Capítulo veinte: Alex (primera parte)
17 de febrero, 2021
Ya no sé cuánto tiempo tengo observando el techo, pero poco no es.
Me duele el cuerpo, como si me hubiesen golpeado. Tengo la teoría de que fue por bailar, ya que, tenía tiempo que no lo hacía. También tengo tiempo que no hago ejercicio.
«Mal ahí, Aleix. Vas a perder la figura»
Empiezo hoy en la noche.
«Más te vale»
Me cubro el rostro con la almohada, gruño en ella.
Me. Duele. Todo.
Ni siquiera sé qué hora es, capaz y ya es tardísimo. Y yo aquí, gritando en una almohada.
Me levanto de la cama, como si unos hilos me movieran camino directo al baño. En el espejo se ve un chico rubio, borroso, pero demacrado.
Te ves como te sientes.
Me aseo por completo y me visto. Cuando estoy listo, me acuesto boca abajo en la cama, ¿tendré fiebre? Porque tengo frío.
«Aleix, levántate. Tienes una carrera que mantener»
Gimo, antes de sentarme en la orilla de la cama y ponerme los zapatos. Ni siquiera sé si voy combinado hoy y la verdad no me importa.
Me levanto de la cama, con el teléfono en la mano. Son las ocho y cuarenta de la mañana. Ojalá que ya acabe este día.
Tú: me voy a morir, gracias por ser los mejores hermanos
Axxxx: Dramático
melliza malévola: Qué?? Cómo estás?? Que te sientes?? Que te duele??
Tú: todo el cuerpo
alcohólico anónimo: seguro fue por el maratón de baile, yo también amanecí así
aXa: probablemente
Tú: si, pero me duele todoooooooo
alcohólico anónimo: a mí igual, tomate un ibuprofeno y a trabajar :)
alcohólico anónimo: ánimo, ánimo
melliza malévola: Si te vas a morir, llévame contigo
Tú: obvio, cómo te voy a dejar con estos salvajes?
melliza malévola: Lizy ya está en la escuelita, desde hace raaaaato
Tú: graciasssss
aXa: salvaje tu, respeta
alcohólico anónimo: sisi
Axxxx: Que respete a los mayores
Tú: vayan a dormir, ridículos
alcohólico anónimo: ojalá me pudiera ir a dormir...
Tú: juro que no quiero ir, pero tengo que hacerlo
Axxxx: Dramático
Tú: me voy a morir
Dejo el móvil en la isla, antes de servirme leche y cereal. El mejor desayuno.
¿Novia?: ¿Vienes en camino?
Tú: buenos días para ti también, princesa
Tú: apenas estoy desayunando
¿Novia?: BUENOS DÍAS
¿Novia?: Vale, vale. No hay apuro
¿Novia?: ¿Cómo amaneciste?
Tú: destruído
Tú: solo te daré un consejo, no dejes de bailar
¿Novia?: ¿Vale?
¿Novia?: Te dejo, para que termines de comer. Nos vemos dentro de un rato. Te quiero
Tú: bien. Yo también te quiero
Solo es cereal, no tardo nada en terminar de comerlo. En menos de veinte minutos ya tengo a Raven entre mis brazos.
—¿Cómo qué estás destruido? —me pregunta, aun prisionera de mis brazos.
—Me duele todo el cuerpo. —Ella se limita a reír.
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —Raven y yo nos separamos, el chico remolacha nos ve de arriba abajo, sosteniendo sus lentes de un rosa llamativo, en el puente de su nariz.
—¿Dos personas dándose un abrazo? —Él me mira con los ojos entrecerrados.
—Que chistosito, Aleix. —Rueda los ojos—. Sabía que ustedes tenían más que una relación de trabajo...
—Sí, tienes razón.—Él sonríe—, somos muy buenos amigos.
—¿Tú también, Raven? No pensé que fueras así. —Los dos reímos.
»Pido ser el padrino de su boda, por favor. Aunque, técnicamente, ya soy el padrino ¿o la hada madrina? No sé —habla rápido, creo que ni siquiera respira—, pero lo que sí sé, es que, si yo no los hubiera escogido, como protagonistas, esto no estaría pasando ¿o me equivoco? —Me quedo callado, porque{}en cierta forma si tiene razón.
No me hubiera interesado en conocer a Raven, solo asistí a todas esas "citas" por compromiso y obligación.
—Lo pensaremos —contesta Raven, él sonríe.
—¡Sabía que sí se traían algo!
—Sí, pero no le digas a nadie —lo corto.
—Guardaré el secreto. Pero no prometo nada, ustedes son muy obvios, se nota a millas que se traen ganas.
—Se considerarán tus esfuerzos —comenta Raven divertida. Él sonríe.
—¡Leo! —llaman, lo llaman.
«¡Se llama Leo! Ya no le tendrás que decir chico remolacha»
¿Qué? Chico remolacha nació y así se morirá.
El chico remolacha es arrastrado por uno de los guionistas, sin decirle ninguna palabra.
—¿Qué habrá hecho?
—Sabrá Dios —le contesto, ella sonríe.
—Ven, te voy a mostrar algo. —Ahora soy yo quien es arrastrado.
Raven me lleva a su camerino, es casi igual al mío, solo que en el tocador de ella, hay maquillaje, extensiones y maniquíes con pelucas. También hay un vestido de cuero rojo, en un forro de plástico.
—¿Qué me vas a mostrar?
—Nada, solo quería estar a solas contigo. —Me abraza, rodeando mi cuello con sus brazos.
Recuesto mi mejilla en su cabello, mareado con el olor de su cabello. Tomo su cintura entre mis manos, cautivado por la manera en la que encajan.
—Te quiero —dice, con su rostro hundido en mi pecho.
—Qué bueno. —Se separa de mí.
—¿Qué bueno? —repite mis palabras— Tenías que decir, "yo también te quiero, princesa" —finge un drama totalmente seria hasta que empieza a reír, la acompaño.
—Loca. —La alzo unos centímetros del suelo, y doy vueltas sobre mis pies, ella sonríe hundiendo su rostro en mi cuello.—Te invitó a qué nos ayudes a organizarle la fiesta a Lizy.—La dejo sobre sus pies, con una sonrisa.
—Vale, será un honor. —Da dos pasas hacia atrás, para tener el suficiente espacio para hacer una reverencia.
—Me alegra que pienses eso, la haremos en casa de mis papás.
—Confieso que me emociona conocer el hogar donde creciste. Tus papás son muy agradables.
—No es una gran casa, pero como dijiste, fue el hogar donde crecí —agrego.
—Yo nunca he tenido un hogar —dice triste, yo la miro expectante, esperando que continue—. Las situaciones económicas en mi familia nunca fueron las mejores. —Juega con el dobladillo de mis mangas, observándolas—. Papá era el único que trabajaba, por su simple sueldo mínimo. Mi hermano y yo intentamos ayudar, trabajando medio tiempo, pero no era mucha la diferencia.
»Nos mudamos siempre, nunca tuvimos una casa, siempre estaban alquiladas. Hasta que llegamos al apartamento donde vivo ahora, he vivido los últimos diez años de mi vida ahí, pero nunca lo he visto como un hogar. —Sigue con su mirada fija en la tela.
—Hey. —Alzo su rostro entre mis manos, apretando sus cachetes. Sus labios carnosos forman un puchero—. ¿Quieres hacer algo? —le cuestiono, dejando un corto beso en su boca.
—¿Qué cosa?
—¿Quieres o no? Confía en mí. —Sé que estoy pidiendo mucho, pero es mucho por explicar.
—Sí quiero, ¿qué haremos? —Sonrío satisfecho dejando unos tres besos en sus labios antes de soltarla.
—A dónde iremos —la corrijo, ella me mira confundida, yo sonrío.
—¿Bien? —Me doy la vuelta tirando de ella—. Estás loco, Aleix.
—Miren quien lo dice. —Salimos del camerino y bajamos por las escaleras.
—¡Espérame! —chilla, unos diez escalones arriba.
—Apúrate, que nos faltan todavía mil escalones más. —Ella ríe, llegando a mi lado.
—Sí. Sí. Sí. —Toma una de mis manos entre las suyas, bajando las escaleras corriendo, mientras reímos.
Cuando llegamos a la planta baja, estamos sin aliento.
—Nos van a despedir. —Me encojo de hombros.
—No creo —replico, guiándonos a la salida.
Llegamos a mi camioneta, Raven sube de copiloto.
—¿A dónde vamos? —pregunta divertida.
—A un sitio —contesto, poniendo el auto en marcha. Ella se acerca a mí, recostándose de mi hombro.
—Ponte el cinturón —la regaño, ríe.
—Si me dices a donde vamos, me lo pongo.
—No te lo pongas, entonces —contraataco, ella gime en protesta.
Conduzco unos cinco minutos más, hasta que llegamos a nuestro destino.
—¿Dónde estamos?
—Espera. —Nos adentramos en la casa de una planta.
Todo dentro es negro, las paredes, el piso. No hay nada de iluminación, me ayudo de la linterna de mi teléfono para no tropezar.
—¿Dónde estamos? —vuelve a pedir, la ignoro.
Caminamos, con las manos entrelazadas, por el largo pasillo. Aquí reina el silencio, los pasos que damos resuenan en las paredes.
»Aleix, ¿dónde carajos estamos?
—Ya te digo. —Rav me suelta la mano, abrazándome por detrás—. ¿Tienes miedo?
—Un poco, es que todo está oscuro —su aliento choca en mi espalda.
—Ya arreglo eso —me acerco a la pared y enciendo las luces. Raven no deja de abrazarme.
—Hueles rico. —Sonrío
—Gracias. —Ahora me abraza por delante.
—No me dijiste dónde estamos. —Saca su cabeza de mi pecho, para mirarme.
—Hmm... Cierto. —Me dejo caer en el suelo, y me recuerdo de la pared. Raven se sienta entre mis piernas, dejo un beso en su cabeza.
—¿Por qué estamos sentados en el suelo, si ahí hay sofás?
—Porque sí —contesto, jugando con el dobladillo de su camisa. Mi otra mano está quieya, en el borde de su falda—. Esos están llenos de polvo.
—¿Qué hacemos aquí?
—Aquí te haré mía —susurro en su oído. Ella se estremece.
—¿Bien? —Una de mis manos va a su cintura, subiendo por su piel desnuda. La otra se queda en su muslo.
—¿Está bien? —pregunto, en su oído, dejo un beso debajo de este.
—Sí. —Se arquea cuando una de mis manos llega a su pecho derecho, estallo en carcajadas—. ¿Puedo saber qué te da risa?
—Esto —ella gime, yo adentro mi mano en su falda, llegando a su ropa interior.
Dejo un beso en el lóbulo de su oreja, antes de apartar mis manos de su cuerpo e intentar levantarme del suelo.
—¿Qué haces? —pregunta confundida.
—Nada, ¿qué haces tú?
—No sé. —Se voltea, para sentarse de lado en mis piernas, me mira de reojo—. ¿Qué fue eso?
—Nada, solo estaba jugando. —Entrecierra sus ojos, yo me encojo de hombros.
—¿Jugando al microondas?
—Espera... ¿en serio pensaste que tendríamos sexo aquí?
—La verdad, sí. —Se sonroja un poco, echo mi cabeza hacia atrás, mientras rio.
—¿En una casa abandonada, llena de polvo y cucarachas? Que romántico y excitante —me burlo.
—No sería el lugar más loco, la verdad. —Deja caer su cabeza en su mano.
—Me gustan tus uñas, me gustan los colores que escoges.
—Gracias, príncipe. —Me regala una sonrisa—. No cambies de tema. —Ya no está sonriendo.
—Lo siento. —Sonrío—. ¿Cuál es el lugar más loco donde has tenido relaciones? —cuestiono, lleno de curiosidad.
—En un cementerio. —Mi boca se abre en una gran O, Raven se sonroja.
—¿Puedo saber cómo terminaste ahí?
—Sí, supongo. —Se encoge de hombros.
»Tenía diecisiete, iba camino a mi casa, con mi novio de ese entonces. Habíamos ido a un parque a pasar la tarde, de tantos besuqueos ya estábamos calientes. Para recortar el camino a mi apartamento teníamos que pasar por el cementerio y bueno. Tuvimos sexo en unos de los bancos de granito que había ahí. —No puedo evitar estallar en carcajadas, Raven solo me mira avergonzada.
»¿Y tú?
—¿Yo? —le pregunto, ella asiente—. El lugar más loco donde tuve sexo —finjo pensar—, fue en mis sueños. —Raven bufa y me empuja el hombro, rio.
—Aleix, sé serio. —Me mira con los ojos entrecerrados.
—Bien, bien, bien —acepto, entre risas.
»En mi camerino, con miles de personas en el edificio. —Raven ríe— No le gana al cementerio, claro.
»Con mi exnovia no tuve ningún encuentro en un lugar al azar, tampoco uno que yo disfrutara —lo último lo digo para mí.
—¿Qué?
—¿Qué dé qué?
—Lo que dijiste al final, que no te escuché —pide saber.
—Nada —le contesto.
—Vale, fue nada —me responde, sabiendo que no quiero hablar del tema—. ¿Te has involucrado con alguien de la industria?
—Contigo —contesto, ella sonríe, jugando con mi mano.
—¿Nadie más? —cuestiona divertida.
—No. La única persona con la que tenía encuentros casuales, de vez en cuando, eran con una chica de producción de una película que grabé, no fui principal, pero estuve ahí.
—¿La única? —cuestiona sorprendida, la miro con una ceja enarcada.
—Solo he tenido sexo con ella y con mi exnovia, ¿qué te sorprende tanto?
—Nada, solo que tenía entendido que los hombres necesitan el sexo para vivir. —contesta, estallo en risas— Y tú estás en tus 20's, en plena flor de la juventud.
—No seré hombre y estaré viejo, entonces. —Ella ríe.
»Tampoco uno que yo disfrutara.
—¿Qué?
—Tampoco uno que yo disfrutara, eso fue lo que balbuceé. —Raven se acomoda sobre mis piernas, con su espalda recostada de mi pecho.
—¿Perdón? No entiendo, ¿nunca disfrutaste ningún momento íntimo entre tú y ella? —Niego con la cabeza, luego me doy cuenta que no ve, así que digo un simple "no"— Necesito contexto —pide.
—Como sabes, tuve cáncer a los once, me lo diagnosticaron a los once, en sí, tuve un año y medio de quimioterapia.
»Ella era hija de la doctora que me veía a mí. Yo tenía dos meses internado en la clínica cuando la conocí.
»Ella entró a mi habitación, se estaba escondiendo de su madre. No te mentiré, me pareció muy guapa. Cabello oscuro que le llegaba por la cintura, sus ojos eran grandes y azules. Su piel es súper pálida, siempre bromeaba, diciendo que era una vampiro, que le quitaba la vida a los demás, mentira no fue.
»Así como se le notaba lo hermosa, se le notaba lo mayor, no tenías que ser adivino para saber que era una adolescente. La recordaría como la chica hermosa que un día se escondió en mi habitación o pensé que así sería.
»Una semana después, ella volvió a aparecer en mi habitación, mis papás se acababan de ir a comprar algo en la farmacia, mis hermanos estaban en la escuela, estaba solo y empezamos a hablar.
—¿De qué? ¿Cómo empezó esa conversación? —Apoyo mi barbilla en su cabeza, sin dejar de abrazarla.
«—Hola, eres Alex ¿no?
—Aleix —la corregí.
—Lo siento. —Me dio una sonrisa, sus labios iban pintados de un fuerte color rojo—, es casi lo mismo. —Se sentó en la orilla de mi cama.
—Descuida, ¿cuál es tu nombre?
—Karine Messer —contestó, meciendo sus piernas en el aire.
—¿Eres hija de la doctora Kimberly?
—Sí, ¿ella te atiende a ti? —Asentí, ella sonrió— Siento que te he visto en otra parte, me pareces conocido.
—¿En serio? No lo creo —me hice el perdido.
—Claro, que sí. ¿Cuál es tu apellido?
—Miller.
—¡Lo sabía! Eres el que sale en esta película, la de los retos. —Asentí, con una pequeña sonrisa.
—Sí —dije apenado—. Por favor, no vayas a subir nada a ninguna red social o le digas a alguien en que hospital estoy —le pedí.
—Tranquilo, si lo hago, mi mamá me matará.
—Vale.
—¿Cuántos años tienes? —me preguntó.
—Doce —le contesté.
—Pareces de más —me dijo, yo reí nervioso. Ya quería que mis papás llegarán, tenía sueño y ganas de descansar.
—¿Cuántos tienes tú? —cuestioné, por cortesía.
—Quince, solo tres años más que tú. Casi nada.
—Sí, casi nada.
—¿Tu hermano es el pelirrojo?
"Sí, que le guste Axel, sería genial que tuviera novia"
—Sí, ¿por qué? ¿Te gusta?
—No, para nada. No es mi tipo —negó.
—¿Cuál es tu tipo, entonces? —mi lado chismoso salió a la luz, tal vez a Hunter u otro de los amigos de mi hermano le gustaría.
—Así, como tú. —Trágame tierra.
—¿Sí? —Más de una de mis compañeras del colegio me habían dicho que era guapo, pero eran de mi edad, ella no. Por eso me tomó por sorpresa»
—No me trago la tierra, pero mis papás llegaron y la corrieron amablemente, solo le dijeron que tenía que descansar.
«—Nos vemos pronto, Alex —se despidió.
—¿La conoces? —me preguntó papá, mientras acomodaba mis almohadas.
—Es hija de la doctora Kim. —Ellos asintieron—. ¿Se quedarán conmigo?
—Claro, mi cielo. —Mamá dejó un beso en mi frente, sonreí.
Les hice un espacio en mi cama, ellos se acostaron, mamá en mi lado derecho y papá en mi lado izquierdo»
—El otro día vino y el siguiente y el siguiente...
—Que intensa —se queja, Rav. Trayéndome al presente. La abrazo con más fuerza.
—El tercer día, me llevo galletas, las había hecho ella. Estaban muy ricas. Ese día volvimos a tocar el tema de yo siendo su tipo.
«—Eres muy sexy, Alex —me dijo, yo me reí.
—¿Sexy? Solo soy un saco de huesos. —El tratamiento me quitaba el apetito, el único alimento que entraba a mi cuerpo, eras suero por mis venas.
—Igual eres sexy —insistió, me encogí de hombros, acomodándome en mi cama, cerrando los ojos.
—¿Tienes quimio hoy? —Asentí— ¿Te puedo acompañar? —Abrí los ojos, para verla.
—¿Por qué quisieras hacerlo?
—Quiero estar contigo, sé que es fuerte ese tratamiento, me gustaría acompañarte, para que sepas que no estás solo.
—Descuida, mis papás y mis hermanos siempre lo hacen, nunca he estado solo. Mis amigos también han venido. No te molestes.
—Pero yo quiero. —Tomó mi mano, con cables y pequeñas vías en ella.
—Está bien —desistí, no quería que pensará que era egoísta.»
—Un rato más tarde entro su mamá, junto a una enfermera y empezaron a preparar todo. Axel y Axa llegaron unos segundos después.
«—¿Preparado para las mejores horas de tu vida? —Axa tenía unas cartas en sus manos, Axel traía su tablet.
—Yo lo acompañaré. —Karine les cortó el paso.
—¿Y tú quién eres? —le preguntó Axa, parándose al frente de ella con los brazos cruzados sobre su pecho.
—Alex y yo estamos saliendo —le contestó, con desdén. Mis hermanos encontraron mi mirada confundida.
—¿Perdón? —exclamó Axel.
—Te perdono, los perdono. Ahora váyanse, soy su novia, yo lo puedo cuidar. —Mis hermanos voltearon a verme, me conocen bien, sabía que ella decía era mentira.
Yo me quedé en silencio por la impresión, ni podía hablar. Mis hermanos buscaron mis ojos, pero ellos están fijos en la lámpara.
—Bueno. —Axa metió las cartas en su bolso—, nos vemos luego, Aleix.
—Te amamos —agregó Ax, abrazando su tablet. Salieron de la habitación, Karine se volteó hacia mí.
—¡Estaremos a solas! —celebró. Yo la miré confundido.
—¿Qué fue eso? —pregunté neutro.
—Nada, solo les dije a tus hermanos que estábamos saliendo.
—No estamos saliendo —la corté.
—Claro sí.
—¿Desde cuándo?
—Desde ahora —declaró, yo me hundí en mi cama, el dolor ya familiar, se estaba habiendo presente—. Para esto estoy aquí. —Se acercó a mí y me acunó en sus brazos, poco a poco, me fui olvidando del dolor, porque estaba concentrado, pensando en cómo quitarme a la loca de encima»
—Ni siquiera decía tu nombre bien.
—Me parecía lindo, una especie de apodo, solo ella me decía así, era especial.
—¿Era especial que no se supiera su nombre?
—Sí...
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