ellos haciendo tal cosa. Pero, era normal, después de todo son un matrimonio que llevaba tiempo sin sentirse el uno al otro, aunque de igual modo me resultaba incómodo.

Cuando faltaban apenas unas horas para el amanecer, logré dormirme. Me despertó el sonido de voces elevadas. Me levanté con cautela y me acerqué a la puerta entreabierta para escuchar mejor. Archibald estaba gritando, y Gwendolyn respondía con una mezcla de furia y tristeza.

—No necesito tu aprobación para nada, Archibald —dijo ella, su voz resonó con una fuerza que no había anticipado.

—¡Él es un problema! ¿No lo ves? —respondió Archibald con un tono lleno de desdén—. No quiero que esté aquí.

Mi corazón se hundió al escuchar esas palabras. Era evidente que Archibald me veía como una amenaza, y eso me llenó de inquietud. ¿Cómo podría interrogarlos si él estaba decidido a echarme? Decidí que tenía que actuar rápido, antes de que esta situación se volviera insostenible.

Me vestí rápidamente y traté de calmar mi mente mientras me dirigía hacia la cocina. Faith estaba allí, de pie en la encimera, con una mezcla de harina y azúcar esparcida por su pequeño delantal. Me parecía adorable lo que sea que intenta hacer. Era un contraste refrescante con la tensión que había escuchado minutos antes.

Comenzaba a creer que ella era un rayo de luz en esta casa, como mi hermana lo es en la nuestra. Me pregunto cómo estará ella...

—¡Zion! —exclamó sonriendo al verme—. Estoy intentando hacer panqueques. ¿Quieres ayudarme?

—Claro, Faith —respondí, sintiendo que su energía positiva me animaba—. ¿Qué necesitas que haga?

Mientras me acercaba a la mesa, empecé a mezclar los ingredientes que ella había preparado. La cocina era un lugar acogedor, lleno de recuerdos de desayunos familiares que nunca había tenido yo en paz. Mientras batía los huevos y la leche, podía escuchar el murmullo distante de la discusión entre Gwendolyn y Archibald.

De repente, la puerta de la habitación de ellos se abrió de golpe, y Archibald apareció en el umbral, su rostro se veía enrojecido por la ira. No me había dado cuenta de lo mucho que su presencia podía cambiar el ambiente. La calidez de la cocina se volvió gélida al instante.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, dirigiéndose a mí con una mirada que podría cortar el acero.

Sí que da miedo.

Intenté mantenerme sereno, recordando que estaba allí por una razón. Pero sus palabras tenían un filo cortante.

—Solo estoy ayudando a preparar el desayuno —aclaré, tratando de no dejar que su hostilidad me afectara.

Archibald desvió la mirada hacia su hija, quien seguía sonriendo mientras revolvía la mezcla.

—No quiero que prepares nada para nosotros —emitió él con desprecio.

Mi corazón se aceleró. La tensión era palpable, y aunque Faith parecía ajena a la atmósfera cargada, yo no podía ignorarla.

—Papá, Zion está ayudando —intervino la niña con su voz dulce—. ¡Mira lo bien que lo hace!

Archibald frunció el ceño y respiró hondo, como si estuviera conteniendo una tormenta dentro de él. Luego se volvió hacia mí nuevamente.

—No necesito tu ayuda ni tu comida. —Su tono era firme, casi amenazante—. No eres bienvenido aquí.

Y me vale tres hectáreas de verga.

Gwendolyn apareció detrás de él, sus ojos se ven cansados y preocupados. La tensión entre ellos era casi tangible, y no podía evitar pensar que ella también estaba atrapada en esta tormenta a pesar de que lo pasó muy bien anoche.

—Archibald, por favor... —comenzó Gwendolyn, pero él la interrumpió.

—No tengo tiempo para esto —mencionó él—. Voy a salir a dar una vuelta.

Sin más explicación, salió de la casa con un portazo que resonó en las paredes. El silencio que dejó fue ensordecedor. Faith se volvió hacia mí con una expresión confusa.

—¿Por qué papá está tan enojado? —cuestionó con inocencia.

Su mamá desapareció y yo no sabía qué responderle. La situación era más complicada de lo que podía explicarle a una niña pequeña. Decidí cambiar de tema y sonreírle.

—Vamos a hacer esos panqueques, ¿te parece?

Faith asintió con entusiasmo y regresó a su tarea, pero yo no podía dejar de pensar en Archibald y en lo que significaba su rechazo. Tenía que encontrar una forma de acercarme a Gwendolyn sin que él interfiriera.

Tenemos que deshacernos de él de manera segura.

Mientras cocinábamos, los pensamientos sobre la familia y sus secretos giraban en mi mente como un torbellino. La situación se complicaba más con cada segundo que pasaba. ¿Podría realmente ayudar a Gwendolyn y a Faith si Archibald seguía siendo un obstáculo? La respuesta seguía siendo incierta, pero una cosa era clara: no podía rendirme tan fácilmente.

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