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20 - Punto sin retorno

—¿Estás bien? —pregunta Chloe de nuevo mientras se ajusta el escote del vestido. Mueve la cabeza tal como mueve los brazos, de forma brusca, y gracias a eso, uno de sus aretes cae sobre su pecho. Aprieta la mandíbula antes de lanzar una grosería—: Maldita sea.

Pero no presto mucha atención a sus insultos, ni a la situación como tal, pues mi mente sigue fijada en la pregunta que hizo, y en mi propia duda; en todo lo que da una razón de existir a mi rostro triste, que sufre una pérdida que aún no ha ocurrido y que quizá jamás ocurra; una pérdida en la cual no dejo de pensar.

Después de dos semanas y media, aún no logro dejar de reflexionar sobre lo que siento. Sobre Lynn. Sobre Mason. Sobre mí. Sobre el amor y dónde lo encuentro justo ahora.

Y pienso en que debo tomar una decisión rápido; aclarar mi mente lo antes posible para que mi vida no se arruine. Cinco días para que termine el tour. Cinco días para darme cuenta de lo que sea que deba pensar y sentir; amo a Lynn, o amo a Mason.

Lo seguro es que amo a alguien y que es alguno de ellos dos; mi prometida o la persona que me rompió el corazón. Y que no estoy bien, porque aún no defino nada y mi confusión parece permanente.

Pero aún no quiero hablar con Chloe sobre eso, y no sé si algún día lo haré; si resulta que amo a Mason, tendría que hacerlo; tendría que dar explicaciones. Si Lynn es de verdad la única persona en mi corazón, quizá todo esto termine siendo solo un secreto que me atormentará cuando lo recuerde, pero que de todas formas nadie más sabrá.

Aunque quiero contarlo; tengo tantas ganas... Y al mismo tiempo moriría antes de hablar. Moriría en este instante si tan solo tuviera las suficientes ganas...

Y creo que Chloe lo nota, porque me mira preocupada una vez que se vuelve a poner el arete; la perla blanca brilla sobre su lóbulo claro, pero su sonrisa no se atreve a brillar también; sus labios azules en realidad se ven curvados hacia abajo, y acentúan tanto a sus ojos apagados, y al mismo tiempo brillantes por las lágrimas. Y cuando me doy cuenta, yo también quiero llorar, y es horrible; mis ojos arden y mi garganta también, por todas las palabras que no pronuncio, que quizá nunca hable ni cante. Mi situación, tan vergonzosa, tan horrible, y para colmo, tan notoria...

—¿Estás bien? —Vuelve a preguntar Chloe mientras se sienta a mi lado en la calma, viéndome con atención a la cara al mismo tiempo que logra fijarse en mi collar, acomodándolo para que caiga justo en medio de mi pecho, cubriendo uno de los botones de mi camisa.

Intento evadir la pregunta al desviar la mirada, que por alguna razón termina en el espejo; por un breve momento, aprecio la diferencia entre el vestuario de Chloe y el que tengo yo, el gran contraste entre su vestido escotado, corto y rojo contra mi ropa tan normal y corriente; el pantalón negro roto, la camisa amarilla de corte recto con todos los botones abrochados, el collar de turquesa y los tenis de un azul intenso y a la vez muy oscuro. Ella elegante y sexy a la vez, y yo viéndome tal como me veo siempre.

Pero, ¿por qué verse elegante en un casino? Creo que no es un requisito. En primer lugar, ¿por qué verme elegante cuando me siento tan mal?

—Mercy —Mi amiga intenta recordarme a su pregunta, y justo eso ocurre, de forma inmediata. Mis ojos se despegan del espejo por completo y van hacia ella, hacia la forma en la cual se muerde los labios y sus dientes se manchan de azul, y también la forma en la cual no le importa eso.

Y ahí es donde sé que le importo de verdad, incluso que debería confesar, pero aún no quedo convencida de hacerlo; yo sé lo que va a pensar, y sé que eso es justo también lo que pienso, y no es bonito. No es bonito pensar en lo idiota que soy y en el daño que me hago, y en el daño que hago a Lynn y a Mason con mi indecisión, con todas las malditas dudas que ahora también me siguen cuando canto, cuando me divierto, cuando me baño y me visto, simplemente cuando intento vivir sin complicaciones.

Ahora siempre fallo en eso.

