7. Sexto contacto
A dónde irán los besos que guardamos, que no damos.
(Víctor Manuel)
* * *
Después de pensarlo, mucho pensarlo durante la noche, Gabriel se dio cuenta que era un idiota.
Eran más de las dos de la madrugada, pero simplemente no podía esperar. Así que marcó su número. Después de sonar varias veces, una voz adormilada que le provocó un escalofrío, respondió un simple "¿Hola?".
Cerró los ojos, esperando estar en lo correcto. —¿Axel?
Si era él, Axel, el chico que habló en clase de Mitología, sería más fácil reconocerlo. Sólo debía buscarlo en las mismas clases donde ya le había dejado otras notas, Dibujo y Cine hasta ahora.
Lo único que le impidió entrar en pánico fue saber que no le había colgado, seguía en la línea, su respiración agitada.
—¿Axel? —insistió, sintiendo la adrenalina correr por sus venas.
—Sé que no eres mudo —dijo después, con una risa nerviosa—. No eres mudo, ¿o sí? Hablé contigo la otra noche.
Él se rio y Gabriel lo acompañó, aliviado.
—Si quieres besarme, ¿por qué huyes? Porque quieres besarme, ¿no? ¿O he estado malinterpretando todo? Escribes y dibujas hermoso, por cierto.
—Espera —dijo él y con una sola palabra lo tenía ahí.
Y entonces una vieja canción comenzó a sonar al otro lado de la línea:
Muero por tus besos, por tu ingrata sonrisa, por tus bellas caricias, eres tú mi alegría. Pido que no me falles, que nunca te me vayas y que nunca te olvides que soy yo quien te ama, que soy yo quien te espera, que soy yo quien te llora, que soy yo quien te anhela los minutos y horas. Me muero por besarte, dormirme en tu boca, me muero por decirte que el mundo se equivoca 🎶
Cuando terminó la canción, él dijo: —No te amo, sólo...
La sonrisa de Gabriel era tan amplia que dolía. —¿Te mueres por besarmeee? —cantó la pregunta, sabía que lo hacía horrible, pero por su risa valió totalmente la pena.
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