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Segundo interludio

—¿Qué haces? —Me atreví a preguntar, señalando la pantalla de la laptop, con la cabeza recargada en el hombro de Mason.

Nunca tuve miedo a ser demasiado obvia con mis crushes, mucho menos cuando desde el primer momento veía la situación como una pérdida de tiempo y un rechazo seguro; para mí, eso era Mason, solo otro objetivo en el que fallaría, otro candidato a primer novio al que le daría asco enterarse de eso, de la forma en la cual lo quería. Por eso no lo dudé ni un segundo: Me apoyé contra su cuerpo apenas tuve ganas de hacerlo; me inventaría una excusa después, si él me pedía alguna explicación a la forma en la que me acercaba.

No me pidió esa explicación, pero igual se la dí, pretendiendo que no quería ser obvia. Esperaba que fuera algo creíble mi curiosidad por lo que sea que estuviera viendo en horario de clase.

—Solo me metí a YouTube —explicó, y sentí cómo sus hombros se tensaban, como si quisiera elevarlos pero no pudiera porque mi cabeza estorbaba.

—¿Quieres que me quite de aquí? —Le pregunté de inmediato, escuchando en mi cabeza el "sí" que creía que iba a dar.

—No, está bien —respondió, rompiendo todas mis expectativas, haciéndome sentir tranquila.

—Gracias —murmuré de forma inconsciente, y una vez me dí cuenta de que lo había dicho en voz alta, rogué a todos los dioses en los que no creía para que él no me hubiera escuchado.

Pasó alrededor de medio minuto y él no dijo nada; si bien no garantizaba que no me hubiera escuchado, de inmediato me sentí aliviada justo por eso, por el sentimiento de que no había sido escuchada.

—Voy a ver mis recomendaciones; estoy buscando nueva música —empezó a explicar él mientras deslizaba su dedo por el touchpad.

Mi corazón latió fuerte y tuve un impulso repentino, el cual obedecí casi de inmediato, sin siquiera haberlo pensado antes:

—¿Sabes quiénes son Cinema Kisses? —pregunté.

Él me miró en el mismo instante, pero no me gustó la expresión en sus ojos. No era solo la expresión de reconocer a la banda, sino la expresión de que ya estaba harto de escuchar de ellos.

—Sí, no son buenos —respondió de manera directa, abriendo uno de los tantos mixes que se presentaban en la pantalla frente a nosotros. Dí un repaso rápido a los títulos de los videos: No reconocía ni un solo nombre, y solo con la estética de los videos podía notar que lo que oía era bastante distinto a lo que a mí me gustaba. Había gente hermosa y mucha luz solar; todo lo que no tenían los videos musicales que yo veía. De pronto tenía sentido que no le gustara Cinema Kisses.

—¿Puedo escuchar? —cuestioné—. Quiero ver qué es mejor que Cinema Kisses —continué con mi frase, esperando que no sonara agresiva. Mi corazón se saltó un latido cuando me dí cuenta de que usualmente no cuido mi tono así con nadie.

—Sí, claro —murmuró, quitándose uno de los audífonos, acercándolo a mi palma abierta, la cual lo tomó y lo colocó en mi oído derecho.

Respiré profundo y empecé a concentrarme en los sonidos. Primero, silencio, y luego Mason presionó el play. Estática a bajo volumen, luego una guitarra acústica que seguía una melodía marcada y calmada, que de inmediato hizo que todo mi cuerpo se sintiera diferente, como si estuviera adormecida... No, no adormecida: calmada. Luego entró una especie de teclado que reproducía notas agudas, que encendió una especie de chispa dentro de mí; la calma se estaba convirtiendo en otra cosa, en una emoción que en realidad no reconocía —que ni siquiera recordaba haber experimentado antes en la vida—, pero que amaba.

Tal como a él.

(¿Podía decir en realidad que lo amaba? ¿No era una exageración?)

En contra de mi voluntad, sonreí; aunque en realidad tampoco estaba intentando no hacerlo.

—Me gusta —pronuncié, de forma lenta y calmada, con los labios todavía curvados; no podía hacer nada en contra de ello, mi mente me lo impedía, el sonido me lo impedía, ese hombro me lo impedía, la ligera oscuridad también. De repente me encontraba llena de una alegría irremediable.

Él no tarda mucho en pausar la canción y mirarme, tan fijamente que tuve que tragar saliva, en un intento de también tragarme mis nervios.

—¿Es mejor que Cinema Kisses? —me cuestionó, con ese tipo de sonrisa que indicaba que estaba bromeando. Mi sonrisa se ensanchó, de nuevo, en contra de mi voluntad.

—Para nada —Me atreví a decir, a opinar algo completamente contrario a lo que él pensaba—. En realidad no es mucho mi tipo de música, pero... me relajó. Y eso, me gusta a pesar de que es muy contrario a lo que usualmente escucho.

—Tu música es un caos —completó él, su comentario acompañado por unas risas leves.

—Sí que lo es. Me encanta el caos.

—¿Por qué?

Lo pensé por un segundo; reproduje una canción en mi cabeza y analicé cada sonido. Aún así, no encontré lo que me cautivaba en esos ruidos, sino en cómo me hacían sentir. Fue entonces que encontré la verdadera magia del pop punk, y de inmediato, la expliqué:

—Solo... me identifico con eso —dije, saboreando mis propias palabras, todavía analizando la melodía en mi cabeza.

—Mi amiga la única y detergente —se burló.

Ignoré esa burla; no porque quisiera ignorarla, sino porque mi mente me forzó a hacerlo; se concentró más en esa palabra: Me había llamado amiga. Y teniendo ese interés excesivo en él, eso parecía una especie de logro; me había hecho un hueco en su vida.

Me había hecho un hueco en su vida para luego desear jamás haberlo ocupado, y años después, sentir incorrecto y correcto a la vez el volverlo a hacer.

Pero se lo prometí, de la manera más sincera; volvería a ocupar ese hueco, incluso si al final resultaba ser algo indeseable, tal como a veces me parece.

Indeseable y cómodo a la vez.

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