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El Blues Del Vagabundo ~ Groove

Graham era un hombre práctico. Su temperamento podía, en ocasiones, salirse de control, pero nunca dejaban que sus sentimientos nublaran su juicio. Deja el pasado en el pasado, le había dicho su abuelo cuando era pequeño, y Graham lo tomó como su lema personal. Cualquiera que sea el estado de ánimo de mierda en el que se encontraba, Graham lo dejó atrás mientras tomaba asiento en su inmaculado escritorio para leer sobre el caso. Partiendo de donde estaba leyendo antes, se dio cuenta de que, tal como temía, no había muchas pistas que pudiera usar.

El informe del incidente indicó que, en la noche del 30 de diciembre, Zinet Geber condujo en la autopista en un Maybach 57 después de que no pudo ubicar a su esposo en una fiesta de negocios celebrada en el Park Plaza Hotel. Aproximadamente a las doce y cuarto de la mañana del 31 de diciembre, en el carril de salida que conecta a la autopista principal con la bahia residencial, Zinet estrelló el vehículo contra el costado de un camión semirremolque. Giró fuera de control, golpeó el guardabarros de un Hyundai Tucson que se aproximaba y ambos autos chocaron contra una barandilla. El Tucson se volcó, mientras que el Maybach se estrelló contra el pavimento, expulsando a Zinet del automóvil a través del parabrisas y sobre el pavimento, donde posteriormente fue aplastada por el Maybach que rebotaba.

Después de que el cuerpo fuera examinado por un médico forense, se lo devolvió a su cónyuge para que lo cremara. El interrogatorio de su marido, Henry White, confirmó gran parte de lo que ya habían investigado, excepto su paradero la noche en que la señora Geber se alejó del hotel. Se notó que fue bastante vago al respecto al preguntarle donde estaba en ese momento.

Decidiendo seguir el consejo de la Capitána, anotó la dirección de Henry en su libreta, dándose cuenta de que era bastante cerca. Salió de la comisaría a toda prisa, se dirigió a la estación de metro más cercana y tomó la línea naranja directamente a zona residencial de la bahia. A partir de ahí, fue una corta caminata de cinco minutos hacia la ostentosa casa.

La casa en sí siempre había sido un hito en la bahía, ya que su construcción se databa a la época colonial. Graham a menudo se preguntaba qué tipo de persona sería dueña de una casa tan monstruosa. Tanto en el hecho de que ni siquiera podía imaginar cuánto dinero costaría comprarla, y mucho menos cuánto costaría mantenerla, y que quien viviera en un lugar así, o tendría una familia numerosa, o sería una persona solitaria, con todos esas habitaciones vacías para ellos solos.

Después de su divorcio, Graham saltó de mueble en mueble en las casas de sus amigos durante una o dos semanas, la mayoría de las veces en pequeños apartamentos tipo estudio que apenas se ajustaban a los arreglos de vivienda mínimos establecidos por la ley, sin privacidad de la que hablar. Pero esa sensación de cercanía e intimidad que solo un pequeño apartamento podia otorgar era algo que siempre disfrutaba.

A medida que se acercaba al edificio, Graham comenzó a notar filas y filas de vehículos de apariencia costosa estacionados en el frente, desde modelos deportivos de primera línea hasta limusinas clásicas y automóviles de lujo. Graham deseó haber traído una crema hidratante con él para al menos verse semi-presentable. Todo ese lujo lo hacía sentirse intimidado y cohibido. Toco la imponente puerta antes de darse cuenta de que había un timbre justo al lado. Llamó una vez mientras se metía la camisa dentro de los pantalones. Las apariencias eran todo para estos ricachones.

Después de lo que pareció una eternidad, un joven con un esmoquin negro azabache abrió la puerta. Se veía muy pulcro y correcto con su elegante traje limpio de pies a cabeza.

—¿Sí, cómo puedo ayudarle? —dijo el hombre bien vestido, medio cerrando la puerta detrás de él.

Graham le mostró al hombre su placa, brillante y pulida como el primer día que se la dieron. —Buenos días. Soy el detective Graham Dunne, Departamento de Policía. ¿Está el Sr. Henry White en casa?

El hombre escaneó lentamente a Graham de arriba a abajo, juzgando sus elecciones de moda. Jeans desteñidos y botas para la nieve, combinados con una combinación de sueter/gabardina que lo hacía parecer un indigente con presupuesto. La mirada en el rostro del hombre era de lamentable disgusto, e instintivamente cerró la puerta un poco más detrás de él.

—Me temo que el Sr. White está ocupado en este momento. Vuelva más tarde.

El hombre trató de cerrarle la puerta a Graham, pero él fue más rápido, atascando su pie en la puerta e impidió cerrarla por completo. —Bueno, me temo que esto es un asunto oficial de la policía, así que debo insistir.

El hombre sopesó sus opciones brevemente, antes de soltar su embrague del pomo de la puerta, con solo una pizca de resignación en sus ojos. —Muy bien. Por favor espere en el vestíbulo mientras lo busco.

Graham agradeció la calidez de la casa cuando entró, un profundo contraste con la combinación de colores fríos que lo asaltaron en aquel extraño vestíbulo.

En cada una de las paredes, pinturas surrealistas y sin sentido en todo tipo de diseños y texturas se erguían impertérritos sobre él, haciéndolo sentir observado por figuras del mas alla. Un hombre con un plátano negro por cabeza. Una mujer con bocas por ojos. Un elefante retorciéndose hasta el infinito. Todo pintado en tinta negra y carboncillo. En medio de la habitación, de pie sobre un caballete, estaba la más extraña de todas: una mujer, con flores en lugar de manos, sosteniendo un ramo de brazos.

