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22

De todo lo que había pasado, lo que más me dolía era que Facundo no se había acercado a hablarme.

Era evidente que después de la discusión que tuvimos no iba a quedar todo bien.

Yo sabía que todavía había muchísimas cosas de qué hablar, pero nunca era buena idea tratar de solucionar un problema en caliente.

El asunto es que yo esperaba que, cuando las cosas se enfriaran, Facundo viniera a tratar de resolver la situación, pero eso no pasó.

Así que, en el recreo, me fui a sentar solo a un rincón, bajo el hueco de las escaleras.

Si tuviera que describir cómo me sentía en ese momento, creo que derrotado sería la palabra perfecta. Bueno... En realidad se me ocurrían muchas más, pero en ese momento era la que mejor me delfinía.

—Eu, ¿qué hacés acá?

Escuché la voz de Pablo y levanté la cabeza. Me había entretenido viendo videos en el celular.

—Nada —contesté, sin muchas ganas—. Estoy tranqui.

—Che, em... —Lo vi titubear un poco antes de continuar—. ¿Podés decirme qué carajos le pasó a Facundo? Porque según veo parece que la bronca no fue solo conmigo.

Me puse nervioso.

Contarle lo que había pasado también significaba dejarme en evidencia a mí mismo.

Por un momento quise sincerarme con él y que pasara lo que tuviera que pasar, pero al mismo tiempo, sentía mucho miedo de que él también me rechazara.

—Digamos que Facundo es muy cuadrado a veces. Si algo no le gusta o no está de acuerdo suele tener actitudes muy inmaduras. Resulta que pasó algo que no le gustó y se enojó conmigo.

—Eso que pasó tiene que ver conmigo, ¿no? Porque también me cagó a pedos.

No contesté, solo me encogí de hombros.

—Bueno —prosiguió Pablo—, supongo que es algo privado entre ustedes. Solo espero que se arregle y si yo tengo que alejarme para que eso pase...

—No —dije enseguida—. No es necesario que te alejes, al contrario. Hay cosas que Facu va a tener que entender y aceptar. Para empezar que yo puedo tener más amigos y eso no significa que lo voy a dejar tirado. Tiene que sacarse esas boludeces de la cabeza. Yo... Yo quiero que vos y yo seamos amigos.

Volví a ponerme nervioso. Tal vez porque sentí que eso último había sonado como una confesión. En realidad lo era, pero no la que yo tenía en la cabeza.

—Está bien. Yo también quiero que seamos amigos —me respondió Pablo, con una amplia sonrisa—, pero no quiero que te pelees con Facundo por mi culpa. Él llegó primero.

—Facu y yo nos vamos a arreglar —dije muy convencido, aunque en el fondo tenía miedo de que no fuera cierto—. Tranqui. Cuando se le pase la bronca hablaremos.

—Vos lo conocés mejor que yo, pero tengo la impresión de que vas a tener que ir a hablarle vos, porque él no se va a acercar.

Lo peor de todo era que yo sabía que Pablo tenía razón.

Entonces, después de meditarlo durante el resto de la jornada, a la hora de la salida decidí acercarme para hablar con él. Lo máximo que podía pasar era que me mandara a la mierda, pero conociendo a Facundo, no creía que fuera capaz de hacer algo como eso.

—Che, Facu, ¿podemos hablar?

Se dio vuelta para mirarme. Tenía el entrecejo fruncido y los ojos chiquitos. Estaba molesto.

—Dale, hablame.

—Creo que no está bueno que me estés tratando así cuando vos fuiste el que metió la pata conmigo—le dije en el tono de voz más tranquilo que me salió.

—¿Yo metí la pata contigo? Vos fuiste el que me cambió por un tipo.

—No digas eso. No es verdad. Yo no te cambié por nadie.

—Sí, claro. Si no vas a admitir tus errores entonces no tenemos nada de qué hablar.

Hizo amague para irse pero yo lo paré.

—¿Yo tengo que admitir mis errores? —dije en un tono más áspero—. ¿Entonces que vos me hayas dicho todas las cosas horribles que me dijiste en el patio no significan nada? Porque parece que el único que se mandó una cagada acá fui yo, según vos. ¿Cuál fue mi error, a ver? Tratar de hacer nuevos amigos o el hecho de que Pablo me guste?

Dije eso último demasiado alto.

Facundo abrió los ojos de par en par, pero no era sorpresa lo que había en su cara. Miró por encima de mi hombro y en ese momento supe que, lo que yo más temía, se había vuelto realidad.

Cuando me giré, Pablo estaba detrás de nosotros.

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