Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4

Caminé apresurado, chocándome con un par de personas; balbuceé una disculpa y mantuve la mirada clavada en el suelo. Llegué a la cola del tren casi sin darme cuenta. Como el tren estaba parado en una estación, abrí la puerta y salí al último vagón, que no era más que un pequeño cuadrado sin techo.

El suave sol de Diciembre me acarició el rostro. Pude ver cómo se abría paso en un cielo salpicado de nubes, aunque tenía la mirada turbia por las lágrimas que no dejaban de mojarme el rostro. El recuerdo reciente de aquella cena aún  me hacía temblar y la presión en el pecho se agudizó peligrosamente. Traté de respirar hondo. Y me limpié las lágrimas con torpeza cuando intuí que había alguien detrás de mí. No me hizo falta darme vuelta para saber quién era.

   —¿Estás bien?— me preguntó Mew.

Me cercioré de que mi rostro estuviera bastante seco cuando me volví a mirarlo. Quise contestarle pero sólo fui capaz de asentir. Y ante su mirada urgida me eché a llorar allí mismo, otra vez como un niño indefenso. Lleno de vergüenza intenté alejarme pero él no me lo permitió. Me envolvió en sus brazos y me consoló. Además de su calor, me rodeó su perfume: un exquisito aroma a pino silvestre, muy dulce y muy reconfortante. No sé cuánto tiempo estuve entre sus brazos. Creo que hasta que pude derramar todas mis lágrimas.

   — Lo lamento.—dije despegándome con esfuerzo de su pecho cálido. 

   Mew me miró con curiosidad.

   —No es agradable ver a un hombre llorar.—le dije con un hilo de voz– Los hombres no lloran.

   — Quien te haya dicho eso, no sufrió nunca. Y me da mucha pena porque cuando tenga que sufrir de verdad será muy doloroso para él si no se permite llorar.

Sus palabras, y la dulzura con la que las expresó, me envolvieron de tal forma que me anclé en sus ojos y me perdí en ellos, quién sabe por cuanto tiempo. Una magnética sonrisa en sus labios finos me trajo de nuevo a la realidad. Parpadeé todavía embelezado cuando sentí sus dedos largos sobre mi hombro izquierdo.

   — ¿Qué es lo que necesitas justo ahora? Si pudieras pedir lo que fuera, ¿qué sería?

   — Paz…— balbuceé frotándome el pecho que todavía me dolía.

   Mew sonrió pícaro.

   — Si es paz lo que necesitas…, entonces yo puedo ayudarte. Sigue viaje hasta la estación Frieden. Ya te he hablado de ese lugar. Pero ahora tengo la certeza de que deberías conocerlo. Cuando estés en la vieja estación, pregunta por la posada del mismo nombre. Bueno, ya descubrirás que en ese pequeño pueblo todo- o casi todo- se llama Frieden. Allí serás bien recibido. Y podrás descansar. La posada es un lugar…mágico. Allí…cualquier cosa puede pasar…

Reconozco que logró despertarme cierta curiosidad, especialmente con sus últimas palabras. Pero descarté su consejo para mis adentros. Era consciente de que, en el apuro con el que había dejado el departamento, no tenía encima ni una sola moneda. Las pocas que tenía ya las había gastado en la estación de tren.

   — ¿Tú también te bajas en  Frieden?–  le pregunté.

   — Yo me bajo antes...

Eso aceleró mi decisión. No me bajaría en Frieden. Iría, en cambio hasta el final del recorrido, y luego vería qué hacer. No tenía ni ganas ni fuerza para pensar cuál sería mi próximo paso. Aquella mirada azul celeste me seguía hipnotizando. Y otra vez fui consciente de que tenía el poder de barrer de mi pecho todo ese dolor que me invadía cuando el fantasma tortuoso de Eric buscaba aproximarse a mí.

Y otra vez me perdí en aquella mirada, tratando de ignorar una voz en mi cabeza que me advertía que no me hiciera ilusiones. Que aquella historia seguramente no acabaría bien. Que yo no había nacido para sentir el amor- como decía el Poeta- sino para soñarlo... También la traté de ignorar cuando buscó apartarme de aquella mano, ahora amiga, sobre mi hombro, invitándome a retomar el camino hacia adentro. Ya que el tren volvía a ponerse en movimiento.

Para mi sorpresa, pasamos de largo nuestro compartimiento y llegamos al vagón comedor. Allí Mew me invitó otro té con miel que terminó por reconfortarme por completo. Y media hora después, con un nuevo y cálido abrazo de su parte, me encontré despidiéndome de él, deseando decirle tantas cosas pero sin poder pronunciar más que algunas repetidas palabras:

   —Gracias…por todo, Mew.

   — Recuerda, Gulf, bájate en la estación de Frieden y pregunta por la posada. No te vayas a quedar dormido. Son sólo media docena de estaciones más adelante. 

Asentí, desviando la mirada. Ya había tomado una decisión, pero por alguna razón no quise decírselo. Mientras lo veía descender de la formación y lo saludaba con la mano, me prometí a mí mismo no olvidar nunca aquella maravillosa mirada color zafiro.

Cuando el tren volvió a ponerse en marcha, con una leve sacudida, miré a Mew por última vez. Caminaba hacia una de las salidas junto a un grupo reducido de personas. Y cuando estaba a punto de perderse de vista, se dio vuelta de golpe y me buscó con la mirada. Llegué a ver  sus hermosos ojos clavados en mí, urgidos, como rogándome que no lo olvidara, que fuera a Frieden, prometiéndome incluso que todo estaría bien. Y por un segundo lo consideré.