—Aún no me siento... lista. Ya sabes, para hablar de eso —pronuncio mientras empiezo a sentir las náuseas; un leve mareo y la lenta subida del vómito por mi esófago. Pero igual sacudo la cabeza y lo trago todo mientras siento el fuerte latido de mi corazón dentro de mi pecho.

—Está bien... Solo, en serio me preocupas.

—Yo también me preocupo mucho a mí misma, pero... No sé, no puedo hablar. Siento... tantas náuseas. Tantas malditas náuseas.

Y luego corro al baño a vomitar.

Luego del vómito y de todo lo que vino después —volverme a lavar los dientes, aplicarme el labial de nuevo y acostarme en la cama un rato esperando estar bien—, Chloe y yo estamos caminando por el pasillo, hacia el elevador; Chloe pide disculpas por nuestra tardanza a través del teléfono y explica la situación en el altavoz; yo siento ardor en la cara porque sé lo que está ocurriendo: La conversación probablemente se escucha también dentro de los cuartos. Todos saben que estoy mal y que vomité por ello; que tengo daño en la garganta, en mis ojos que lloran, e incluso dentro de mi cabeza y corazón.

—¿Ya estás mejor? —pregunta Andy.

—Sí, ¿ya estás mejor? —cuestiona también Georgie, y el sonido se hace progresivamente más fuerte, como si se estuviera acercando lento hacia el micrófono.

Mason se mantiene callado, y por alguna razón eso me duele. Mis náuseas regresan, pero otra vez lo trago todo, y esta vez parece que tengo éxito.

—Sí, ya estoy mejor —confirmo, hablando solamente de mi estado físico. Incluso finjo una sonrisa para que Chloe no sospeche que sigo mal en el ámbito emocional, a pesar de que ella lo sabe perfectamente; sabe que no es tan fácil para mí sentirme bien.

Nadie pregunta nada sobre cómo está mi ánimo, y suelto un suspiro de alivio que casi no hace ruido, no como pienso que debería hacer. La sonrisa me sale más genuina y luego pienso en las millones de razones que tengo justamente para no sonreír.

Náuseas de nuevo. Y otra vez las ignoro; me las trago y tengo éxito de nuevo. Vuelvo a sonreír, y vuelvo a recordar por qué no sonreír, y me quedo en ese bucle por un tiempo considerable, hasta entrar en la van y de pronto tener un ámbito realmente distinto.

Solo porque entra Mason y se sienta muy lejos, y al mismo tiempo muy cerca; es la distancia perfecta para apreciarlo, a pesar de que no debería.

Mi ánimo... se enciende. Hay mariposas, magia y fuegos artificiales en mi estómago, y no lo disfruto, pero al mismo tiempo lo hago; mis mejillas se encienden y algo en mi cuerpo es realmente diferente, un poco más feliz; y debería ser definitivo, pero también quiero aferrarme a lo que tengo, y convencerme de que puedo dar varios pasos hacia atrás; todos los que necesito para seguir con Lynn y pretender que este tour no me cambió la vida de la forma más negativa que podría imaginar.

Pero es difícil aferrarme a mi prometida y olvidar todo esto cuando hay tantos impulsos corriendo por mi cabeza y muchos deseos muy difíciles de ignorar, cuando está este hormigueo intenso y persistente en mis labios y en otras partes de mi cuerpo.

Porque sus labios se ven suaves y quiero sentirlos, a pesar de que sé que en realidad son ásperos.

Porque su rostro no tiene nada de especial, pero aún así no puedo dejar de observarlo.

Porque su presencia me causa tanta rabia y tantas dudas a la vez.

Porque sus dedos aún me obsesionan un poco; me obsesiona la forma en la que parece tocar un teclado de aire sobre sus muslos perfectos.

Y me obsesiona la forma en la que podría tocarme a mí, deslizando sus manos sobre mi torso tal como hace con su instrumento.

Y la atracción que siento hacia él es cada vez más clara, pero aún quiero pensar que hay vuelta atrás, que quizá algún día logre ignorar esto y mi relación con Lynn se vuelva segura de nuevo.

Pero las tentaciones parecen tan difíciles de evadir... que quizá no pueda.

Quiero ignorar lo que sé; quiero ignorar lo incapaz que soy de resistirme a todo esto. A todo lo que siento y pienso desde hace dos semanas y media.

Y entonces pienso en hacer algo que solo hice una vez, que no me gustó, pero que justo ahora realmente necesito: Embriagarme hasta dejar de recordar.

