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Capítulo treinta y tres: bipolar

—¿Qué? ¿Por qué? —No entiendo nada.

—Karine te denunció, bueno, nos denunció por secuestro. Hizo toda una historia en donde tú huíste con Astrid Lizeth, prohibiendo verla.

Mi mundo cae en seco, dándome cuenta de lo grave de toda la situación.

—Pero... eso es mentira. Yo no la secuestré... yo nunca le prohibí nada...

—No hay pruebas de ello. No hiciste una denuncia por pensión alimenticia o ausencia. Solo la registraste como tu hija —explica mi hermano mayor.

—Sin embargo, tú nos habías dicho que sí lo habías hecho. Por lo tanto, ¿qué pasó ahí, llizo? ¿Por qué nos mentiste?

«¿Cómo que no hiciste la denuncia»

—Lo ví innecesario, no quería que pensara que necesitaba del dinero de sus padre, o algo.

—Aleix, no se trataba si necesitabas de ella o algo. Se trataba de asegurar que exactamente algo como esto no sucedería. —Aparece papá en la sala, completamente serio.

—Lo... siento. No lo pensé, no lo sabía. ¡Cómo iba a pensar que ella regresaría! —me exalto asustado. No me gustan que me acusen así— Papá, dime, por favor, que podré tener de regreso a mi estrellita. —El miedo y el llanto se apoderan de mí. Me cubro el rostro con las manos, ahogando un grito.

—Hijo, cálmate un poco. —Mi padre se arrodilla frente a mí—. Te necesitamos sereno, Astrid Lizeth te necesita calmado.

Respiro hondo, intentando controlarme. Destapo rostro, notando que Alexis se acerca a mí con una taza de té humeante, me lo extiende con una pequeña sonrisa tranquilizadora.

—¿Qué vamos a hacer? —cuestiono en un hilo de voz.

—Ya nuestro caso está esperando ser autorizado por un fiscal para ir a tribunales —explica papá, tomando mi mano que no sostiene la taza.

—¿Iremos a juicio? —pregunta Axel.

—Sí, Karine solicitó la custodia completa de Lizy, yo como el abogado representante de Aleix, por obvias razones rechacé esa petición. Ahora nos iremos a juicio.

—Pero para irnos a tribunales tardará, los casos no se asignan de inmediato. —Mis dos semestres de leyes no fueron en vano.

—Sí...

—¿Lizy dónde estará mientras tanto? —interrumpo a mi padre y abogado.

—Ahora está con Karine. —Escupo todo el trago de té que había ingerido, ahogándome.

—¿Qué? ¿Por qué? No tiene derecho.

—Bueno, de cierta manera sí lo tiene. Ya que ella hechó toda esa historia de tu prohibiendo verla...

—¿Puedo verla? Necesito verla.

—Bueno, teniendo en cuenta que tú eres el demandado... no creo que puedes verla hasta que al menos vayamos a juicio.

—Esto debe ser una broma. —Río sarcásticamente—. Una maldita broma...

—No maldigas, Aleixander Santiago —me regaña mi padre, totalmente serio

Dejo la taza a un lado, safándome del agarre de Samuel. Me levanto del sofá con intención de buscar mi móvil en mi habitación.

Al llegar al cuarto, lanzo la puerta como cualquier niño de diez años a que sus padres regañaron. Tirándome en la cama y sollozando mientras abrazo mi almohada.

Mi estrellita, puedo perder a mi estrellita.

Ya es de mañana y no sé nada de mi hija.

Dios, suéltame. No quiero seguir en tus batallas.

—¿Y si duermes un rato? —La voz de mamá siempre me da tranquilidad, siempre, excepto hoy.

—No puedo dormir. —Ya no sé por cual número de taza de café voy—. Quiero verla.

Doy vueltas por la sala de mi casa, pensando cómo está, sí ya comió... Anoche no me llamó para desearme las buenas noches, fue la primera vez en más de cuatro años en el que ella no me daba las buenas noches...

Mi padre intento hacer un trato con Karine, en el que tendríamos custodia compartida, pero ella se negó. Hemos intentando hacer otros negocios similares, pwro todos lo ha rechazado.

Bueno, ni siquiera ella, es su abogado, porque ella se niega a dar la cara.

Ya he llorado tanto que creo que me quedé sin lágrimas. Solo quiero a mi estrellita de vuelta, ¿es mucho pedir?

Suspiro, sentándome en el suelo. En la alfombra están las muñecas de Lizy, Axa me dijo que se habían quedado jugando un rato antes de irse a dormir una siesta.

Estaban preparando todo para dormir, sin embargo, alguien tocó a su puerta. Era los del seguro social mostrando su orden.

Muchas preguntas se formulando en mi mente, una de ellas es cómo sabían que mi hija estaba en casa de Axael, hubiera tenido más sentido que la fueran a buscar a mi casa.

Aunque al parecer ese fue su primera parada, anoche revisamos mi correo y estaban la demanda en el buzón, yo ni siquiera lo había revisado.

Mi hermana no me ha querido dar muchos detalles de la reacción de Lizy cuando le dijeron que tenía que irse, supongo que no fue muy buena. Ella siempre había estado conmigo, sumemosle a eso que ella odia a los extraños.

Toda mi familia está en mi casa, mi junta de abogados. Pero ninguno consigue una solución inmediata, ni siquiera han podido darme una visita supervisada...

No estoy bien, no me siento bien. El dolor de cabeza es muy fuerte y el estómago lo tengo revuelto.

Alexis me trae un té de manzanilla, yo no tardo en darle un sorbo.

Listo, eso era lo que necesitaba para vomitar.

Salgo corriendo al baño de invitados, me apoyo de mis rodillas vomitando el café, el té y las comidas del recetario en el inodoro.

Alguien peina mi cabello mientras vómito. El estómago cada vez lo siento peor.

Cuando creo que terminé, me acuesto en el suelo, me siento como si tuviera resaca, todo me da vueltas.

—¿Hijo? ¿Estás bien? —Mamá no deja de peinar mi cabello.

Me levanto del suelo, lavándome el rostro y enjuagándome la boca.

El sabor a vómito es lo peor que puede existir.

Al intentar lavarme la boca, me volvieron a dar arcadas. No dude en vomitar en el lavabo, pero me asusté cuando el sabor era diferente.

Me equivoqué, el peor sabor es el de la sangre.

Al dirigir mi vista al lavabo, este estaba cubierto de un líquido color carmín. No hay que ser un biólogo para saber que era.

Al parecer no me quedé sin lágrimas, porque estoy derramando muchas, mientras sigo vomitando la sangre de mis entrañas.

»Bebé, cálmate. No pasa nada. —Mamá intenta calmarme, pero su voz está más rota que la mía.

¿En serio esto está pasando?

Cuando por fin paro de vomitar, apoyo mi frente del espejo, observando lo que acabo de expulsar. No es la primera vez que me pasa esto y por eso me asusto.

Me enjuago la boca y me limpio el rostro con una toalla. La camisa también está sucia asi que me desasgo de ella.

El dolor en el abdomen cada vez se hace más intenso e insoportable, al llegar al punto de que me retuerzo en el suelo y lágrimas de dolor salen.

—Ya llamo a una ambulancia —reconozco la voz de mi hermana mayor.

Empiezo a sudar frío y la vista se me nubla cada vez más.

—Me duele mucho —gimo.

—Ya viene en camino, la ambulancia viene en camino. —Mamá habla entre sollozos.

En menos de un minuto de esa promesa, la ambulancia llega.

Me revisa la tensión, la presión y mil cosas más. Pero no me concentro en lo que hacen, el dolor no me deja.

Por mera coincidencia, me llevan a la clínica donde trabaja Asher.

Eso no es lo raro, lo raro es que él no se sorprende al verme llegar.

—La habitación nueve está vacía. — Automáticamente me dejan ahí.

—¿Qué te pasó? —Mamá le cuenta lo que pasó, él solo asiente, mientras hace su trabajo.

Asher me revisa y busca los exámenes que me hizo la última vez que nos vimos, los que todavía no nos habían dado resultados.

—Es un paciente de cáncer. Los paramédico se quedan en shock.

—¿Cáncer? Sus padres no nos dijeron nada relacionado al cáncer. —Me dejan en una de las camillas.

—Me enteré ayer.

—¿Ayer?

—Sí, ayer. —Asher con ayuda de enfermeras me ponen sueros y cables por todos lados—, ¿recuerdas que faltaban unos resultados? Bueno, me llegaron ayer.

»Un pequeño tumor está en tu estómago, pero al parecer se extiende más rápido de lo que pensé. Axel me contó todo lo que te está pasando con Lizy, eso puede tener relación, el estrés, angustia y tristeza son los mejores amigos de este tipo de enfermedades, les encanta hacerse socios para acabar con la vida de las personas.

—También dejé de tomar las pastillas —susurro, dejándome examinar.

—Las pastillas, no creas o no, si tenían el tumor controlado. No lo iban a eliminar, pero no lo dejaban crecer. —Me mete un aguja en el brazo, colocándome una vía—, por ahí pasaremos el tratamiento que sustentará las pastillas.

»¿Qué haz comido? —Me quita los lentes, revisando mis pupilas.

—Café.

—¿Solo café?

—También un poco de té.

—¿Cuánto?

—Mucho.

—Jum. Cada vez las piezas del rompecabezas se unen.

Creo que todavía no has procesando el hecho de que tengo cáncer.

Apenas estoy procesando en hecho de que puedo perder a Lizy ¿y quieres que procese que tengo cáncer? Vamos con calma.

El doctor me da un tratamiento para estabilizarme y se va, tiene a otros pacientes que atender.

Me quedo viendo el techo blanco que tanto odio.

También odio el olor a hospital, porque sí, el hospital tiene olor.

Y no se diga las luces, ¿acaso nunca tienen potencia? Las luces de los hospitales siempre son tenues, nunca alumbran por completo las áreas.

Odio todo lo relacionado a un consultorio, me recuerda a los peores momentos de mi vida.

—Raven ya viene para acá.  —Axel aparece en la habitación. Él y mamá fueron los que me acompañaron en la ambulancia. Mis otros hermanos y papá nos seguían atrás en el auto.

Ya había hablado con Rav antes de venir, está al tanto de todo lo de Lizy... pero no sobre mí.

«Tú también te acabas de enterar»

Me acobijo en la cama que usaré por los siguientes días; al parecer me pongo demasiado cómodo porque me duermo por un largo rato.

Cuando despierto Raven está a mí lado, dormida en una incómoda silla con su cabeza recostada en mis piernas. Sonrío, peinando ligeramente su cabello con mis dedos.

—¿Qué pasó? —balbucea, restregando su nariz contra mi pierna.

—Una ola. —Ella alza su rostro, mirándome con una ceja arqueada—. Te amo —susurro, quitando los mechones de cabello que le cubren el rostro.

—Y yo a ti, raro. —Se acerca a mí, dándome un beso corto en los labios—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor ahora que estás aquí —contesto contra su boca, ella sonríe.

—¿Soy tu medicina? —cuestiona divertida, yo río.

—Yep. —Una simple palabra mata totalmente el momentos, despertándome a mí realidad.

Raven nota mi bajón, peinando mi cabello.

—La tendremos de vuelta —me asegura, yo miro un punto indefinido en la pared.

—Nunca pensé que volvería a esto —susurro.

—¿Al hospital? —Ella se acuesta en un lado de mi camilla, yo me acorruco contra su pecho.

—Sí, al hospital —miento.

A lo que en realidad me refería era a Karine, nunca pensé que volvería a estar en su juego.

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