Capítulo treinta y dos: todo es mental
27 de febrero, 2021
Salgo del consultorio de Asher y en silencio camino hacia CML. Sí, la clínica donde trabaja mi amigo está muy cerca de la casa blanca.
Mi guardaespaldas me trajo, pero hoy quiero caminar. Necesito hacerlo.
Llego a mi destino y pido café con galletas. No me he comido una galleta, cuando ya la ácidez en el estómago se hace presente.
La cita de hoy con Asher se reproduce una y otra vez en mi cabeza.
«—No veo nada mal en ti. —Se sienta en su escritorio—, tampoco en los exámenes. Creo que todo está aquí. —Con su índice señala su cabeza»
¿Será verdad? ¿Todo es mental?
El último mes he estado bajo estrés y presión, al llegar un pequeño síntoma, ya me hago toda un libro donde muero al final. Increíble.
Con la mente hecha un caos, me obligo a ingerir las seis galletas que pedí y me tomo todo mi café. Si todo es mental... Debo ayudarme.
Le escribo un mensaje a mi padre, salundándolo y preguntándole que si me consiguió la consulta con el psicólogo que me veía antes.
Mi padre no tarda en contestar afirmando mi pregunta, comentándome que me consiguió una cita para el siguiente lunes, o sea, entre dos días. Suspiro aliviado y agradeciéndole, antes de volver a bloquear el móvil. Dejo el aparato volteado sobre la mesa, observando todo a mi alrededor.
Una chica está sentada, concentrada escribiendo algo en su laptop. Debe ir a la universidad de derecho, ya que en su mesa hay más de cinco libros con títulos relacionados a ello.
En otro lado está una pareja, la chica le da la comida en la boca al chico, antes de reír. En su dedo anular se ve un anillo con una bonita piedra.
Sigo paseando, encontrándome a una chica, en el rincón de lectura. Inmersa en el libro que está leyendo, en el título se lee El Principito.
Recuerdo que ese libro nos lo mandaron a leer en el colegio, en quinto grado, si mal no recuerdo. Desde entonces se ha vuelto de mis libros favoritos y el de Xahi.
Ahora mis ojos van a la calle donde está empezando a llover; un niño, de unos doce años, pasa en su bicicleta a la velocidad del rayo llevándose por el medio a un hombre de traje que venía hablando por teléfono. El niño se disculpa, el hombre le da una rápida sonrisa antes de seguir por su camino.
La lluvia empezó a caer con más fuerza. Una chica embarazada corre hacia su auto, atrás viene el que creo que es su esposo. Este le abre la puerta del auto y la ayuda a subir a este.
El mundo sigue avanzando, sin importar que te está pasando a ti o a los demás, la vida sigue pasando.
Hay que vivir, sin importar qué. La vida es más corta de lo que creemos, cualquier día podría ser el último; hay que vivir cada día como el último.
Me refugio de la lluvia bajo el techo de la cafetería, Melia me saluda desde el mesón de las órdenes, al llover, no soy el único que decidió quedarse aquí, así que el establecimiento está lleno.
Suspiro, tomando una de las servilletas y tomando uno de los lapiceros que nos ofrecen. Empiezo a escribir, escribir las cosas que pasan en mi mente, plasmar mis sentimientos. Últimamente he estado muy alejado de la música, lo que me decepciona, la música solía ser mi refugio contra la lluvia.
Así paso el resto de la mañana, escribiendo y borrando, también les voy dando una melodía en mi mente, cuando este en casa las plasmaré mejor.
Llamo a los representantes de los invitados de la fiesta de Lizy, pidiéndoles perdón por los inconvenientes. Ninguno de ellos presentó quejas, todos me tranquilizaron y la mayoría pidieron que Lizy les guardara pastel.
Pido más galletas cuando me da hambre, tal vez si era psicólogo lo que me estaba pasando.
Ni cuenta me di cuando oscureció, cuando ocupas la mente el tiempo pasa rápido.
También tenía mucho tiempo que no pasaba tiempo solo, si no estaba con Lizy, estaba con mis hermanos, y últimamente con Raven. Necesitaba esto.
Me levanto de mi silla, despidiéndome de los trabajadores del lugar y dándole un abrazo a Melia.
Afuera, Dan me está esperando. No crean que lo dejé ahí todo el día, antes de salir lo llamé para que me viniera a buscar.
Subo al auto en silencio, estoy tan cansado y no hice nada. Pero si quiero hacer, quiero hacer las cosas bien para mí, para Lizy, para mi familia y para Raven.
No quiero ser más un cuerpo andante, actuando en automático, quiero vivir, disfrutar mi juventud.
La única razón por la que mi cuerpo no está tres metros bajo tierra es Lizy, ella me ata a estar aquí. Muy a mi pesar, la quiero ver crecer, no podría hacer eso desde la otra vida.
Lizy se quedó en casa de mi hermana mayor, pasará el fin de semana allá. Y yo tendré el fin de semana solo para mí.
Al llegar a mi casa, me quito toda la ropa, quedándome en ropa interior y así, me paseo por mi hogar. Hasta Kitty se fue, él está con Alexis.
Me voy a mi habitación, donde tiro todas las pastillas que he estado consumiendo estas semanas. Tal vez ellas sean las causantes de mis malestares.
Regreso a la sala, donde enciendo la TV y busco algo bueno que ver. Están pasando un maratón de Criminal Minds, me levanto del sofá, buscando snacks, cuando los encuentro regreso a mi sitio. Poniéndome cómodo entre los cojines.
Veo más de doce capítulos, hasta que me cuesta mantener mis párpados abiertos.
«Creo que ya es hora de dormir»
Camino a mi habitación, arrastrando los pies. Me tiro en la cama, quedándome dormido apenas y mi piel roza las sábanas.
Me despierto a las dos de la tarde del día siguiente, tenía mucho tiempo que no dormía tanto, Lizy solía despertarme a primera hora.
Me quedo un largo rato observando el techo y analizando mi existencia.
Hoy retomaré el ejercicio, tengo que hacer cosas productivas.
Me doy una ducha rápida y me como unas tostadas. Con mi ropa deportiva, salgo al gimnasio, para matar mi flojera, decidí irme trotando a este. Al llegar, estoy cansadísimo, tomo un sorbo de mi agua y empiezo a hacer una de las tantas rutinas que solía hacer.
Ahí se me va el resto de la tarde.
En el almuerzo-cena regreso a casa, donde cocino una receta nueva, recién sacada de un libro de cocina que tenía agarrando polvo.
Tiene buena pinta, se parece mucho a la imagen de referencia del recetario, supongo que tan mal no me quedó.
Al terminar de comer, lavo todo lo que ensucié. Tengo lavavajillas, pero decido hacerlo todo a mano; igual que limpiar mi casa, por lo grande y el tiempo que no tenía siempre contrataba a personal para que la asearan.
Hoy toca hacerlo yo solo.
En eso paso el resto de la noche, como dije, la casa es grande. Cuando por fin finalizo, estoy más cansado que cuando hice ejercicio, pero el resultado me da paz.
Vuelvo a hacer otro platillo del recetario para la cena (a las tres de la madrugada), este me quedó mejor que el del almuerzo. Al terminar me doy una ducha y me vuelvo a tirar en la cama.
Reviso el teléfono y me encuentro con el buzón lleno, todos son mensajes de papá y mis hermanos. Hasta tengo mensajes de Raven. La preocupación se adueña de mí. Tenía el móvil en silencio, por eso no me llegaban las notificaciones.
¿Le habrá pasado algo a mamá? Ella fue la única que no me llamó.
Todos los mensajes son recientes, no tiene más de diez minutos que llegaron.
Tú: que pasó?
aXa: TE ESTAMOS LLAMADO, POR QUE NO CONTESTAS?
Tú: tenía el teléfono en silencio, que pasó?
alcohólico anónimo: abrenos la puerta
Apenas y leo el mensaje, cuando ya estoy en la puerta de mi casa. Ahí están Xahi, Axel y Alexis.
Alexis me abraza y me da un beso en la mejilla. No debe de ser nada grave, para estar con esa tranquilidad.
—¿Qué pasó?
—Siéntate primero. —Ax me guía a uno de los muebles.
¿Qué broma harán?
—¿Le pasó algo a mamá? —Ellos se miran.
—Lo siento —susurra Xahi, viendo el suelo.
—¿Qué pasó? —Ahora sí me estoy preocupando, tenía fe de que todo fuera un juego—. ¿Dónde está mamá? ¿Qué le pasó?
—Ella está bien —me asegura Ax, el alma me vuelve al cuerpo.
—Entonces... ¿Cuál es la emergencia? —estoy muy confundido.
—Lizy...
—¿Qué pasó con ella? —No lo dejo terminar de hablar.
—Ella...
—¿Qué le pasó?
—Joder, Aleixander. Si nos dejarás hablar, tal vez te enteraras.
Respiro hondo, no debe ser algo tan malo. Ellos están serenos.
—¿Qué pasó? —los insto a seguir.
—Lizy la tiene retenida el seguro social.
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