Pero cuando el tren comenzó a tomar una curva pronunciada y la estación quedó tapada por una línea de árboles frondosos, una voz en mi cabeza me sugirió que quizá sólo me lo había imaginado. Y una vez más me obligué a tomar una decisión basada en mi cabeza y no en mi corazón. Debía madurar. Debía darme cuenta de que si quería que mi vida mejorara, tendría que empezar a pensar fríamente. 

Mientras me repetía mentalmente que mi decisión de seguir hasta la última estación era lo correcto, aquellos hermosos ojos azules interrumpieron mi línea de pensamiento. Sacudí la cabeza buscando deshacerme de ellos.

"Tienes cosas más importantes en qué pensar", me dije, retándome a mí mismo mientras veía por la ventana cómo pasaban los campos rojos frente a mí a alta velocidad, "no puedes volver a perderte en unos ojos que no volverán a mirarte y que ni siquiera conoces en verdad. ¡Y nunca lo harás! No lo volverás a ver. ¡Concéntrate! ¿Qué harás con tu vida? Todavía estás a tiempo de volver. Y perdonar. Un error lo tiene cualquiera...

A esas alturas, la voz que me hablaba en mi mente volvía a parecerse a la de Eric. Sacudí la cabeza en cuanto fui consciente de ello. Seguía muy enojado con él. Pero su influencia en mí era muy grande por lo que sabía que si seguía escuchándolo acabaría volviendo a Berlín. Y una parte de mí- la parte más grande- no quería hacerlo.

Miré la línea del horizonte, mientras el tren avanzaba por regiones que yo nunca había conocido antes. El paisaje era cautivante. Inmerso en toda aquella belleza, busqué mis propios pensamientos. Mi propia voz. Tenía que haber un pensamiento- al menos uno- que me perteneciera. Que no fuera copia de ningún otro. Pero por más que me esforcé, no lo logré. Cada palabra que sonaba en mi mente tenía la impronta y la rudeza de Eric. ¡Y pensar que esa había sido su manera de hablarme desde que nos conocimos! Pero yo siempre lo había tomado como parte de su forma de ser. Y hasta llegué a convencerme de que me hacía bien que él me hablara así. Su tono de voz, y sus palabras sin filtro ni diplomacia, me sacaban de mi letargo. (Eric lo había expresado con aquellas mismas palabras en más de una ocasión). "Es mi obligación hacerte madurar", me decía siempre.

Y con ese pensamiento duro y doloroso acompañándome, proseguí viaje, contento al menos de que las jovencitas se hubiesen bajado un par de estaciones adelante. Estación de cuyo nombre ni siquiera me molesté en averiguar. Ya estaba decidido. Iría hasta el final del viaje. Luego pensaría en el próximo paso.

Mientras veía pasar un grupo frondoso de arces y el tren avanzaba serpenteando hacia un túnel oscuro, fui conciente de que las palabras de Mew, al despedirse, no me habían abandonado del todo. ¡Y sus ojos! Esos ojos tan azules que me embriagaron desde la primera vez que se posaron en mí, me quemaban con mucha dulzura. Como si fueran un antídoto para calmar el dolor en mi pecho que amenazaba con ahogarme cada vez que cerraba los ojos y me atacaba la imagen del beso de la traición.

Pero también fui consciente de que, a medida que Mew quedaba atrás, y yo me alejaba cada minuto más de su hipnótica mirada, no volvería a verlo nunca más. Y la tentación de hacerle caso- y bajarme en ese pueblo mágico que él me nombró, se fue debilitando. Porque sabía que no volver a verlo era una decisión madura y realista.

Cuando la formación terminó de avanzar por el túnel y la luz del atardecer inundó el compartimiento, todo quedó claro en mi mente. Ni siquiera me preocuparía por saber cuál estación era Frieden. Cerraría los ojos y me quedaría quieto en mi asiento hasta el final del viaje. 

"Es la mejor decisión", me repetí en voz baja mientras el tren frenaba en una nueva estación, "debes olvidarte de Mew porque no lo volverás a ver."

Abrí lo ojos después de unos minutos y percibí que otra vez me invadían unas horribles ganas de llorar. Pero me aferré a mi decisión. Sentí que el tren frenaba del todo y miré a través de la ventanilla. E incomprensiblemente, unos segundos después comencé a sonreír, sin poder creer lo que escuchaba. La voz del guarda, en el altavoz, decía: 

"Señores pasajeros, por problemas técnicos esta formación, tendrá que acabar su viaje en esta estación: Frieden. Podrán abordar el siguiente tren que arribará en aproximadamente diez minutos."

Mis ojos buscaron desesperados y sin pedirme permiso, el nombre de la estación. Quería corroborar lo que había oído. Frieden, leí en un cartel azul celeste. Y el corazón se me desbocó dentro del pecho.

Frieden. Azul celeste.

No lo dudé. Corrí hasta la puerta más cercana y de un salto llegué al andén. Respiré profundo y, por primera vez desde que dejé Berlín, sentí que mis ojos se limpiaban de lágrimas. El mundo se me abría en mil colores. Pero a mí solo me importaba uno: el azul celeste que se extendía en los muros y las puertas de aquella raída estación. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro