Capítulo treinta y cuatro: despedida
3 de marzo, 2021
Es oficial, el cáncer regresó.
Finjo escuchar lo que dice el doctor, total, ya sé lo que tenía que saber.
El cáncer volvió.
De todas maneras mamá decidió acompañarme hoy, sé que ella si está prestando atención al Doctor Howland.
El caso de Lizy todavía está en espera, hoy se cumplen cinco días desde que no veo a mi estrellita.
Mi representante se encargó de infórmale a Scott y Leo mi situación de salud, ellos no tuvieron problema, de hecho aseguraron que esperarían que me mejorarapara seguir con el proyecto. La culpa me consumió cuando me enteré de esa promesa.
Raven me que Karine le había terminado a Eric el día del cumpleaños de Lizy, primera cosa en la que Karine Messer no mintió.
El doctor nos deja a mamá y a mí solos en el consultorio. Por lo poco que presté atención, me harán una operación de emergencia para extraer el tumor en mi estómago. Una operación con muchos riesgos, igual que cualquier otra.
Al yo haber padecido cáncer anteriormente, hay mayor probabilidad de que la operación sea en vano, igual que si de resultados. También que en unos años el cáncer regrese.
Hoy me he sentido bien, los medicamentos hacen que los síntomas desaparezcan. Pero el cáncer cada segundo que pasa se sigue regando, continua avanzando.
—Quiero ir a casa.
—Bebé, el doctor dijo que tenían preparado todo para hacer la operación hoy.
—¿Qué tal el sábado? —intento negociar.
—Es delicado y peligroso, tienes que hacértela lo más pronto posible.
—Sé que es peligroso, por eso quiero ir a intentar ver a Lizy, no sé si lo haré de nuevo. —Mamá suspira. Yo sonrío, sé que la convencí.
—¿Qué vas a hacer estos tres días?
—Vivir.
—¿Qué quieres? —La madre de Raven me ve de arriba a abajo.
—A su hija, vine a verla.
—Pasa. —Debería darle a esta señora unas clases de actuación, para que aprenda a disimular su desagrado hacia mí o hacia todos.
Voy directo a la habitación de Rav, toco la puerta una vez, dos, tres, cuatro... Mejor le escribo un mensaje. El mensaje le llega, pero no lee, mucho menos obtengo respuesta.
Ansioso, paseo la vista por la casa, que está impecable, todo está en su santo lugar; las paredes están vacías, no hay ninguna fotografía familiar, corrección: no hay ninguna fotografía. Solo cuadros de flores.
Las puertas con la identificación de Oliver está entreabierta, me acerco como chismoso que soy. Dentro de la habitación hay alguien acostado en la cama, reconozco ese cabello.
—Toc, toc. —Rav se sobresalta por mi voz.
—¿Qué haces aquí? —Está sorprendida, pero no tarda en darme una sonrisa.
—Vine a verte.
—¿Por qué? —cuestiona, acercándose a mí y dándome un fuerte abrazo.
—Porque te escapaste de mí, pensé que estabas en mi casa. —Aún en mis brazos, la hago caminar hacia atrás, quedando sentanda en la cama de su hermano, yo me siento a su lado.
—Tengo miedo de que pase de nuevo —susurra, recostando su cabeza de mi hombro, la imito.
—¿Qué pase qué?
—Que lo pierda todo —habla en un hilo de voz, mi corazón se rompe.
—Todo estará bien, todo debe estar bien. —La abrazo, los dos nos aferramos en uno al otro.
—¿Has hablado con Lizy? —cuestiona, después de unos largos segundos de silencio.
—No, no me dejan. —Suspiro, ella toma mi rostro entre sus manos.
—Todo va a estar bien —repite mis palabras. Le doy una sonrisa de boca cerrada.
—Vine a buscarte, pospusieron la operación para el sábado, me gustaría pasar el día contigo. —Raven sonríe, volviéndome a abrazar.
—Solo deja que me cambiarme para irnos a tu casa. —Se separa de mí, quitándose la sudadera y quedando en sujetador. La misma sudadera gris llena de perfume que llevaba aquel día que nos peleamos.
—¿Era de tu hermano? —pregunto lo obvio, ella sigue concentrada buscando una camisa para cubrirse.
—Sí, era su favorita, siempre la traía. —Sonríe un poco ante el recuerdo.
Se viste con una franela y sustituye su pantalón de pijama por un short de jean.
Con eso listo, salimos de la habitación de Oliver en silencio.
—Sé que ustedes se llevarían bien —comenta, cerrando la puerta del cuarto de su hermano.
—¿Sí?
—Sí, tienen cosas en común —contesta, guiandonos a la salida.
—¿Cómo cuales? —pido saber lleno de curiosidad.
—Como que los dos son lentos. —Es increíble que a pesar de toda la oscuridad que nos rodea, Raven sigue siendo un rayo de luz, un sol para mí.
Al llegar a mi casa, todo está en silencio, todo está apagado. Una lágrima escapa de mi ojos, Raven la toma con su dedo anular.