Embriagarme hasta dejar de sentir este calor.

La noche no es muy divertida, aunque en realidad no esperaba que lo fuera; esperaba que ocurriera justo lo que ocurre ahora: Estoy sentada frente a una mesa de póker y siento ansiedad; mi corazón corre rápido y me siendo para la mierda a pesar de que apenas he tomado solo una cerveza y aún no he perdido ni una sola vez.

Y es que nada me quita la sensación de que algo va a salir horriblemente mal en cualquier momento. En cualquier momento esta misma noche.

Y nada me quita la sensación de que todo lo que puede salir mal tiene que ver con Mason, con mis dudas, con todas las cosas de las cuales quiero olvidarme.

En un intento de deshacerme de esa ansiedad, empiezo a dejarme llevar, tal como había planeado, y tal como por un momento pensé que en realidad no quería hacer; por un momento pensé que podría resistir mi propio mal ánimo, a mi propio corazón, a mi propia cabeza; a todo lo que está en mi contra y hace que no pueda estar en paz.

Pido otra bebida, y hace bien su efecto; mi mente se pone un poco más borrosa —y al mismo tiempo más tranquila— conforme doy los tragos. Pero aún me hace falta; me hace falta demasiado. Me hace falta tanto que incluso me da miedo imaginar todas las botellas que quiero beber.

Justo por eso no lo imagino ni lo pienso, solamente pido. Y pasan las horas.

Pasan las horas y dejo de ser consciente de muchas cosas; mi ansiedad me va, hay tanta paz...

Ya he gastado mucho más en cervezas y otras bebidas que en la maldita mesa. He perdido muchas veces y aún no abandono; no me importa seguir tirando dinero mientras pueda seguir con toda esta calma, que lo único que me ha costado es esta visión borrosa... Y unos cien dólares por los cuales sufriré mañana, porque justo ahora sigo creyendo que valen la pena; la inquietud por la pérdida es realmente mínima, solo una ligera cosquilla en el corazón que viene y va, que no molesta tanto como lo hacían mis pensamientos anteriores.

Puedo continuar por un rato más; tiro dinero por otra media hora hasta que el costo de mi paz se hace mayor: Ahora siento náuseas a medio juego, pero termino la partida. Salgo vencedora con una escalera de color, pero no puedo ni siquiera celebrar mi victoria, porque siento que entonces todo lo que hay en mi estómago terminará sobre la mesa. Sonrío de la forma más sincera posible mientras asiento con la cabeza y tomo todo el dinero, unas partes yendo hacia mi bolso y otras hacia mis pantalones. Anuncio mi retirada y me despido de forma difícil, pero exitosa; siento más vómito subir por mi esófago, pero lo contengo perfectamente.

Luego salgo corriendo.

No sé cómo logro encontrar el baño con mi apuro y mi visión borrosa, pero ocurre; dejo la puerta del cubículo abierta después de entrar en éste, y luego me sujeto al inodoro con todas mis fuerzas, hasta que las yemas de mis dedos se ponen blancas por el esfuerzo.

Y luego siento como si hubiera escupido mis entrañas hacia el agua.

Me quedo temblando sujetada al retrete, esperando seguir vomitando en los siguientes minutos, y al mismo tiempo sintiéndome muy vacía como para seguir arrojando comida y ácido.

No tarda mucho antes de que escuche la puerta de los sanitarios abriéndose, rechinando tal como lo hizo cuando yo entré. Dejo de aferrarme al excusado y salgo del cubículo usando mis rodillas, sin atreverme a estar de pie. Caigo al suelo casi de inmediato, quedando con la barbilla pegada al piso frío, y en vez de levantarme, solo alzo la mirada, contemplando a quien entra.

Una silueta delgada con piel oscura, cabello negro y rizado, y unos ojos grandes y tan opacos como la noche, con un hermoso par de estrellas.

Y creo saber quién es.

—¿Mason? —murmuro su nombre como una pregunta mientras extiendo el brazo hacia arriba, tocando la pantorrilla de la silueta, sintiendo sus pantalones de mezclilla tan suaves y ásperos a la vez contra mis dedos. Realmente espero que sea él, y eso me da un poco de asco, pero no el suficiente. No tanto como debería.

