Capítulo 4
Inmediatamente me encerré con llave en la habitación, Daniel subió corriendo las escaleras y me tocó la puerta. Me tapé los oídos para no escuchar los golpes y sus incesantes disculpas. Después de seis años de sordera, la voz de Daniel me había parecido lo mejor que pudiese escuchar en mi vida; en ese momento, deseaba eliminar mi capacidad auditiva por completo. Necesitaba un momento a solas y Daniel tampoco entendía eso.
Tras varios minutos por fin se cansó. Por debajo de la puerta me deslizó una nota de disculpa, rotulada con su bonita caligrafía. La recogí y la guardé en mi billetera; tal vez era patético, pero guardaba absolutamente todo lo que me regalaba, desde las notas que nos pasábamos en clases, hasta los envoltorios de dulces y chocolates que me invitaba.
Sintiéndome como una estúpida desesperada, me acosté y me negué a bajar hasta el día siguiente.
***
Desayunamos en completo silencio. Daniel me lanzaba furtivas miradas cargadas de arrepentimiento; las mismas miradas que te propicia una mascota castigada que no entiende el motivo de tu enfado. Daniel sabía que había hecho algo malo, pero no se animaba a preguntarme el "Qué".
—Samy ¿Sigues enfadada? —me preguntó después de cinco minutos de silenciosa caminata hacia el colegio.
—No. —Sí que lo estaba, pero no me animaba a decírselo. De nuevo la cobardía dominaba mi vida.
—Si lo estas —aseguró, me conocía más que mi propio padre—. ¿Quieres que faltemos al colegio y te lleve a tomar helados?—Su rostro se iluminó, para él, cualquier pretexto era bueno para faltar al colegio.
—No, recién es el segundo día y no causaste una buena impresión ayer, no es buena idea.
—Me habría portado mejor si hubieses estado a mi lado. Todo es culpa del director, le dije a mi padre que hable con él para que te pongan en mi paralelo, pero no quiso. Dice que necesitamos individualidad y que somos muy dependientes el uno del otro —me explicó con enfado.
Su padre tenía razón, me torturaba el alma pensar que no tenía a Daniel tan cerca como quisiera, sin embargo, necesitaba desligarme, ser un individuo independiente, de la misma forma, también lo quería como más que un amigo. Era confuso y esa confusión me estresaba, tal vez debía olvidarlo todo y seguir en estatus quo en mi relación con Daniel. Ya estuve a punto de tomar esa decisión cuando llegamos al colegio y Daniel me besó en los labios dirigiéndose a su salón.
Con ese simple gesto lo olvidé todo: desde el enfado hasta darme por vencida.
— ¿No que no era tu novio?—La voz de Isa sonó a mis espaldas y me sobresaltó, mi compañera me miraba con picardía.
Negué con la cabeza.
—No significa nada, solo nos despedimos así —hablé con esfuerzo, las frases largas no eran mi especialidad.
Ella bufó incrédula y me tomó de la mano dirigiéndome a la clase.
***
Los recreos de ese día fueron agradables. Daniel terminó castigado como era de suponerse y Grecia con él. Daniel la arrastraba a sus travesuras y ella tampoco era ningún ángel, así que lo ayudaba gustosa.
Antes de darme cuenta me encontraba con varios compañeros de mi curso en el jardín. Isa me acompañaba y por primera vez me sentí parte de un grupo. Pese a que no hablaba demasiado, mis compañeros me trataban bien, me incluían en sus conversaciones incluso en sus planes.
Fue a la hora del almuerzo cuando me separé. Daniel y Grecia me arrastraron a su mesa y en el camino noté algo realmente desconcertante.
Por primera vez en dos días vi a Michel, con las cosas que me sucedían me había olvidado completamente de su existencia.
Ella comía en una mesa apartada, completamente sola. No podía explicármelo, supuestamente ella iba a ser la chica rodeada de amigos mientras que yo estaría sola y perdida sin la compañía de Daniel.
—Michel está sola ¿te diste cuenta? —le pregunté a mi amigo en un susurro.
Sin sutileza, Daniel la observó.
—Sí, más sola que una rata ermitaña —expresó con alegría, todos lo miramos extraño, intentando entender su frase. —Fue lo único que se me ocurrió. —Levantó los hombros.
En ese momento odié tener compasión. Michel se me había hecho la burla desde que la conocía. Me miraba con desprecio e intentaba a toda costa acaparar la atención de mi propio padre, sin embargo, sentí lastima por ella.
Odie doblemente ser buena cuando me di cuenta que mis pies se dirigían hacia ella.
—Michelle ¿quieres comer con nosotros? —le pregunté, interiormente rogué que ella negara y que hubiese estado equivocada respecto a su soledad.
Ella levantó el rostro y su mueca de aflicción fue disimulada por una arrogante y despreciativa.
— ¿Contigo y los de primer año? Ni loca.
—Si prefieres estar sola allá tú.
—Claro que lo prefiero, este colegio es un asco —se exaltó, casi llorando—. Nadie está a mi nivel, no sé cómo papá me metió a este colegio— balbuceó, se notaba que no sabía cómo mentir. Simplemente a nadie le había caído bien su arrogancia, y por eso la habían dejado sola.
A esas alturas casi toda la cafetería tenía la vista clavada en nosotras.
—Es mi padre, no el tuyo. Y que no hayas terminado siendo la chica más bella y popular es tú problema, aprende a vivir con eso —respondí enfadada.
Algunos rieron y regresaron la atención a su comida, menos Michelle y mis dos mejores amigos, quienes pasmados me miraron en silencio.
Yo jamás me había animado a hablarle a alguien con dureza, menos con tanta fuerza y seguridad.
Me asusté, me estaba transformando en una nueva "yo", y no estaba segura si eso era bueno.
***
Al día siguiente regresó mi padre. Según supe, se tomó a broma el hecho de que me hubiese quedado en casa de Daniel en lugar de en mi propia casa con Verónica. Sin embargo, mi madrastra no pensaba igual.
Llegué corriendo del colegio, ansiosa por saludar a mi padre. Me detuve en seco al escucharlo gritar en su habitación y a Verónica gritándole de vuelta.
Sonreí.
Puede parecer extraño, pero escuchar a mi padre pelear con una de sus novias o esposas era música para mis oídos. Daniel y todos los chicos que conocía odiaban que eso sucediera; mi mejor amigo salía de casa cuando sus padres discutían, en cambio yo, me regocijaba de alegría. Supongo que no era tan buena después de todo y podía ser mala y egoísta en ocasiones, como esa.
Una fuerte pelea significaba un rompimiento o divorcio seguro. Mi padre no era de los que buscan solucionar los contratiempos maritales; al primer problema serio, se iba de la casa hasta solucionar el divorcio.
Me agaché con sigilo y curiosa escuché pegando el oído a la puerta.
— ¡Ya deja el tema! ¡Samy quiso quedarse con su amigo y punto ! mi padre sonaba ya harto, de seguro llevaban un buen rato discutiendo.
—No es cuestión de qué quiera. La dejas hacer lo que le da la gana y al casarme contigo tengo el derecho de educar a Samantha.
— ¡Yo no te digo como educar a tu hija!
— ¿Es eso, no? aún no quieres aceptarnos como parte de tu familia. ¿O piensas tenerme de momento, como a tus otras dos esposas?
—No es eso—rezongó, noté que contenía sus ganas de gritar.
—Siempre es lo mismo. Si no es la sombra de Ana, es tu obsesión con Natalia. ¡Entiende de una maldita vez! ¡Ana está muerta y Natalia está casada! ¿O es que acaso tienes algo con ella?
—No volvamos a lo mismo. Solo tus celos enfermizos te pueden hacer pensar que tengo algo con ella.
— ¡No son alucinaciones producto de los celos! Haces todo lo que ella quiere, dejas que decida sobre Samantha, y te importa más lo que piensa, que lo que yo, tu esposa, pueda decir.
—No es por mí, es por Samy. Entiende de una vez, Thaly prácticamente la crió cuando Ana murió y yo me vi completamente solo, sin tener ni la más puta idea de qué hacer una bebé. Samy la quiere como a una madre y no me veo en el derecho de decirle qué debe sentir. Thaly es mi mejor amiga desde la secundaria, no tengo, ni siento, nada más por ella— intentó explicarse.
No sabía cuánto de verdad había en sus palabras y realmente no me interesaba. A Verónica jamás le tendría el mismo aprecio que le tenía a la mamá de Daniel, o el cariño que le habría tenido a mi propia madre, a la que lastimosamente no conocí, puesto que murió meses después de darme a luz.
La poca tolerancia de mi padre se extinguió. De improvisto abrió la puerta y no pareció sorprenderle el encontrarme en el suelo junto a ella.
Me tomó del brazo con fuerza, e ignorando los reproches de Verónica, me ordenó empacar. Nos íbamos de ahí.
***
Pese a que la casa en realidad le pertenecía a él, nos fuimos a un departamento que tenía en la ciudad.
Me sorprendí bastante. En menos de una semana, mi vida daba giros abruptos e impredecibles. De la noche a la mañana Verónica y Michelle salían de mi vida.
¿Estaba soñando? Parecía que sí. Los meses de tortura, las ordenes y reproches de Verónica se iban junto a los molestos comentarios y abusos de Michelle.
No me iba precisamente a un hermoso castillo para casarme con mi príncipe azul, pero aquello sí parecía un final digno de Disney... o al menos un tiempo intermedio hasta que mi padre se consiguiera otra novia.
—Lamento todo esto. Pero ya no soportaba —se disculpó mi padre mientras cenábamos en un restaurante de comida china.
—No importa; con tal de que te divorcies de ella —no me inmuté y continué comiendo. No era una situación demasiado novedosa.
—Su abogado ya me dejó un mensaje —bufó revisando su celular—.Lo lamento Samy, de verdad intento buscar una madre adecuada para ti, pero...
—No la necesito —lo interrumpí—.Te necesito a ti, ¿no lo entiendes? ¿Por solo una semana podrías hacer la prueba de vivir soltero?, ¿Verónica tiene razón, sabes? Mi madre murió, nunca encontrarás nadie que la reemplace, ni a ella, ni a Thaly.
— ¿Tú también? ¿Qué rayos tiene que ver Thaly en todo? ¿Por qué siempre la meten?
—Porque piensas que ella sí puede reemplazar a mi madre —espeté. De nuevo mi versión altanera y renovada se hacía presente.
Mi padre suspiró. No volvió a decir nada hasta que regresamos a casa.
Me sentí mal por él. Tal vez había sido demasiado dura, pero él se comportaba peor que un adolescente obsesivo. Era tiempo que superase algunas cosas.
***
Pese a que mi nuevo domicilio se encontraba a veinte minutos del colegio, Daniel me recogía cada día y me acompañaba de regreso. En mi vida familiar las cosas marchaban de maravilla, en la escolar... pues era historia aparte.
Increíblemente en sólo un par de semanas, tenía más amigos de los que podía contar. Me sentía realizada con ellos, casi no temía hablar. Si se me dificultaba pronunciar una palabra, no se mofaban o molestaban como habría esperado. Lo tomaban con naturalidad, hacían de cuenta que no me habían escuchado hablar con dificultad. Con ellos era Samy, su amiga. Cosa que no pasaba cuando me encontraba con Daniel, Grecia y sus amigos. No era que me trataran mal, es que no me trataban en absoluto. Para ellos era simplemente: la amiga de Daniel.
Me sentía incomoda compartiendo el almuerzo cada día con ellos. Mientras conversaban amenamente, yo me reclinaba en la silla y miraba hacia la mesa donde mis compañeros de curso se reunían.
Debía dividirme en dos, para estar con Daniel y mis compañeros.
Lastimosamente, mi mejor amigo no parecía comprender esa situación, y se enojaba bastante cuando compartía con ellos los recreos. Me ponía "esa cara", la de molestia disimulada con orgullo.
Recién en esos días, el orgullo y egoísmo de Daniel comenzaron a irritarme hondo.
***
—Mañana iremos al bowling —me avisó Isa un día después del almuerzo, aparentemente habían trazado planes en mi ausencia.
Tomé sus palabras como un aviso, ni se me cruzó por la cabeza que dichos planes me incluían a mí. El único que me incluía en sus planes era Daniel, y Grecia en ocasiones, cuando sus ideas no involucraban a Tiago.
—A las cinco, en la entrada del centro comercial —añadió Nethan, señalándome.
Me sorprendí ¿me estaban invitando?
— ¿Conmigo? —les pregunté, mientras otros amigos se reunían alrededor.
—Obvio que contigo —rió Isa— ¿O tenías planes con tus amigos?
Negué rápidamente. Los sábados Daniel y yo la pasábamos juntos, pero en la charla que él había mantenido con sus compañeros, habían mencionado algún plan para el fin de semana, plan al que Daniel seguro me había incluido de hecho, sin que a sus amigos les importase realmente mi presencia.
—O mejor invita a tu amiga, la rubia bonita ¿Grecia no? —se apresuró a decir Marco, uno de mis nuevos amigos.
—Creo que ella tiene otros planes —mencioné con una media sonrisa. Los sábados Tiago tenía partidos de básquet en la universidad y Grecia jamás se los perdía.
—Entonces invítala para otra ocasión, ¿Me abres cancha con ella?— Puso rostro suplicante y juntó las palmas de las manos.
—No creo. Ella está súper enamorada del hermano de Daniel —le aseguré. Grecia era inalcanzable para él o cualquier chico que no se llamase "Tiago Cohen".
— ¿Qué tiene él que no tenga yo?
—Diecisiete años —consideré.
—Auch... bien, sólo tú. —Pareció resignarse.
Con alegría acepté la invitación y le comenté mis planes a Daniel mientras me llevaba de regreso a casa.
— ¡No puedes! El sábado iremos al cine —determinó.
—Tú irás al cine con tus amigos. Podemos vernos antes de eso, y hacer lo que tú quieras.
—No es lo mismo, quiero pasar todo el día contigo, además son tus amigos también —me respondió con indignación, aunque casi resoplaba de la ira.
— ¡No son mis amigos! Tú y Grecia son mis únicos amigos en ese curso. Mis compañeros me invitaron y ya acepté. Es la primera vez en mi vida que me invitan a algo y no eres tú quien me arrastra con gente que ni me aprecia.
—No es cierto... mejor haz lo que quieras. —Realmente se había enojado, y en ese momento poco me importó.
Me di media vuelta y entré al edificio. Daniel se fue hacia su casa.
En cuanto entré a mi nueva habitación, me di cuenta de lo sucedido. De nuevo peleaba con él, y de nuevo me hacía llorar.
¿Qué podía hacer? Quería a Daniel, pero también quería a mis nuevos amigos.
Sentí temor, un temor tan grande que pareció cavar un hueco en mi alma ¿Qué tal si lo perdía? ¿Si él se aburría de ser mi amigo, me dejaba, y se olvidaba de esa absurda idea de que íbamos a casarnos? Absurda o no, no quería que la abandonara, puesto que me aseguraba de alguna forma, que me quería más que como sólo una amiga.
***
Pude olvidarme de Daniel mientras jugaba con mis amigos. Todo el día me había martirizado pensando en él, y por fin tenía un respiro.
— ¡Samy vamos perdiendo! —dijo Nethan con sufrimiento. Hacer equipo con él no había resultado buena idea.
Yo era una jugadora promedio, y Nethan era realmente pésimo. No me importaba perder, la estaba pasando bien.
—Los del paralelo. —Me codeó Isa.
Miré rápidamente hacia la entrada del Bowling. Como me había avisado, los chicos entraban, Daniel entre ellos.
Mi amigo no tenía buena cara, al parecer la estaba pasando mal, o aún seguía enojado por lo acontecido el día anterior.
La tranquilidad desapareció, la angustia me carcomió de nuevo.
Con rostro de arrepentimiento lo saludé con la mano, él me respondió a la distancia, con algo de tristeza reflejada en su gesto.
Curvé los labios. Seguro él también estaba arrepentido. En cuanto acabáramos de jugar, iría a hablar con él. Seguro solucionaríamos las cosas.
— ¡No Es justo Samy! —Nethan me sacudió por los hombros, indignado porque la bola se le había ido por el canal.
Me reí, y en un muy inocente acto lo abracé como consuelo.
Pésima idea.
En cuanto me alejé, las cosas sucedieron tan rápido que apenas puedo recordarlas.
Nethan apareció en el suelo. Daniel, a mi lado, con na expresión que mezclaba enojo con no saber qué acababa de hacer.
Mis otros amigos se acercaron.
— ¿Qué pasa? —preguntó uno, haciéndole frente a Daniel. Mala idea también.
Cuando Daniel se enfadaba, solía alterarse con facilidad, y reaccionar agresivamente.
— ¿Daniel qué rayos te pasa? —le reclamé, enfadada también.
Lanzó un gruñido y se fue del establecimiento, tumbando un vado de gaseosa a su paso.
Nadie dijo nada, todos permanecimos en silencio, incluso sus amigos.
Yo no supe cómo disculparme. Intentamos continuar como si nada y yo a Daniel no le hablé todo el fin de semana.
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Penúltimo capítulo!!!! Espero que les haya gustado. Un beso. No se olviden seguirme en IG para enterarse cuando ponga los libros a la venta. Me encuentran como @hittofictions
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