11. Décimo contacto
El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
* * *
Axel estaba tan nervioso. No dejaba de pensar en la nota que le había dejado a Gabriel. «¿Fue demasiado? Tal vez fue ridículo eso de hacer música al besarnos».
«¿Y sabrá ya que soy yo? ¿Qué voy a hacer si se acerca y me dice algo directamente?»
Dios. «Voy a morir. ¿Por qué no sólo fui y le robé un beso en vez de hacer todo esto?»
-Deja de pensar tanto, Axel -le dijo Sarah, comenzando a tocar la guitarra a medio pasillo-. ¡Canta con tu voz de sirena!
Eso hizo que Axel pusiera los ojos en blanco, pero aun así comienzó a cantar. Y justo tenía que elegir esa canción:
Oh, to see without my eyes, the first time that you kiss me...
[Oh, mirar sin mis ojos, la primera vez que me besaste...]
Casi podía cerrar los ojos e imaginar los labios de Gabriel amoldándose a los suyos. Su sabor, la forma de moverse, de rozar...
Antes de que su fantasía pudiera seguir, un toque ya familiar lo hizo voltear. Se encontró a Aidan, el hermano de Sarah, con una sonrisa. Él, al igual que un grupo de estudiantes, se unió a la canción. Y de repente, toda la tranquilidad y la felicidad del momento, se convirtieron en una locura en su estómago, mariposas enloquecidas cuando una voz -horrible al cantar- se sumó en la última parte:
The last time that you touched me
Oh, will wonders ever cease?
Blessed be the mystery of love...
[La última vez que me tocaste
Oh, ¿éstas maravillas alguna vez cesarán?
Bendito sea el misterio del amor]
-...mystery of love -apenas logró sacar las últimas palabras y buscar entre el gentío a Gabriel. Tuvo que ponerse de puntitas, hacer a un lado a Aidan, y empujar un poco, para verlo, a unos metros de él. Una mirada suya le bastó para saber que Gabriel ya sabía que era él. Y entonces lo inesperado: Gabriel se llevó dos dedos a los labios y después se despidió con ellos de él, en un movimiento rápido, antes de dar media vuelta y alejarse por el pasillo.
«¿Qué significa eso?
¿Lo sigo?».
* * * * *
«Agh, ¿por qué hice eso?»
Gabriel no dejaba de preguntárselo una y otra vez. No sólo cantaba horrible, sino que además le lanzó un beso del modo más ridículo posible.
Y ahora estaba huyendo, para nada digno de él, por los pasillos. Le pareció escuchar su nombre a sus espaldas, pero no volteó. Entonces su celular sonó, lo contestó sin mirar quién era y la voz lo hizo detenerse abruptamente:
-¿Eso fue lo que creo?
«No puede ser».
* ~ * ~ *
¡Se viene el momento esperado!
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