—¡Soy Georgie, estúpida! —exclama la chica mientras se aleja, y derramo una lágrima apenas sé que mi fantasía no es cierta; Mason no vino a salvarme. Quizá ni siquiera sabe lo que me pasa. Quizá ni siquiera le importa; no tanto como yo quiero que le importe—. ¡¿Cuántas cervezas te tomaste?! —No obtiene una respuesta, pues yo intento recordar y simplemente no lo logro—. ¡¿Cuántas, maldita?!

—No lo sé... —espeto mientras ella me ayuda a levantarme, sujetándome del rostro y de un brazo.

—Maldita sea —escupe ella, y no sé con quién está enfadada, pero definitivamente lo está. A pesar de mi visión borrosa, veo clara la forma en la cual aprieta su mandíbula y sus labios se abren un poco, mostrando sus dientes blancos, apretados también—. ¿Sabes qué? —pregunta mientras me vuelve a dejar en el suelo, sentada junto a los lavamanos—. Voy por todos. Nos vamos ya al hotel. Espérame aquí.

—Está bien... —mascullo, casi como un susurro, y la observo mientras se va.

No tarda mucho en regresar, y puedo ver a todos mis amigos observándome por la puerta abierta. Georgie y Chloe entran, y me acomodan acostada sobre el suelo para poderme levantar; Georgie sujeta mi cabeza y hombros, y Chloe sujeta mis piernas, y salimos del casino a pasos lentos, en un silencio incómodo del cual no tengo ánimos de quejarme. No me quejo.

Libero un gemido cuando mis amigas me dejan sentada en la van. Georgie respira profundo y luego me abrocha el cinturón con una expresión ya más calmada, incluso muy amigable, como si disfrutara cuidar de mí a pesar de que soy un desastre.

Yo sonrío también, y cierro los ojos ante mi propia hermosa calma.

Y luego me siento forzada a abrirlos, porque mi corazón se acelera de súbito y mi cabeza sigue esos mismos pasos; regresan muchos pensamientos, mucha ansiedad, al percibir una presencia a mi lado, con un olor peculiar, con un sentimiento aún más peculiar que ese maldito perfume.

Una silueta delgada con piel oscura, cabello negro y rizado, y unos ojos grandes y tan opacos como la noche, con un hermoso par de estrellas.

Otra vez creo saber quién es.

—¿Mason? —Vuelvo a preguntar, sabiendo que es sospechoso y que me escucho estúpida. Cierro los ojos otra vez, y los abro de nuevo inmediatamente después.

—Sí —confirma él, y me acaricia el pelo. Yo siento que voy a estallar, pero oculto eso, o al menos pretendo hacerlo. En realidad mis piernas saltan un poco por la emoción, y mi estómago se revuelve un poco.

Siento algo de asco. Otra vez quiero vomitar.

Y otra vez me lo trago todo.

Y con el tiempo se vuelve mucho más asco, porque toda la calma y el control que vinieron con el alcohol empiezan a esfumarse, y entonces queda lo que casi todo el mundo experimenta al tomar: Impulsos difíciles de controlar. Pensamientos que no se quieren tener.

Cada minuto que pasa, mi ansiedad incrementa; cada minuto en el que no llegamos al hotel, sigo pensando en lo obvio que es todo: Me gusta Mason. Realmente me gusta. No hay forma de convencerme de que sigo amando a Lynn cuando todo el tiempo estoy pensando en Mason, en el daño que me hizo, pero también en todo el bien, en cómo me entiende, en cómo me besaba con emoción, en cómo quiero que todo se repita.

En cómo quiero que ahora ocurran más cosas de las que ocurrieron hace siete años.

Porque ahora quiero cosas más intensas; quiero su lengua dentro de mi boca, sus manos alrededor de mi cintura y aferrándome a la suya, un poco de su tacto debajo de mi camiseta, un poco de su aliento en mi cuello, quizá incluso dejar un beso breve y casi tierno entre sus piernas.

Quiero todo lo que pueda ofrecerme, y quiero todo lo que yo le pueda ofrecer a él.

Pero aún no me siento segura. Aún quiero pensar que hay una vuelta atrás, a pesar de que todo dice que no.

Solo quiero mi vida normal, con Lynn, con los anillos de boda que dijimos que tendríamos, con el gatito que dijimos que íbamos a adoptar.

Quiero que todo esto termine y que mi amor regrese.

Y quiero dormir para olvidarme de todo, pero Mason no me deja; no puedo conciliar el suelo con todas las cosas que me hace sentir con solamente estar aquí, mirándome como si fuera lo más hermoso que haya visto jamás, acariciándome el pelo en un intento de hacerme sentir mejor.