La mirada de Graham quedó atrapada en un arreglo floral junto a la pintura, uno que había visto muchas veces antes. Una corona funeraria, con una faja que decia "Zinet Geber."

Fue ahi que entendio por que habian tantos autos de lujo afuera. Estába a punto de molestar a un viudo el día del funeral de su esposa.

Graham tomo su telefono, llamando a la capitana en medio deun ataque de panico.

—Hola, Dunne. No esperaba saber de ti tan pronto. ¿Qué pasa?

—Dara, estoy en la casa del esposo. El funeral es hoy —dijo, susurrando lo más bajo que pudo.

—¿El para que cosa de quien? ¿Quién murió?

—¿Geber? ¿El caso?

—Oh, cierto, ¿el funeral del fiambre es hoy? Elegiste un maldito buen momento para fastidiar al viudo —dijo con indiferencia.

Graham casi podía verla encogiéndose de hombros a través del teléfono. —¿Qué me recomiendas que haga?

—Bueno, si ya estás ahí...

—Lo cual estoy —interrumpió Graham con impaciencia.

—Entonces, ya valiste. Trata de no obligarlo a presentar una queja oficial y estarás bien. Ten tacto y esa mierda. Creo. Tal vez.

Y con eso, ella colgó.

Graham casi pensó en llamarla de nuevo, pero fue interrumpido por el hombre del esmoquin negro, seguido por otra persona detras..

"Obeso" fue la primera palabra que le vino a la mente a Graham cuando vio a la nueva persona. Su traje negro brillante era tan grande que casi podría funcionar como una bolsa de basura. Rechoncho y lleno de bultos, a Graham le recordó a un bulldog gordo. Tenía manchas hepaticas en toda la cara, especialmente en la nariz respingona. Sus ojos oliva, pequeños y brillantes, lo miraban con lascivia desde el momento en que hicieron contacto visual. Su apretón de manos fue empapado y esponjoso, pero sorprendentemente fuerte.

—Sr. White, Detective Graham Dunne, Departamento de Policía. Lamento la interrupción. No tenía idea. Mi más sentido pésame.

El hombre le dirigió una sonrisa amarga, una que sus ojos no compartían. —Tendrás que ver a Henry en otro momento. Soy Murray Prendergast, un amigo de la familia. ¿Por qué no charlamos afuera?

Murray encendió un cigarrillo para mantenerse caliente y ahuyentó el fino humo de la cara de Graham. —Disculpame el lenguaje soez, pero elegiste un puto mal momento para llamar a la puerta. El Sr. White está ocupado con los invitados, como te habrás dado cuenta, así que me envió aquí para tratar contigo.

—Esperaba hacerle algunas preguntas al Sr. White.

Murray dio otra calada al cigarrillo antes de arrojar las cenizas a un charco de nieve derretida. —La policía ya vino hace unos días a hacer preguntas. ¿Qué quieres preguntar que no hayas preguntado antes?

—Esa no es información que pueda revelar libremente, señor Prendergast —respondió Graham secamente.

—Como quieras —respondió Murray, arrojando la colilla al suelo con descuido—, pero hoy no hablarás con Henry. Tiene suficiente mierda en su plato como para tener un policía de aspecto malhumorado agregando más. Estoy seguro de que puedes entender eso.

Si bien no apreció el insulto, Graham ya estaba lo suficientemente avergonzado por un día, por lo que decidió asentir con aprobación. —Por favor, dígale que volveré. Aquí está mi tarjeta, tiene mi número y mi correo electrónico.

Murray agarró la tarjeta con desdén antes de volver a entrar en la mansión, dejando a Graham afuera una vez más sin nada que hacer. Sacó su teléfono para informar su situación cuando una voz lo llamó desde atrás.

—¡Disculpe! Hola. Lamento molestarlo. ¿Terminó el funeral? —dijo un hombre delgado con anteojos.

—No se. No parece.

—Bien, bien —respondió el hombre, rápidamente poniéndose nervioso—. Quiero decir, no. No es bueno que ella muriera en primer lugar. Eso fue muy malo. Era una mujer dulce. Pero llegué tarde al funeral, así que es bueno que aún no haya terminado.

El hombre siguió divagando sin darse cuenta de que Graham lo estaba ignorando.

—¿Sabes qué? Lo siento —dijo el hombre, extendiendo una mano amistosa hacia Graham—. Mi nombre es William Wolfe, encantado de conocerte.

—Graham Dunne, detective policial, igualmente.

William silbó juguetonamente con asombro. —¿Qué hace un defensor de la ciudad aqui en un funeral?

Graham gruñó. —Asunto oficial.

—Oh, está bien. ¿Tiene algo que ver con la Sra. Zizi? Lástima cómo murió. Me enseñaron a nunca hablar mal de los muertos, pero fue muy tonto de ella conducir en esa condición.

—Bueno, la narcolepsia puede ser una perra.

—¿En serio? ¿Era narcoléptica? —dijo William, chasqueando los dedos—. Eso explicaría por qué estaba tan inestable esa noche cuando la dejé en su habitación. Pensé que solo había tomado unas copas de más.

—¿La viste la noche del accidente?

—Sí. Cuando la dejé cerca de su habitación, se derrumbó por la fatiga. Creo que estaba teniendo algún tipo de ataque de sueño, ahora que lo pienso.

Bingo. Una pista

—¿En serio? Cuentame mas. En realidad, ¿quieres tomar una taza de café? Me encantaría aprender más sobre eso.

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