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3 - Volver a llamarte amiga

Mason

Abro los ojos de súbito; despierto tal como me dormí: Sin saber cuándo ni cómo, y por un breve momento, ni siquiera dónde. Tras apretar los ojos en un intento de volver a dormir —el cual no resulta—, parpadeo unas cuantas veces y tomo mi celular. Son las nueve en punto de la mañana. Me tallo los ojos y me levanto, tal como por alguna razón mi mente quiere que haga.

Miro hacia la cama vecina, donde se encuentra Andy, todavía en un sueño profundo. Sus ronquidos suenan leves porque tiene la cara presionada contra la almohada, ahogando el sonido. Su cabello largo se nota más desordenado que el día de ayer.

Me levanto de mi cama teniendo cuidado de no hacer ruido. Mantengo mis pisadas suaves y luego me pongo las pantuflas. Me arrodillo frente a mi maleta y busco ropa en ésta; saco mi suéter gris favorito y unos pantalones bastante parecidos a los que usé ayer, al igual que mi ropa interior. Una vez tengo todo mi outfit listo, me dirijo al baño. Abro la llave de la ducha y luego miro hacia todos lados para darme cuenta de que en ningún lugar hay una toalla. Suspiro de manera pesada y busco la llave del cuarto entre el montón de ropa tirada junto al televisor; una vez la tengo, salgo de la habitación y me dirijo hacia el ascensor, entrando a éste casi en el mismo momento en el que las puertas se abren.

Lo primero que veo una vez llegado al lobby es la cafetera en medio del pasillo, y una persona parada al lado de dicha cafetera. El morado intenso de su cabello corto delata su identidad: Es Mercy, ya bien bañada y vestida, con los hombros de su camisa amarilla algo empapados porque su pelo sigue chorreando.

—¡Buenos días, Mercy! —saludo de forma alegre a pesar del ligero inconveniente que me llevó a bajar a la primera planta.

—¡Buenos días! —saluda de vuelta, también bastante feliz, con una actitud bastante diferente a la de la noche pasada—. ¿Quieres café? —pregunta de inmediato, sacando un vasito y dejándolo al lado de la cafetera.

—No, gracias, recuerda que lo dejé.

—Me sorprende que no hayas vuelto al vicio todavía. ¿Cómo puedes vivir sin café?

—No lo sé, pero te juro que no es tan difícil después de un tiempo, en especial si lo dejas poco a poco y tomas mucha agua. Y duermes, claro.

—¡Dormir es para débiles! —exclama con el mismo tono que ha utilizado siempre al gritar esa frase; siento estar escuchando a la Mercy adolescente, mas con una voz que ya no tiembla tanto ni es tan aguda.

—Y por eso no puedes dejar el café.

—Claro, porque no soy para nada débil —dice antes de tomar otro trago de café, uno tan largo que su vasito termina vacío—. Voy a servirme de nuevo.

Me limito a sonreír en respuesta a eso.

—¿En serio no quieres? —Vuelve a preguntar, soplando su nueva dosis de café, que humea. De inmediato le da un sorbo, y por alguna razón espero a que termine antes de hablar.

—No, en serio; estoy muy bien. Gracias de todas formas —digo, mientras sonrío levemente, forzándome un poco a hacerlo, y esperando que ella no note que lo estoy forzando.

—¿Entonces a qué viniste? —cuestionó tras haberle dado otro sorbo a su vasito de café, que sostiene en su mano izquierda mientras busca algo en su bolsillo con la derecha. Saca su celular, mira la pantalla brevemente y lo vuelve a guardar; yo no pregunto por qué.

—Bueno, hace poco me dí cuenta de que Andy y yo no tenemos toallas en nuestro baño; vine a pedir unas.

—Ah, Chloe se quejó de lo mismo anoche; ahora ella y yo tenemos cuatro toallas. Puedo darte las dos que nos sobran, si quieres —dice, poniéndose de puntillas para luego volver a plantar los pies completos en el suelo, como si quisiera saltar pero no pudiera despegarse del piso. Repite la acción unas pocas veces.

—Sí, está bien —Le digo yo, sintiendo cómo poco a poco mi sonrisa se vuelve natural—. ¿Te acompaño?

—Si quieres —dice ella, encogiéndose de hombros y soplando su café de nuevo.

—¿Quieres tú?

—En realidad me da igual —Se sincera, y se encoge de hombros de nuevo.

—Entonces te acompaño... —digo, mas no logro terminar la frase— Solo si quieres.

—¡Solamente ven! —exclama de forma amigable, yendo hacia el elevador (que estaba a apenas unos pocos pasos de nosotros). Una vez llega, me hace una seña para que la siga, y así lo hago. Es entonces que presiona el botón para subir.

El ascensor no tarda mucho en llegar, así que no tardo mucho en verla meter la llave de su cuarto en la ranura ni en verla presionar el botón de su piso. El viaje es corto y salimos rápido; lo que parece ser largo y lento es la caminata hacia su habitación, que parece estar bastante bien escondida en un laberinto de pasillos.

—Chloe y yo también nos perdimos un momento anoche —señala entre risas después de ver mi cara de confusión—. Pero en realidad no es tan difícil ubicarse, al menos no después de haber llegado una vez.

—Me imagino —respondo, sin saber exactamente qué es lo adecuado para decir.

Unos segundos después, nos encontramos en frente de la puerta de su cuarto.

—Me esperas aquí, ¿no? —pregunta mientras inserta la llave en la ranura debajo de la manija.

—Sí, claro —respondo yo, de manera rápida, mi lengua enredándose por un momento. Siento mi cara arder de vergüenza.

—De acuerdo —murmura antes de entrar al cuarto. La puerta se cierra justo después de que ella pasa, y yo pongo atención a las líneas de la madera mientras espero a que salga.

La escucho reír con Chloe un rato, quejarse de que no hay ningún canal bueno en el televisor y hablar sobre las ganas que tiene de desayunar pronto. Después de que su breve conversación termina, abre la puerta, sale del cuarto —dejando que la puerta se cierre a su paso— y me deja las toallas sobre los brazos.

—Gracias —murmuro, y asiento con la cabeza antes de darme la media vuelta y pretender irme. Mercy me detiene cuando habla:

—Te acompaño a tu cuarto —Se queda en silencio un momento después de decirlo—. Digo, si quieres.

—Pues no veo por qué querrías acompañarme, pero hazlo si quieres —Le digo yo, haciéndole la seña para que me siga.

—Nada en especial, solo quiero hablar contigo.

—¿Sobre qué? —Me atrevo a preguntar, con una curiosidad genuina que espero que se note.

—Nada en especial —repite—. Solo sobre cómo ha ido tu vida.

—Pues... no ha pasado mucho, creo. Lo más importante fue graduarme de la escuela de cine, y todavía no he trabajado en... nada que tenga que ver con el cine. Quizá haga mi propia película si no me dan trabajo en ninguna este año. Igual no lo sé, quiero seguir ahorrando para independizarme.

—¿Sobre qué sería la película? —pregunta.

Me quedo pensando unos cuantos segundos, pero ninguna idea brillante se hace paso en mi mente; no se hacen paso ni siquiera malas ideas.

—No lo sé. Tampoco sé quién querría participar en mi película. Quizá termine solo haciendo un corto sobre nuestra banda y subiéndolo a YouTube.

—En realidad me sorprende que no lo hayas hecho todavía; es decir, vivías grabándonos y subiéndonos a redes cuando estábamos en la preparatoria. No sé por qué te detuviste; al menos a mí nunca me incomodó.

Me quedo callado un momento e intento encontrar la razón por la cual de repente dejé de grabarnos a mis amigos y a mí haciendo tonterías o siguiendo un guion absurdo; no la encuentro.

—Solo me olvidé de que lo hacía —digo lo que pienso en el momento.

—Deberías volver a hacerlo.

—Sí... —murmuro, y luego se me ocurre una idea—: Podría hacerles entrevistas a todos ustedes, y quizá a algunas de las personas que asisten a los conciertos, y podría subirlo todo a YouTube si me dejan.

—Me gusta esa idea —habla ella, con una sonrisa leve en sus labios de un intenso color morado.

—Gracias. Y gracias por hacer que tuviera la idea.

—No es nada; ayudar es algo que los amigos hacen, ¿no es así?

Mi corazón deja de latir por un segundo; su diálogo me toma por sorpresa. ¿Soy su amigo de nuevo?

Intento ignorar que me resulta extraño; me concentro más en que me hace feliz; por fin estamos cumpliendo la promesa que nos hicimos en la preparatoria: Seguiríamos siendo amigos. Quizá no fue algo inmediato, pero está pasando; ella ya no se resiste a hablar conmigo, ni a referirse a mí como su amigo.

Se siente como si el universo estuviera sanando.

—¿Somos amigos de nuevo? —pregunto, solo para estar seguro de que dijo lo que yo creo.

—Sí —responde ella.

—Gracias —hablo desde el fondo del corazón, sin pensarlo demasiado—. Siempre quise volver a llamarte amiga.

—¿Te digo algo? —pregunta, y yo asiento con la cabeza, entonces continúa—: Yo siempre quise que me volvieras a llamar amiga.

¡Holiii! Un gusto saludarlos a todos de nuevo. ¿Cómo les ha ido en la semana? Yo ya he tenido mucha tarea para ser verdad, pero al menos ya la terminé toda ayer.

¿Qué cuentan? Yo me arranqué piel y tengo una curita en la pierna; estuve sangrando un buen rato, pero ya estoy muchísimo mejor; aunque me siento algo débil xd

Creo que después de hacer esta nota voy a jugar al Cult of the Lamb, porque NECESITO ya derrotar a Kallamar, pero NO PUEDO, ESE WEY TIENE UN CHINGO DE VIDA. NI SIQUIERA ME MOLESTA QUE ATAQUE FEO, ES QUE TAMBIÉN TIENE CHINGOS DE VIDA.

Como sea...

Espero que hayan disfrutado esta doble actualización; la verdad, espero que aprecien, aún más que a la misma historia principal, los capítulos con Mercy y Mason jóvenes; si bien algunos (o incluso la mayoría) no ocurrieron exactamente como en la novela, todos están basados en algo que realmente me ocurrió. Me gusta contar mi propia historia, y espero que a alguien le agrade leerla; en especial si ese alguien deja de sentirse solo gracias a eso.

Y bueno, también muchas gracias por seguir leyendo; estoy encantada de tenerles aquí.

Con esto dicho, creo que ya me voy. Byeee :D

Mari.

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