—¿Quieres que nos vayamos de aquí? —Asiento desesperadamente.
Lizy es mi estrellita, aquella que siempre brillaba e iluminaba mis días, mi vida. No sé cómo será sin ella, ni siquiera me permito pensarlo.
Regresamos a mi auto, Raven conduce esta vez. Pasamos al frente de mi cafetería favorita, no dudamos en pararnos allí.
Nos sentamos en la mesa más alejada que hay, la misma que la primera vez que Raven y yo interactuamos.
—¿Por qué huíste aquel día? —pregunto con el recuerdo fresco.
«Hablas como si hubieran pasado tres años»
No es el momento, Pepe Grillo.
—Mi mamá, como cosa rara. —Bufa viendo el menú—. Me había asegurado que tenía una emergecia, en realidad solo se le había acabado su dinero en efectivo y como yo soy su única fuente de dinero. —Suspira, yo tomo su mano sobre la mesa.
—¿Has ido alguna vez a terapia?
—No. —Deja el menú a un lado—, pero sí he pensado en ir.
—Yo fui cuando Karine estaba embarazada, quería ser un buen padre para Lizy. —Sonrío—, quería volver a retomarla, esa vez me enfoqué en cosas muy diferentes a las cosas que necesito sanar.
—Lo harás, cuando salgas de la operación, lo harás —afirma. Melia aparece a tomar nuestro orden, esta vez no viene muy animada.
—¿Es cierto? ¿Estás enfermo otra vez? —cuestiona con voz trémula, yo relamo mis labios.
—¿Quién te lo dijo?
—Xahi, pregunté por ustedes y me dijo que tú estabas en el hospital. Necesitaba que me lo dijeras tú...
—No sabes cuántas ganas tengo de negarlo, pero no puedo. —Tomo una gran bocanada de aire, los ojos de Melia se cristalizan.
—Estarás bien, yo lo vendiste una vez, será pan comido. —Parece que esa palabras son más para ella que para mí.
—Sí, pronto estaremos de regreso por aquí. —Raven lo sonríe a la rubia.
—¿Eso también es real? ¿Raleix es real? —cuestiona viendo nuestras manos unidas.
—Sí...
—Cuidamelo, Raven Stokes, cuidamelo. —Raven se engancha a una gran sonrisa.
—Creeme, lo haré. —Con eso la mesera se va en calma, regresando a su trabajo.
—Ella tiene razón, los venciste una vez, una segunda será pan comido.
«¿Por qué habla en plural?»
5 de marzo, 2021
Después de pasar todo el día con mi familia y amigos, ya llegó el momento de ser ingresado en la clínica.
La operación será a primera hora de mañana, por eso me van a ingresar en la noche.
—Te amo, hermano mayor. —Alexahi me abraza fuerte, no tardo en quejarme—. Perdón, perdón, se me había olvidado.
—Tranquilo. —Revuelvo su cabello.
Cada uno de ellos me abraza, Alexis hasta está llorando.
»¿Por qué se despiden? ¿Acaso no tienen fe?
—Sí, pero igual da miedo. —Lexi me abraza de nuevo.
De Hunter, Danielle, Asher, Camille y Credence me despedí temprano antes de venir a acá.
Mama y papá se quedaron en casa descansando, Raven será la que me acompañe esta noche.
—Me falta alguien —susurro triste, ella revuelve mi cabello.
—Cuando salgas de la operación empezará la batalla, la tendremos más pronto de lo que creemos —asegura Raven, dándome un beso en la frente.
Le hago un lado en mi cama, ella no tarda en captar la indirecta y se acuesta, yo me acurruco contra su pecho.
—¿Cómo estará? ¿Y si no nos volvemos a ver?
Mi novia no contesta nada, solo besa mi cabellera rubia y saca mis lentes.
Cierro los ojos, concentrándome en su olor a vainilla y canela. La puerta de mi habitación se abre, yo no me muevo, suponiendo que solo es una enfermera que me preparará para mañana.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —el tono que emplea Raven me hace abrir los ojos, aún sin lentes reconozco la figura femenina frente a mí.
—¿Volvió? —cuestiona Karine yo río secamente.
—Qué te importa —le contesta Raven, Karine se acerca a nosotros.
—¿Estás feliz? ¿Esto era lo que querías? —pregunto incorporándome en la camilla, poniéndome los anteojos y enfocando a la intrusa frente a mí.
Sus ojos están rojizos, su cabello hecho un desastre y su ropa no va ni un poco combinada... ella no está bien.
—Yo... yo no...
—Vete, por favor —suplico con dureza. Ella me mira, abriendo y cerrando la boca como un pez, sin saber que decir.
—Yo sí te amé, Aleix —confiesa en voz ahogada—. Pero más allá de amarte te envidiaba. —Ni Rav ni yo decimos algo, la dejamos hablar.
»A pesar que estabas en tu lecho de muerte, todos los días venía gente a verte, te traía regalos, pasaban el día contigo —su voz se quiebra—. Muchas personas te amaban.