Un intento que funciona y a la vez no.

—¿Ya puedes caminar bien? —pregunta el chico cuando por fin llegamos al hotel.

—Sí —espeto, a pesar de no estar segura de si en serio puedo andar sin ayuda de nadie. Solo quiero separarme de él y dejar de pensar; dejarme llevar por la somnolencia que me causó la cerveza.

Y empiezo a caminar sola, para darme cuenta de que al parecer sí puedo. No es nada difícil, ya ni siquiera siento el mareo. Aún así, Mason me sigue muy de cerca, detrás de mí, con los brazos estirados hacia mi cuerpo, como esperando a que me caiga para poder atraparme.

Pero llegamos a las puertas del elevador y eso no ocurre; él parece triste por no poder hacer lo que quería, o al menos lo que yo creí que quería. Me toma de la mano con esa misma expresión, a la cual también se le añade algo de duda; parece que quiere decirme algo, y parece también que no sabe cómo.

—Mercy —pronuncia mientras aprieta mis nudillos, fuerte y a la vez con suavidad. Luego hay silencio, largo e incómodo.

—¿Qué? —pregunto yo con cierta rabia que no puedo disfrazar, intentando separarme del chico. Él no me da respuesta, y eso me enoja aún más—. ¿Qué? —Vuelvo a preguntar, más fuerte, intento golpearlo con mi voz, pero otra vez no reacciona; sigue con esa cara de idiota que empieza a hartarme.

Una cara de idiota que de hecho es algo atractiva, a pesar de lo molesta que es y de que ni siquiera puedo verla de forma clara.

Una cara de idiota en la cual termino buscando unos labios de idiota, que beso con fuerza, esperando que eso los haga abrirse y decir algo; decir lo que sea que esté en su mente.

—Justo eso quería —dice con la voz tierna una vez que nos separamos, y yo de repente me siento blanda, realmente encantada con lo que ocurrió, con lo que sentí, con lo que dijo después.

Y luego siento el asco que necesitaba.

Él me rodea la cintura con los brazos y me atrae hacia él. Yo también quiero acercarme, quiero terminar con el espacio que hay entre nuestros cuerpos, pero odio ese pensamiento, y termino consumida por mi propia culpa y mis ganas de detenerme.

No sé cómo se rechaza un beso, jamás había tenido que hacerlo, así que coloco toda mi mano sobre su cara y lo empujo; él me suelta por completo.

—Necesitamos pensar —escupo una verdad mientras me doy la media vuelta, dispuesta a irme. Presiono el botón para que el elevador me lleve hacia arriba, y empiezo a esperarlo.

—Olvidé cómo hacerlo cuando me enamoré de tí —dijo él, arrastrando las palabras, suaves al salir de entre sus labios ásperos.

—Está bien, pero... yo aún lo recuerdo.

Él suspira; luego lo escucho caminar hacia los otros elevadores, quizá ya sin ganas de verme o de hablar conmigo. Me lastima y me alivia al mismo tiempo; reduce un poco el asco que siento.

El elevador se abre ante mí y aprecio la cantidad de luz que hay dentro de éste. Los ojos me arden y mi cabeza duele, pero igual me logro acostumbrar después de unos pocos segundos.

Y entre la luz y mi soledad, tan bella como los focos sobre mí, pienso, y entonces simplemente lo sé, y me doy cuenta de que ya no puedo negarlo.

Esto fue muy lejos. Este es el punto sin retorno.

Ya no hay nada más que pensar.

¡Holi, holi, gente! Oficialmente faltan ya solo tres capítulos para terminar con esta historia, y siendo muy sincera, ME EMOCIONA. Estoy muy feliz de continuar con esta historia y de seguirla compartiendo con ustedes. Esta es mi nueva obra favorita.

Entonces, ¿qué tal les pareció este capítulo? ¿Qué tanto odian a Mercy y Mason ahora? ¿Qué creen que va a ocurrir ahora que Mercy por fin SE DIÓ CUENTA?

Tres capítulos para el final. Tres capítulos para que Mercy tome una decisión. Tres capítulos para que ustedes sepan qué decide.

Este final me ha emocionado desde que lo escribí en la planeación; seguro amaré escribirlo. Y espero que a ustedes también les guste, aunque se jalen las greñas xd

Debería irme a seguir escribiendo. Tengan una hermosa semana, gente :D

Byeee :D

Mari.

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