Capítulo 2
Por un momento nos dirigimos instintivamente hacia nuestro antiguo colegio, media cuadra más allá de nuestro desvío nos dimos cuenta y regresamos.
Ya habíamos ido antes a la secundaria, mas nunca estando repleta de alumnos, la mayoría mayores que nosotros, y al pasar nos miraban como "la carne nueva".
Yo bajaba la cabeza y procuraba ignorarlos; Daniel les lanzaba miradas desdeñosas a todos y mentalmente fichaba a quienes no le agradaban para luego jugarles una mala pasada.
En el centro del patio principal varios chicos, nuevos como nosotros, se arremolinaban impacientes frente a varias carteleras, en las cuales alfabéticamente se ordenaban los nombres de los alumnos, así como su paralelo y su salón.
— ¡Hola!— escuchamos un efusivo saludo y una muchacha rubia brincó sobre nosotros—. Me siento tan grande ¿no es genial? —Nos preguntó Grecia, la única amiga que tenía además de Daniel —. ¡Vengan! ¡Sus nombres deben estar aquí! —Nos tomó a ambos de las manos y nos arrastró.
Grecia y Daniel se encargaron de retirar bruscamente a quienes les impedían la vista, de nuevo, yo me ocultaba, avergonzada por el comportamiento de mis amigos.
Daniel se dirigió a la sección de la "C" de Cohen y yo fui hacia la "S" de Sandoval, ambos recorrimos las filas con nuestros nombres y los encontramos al mismo tiempo.
—Paralelo B —dije yo.
—Paralelo A, el de los ganadores —dijo Daniel con entusiasmo y recién nos percatamos de la diferencia.
Incrédulo, Daniel corrió a mi lado y confirmó como cinco veces.
Yo me quería morir, jamás me había separado de él y se suponía que debíamos pasar clases en aulas separadas, siempre.
— ¡Bien el A! —Grecia apareció brincando y me quise morir, revivir y morir de nuevo.
Mis dos mejores amigos, y debo resaltar que únicos en el mundo, estaban en una paralelo diferente. Yo tenía una nula capacidad para relacionarme con la gente, ¿cómo iba a sobrevivir?
—No van a separarnos —determinó Daniel.
El timbre sonó y él me tomó de la mano.
— ¿A dónde van? —preguntó Grecia, yo también quería saberlo.
—A nuestro salón —Daniel dijo con soltura y yo me tensioné. Él me tomó de la mano y me arrastró al salón donde me tocaba pasar mi primera clase.
Como era de suponerse los últimos asientos ya estaban siendo ocupados. Daniel sacudió un banco donde un chico se sentaba sobre la mesa haciéndolo bajarse con torpeza.
—Oye yo estoy ahí —se quejó.
—Estabas, yo me siento acá y mi mejor amiga a mi lado —Daniel se acomodó colocando los pies en la mesa y el muchacho al que había botado no se animó a hacerle frente. Daniel tenía un semblante bastante imponente, era alto y aparentaba más edad; eso nos salvó muchas veces, especialmente cuando mis compañeros de colegio me molestaban y mi mejor amigo corría a ayudarme, aunque eso no lo salvó de algunas palizas; a veces cruzaba la frontera de valiente a imprudente y alevoso, haciéndoles frente a chicos más grandes o en su defecto, grupos de más de cuatro personas.
—Dani no puedes quedarte —le dije.
—Sí puedo, tú confía. Se supone que eres mi mejor amiga, debemos estar en la misma clase, además debo aprobar todas las materias, si repruebo matemáticas mi padre me enterrará vivo.
Yo resoplé, ¿qué más podía hacer? Daniel era terco y tenía razón, si no era porque yo le pasaba las respuestas en los exámenes y le copiaba la tarea, la mayoría de las materias el jamás las hubiese aprobado; no porque fuese tonto, sino que prefería usar su tiempo en otras cosas en lugar de estudiar, hacer tareas o prestar atención en clases.
—Buenos días —saludó el maestro cerrando la puerta. Yo colgué mi mochila del respaldar y le pedí a Daniel que bajase los pies.
El maestro llamó lista y como era de suponerse el nombre de Daniel no aparecía ahí. La tensión la alivié soltando el aire contenido en cuanto llamó el último nombre y pareció no percatarse que había un alumno de más.
Mi alivio duró poco, en seguida el maestro clavó la vista en el asiento que tenía junto a mí.
—No recuerdo haberte llamado —miró a Daniel intentando hacer memoria y volvió a revisar su lista.
—Sí, me llamó, levanté la mano, dije presente y todo —mintió Daniel con cinismo y yo me oculté tras mi libro.
—No es cierto, ¿cómo te llamas? —le preguntó poniendo una actitud seria.
—Miguel Mejía —volvió a mentir y yo lo miré extrañada, así como el chico que se sentaba a nuestro lado.
— ¡No es cierto! ¡Yo soy Miguel Mejía! —se exaltó el muchacho y mi mejor amigo lo miró amenazante.
— ¿Quién eres? —exigió saber el profesor.
—Daniel Cohen, se olvidaron poner mi nombre en la lista, anótelo ahí abajo.
—Cohen... —Suspiró con un deje de sufrimiento en su voz—. No me sorprende, ya tuve a tus hermanos en mi clase; excelentes alumnos, pero indisciplinados, según sé tú eres indisciplinado y mal alumno, fatal combinación, gracias al cielo eres el problema de otro—. Volteó la hoja para leer la contigua donde tenía la lista del otro curso—. Estás en el paralelo, vete. —Le señaló la puerta autoritariamente y con desgana Daniel se levantó. Se lo notaba furioso, por poco y lograba su cometido.
Yo me despedí de él con pena y en cuanto salió tirando la puerta con fuerza, me encontré rodeada de extraños.
Por supuesto las miradas se posaron en mí y sentí que me encogía en el asiento. Aquel era mi infierno personal.
En el cambio de hora varios grupos se formaron. Algunos se reunían con viejos amigos de la primaria, que a diferencia de mí, tuvieron la fortuna de encontrarse juntos nuevamente. Otros se animaban a buscar nuevas amistades. Por mi parte, me quedé en mi lugar, revisando el libro de matemáticas, materia que nos tocaba el siguiente periodo. Mi sorpresa fue grande cuando una chica se aproximaron a mí.
— ¿Ese chico era tu amigo? — interesada una me preguntó, no sé qué expresión puse, pero enseguida ella cambió su rostro sonriente por uno de susto—. Solo nos pareció divertido, si es tu novio no hay problema— añadió y yo relajé los músculos de mi rostro lo más posible ¿con solo una expresión me delataba? debía ser en exceso celosa para inconscientemente asesinar a una chica con la mirada solo por preguntarme por Daniel.
—No, es mi amigo —hable suavemente, me era difícil responder con más que sólo monosílabos a gente desconocida.
—Pues tu amigo es genial ¿cómo te llamas?—Se unió un muchacho y yo miré en todas direcciones sin poder creer que se referían a mí. Eso nunca pasaba, siempre se dirigían a Daniel, tal vez el hecho de que por primera vez no estaba a su lado me hacía lucir como una persona independiente.
—Samy, bueno... Samantha... me dicen Samy. —Me puse roja, me sentí tarada e intenté no desmostarlo. Tal vez no era bueno darles mi sobrenombre, o mi nombre completo sonaba muy serio y formal, al menos Daniel pensaba así, por eso nunca me llamaba Samatha.
—Qué tímida eres Samy —Sonrió la chica—. Yo soy Isa.
—Yo Nethan, y mejor ser tímida a desvergonzada y habladora. —Indirectamente se refirió a Isa, entonces caí en cuenta que se conocían de antes.
La chica lo miró con odio y le dio un buen coscorrón. Solté una risa que enseguida callé, no sabía si era bueno reírme de algo que claramente no me incluía.
Antes de darme cuenta, más muchachos aparecieron y todos conversaban amenamente a mi alrededor.
El maestro no llegaba y un alumno de un curso superior entró para avisarnos que la clase de matemáticas se suspendía por ese día.
Las conversaciones me ofuscaban, mi asiento era el punto de reunión. Tanta gente me quitaba el aire, me sentía incómoda, casi no podía respirar y comenzaba a estresarme.
Sin decir nada salí corriendo y me encerré en el baño. Tomé grandes bocanas de aire. Era ridículo, por primera vez podía hacer amigos, amigos propios y no una colección de gente que me toleraba por estar cerca de Daniel. Me quedé ahí hasta el recreo.
Salí del baño antes de que comenzara a llenarse y decidí buscar a Daniel, eso, hasta que recibí un mensaje de texto:
ME CASTIGARON T_T ME QUEDO SIN RECREO TE VEO EN EL ALMUERZO.
Encima eso, no podría ni compartir los recreos con mi mejor amigo. Instintivamente me dirigí a buscar a Grecia, luego cambié de idea, tal vez ella estaba haciendo nuevos amigos y yo le supondría un estorbo, después de todo, solo planeaba sentarme a su lado mientras ella conversara con sus compañeros.
Pasé los dos recreos paseando por el colegio, esquivando a quienes reconocía como mis compañeros de curso. Minutos antes de regresar a la clase, Isa y un pequeño grupo pasaron cerca de mí. Rápidamente voltee hacia la pared para que no me viesen, luego los miré irse.
Era patética y lo reconozco, pero eso me sirvió para darme cuenta de lo dependiente que era de Daniel, no podía ni hacer amigos si es que no contaba con su compañía.
No era posible, yo era una persona, no su muñeca, aunque a veces así lo parecía. Él me gustaba, y mucho, lo quería demasiado y ese debía ser el único motivo por el cual quisiese estar con él siempre, pero al paso que íbamos, posiblemente terminaría sola, completamente sola al no haber podido nunca hacer más amigos.
Me costaba horrores, pero lo decidí, haría amigos, no sería más una extensión de Daniel. El fuerte aroma del ambientador que la señora de la limpieza esparcía por los pasillos (no sé porque aromatizaba esa zona más que el mismo baño), debió causar una reacción en mi cerebro, porque tomé otra dedición respecto a Daniel:
No sería sólo mi amigo, lo quería demasiado y su indiferencia me lastimaba. Odiaba que me besara tan fugazmente, que no se detuviera ni un segundo a disfrutarlo, que siguiese con la misma tonta idea desde que teníamos ocho años: "Samy será mi mejor amiga hasta que nos casemos". Suena muy dulce y encantador proviniendo de los labios de un niño pequeño, pero realmente incoherente y tonto por parte de un chico de trece años ¿Qué chico de esa edad piensa en casarse? ¿O en saltarse la parte del noviazgo? ¿Qué íbamos a ser amigos y de la noche a la mañana armar una boda? Él tenía un pensamiento muy peculiar, pero a veces sobrepasaba los límites de la incoherencia.
No sabía cómo, y aunque lo supiese, no sabía de dónde reuniría el coraje, pero algo debía hacer para llamar su atención y hacerle notar que me gustaba.
Un cambio de mentalidad increíble y decisiones importantes en solo diez minutos, la secundaria estaba causando estragos en mi cerebro.
***
No había sido un día pesado, al menos no por las clases. Cuando por fin llegó la hora del recreo, decidí hacer algo descabellado, bueno, descabellado para mí; seguí a Isa y Nethan, caminé de a ellos, para que se notase que los acompañaba.
—No te pongas tan atrás, ven —me llamó y me jaló junto a ella.
Curvé los labios con retraimiento y nos dirigimos a una mesa donde otros chicos de mi curso esperaban.
— ¡Samy! —el grito de Daniel me detuvo, él me esperaba en una mesa junto a otros compañeros de su curso.
Me disculpé con Isa y fui con mi amigo, Grecia no estaba, seguramente preparaba nuestra merienda, aunque Daniel ya tenía un bandeja con dos hamburguesas.
—Ella es Samy, mi mejor amiga —me presentó ante todos, yo los saludé cortésmente con la cabeza.
Como era de esperarse, Daniel era el centro de atención, tenía la capacidad de hacer amigos hasta en la fila del baño, conseguía caerle bien a todos, y que todos le hiciesen caso, era lo que llaman "un líder innato", todo lo opuesto a mí. ¿Ya mencioné que era mi antítesis? Yo era rubia, él moreno; él destilaba carisma, yo lo que fuese opuesto a carisma; yo tenía los ojos verdes y el marrones (no sé si marrón es el opuesto al verde, pero son colores muy distintos); yo era seria y responsable, el un cínico desvergonzado; él hombre y yo mujer... lo que más dilemas me traía, puesto que me sentía demasiado atraída hacia él.
—Ahh... la princesa Disney —expresó un muchacho y todos rieron, no como una burla hacia mí, sino por lo que Daniel seguramente les había estado comentando antes de que yo llegase.
—Sí, hasta tiene una malvada madrastra que le da manzanas envenenadas en el desayuno —continuó Daniel. Todos siguieron riendo menos yo ¿qué era lo gracioso de que mi madrastra intentase envenenarme? No es que fuera cierto, aunque poco le faltaba —. Además tiene un armario lleno de ropa confeccionada por aves y una ardilla la peinó en la mañana.
Me encogí en la silla y disimuladamente agarré un mechón de mi cabello ¿cómo se supone que debía tomar el hecho de que pareciese que una ardilla me había peinado?
En momentos como ese, realmente deseaba ser más valiente y darle a Daniel un fuerte y sonoro golpe para que se callara.
Gracias a Dios Grecia apareció con tres elegantes platos y al ver la comida, Daniel cesó sus estúpidas comparaciones de mi vida con la de las princesas.
— ¡Por fin! Moría de hambre —le reclamó a Grecia.
Ella miró con desdén las hamburguesas que Daniel tenía en frente.
—Eso no es comida. Hoy hice Filet mignon. —Orgullosa nos entregó un plato a cada uno, a la hora del almuerzo ella siempre llevaba algún elaborado platillo, por eso no me molestaba en comprar comida—. Tiene que comerse caliente y el cocinero no me dejaba usar el microondas, me costó mucho convencerlo, tuve que pagarle —nos explicó cruzándolos brazos, exponiendo su molestia y las penurias que había pasado.
—Que importa, igual se come —Daniel pinchó la carne con un tenedor y la colocó debajo del pan de una de sus hamburguesas.
Grecia casi lloraba al ver que, como siempre, Daniel destruía uno de sus elaboradas comidas. No entiendo por qué se molestaba, Daniel convertía cualquier cosa que ella preparase en un sándwich, tenía la manía de colocar todo ente dos panes, incluso algunos postres.
Yo corté la carne con elegancia y degusté un bocado, Grecia me miró con profundo agradecimiento, yo sí era considerada con su esfuerzo.
Al terminar el periodo libre debíamos separarnos de nuevo. Daniel se despidió de mí con un beso, uno corto y frío, como siempre, dejándome con ganas de más.
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Gracias por leer y comentar!
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