»En redes hicieron tendencia tu nombre, todos rezaban por tu recuperación. —Me apuntan con su dedo amenazadoramente, pequeñas lágrimas caen por sus ojos—. Con apenas once años lo tenías todo, todo lo que yo soñaba.
»Mi madre pasaba todo el día trabajando esclavizada cuidando a niños como tú, pero nunca estuvo para mí cuando enfermé, me dejaba con niñeras con 40° de fiebre. —Peina su larga melena hacia atrás, tomando aire—. Mi padre huyó cuando tenía cuarenta días de haber nacido y mis amigos solo querían follar conmigo.
»Intenté estar a tu nivel, tenerte. Fue fácil, me aproveché el estado deplorable en el que estabas para lograrlo, estuvo mal, lo acepto. Todo lo nuestro estaba mal, lo sé, ¡pero mierda, Aleix! Cuando estaba contigo era el único momento en que sentía que le importaba a alguien, aunque no era así en verdad. —Suspira, succionando su mocosidad—. Cuando entré aquel día en una habitación como está y te interesante en mí con tu inocencia, se sintió... tan bien. El día que me terminaste yo sentí que me quedé sin nada, sin nadie, aunque tú estuvieras conmigo de forma enfermiza, me gustaba tu atención.
»No podía aceptar que te fueras, no podía dejarte ir. En medio de mi locura se me ocurrió la grandiosa idea de embarazarme, fue el peor error que cometí en mi vida. Pero era una mujer rota, que estaba desesperada porque estaba perdiendo todo lo que tenía. Me di cuenta de la gravedad de lo que había hecho durante el parto, cuando estaba adolorida por pujar y luego me encontré con un bebé llorón... A pesar de todo eso no era lo que yo quería para mí vida. —Hace una pausa, tomando una gran bocanada de aire.
Karine se recuesta de la pared detrás de ella, deslizándose por ella hasta quedar sentada en el suelo abrazando sus rodillas.
»Pensé que dejarte a la niña sería un "gracias" para ti. Ella estaría mejor sin miedo en todos los sentidos, siempre supe que tú serías un gran padre, estaba decidida a nunca aparecer en tu vida, estaba decidida a rehacer mi vida y ser una buena persona, pero el día de la cita pensé que era un señal divina del Señor, como dirías tú. Yo no tenía ni idea de que me encontraría contigo, fue una rara sorpresa. —Cada vez el tono de su voz se va apagando.
»Busqué tu nombre en internet, después que había vivido bajo una piedra evitándote. Ví todas las fotos de Astrid Lizeth y algo quemó dentro de mí, ¿cómo pude irme? —Vuelve a hacer una pausa para reponerse.
»En serio quería hacer las cosas bien, quería estar en su vida. No fui a su cumpleaños con malas intenciones, solo Eric me había comentado que se lo celebrarían ese día... Ahora me doy cuenta que debí quedarme como estaba, ir a la casa de tus padres fue el segundo peor error que he cometido en mi vida y jamás me perdonaré. Verla a ella rota, a ti... a Raven. No estaba bien.
»A diferencia de a ti, a mí sí me dejaron verla. Es la niña más inteligente, cautivadora y preciosa que he visto —comenta con una sonrisa—. Se parece más a ti y a tu familia que a mí. —Sonríe—. Querer hacer las cosas bien se fue al carajo cuando ví lo feliz que eras, que salias con una chica increíble a la cual mi hija llamaría mamá. —Mira a Raven—, yo no podía aceptar eso, mi lado egoísta me decía eso.
»Ahora te veo en esa cama otra vez, luchando con el mostruo otra vez y yo me siento tan mal otra vez. Las cinco veces que he visto a la nena lo más que hizo fue preguntar por ti y cuando te vería. —Solloza—. Me odio tanto, Aleix. Me odio tanto por haberte hecho daño, por hacerles hecho daño. —Cubre con sus manos su rostro—. Yo solo quería pedirte perdón, perdón por todo lo que te hice. —Solloza sin control, escondiendo su rostro en sus rodillas—. Perdoname, por favor.
Raven y yo nos miramos, sin creer lo que estamos presenciando.
Karine si me habia comentado un poco de su vida, pero nunca habíamos hablado de cómo se sentía.
Un poco de culpa se adueña de mí, solo un poco.
—Yo no soy Dios para perdonar. —Recuerdo las palabras que mi padre me dijo hace una semana—, pero aprecio tus disculpas. —Ella saca su rostro totalmente rojizo, sonriéndome.
—Me conformo con eso. —Se levanta del suelo, limpiando su rostro—. Retiraré la solicitud de custodia y la denuncia, esta vez sí haré las cosa bien. —Sonríe un poco, tomando el pomo de la puerta entre sus dedos—. Estaré rezando por tí, mereces vivir más con tu hija y con ella. —Señala a Raven con la mirada antes de irse.
—¿Qué mierda fue eso? —cuestiona Raven.
—Supongo que todos tiene una versión...
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