Capítulo veinticuatro: amada
Después de que Raven me dijera más de mil veces "¿de qué hablas?", me hizo decidir ir a su apartamento.
Al llegar al edificio le pregunté al vigilante cuál es el piso de Olivia y él me contesta amablemente. Asegurándome que ya había visto mi auto por aquí.
Subo las escaleras hasta llegar a mi destino, solo fue necesario que tocara el timbre una sola vez para que una señora de unos cincuenta años se asomara.
—¿Dijiste que buscabas a...? —Ella sabe a quien estoy buscando.
—A Raven.
—No conozco a ninguna Raven —señala con desden—. De todas formas ¿quién eres tú? —Sus ojos grises me recorren de arriba abajo, sin disimulo.
—Soy Aleix Miller, el —¿qué soy de Raven?— novio de su hija —digo serio, la señora ríe.
—¿Novio? —Suelta una carcajada— Ni siquiera el nombre te sabes —se burla.
»Ahora sí, niño, ¿por qué estás en mi casa a las tres de la mañana? —Marca cada palabra de la pregunta, un escalofrío me recorre el cuerpo.
—Ya se lo dije, vengo a ver a su hija.
—¿En la madrugada? —Sus ojos de repente toman un brillo diferente.
Nunca pensé que me sentiría intimidado por una mujer que no fuera mi madre.
—Sí.
La tipa me vuelve a ver de arriba a abajo, yo me quedo inmóvil en mi sitio, esperando que me abra.
Obvio no lo hizo.
Me trago un grito cuando la madre de Raven me cierra la puerta en la cara.
Mal-di-ción.
«No maldigas, Aleix»
Cállate.
Intento volver a llamar a Raven, esta vez tampoco suena.
Estoy dispuesto a irme derrotado, cuando siento la puerta abrirse detrás de mí.
—¿Aleix?
Escuchar su voz es como escuchar al mismo Dios.
—Rav...
—¿Qué haces aquí? —me interrumpe.
—Vine a verte, claramente. —Seguido de esas palabras Raven me arrastra hasta su habitación de un tirón, sin dejarme si quiera analizar por donde voy.
Esta habitación no parece la de una mujer, no. En realidad parece la da una niña, ni siquiera el de una adolescente.
Tres de las paredes son rosas, una sola es blanca y en ella hay miles de osos de peluche guindados.
«Que linda decoración»
La cama es pequeña, pero no es que se pueda meter otra más grande aquí, hay solo espacio justo para trasladarse.
Debajo de la alfombra felpuda, se puede ver el piso de madera café.
—¿Qué haces aquí?
—Necesitaba hablar contigo.
—¿No podías hablar conmigo mañana en el trabajo? —dice secamente.
—¿Qué? ¿No puedo venir a tu casa? —¿Por qué nos estamos tratando así?
—No, no puedes —escupe, evitando mis ojos.
Me odia, me odia mucho.
—No podía esperar a mañana. —Me acerco a ella, ella clava su mirada detrás de mí—. La embarré, Rav y lo hice muy feo.
»En serio, no encuentro palabras para decirte lo arrepentido que estoy, no debí haberte tratado así, no debí ignorante cuando lo único que tú quería era ser mi soporte. —Tomo su rostro entre mis manos, una lágrima de uno de sus ojos—. Lo lamento, lo lamento tanto. Te quiero, Raven, te quiero en mi vida, aunque me de miedo admitirlo —susurro, con mis ojos puesto sobre los de ella.
»No merecías ser tratada así, tampoco mereces a un inestable como yo, pero ¿sabes qué? No me importa, porque la simple idea de verte con otro me altera. —Una de mis manos pasan de su rostro a su nuca, acercándola a mí—. Sin embargo, también es egoísta querer tenerte, cuando apenas y puedo con mi vida, así que... iré a terapia pronto, tengo que arreglar mi vida. No hacer cómo si todo estuviera bien.
»Amo dormir contigo, amo verte sonreír, tu risa, tus ojos, el olor de tu cabello, tus labios... Mierda, Raven —susurro contra su boca—. Simplemente te amo a ti y por eso intenté huir, porque me daba miedo los fuertes sentimientos que tenía hacia ti, me aterraba lo fuerte que me habías atrapado sin darme cuenta.
»Como tú lo dijiste, en poco tiempo te volviste importante en mi vida. Siempre te pienso, siempre te deseo; no me quiero separar de ti. —El aliento de Raven se mezcla con el mío—. Te amo, princesa. —Coloco uno de los mechones de su cabello detrás de su oreja—, te amo tanto, que me da miedo. —Ella solo me mira, creo que ni parpadea. Mi corazón se quiere salir de mi pecho, mi respiración se hace difícil.
¿Ya es muy tarde?
Espero que no. Pero igual no podría hacer nada, si ella decidió ya no estar conmigo, mil quinientas razones tiene, no la presionaría, me iría por el camino por donde vine.
Raven traza con uno de sus dedos las líneas de mi boca, en serio, me voy a morir.
De un momento a otro sonríe, antes de tirarse encima de mí, abrazándome y ocultando su rostro en mi pecho. La tensión se va de mi cuerpo.
La envuelvo en mis brazos sin decir nada más.
—Yo también te amo mucho, Aleix. —Alza su vista, sonrío—. Aunque seas un gran idiota. —Dejo un beso en su frente, abrazándola más fuerte.
—Prometo mejorar, ser mejor persona, mejor novio para ti y por ti. Sí, mereces a alguien mejor, pero yo quiero ser ese alguien.
Ella vuelve a hundir su rostro en mi pecho, antes de alejarse de mí.
—Eso espero, porque si algo así vuelve a suceder, seré yo la que te mande a la mierda —dice totalmente seria, yo asiento efusivamente.
—Lo acepto.
Me mira como si fuera lo más bonito que ha visto. Poso mis manos en su cintura atrayendo su cuerpo más al mío.
Acerca su rostro al mío mezclando nuestros alientos, respiro hondo. En serio me está volviendo loco.
Roza nuestros labios hasta que me besa. Me besa rápidamente con ferocidad, costándome seguirle el ritmo.
Muerde mi labio y sin pedir permiso invade mi boca con su lengua. Ella enreda sus manos en mi cabello, tirando de el y ladeando su cabeza, profundizando muchísimos más el beso. Raven tiene todo el control y no hablo solo sobre el beso.
La alzo por la cintura, ella se apresura a enredar sus piernas en mi cadera. Doy dos pasos hacia atrás, antes de caer de espaldas a su cama, quedando acostado. Ella se acomoda en ahorcadas sobre mí, tomando mi rostro en mis manos, besándome sin control.
—Ra... ven —intento cuando se separa unos segundos de mi boca, solo unos segundos—, prin... cesa, no re... espiro. —Mi risa es ahogada en su boca, insisto, esta mujer me está volviendo loco.
—¿Para que tú quieres respirar? —pide saber, contra mis labios.
—No sé, tú dime —aprovecho su alejamiento para hablar.
—Te daré treinta segundos para que recuperes el aliento. —¿Cómo pretende que recupere el aliento en medio minuto teniendola encima de mí, con el cabello desordenado, labios hinchados y rojos?
Dios, ayúdame.
—¿La oferta de dormir juntos sigue en pie? —cuestiono, ella tiene las manos debajo de mi camisa, manoseando mi abdomen.
—Si, pero no aquí.
—Tampoco pretendía quedarme aquí, creo que no le agrado a tu mamá.
Ella ríe con mi comentario.
—Ni siquiera yo le agrado a mi mamá. —Ahora soy yo el que ríe—. ¿Puedo? —pregunta con sus dedos en la liga de mi pantalón, sus ojos están clavados en los míos, en su mirada hay tanto deseo.
¿Cómo pensaba que podría regular mi respiración así?
—Por favor. —Sonríe con mi respuesta bajando mi pantalón y boxer lo suficiente.
Me acaricia de arriba a abajo, robándome gemidos y jadeos. En un momento casi cierro los ojos, dejándome llevar por el placer, pero el contacto visual mientras me masturba es esencial.
—¿Continúo? —Asiento como puedo.
Ella inicia pasando su lengua por mi pene, lamiendo como si de su helado favorito se tratara.
Esta vez sí cierro los ojos y empuño la sábana a mis lados.
Dios mío.
Después de saborearme unos largos segundos, toma mi polla y la lleva a su boca, hundiendola.
El acto me saca un fuerte jadeo. Suelto la sábana y enredo mi mano n su cabello, moviendola como más me satisface, cosa que no estaba muy lejos de lograrlo por si sola.
Tampoco estaba muy lejos de lograr que yo me corrieran con sus manos; juro que en este momento me estoy aguantando las ganas de hacerlo, quiero disfrutar más, quiero disfrutar más este momento.
Cosa que no logro hacerlo por mucho tiempo más.
—Cariño —mi voz está irreconocible—, apártate. —Ella me ignora totalmente, yo quito mi mano de su cabello, echando mi cabeza hacia atrás.
¿Este es el cielo?
Justo cuando estoy a punto de acabar, Raven se aleja, cayendole todo encima de su pantalón.
—Me gustaba este pijama. —Hace un puchero, sus labios están totalmente hinchados.
—Quien... Te mandó a no... Quitarte cuando te dije —le replico, con la respiración acelerada y el corazón a mil latidos por hora.
Ella se baja de mí, caminado al pequeño armario que está en un rincón.
Yo cubro mi rostro con mis manos, cerrando los ojos e intentando controlarme, pero es difícil.
—Ahora sí nos podemos ir a tu casa. —Se acerca a mí, con una de la camisas que me robó cubriendo su cuerpo.
—Claro, después de intentar matarme. —Me siento, acomodando mi pantalón. Ella se limita a sonreír y acercarse a mí y volver a abrazarme.
—Hoy ha sido un día muy loco. —Ríe, peinando mi cabello hacia atrás.
—Sí. Hoy estuve feliz, en pánico y caliente —agrego, ella vuelve a reír.
—Yo estuve nerviosa, deprimida y caliente.
—Lo importante es que terminamos calientes. —Los dos reímos.
—Creo que lo dije mal, espera. —Chasquea la lengua—. Hoy me sentí, nerviosa, confundida, amada y caliente. —Todo eso lo dice con su boca a centímetros de la mía.
—Ni pienses en besarme, sé dónde estuvo tu boca.
—Idiota, si te voy a besar —me replica, inténtandolo, pero yo hago mi rostro a un lado.
—No, no lo harás —digo divertido. La verdad no me importa mucho si Raven me la chupo o no antes de besarme en la boca.
—Sí, sí lo haré. —Ella sabe que miento—. Te besaré mucho. —Toma mi rostro en sus manos, juntando nuestras bocas en un beso lento, sin preocupaciones.
Nos envolvemos en ese beso cuidadoso, por unos segundos en los que ella tuvo todo el control; como cosa rara.
—¿Te sientes amada?
—Desde hace un buen rato. —Vuelve a peinar mi cabello en todas las direcciones.
—¿En serio? ¿Tan obvio era? —pido saber, divertido.
—Un poco. —Deja un beso en la comisura de mi boca, antes de bajarse de mis piernas—. Ahora sí, es hora de irnos. —Toma su mochila morada y se la cuelga en el hombro, también se pone unos tenis.
Salimos de su habitación en silencio. Me da miedo hablar y que esa señora aparezca de la nada.
Al pasar frente a la habitación de al lado, Raven se queda observando la puerta, me acerco a ella tomando una de sus manos. El gesto la hace sonreír.
—¿Es la habitación de tu hermano, no? —Ella asiente, antes de seguir caminando.
Bajamos las escaleras, porque sí, no hay ascensor y adivinen... Raven vive en un octavo piso.
»¿Cómo es que no te cansas?
—Ya me acostumbré —responde divertida, palmeando mi espalda, ruedo los ojos.
—En mi casa no hay ni una escalera —agrego.
—En la casa blanca sí.
—Es que ahí eran necesarias, pero en lo personal detesto las escaleras.
Después de unos díez minutos que fueron eternos. Llegamos a planta baja, donde caminamos directo a mi camioneta.
—¿Lizy está en tu casa? —Ya estamos camino a mi casa.
—No, los chicos la llevarán en la mañana. Quiere ir al set.
—¿En serio? —pregunta curiosa.
—Sí, le gusta ver donde "se hace la magia", ella lo llama así —contesto divertido.
Por el retrovisor veo que tiene una sonrisa.
—Ya me gané tu corazón, ahora solo falta el de Lizy.
Si supiera que ese lo tiene desde hace rato, Lizy es odiosa, aunque no lo crea.
—Suerte con eso —le digo, al fin.
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