Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El Swing Del Diablo - Solo

—Sabes, esa mierda es el territorio de Kenny. No tengo que andarle limpiandole la mierda del culo —dijo Dara, sonriendo desde detrás de su escritorio.

—Capitána, Dara, por favor. Necesito su ayuda. Nosotros necesitamos su ayuda.

Desde que era una niña, Dara Lynch tenía un tic: cada vez que estaba nerviosa, una sonrisa siempre se dibujaba en su rostro. Era algo inevitable; un mecanismo de defensa ideado por una niña para evitar meterse en problemas por alguna travesura. A medida que crecía, también lo hizo su sonrisa, convirtiendo su dulce rostro pecoso en una mueca maliciosa, acompañada de una serie de dientes irregulares y amarillos, cortesía de su hábito de masticar cubitos de hielo cuando se aburría.

Para ella, Graham siempre había sido una fuente de angustia y dolor de cabeza. Era un buen soldado, siempre dispuesto a ayudar, y también una persona ciegamente obediente, pero a veces, se ahogaba en un vaso de agu. Más de una vez había pisado los dedos de los pies de la familia Lynch sin querer. Este fue uno de esos momentos.

—Mira mi loco. Tu vienes qui, demandando que te de una mano, pero esto es tu problema. Usteded fueron los que trajeron a esa chica aquí. Ustedes deben lidiar con eso —dijo, golpeando su dedo índice sobre la mesa para enfatizar.

—Lo entiendo, pero —imploró Graham, inclinándose hacia adelante en su asiento y juntando las manos en una súplica—, esto nos va a morder en el culo si no lo arreglamos.

—¿Nos? —se burló Dara, riendo con una voz irónica y aguda—. Eso me suena a poliedro.

Dara se puso de pie, tomando asiento en el escritorio justo en frente de Graham. No hubo sutileza en ese movimiento. Quería intimidarlo con toda su altura.

—La razón por la que no ando transportando contrabando es porque soy la jefa. La razón por la que eres un mandado para cualquier cosa que Kenny quiera hacer es porque eres un soldado raso. Te atrapan para que nosotros, los jefes, sean protegidos. Si decido jugar a 'ocultar la trata de blancas' contigo, me pueden atrapar. No quiero que me arresten. Eso es nos morder por el culo.

Graham se encogióen su asiento bajo el peso de la siempre presente sonrisa de Dara. Ni siquiera pudo encontrar una réplica. Ella tenía toda la razón. Al final del día, él era su empleado.

—¿Entonces qué debo hacer? —preguntó. Por una vez, Graham no sabía qué hacer. Ahora se dio cuenta de que su día brillante y alegre se vio ensombrecido por la gran nube de su incompetencia. Ante él estaba sentada una leona feroz que no dudaría en degollarlo si eso significaba salvar su pellejo. Su elogio anterior no significó nada, simplemente un hueso arrojado para mantenerlo contento como el perro callejero que era.

Dara le dio unas palmaditas en la cabeza juguetonamente. —Anímate, Dunne. ¿Por qué no llamas a Kenny? ¿O a ese tonto que trabaja para él? ¿Donnie? ¿Jimmy?

¡Por supuesto! pensó Graham. Frankie podría ayudar. Se puso de pie rápidamente, corriendo hacia la puerta, pero se detuvo en seco antes de abrir la puerta.

—La cosa es, ¿cómo la saco? Marvin ya la proceso. No podemos simplemente sacarla de aquí por la puerta principal.

—Yo me ocuparé de Matusalen. Tú corre a resolver esto, ahora. Me estabas empezando a gustar. No lo jodas.

Graham asintió y salió corriendo de la habitación. Corrió al baño, encerrándose en una cabina para recomponerse. Todo cayó sobre él a la vez. Las emociones se arremolinaban dentro de él como un torbellino, empujándolo hasta el límite. No podía llorar, por mucho que lo intentara. Se sentía como que un monstruo tratando de salir de su pecho. Fue una decepción para todas las mujeres en su vida. Su ex esposa, Anna, su jefe. Nunca nada salió bien.

¿Cuánto tiempo había pasado? Graham no estaba seguro, pero cuando salió, el ajetreo anterior de la comisaría se había calmado un poco, con algunos oficiales completando el papeleo o charlando entre ellos mientras tomaban una taza de café barato.

Sacó su teléfono, desplazándose por sus contactos hasta que vio aparecer el nombre de Frankie. Estaba a punto de pulsar el botón de llamada cuando, extrañamente, se dio cuenta de que estaba rodeado de oídos curiosos. Corrió hacia su auto con la esperanza de tener un poco más de privacidad.

El estacionamiento húmedo del sótano resonaba con cada paso que daba. Cada pocos pasos giraba la cabeza. Tenía la clara sensación de que alguien lo observaba desde algún lugar. Tal vez fue la forma en que sus pasos resonaron contra las paredes grises, o tal vez fue el hecho de que Marvin parecíaser seguirlo, dado el hecho de que andaba como un pato a la velocidad de un anciano hacia Graham.

—Marvin, ¿qué pasa?

—¿Qué? ¿Verme es un presagio de malas noticias? ¿Me veo tan terrible?

Si, pero Graham no se atrevió a decírselo a la cara. —No pero-

—¿Se te ocurrió que podría traerte buenas noticias?

—Lo siento, Marvin. Estoy nervioso en este momento. ¿Qué buenas noticias tienes?

—No tengo buenas noticias —dijo, dirigiendo sus ojos a modo de disculpa hacia el suelo.

—Pero tu dijiste-

—Dije que podría ser capaz de traer buenas noticias, no que las traiga ahora mismo.

Graham suspiró, pasándose una mano por la cabeza en señal de derrota. No tuvo tiempo de ocuparse de él.

—¿Puede esperar? Tengo que hablar con alguien.

Al darse la vuelta para entrar en su automóvil, Graham se congeló cuando sintió que su mano era agarrada con una fuerza sorprendente. Marvin se enfrentó a él con una determinación inusual. Ya era dos veces que le habían robado las palabras ese día.

—Te diriges a un lugar peligroso. No es demasiado tarde para evitarlo. Esto no es un juego. Esta es tu vida. Solo tienes una. Gástala sabiamente.

Graham solo podía mirarlo con los ojos muy abiertos. No estaba bromeando. De hecho, trató de sermonearlo.

—Marvin... cómo-

—Me llamaron a la oficina de la Capitána. Ella me dijo que cumpliera con lo que me digas que haga. Le dije que se jdieras.

—No debiste haber hecho eso —comentó Graham, secamente.

—Y no deberías hacer lo que estás a punto de hacer. Por favor.

Por la forma en que dijo esa última parte, Graham sintió una ola de amor que no había sentido en mucho tiempo. El amor de un padre guiando a su hijo. Una parte de él estaba gritando para escuchar al anciano, para seguir su consejo y huir. Pero otra voz, el diablo que vivía en el fondo de su mente le decía que nunca llegaría lejos. Las cosas que sabía. Las cosas que había visto. No llegaría a Quincy sin recibir una bala en la nuca. Hizo lo único sensato que pudo.

Sacudió su brazo del agarre del anciano, antes de correr hacia su auto.

—Que así sea —murmuró Marvin, volviendo a su puesto.

Sabes, esa mierda es el territorio de Kenny. No tengo que andarle limpiandole la mierda del culo —dijo Frankie por teléfono. Estaba masticando algo increíblemente crujiente entre palabras. Estaba rechinando los engranajes emocionales de Graham.

—Sí, lo harás. Ese es tu trabajo. Eres el limpiaculo personal de Kenny, y me vas a ayudar a manejar esto.

Frankie se quedó en silencio, solo su fuerte masticación sonado a través del receptor. Después de unos segundos, respondió.

—¿Estás seguro de que es de la gente a la que trasladamos?

—Positivo. Y ella también es bien habladora.

—Probablemente solo esté en tu cabeza, mi loco. Habría recibido una llamada de Kenny o...

La llamada fue repentinamente interrumpida.

Al mirar su teléfono, Graham vio que l llamada fue cortda por Frankie. Graham trató de llamarlo varias veces, pero cada vez, el teléfono marcaba ocupado. Arrojó su teléfono al asiento del pasajero con frustración. Tenía que relajarse de alguna manera.

Con un movimiento de muñeca, el motor cobró vida, enviando vibraciones a lo largo de toda la estructura. Graham condujo sin rumbo fijo, escuchando los distintivos de llamada del despachador por la radio. La voz incorpórea lo tranquilizaba. El monotonico chillido de llamada de su teléfono celular barato rompió la paz que de alguna manera había alcanzado.

—Frankie. Háblame.

—Mierda, Gra'am, ta' todo vuelto loco. Ese era Kenny. Los empleadores llamaron. Una chica se escapó de ellos.

—¿Entonces, qué hacemos ahora?

Kenny dijo que la encontraramos y que la borraramos. La encontraste ahora tenemos que hacer desaparezco.

Necesitó casi toda su voluntad para no frenar en medio de la carretera. Tuvo que encontrar una acera y encender sus sirenas para poder componer.

—¡Oye! Frankie. Escúchame. Me conoces. No he matado a nadie, nunca. ¿No podemos simplemente devolverla?

Frankie soltó una carcajada seca, demasiado fuerte para alguien al teléfono. —Mi loco, ese no e' un perro perdio'. Sabe mucho. Las órdenes son matarla.

—No puedo, no puedo hacerlo. No lo haré. No lo haré.

Graham colocó su brazo en el volante. Su mano estaba aplastada contra su cara, agarrándose por un poco de cordura en todo este lío. Aprensivo era una subestimación de cómo se sentía. Náuseas era una palabra más adecuada. Trabajos como ese no eran su fuerte. Era un chico de los recados, o un repartidor, o un gamberro pero nunca el verdugo.

—Mierda, no tenemos tiempo para esto. ¡Pasame buscando!

Graham ni siquiera pudo replicar, Frankie terminó la llamada en el acto. Se permitió tomar tres respiraciones profundas antes de volver a la carretera. Cuanto más pensaba en ello, peor iba a ser para él, así que decidió hacer lo mejor que sabía hacer: no pensar en ello. No pensaría en nada si pudiera. Y, sorprendentemente, funcionó durante los pocos minutos que tardó en llegar a Chestnut Flats, esperando a Frankie.

Un agudo silbido anunció su llegada, y el propio hombre dio vueltas alrededor del coche, admirando su trabajo.

—Ta es bello, mi loco —dijo Frankie, pateando juguetonamente uno de los neumáticos.

—Deja de joder y entra.

Frankie escupió en el suelo, deslizándose en el asiento del pasajero. Miró los asientos traseros en todo su vacío.

—Oye, ¿dónde está la jevita? —preguntó.

—En la estación, ¿por qué?

—¡Mierda! ¡¿Por qué mierda no la trajiste contigo?!

—¡No me dijiste que lo hiciera!

—¡Era obvio! Mierda, Gra'am. Pisa el gas.

Frankie pasó todo el tiempo de regreso a la estación abriendo su Zippo, llenando el silencio entre ellos con el ruido del metal. Ni siquiera miraba a Graham. Frankie era del tipo que guarda rencor por las cosas más pequeñas. De hecho, estaba contento de que Frankie siempre tuviera una debilidad por él, pero por ahora, su estado de ánimo solo haría que la situación fuera más difícil.

Justo antes de llegar a la comisaría, Frankie le dio una palmada en el brazo a Graham para llamar la atención.

—Déjame aquí —ordenó.

—¿Por qué? Ya casi llegamos.

Por primera vez desde que comenzó el viaje, Frankie fijó su mirada tonta en Graham. —Porque se vería raro si estoy manguereando ahi como fuera el dueño del lugar. Se supone eres el inteligente.

Graham quería abofetearse a sí mismo. Este día fue lo suficientemente decepcionante sin que su inteligencia fuera cuestionada por Frankie de todas las personas. Dejó salir a Frankie antes de tomar la esquina cerca de la comisaría.

Avanzó por el estrecho y frío pasillo que daba a las celdas hasta que llegó al escritorio de Marvin. El hombre mismo estaba ocupado resolviendo un crucigrama, masticando la goma de borrar de su lápiz.

—Marvin —dijo Graham, poniendo sus manos sobre el escritorio.

Marvin movió sus ojos para encontrarse con los de Graham. Detrás de ellos, Graham pudo ver lástima y tristeza.

Con silencio, se puso de pie, haciendo señas a Graham para que lo siguiera a las celdas. El aire estaba viciado, con un sabor casi amargo. En el pasillo solo se oían los zapatos raspando de los dos hombres. La mujer aun estaba en la esquina de la habitación, acurrucada en una bola con un charco de orina que ensuciaba el piso de concreto.

Sacando una gran llave de metal de subolsillo, Marvin desbloqueo la puerta de barrotes de hierro de la celda, pero no la abrió; en cambio, dio un paso atrás, invitando a Graham a abrirla.

Graham agarró la puerta antes de que las manos sudorosas de Marvin se colocaran encima de las suyas.

—Marvin, por favor, no-

—Estás frente a una encrucijada —interrumpió Marvin—, una que te lleva al resto de tu vida. Se te han abierto dos caminos, y ninguno es fácil. Si abres esa puerta, tomarás el camino ancho, un camino con el que estás familiarizado, y uno muchos antes que tu han caminado. Al final de ese camino lo único que te espera es dolor y tristeza. Si eliges no abrir esa puerta, irás por el camino angosto. Un paso rocoso que te traicionará en cada esquina, uno que te dejará ensangrentado y dolorido, pero al final, la salvación te espera. Esta es tu última advertencia. Elige sabiamente.

Graham no podía comprender el comportamiento de Marvin. ¿Estaba tratando de jugar a ser Dios con él? Algo detrás de esos ojos le suplicaba que se detuviera, que tomara el camino angosto.

Pero él ya había tomado su decision. Su respuesta llegó en forma del crujido de la celda abriéndose.

A Graham le tomó un poco de tiempo ponerle las esposas a la mujer que lloraba, ganándose algunos rasguños en el proceso. Durante todo ese alboroto, Marvin permaneció solemnemente junto a la puerta, mirando, juzgando.

Graham empujó a la mujer y comenzó a caminar de regreso al auto, pero no antes de que Marvin pronunciara sus últimas palabras.

—Has hecho tu elección y, con ella, también has hecho la mía. Espero que puedas perdonarme.

UN DIA DESPUES DEL SEGUNDO DESASTRE

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro