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Capítulo cuatro: cita, pero no cita

—Traje mis propios patines, creo que es un poco antihigiénico ponerse algo que, sabrá Dios cuantas personas usaron —comenta, sentándose en un banco cerca de los patines de alquiler.

—También traje los míos, ya había venido antes con mi hermana.

—¿Cuál? ¿Axael o Alexis? —No sé por qué me sorprende que sepa los nombres de mis hermanas, cuando son notoriamente famosas— Hice mi tarea —agrega con orgullo ante mi asombro.

—¿A qué te refieres con tarea?

—No quería que volviera a suceder ese incómodo momento de yo preguntando por lo progenitora de Astrid...

—No fue incómodo...

—Shist. No me interrumpas, odio cuando me interrumpen.

—Lo siento, no volverá a suceder...

—¡Lo volviste a hacer! —exclama y yo me quedo en un silencio absoluto, ella sonríe con suficiencia—. Así me gusta, en fin.

»A lo que me refiero con tarea es que... te investigué la vida en internet. —Saca unos patines de cuatro ruedas, blancos, de su mochila morada, la misma que traía cuando estábamos en la cafetería.

—Podías preguntarme cualquier cosa que quisieras saber —señalo, con miedo de que me regañe porque la interrumpí.

—Lo sé, pero no sabía que cosas quería saber de ti. Y para algo está el internet.

—Bueno, ¿qué descubriste? —cuestiono, lleno de curiosidad.

Me siento a su lado y saco mis patines, que combinan con mi atuendo de hoy.

—Lo primero que vi fue un vídeo en YouTube, con un título que decía "30 cosas que no sabías de Aleix Miller" —menciona, está concentrada intentando poner sus patines.

—¿Qué cosas dijeron?, para ver si son verdad. —Me levanto del banco con los patines en mis pies, Raven aún está batallando, intentando ponerse los suyos. Rio antes de arrodillarme frente a ella, para ayudarla.

—Gracias —dice y subo la mirada, me sorprendo por el rosa que cubre sus mejillas.

—No hay de qué —le resto importancia—. ¡Wow! —exclamo, fingiendo sorpresa.

—¿Qué? —pregunta. Jugando con mis rizos.

—¿Qué? —repito su pregunta— Eres mi Cenicienta, ¡los patines te quedan! —Sigo en mi papel de estar sorprendido, haciéndola reír.

—Una de las cosas que decía el vídeo era "Sus hermanos lo describen como un chico muy coqueto, amable y simpático. Él es todo un caballero".

—No puedo evitarlo, así soy. —Sonrío.

—Te diré las cosas que más me llamaron la atención —decide.

—¿De las que más te llamaron la atención de las treinta? Vale.

—Te gusta acostarte en el suelo a dormir; es algo que tienes desde bebé, ¡hasta pusieron fotos!, debías tener un año o dos, estabas acostado en el suelo, con un biberón en la boca. ¡Eras adorable! —Promete, enredando sus manos en mis rizos rubios.

—Es verdad —acepto, entre risas—, siempre me ha gustado el frío del suelo, es raro lo sé.

—Tienes razón, es raro —agrega—. También dijeron que o-di-a-bas que te tocaran el cabello. Pero yo lo estoy haciendo y no te has quejado.

—Pero si tengo ganas —ataco, antes de quitar sus suaves manos de mí cabello.

«¿Suaves manos de tu cabello?, ¡qué carajos fue eso!»

¿Qué? No tengo la culpa que sus manos estén hidratadas.

Me levanto del suelo, Raven me ve de arriba a abajo.

—Si lo odias, ¿eh? —susurra alto.

»Le tienes terror a las arañas —sigue contando, las nuevas cosas que aprendió de mí, gracias a YouTube.

Intenta levantarse del banco, me aguanto la risa cuando fracasa.

—¿Quién no le tiene terror a las arañas? —le extiendo una de mis manos, para ayudarla a levantarse, ella sonríe y la toma. Tiro de ella, lo que hace que Raven quedé cerca de mí. Mis fosas nasales se impregnan de rico olor a vainilla y canela.

—Yo no le tengo terror a las arañas, son adorables...

—¿Adorables? —la interrumpo, alejándola de mí—, ¿quién piensa qué las arañas son adorables? ¡Las arañas no tienen nada de adorable!

—Tú no puedes ir a Australia, definitivo, no puedes —declara, al tiempo que ¿camina o patina? No sé qué está haciendo la verdad, pero lo está haciendo mientras se agarra de los casilleros de la pared.

—¿Por qué no puedo ir a Australia? —pregunto, patinando a su lado.

—¿¡Cómo lo tú lo puedes hacer tan fácil!? —pregunta, cabreada— ¿Esto no es fácil!

—Si lo es —replico, patinando entre el diminuto espacio que hay entre un banco y otro.

—¿¡Podrías dejar de alardear!? —pide— ¡Eres un presumido! —Ella se aferra de los casilleros como si su vida dependiera de ellos.

—¿Quieres que te ayude? —Me acerco a ella.

—Por favor. —Quita su agarre de los casilleros, tirándose hacia mi cuando estoy cerca.

Me abraza por detrás y yo empiezo a patinar hacia la pista. Raven lo único que hace es clavarme las uñas (que hoy van del mismo color de su falda y chaqueta) en el abdomen y hacerme cosquillas con su respiración en mi espalda, por la diferencia de altura.

—Tuviste cáncer, cáncer en el estómago, cuando tenías once.

—También es correcto.

—Eres vegetariano. —Ya llegamos a la pista.

Lo primero que hago es soltarme del agarre de Raven; no es que me incomode, sino que sus uñas iban a llegar a mis intestinos.

«Dramático»

—Hmmm... Eso es falso. —Guío las manos de Raven a la barandilla que rodea la pista.

—¿Cómo qué es falso? No puede ser, YouTube me mintió. —Raven lleva una de sus manos a su pecho, en gesto dramático, rio.

—No soy vegetariano, solo no como carne.

—¿Por qué? ¿Defiendes la vida de las vacas, pero no la de los pollos? —cuestiona confundida. Vuelvo a reír.

«Cuando estás con Raven ríes mucho»

Mentira, yo me rio de todo. Hasta de mis desgracias; la vida es un carnaval.

—En realidad, comí carne hasta que tenía quince; fue el primer cumpleaños de Lizy. Mis padres hicieron asado y estaba toda mi familia. Cada vez que mi hermano y yo pasábamos cerca del asador agarrábamos un pedazo de carne y nos lo dividíamos. Llegó un punto en el que nos llenamos, de una manera excesiva y vomitamos todo en el inodoro. Bueno, yo fui él primero que vomitó, Axel le tiene asco al vómito, cuando me vió a mí hacerlo, se unió a la fiesta de vómito. Fue muy asqueroso y a raíz de eso los dos le tenemos asco a cualquier tipo de carne.

—Y todo fue por glotones. —Niega con su cabeza.

—Exacto, todo fue por glotones —acepto riendo, ella me imita.

—¿Cuándo empiezan las clases de patinaje, profesor Aleixander? —cuestiona, agarrándose tan fuerte de la barandilla que sus nudillos se encuentran blancos.

—Ahora.

—Tengo miedo —confiesa. No puedo evitar reír.

—¿Miedo de qué?

—Miedo de que mis dientes terminen en el suelo. —Ahora si me estoy riendo con ganas.

—Tranquila. Tu sonrisa estará igual de bonita que cuando llegamos.

—¿Lo prometes? —pregunta, viéndome a través de sus pestañas abundantes.

—Pinky promese —sugiero, extendiendo mi meñique.

—Las Pinky promese nunca se rompen, Aleixander.

—Lo sé, por eso la estoy usando —le respondo, aún con mi meñique extendido. Ella lo entrelaza con el suyo, no me pierdo la sonrisa que decora su rostro.

Sí, tiene una sonrisa bonita.

—Acércate a mí —le ordeno, ella me mira con ganas de asesinarme.

—Te tengo una oferta mejor, acércate tú a mí. —Rio, obedeciendo—. ¿Ahora qué? —pregunta, sujetándose de mis brazos cubiertos en tela.

—Tenemos que alejarnos de las barandillas.

—¡¿Qué?! ¡Es un no absoluto! —Me suelta, volviendo a resguardarse en las barandas.

—Confía en mí. No dejaré que te caigas —intento tranquilizarla, ella me lanza una mirada asesina.

—Mañana tengo una sesión de fotos para la portada de una revista.

—Que genial, me alegro por ti, pero ¿qué tiene que ver eso con esto?

—Que no me puedo caer, porque tendré moretones, mi piel es muy sensible. Un solo toque medio fuerte me dejará marcas por semanas.

—Gracias por el dato, pero no te caerás. No dejaré que eso pase. —Raven parece estar en una discusión mental consigo misma.

—Está bien —dice, por fin, celebro mentalmente—. Si me caigo, espero quede en tu conciencia.

—Créeme, quedará en ella. Ahora ven —la animo, ella vuelve a clavarme las uñas, solo que esta vez es en mis brazos. Tengo una sudadera, solo para que hagan una idea de lo fuerte que es su agarre.

Nos alejo de las barandillas. El dolor ya se siente familiar.

Cuando llegamos al centro de la pista, intento quitar las manos de Raven de mis brazos.

—Rav, necesito que me sueltes, para poder enseñarte —le explico. Nuestros ojos se encuentran.

—Nadie nunca me había llamado Rav; pensé que mi nombre no tenía diminutivo —dice pensativa, nuestros ojos no rompen el contacto visual.

»Tienes miopía y astigmatismo, y te da miedo hacerte la operación en los ojos, ya sabes para poder ver bien —dice Raven, cortando el contacto visual, lo que me alegra... Ya el aire se estaba poniendo raro.

¿Qué me está pasando con esta mujer?

—Es que van a abrirme el ojo, y levantarme una piel o no sé... ¡Ni siquiera sé que me van a hacer! Pero se ve traumático —me defiendo y ella ríe.

»Voltéate —le ordeno, ella no demora mucho en dar una vuelta sobre su eje, sosteniéndose de mí, claro.

—Aleix, agárrame, porque si me caigo, te mato. —Ya sé de donde viene el olor de vainilla y canela, viene de su cabello.

—Tranquila, hoy saldrás de aquí siendo una patinadora experta y sin un rasguño.

—Por tu bien, espero que sea así.

—¿Me estás amenazando? —cuestiono, ella se voltea para verme.

—Sí, ¿ahora es qué te das cuenta?

«Es que tú shampoo lo estaba drogando»

Gracias, consciencia, por defenderme.

»Ah, cierto que tú eres lento. No sé por qué me sorprendió —dice, volviendo a su posición.

—Y volvemos al principio. —Bufo, Raven ríe—. Raven, lo que vamos a hacer es...

—¡Que drástico cambio de tema! —se burla, entre risas. La ignoro.

—Tienes que hacer como si estuvieras caminando, pero sin levantar los pies del suelo. Luego de que tomas impulso te desliza y ya está.

—Vale, pero no me sueltes. Suena fácil, estoy segura que no lo es.

—No te soltaré.

Ella da un paso y...

—¡Es que me da miedo! —Ella está en el borde del llanto.

—¿Por qué te da miedo? Te estoy sujetando. —Mi tono de voz es el que suelo usar cuando hablo con Lizy.

—Bien, pero sujétame así. —Quita mis manos de sus hombros y las pone en su cintura desnuda—. Ahora sí.

»Ya yo sabía cosas de ti, ya sabes que eres actor, cantante, bailarín, padre —habla y hace lo que le recomendé, yo la sujeto—, solo eso, no suelo saber mucho de otros artistas, ni siquiera uso mucho mis redes sociales.

—Pero me comentaste una de mis publicaciones en Instagram y no llevaba mucho tiempo...

—Es que estaba modo acosadora, viendo todas tus publicaciones en Instagram, Twitter, Facebook —explica, divertida— Tampoco me gusta ir a entrevistas.

—¿Por qué? —Lo siento, Raven, es que soy chismoso.

—Experiencias pasadas —es la única respuesta que me da, algo me dice que no debo preguntar más.

—Yo no he tenido malas experiencias —agrego, distraído—. ¡Te lo dije! No era tan difícil —exclamo con emoción, ya hemos dados varias vueltas a la pista que se encuentra sin un alma, además de nosotros. Las razones son obvias.

—Ahora que ya sabes que tienes que hacer, te soltaré para...

—No, claro que no lo ha... —La suelto y me alejo medio metro.

»¡Aleixander! —grita, yo rio, está inmóvil en el lugar que la dejé.

—Estoy cerca, te podré atrapar antes que llegues al suelo —la intento consolar, dando vueltas a su alrededor.

—Si sigues haciendo eso, me marearé —comenta, haciendo que me detenga—. Aleix, no quiero caerme, ¡tengo miedo!

—Te voy a enseñar a patinar, como mi papá me enseñó a mí.

—¿Cómo?

—¿Quieres que te sujete?, bueno, tendrás que atraparme.

—Estás loco.

—Miren quien habla.

—Tonto, yo no haré eso. —Cruza sus brazos sobre su pecho.

—Tal vez te salga premio. —Vuelvo a dar vueltas a su alrededor.

—¿De qué premio estaríamos hablando? —cuestiona, mirándome a través de sus pestañas.

—No lo sé, cualquier cosa que pueda hacer o conseguir. —Solo me encojo de hombros, ella sonríe.

—Bien, acepto.

—Admito que... pensé que dirías que no. —Inclino mi cabeza a un lado—. Estoy preocupado, no sé qué quieres.

—Aleix. —Se acerca a mi patinando y sus manos sobre mis hombros—... No te pediré que me bajes las estrellas, porque claramente eso es imposible. Será algo que podrás darme y nos gustará. —Toca con su índice mi nariz. Mi preocupación aumenta.

»¡Ya te atrapé! —celebra, haciendo un baile raro.

«Ojalá se caiga»

¡Que son esos deseos, por Dios!

«Soy tú, así que esos son tus deseos»

Bueno, esto nunca pasó.

—Claro que no, así no era el juego.

—¿Vas a explicarme las reglas ahora, Aleix? Eso es trampa.

—No, no es trampa —contraataco—. No esperaste a que explicara el juego. Así que no es trampa —hago énfasis en la palabra "no".

—Bien, explícame entonces. —Se rinde, ahora yo soy el que celebra.

—Y patinaré lentamente y tú tendrás que atraparme —explico—. Tienes que abrazarme, no vale que me toques o me agarres un brazo.

—Hecho, empieza a patinar —me ordena, obedezco—. Estoy lista para la guerra.

Empiezo a patinar lentamente, las ruedas de los patines de Raven se escuchan detrás de mí.

Giro un poco mi cabeza, para ver qué tan lejos Raven está de mí. Me sorprendo cuando menos de un metro nos separan, apresuro el paso.

—¡Eso es trampa! —la escucho objetar, giro por completo mi cuerpo para quedar frente a frente.

—No, no lo es.

—Dijiste que lo harías lentamente, ¡ahora no lo estás haciendo lentamente!

—Así aprendes a patinar más rápido —explico, Raven me fulmina con la mirada.

—Bueno, está bien —desiste, apresurando el paso, yo me quedo donde estoy, por si ella se tropieza.

»¿Cómo puedes hacer eso? —pregunta con tristeza— Yo también quiero patinar de espaldas.

—Lo harás —la intento animar, mientras rio—. La práctica hace al maestro, maestra en este caso. —Raven muerde su labio inferior, el simple gesto me parece un tanto erótico, por lo que aparto mi vida a de ahí.

—Si tú lo dices. —Volvemos a estar a un metro de distancia, pero esta vez no pienso apresurarme, no quiero que Rav se caiga por mi culpa.

»Tu nombre iba a ser Aleixandre, pero tú papá estaba ebrio el día que te presentaron, porque era su cumpleaños y lo pusieron mal en la acta de nacimiento. —Ya había olvidado que Raven me estaba diciendo datos sobre mí mismo.

—Sip. Alexis y yo nacimos un día antes del cumpleaños de nuestro padre.

—¿Te imaginas que hubiesen nacido el mismo día? —pregunta con una sonrisa.

—Creo que no soportaría la idea de compartir día con otra persona —cuando termino suelto una carcajada, para que no suene tan mal.

—¿Ni con tu padre? —pregunta divertida.

—Ni con él. —Raven me mira y asiente, la distancia sigue igual entre nosotros; alguien tampoco quiere ir más rápido.

—Tu color favorito es el azul —sigue, poniendo sus brazos en su espalda.

—Igual que el de los psicópatas. —Mi respuesta la hace reír.

—Solo comes uvas verdes y sin semillas.

—Odio las semillas en las frutas, por eso...

—No te gustan las fresas, ni las guayabas —finaliza por mí, la miro con una sonrisa, ella se sonroja—. Pero si te gustan cuando las hacen en jugo. Pero no te gusta el jugo de uva.

—No me gusta el jugo artificial de uva, porque nunca saben a uvas, saben a jarabes para niños. —Raven asiente lentamente, aún con sus manos a su espalda.

—Tu segundo nombre, y también los de tus hermanos, empiezan por S.

—¿Te los sabe? —cuestiono divertido, es obvio que n...

—Sí, te los diré de mayor a menor.

»Axel Samuel, Axael Sophia, Aleixander Santiago, Alexis Siena y Alexahi Scott. —Cuando termina toma una gran bocanada de aire, yo aplaudo.

—Bravo, me impresionas.

—También sé sus cumpleaños, tengo alguna obsesión con saberme los cumpleaños de las personas —no deja que responda, empieza a decir las fechas de cumpleaños.

»Axel 23 de junio, Axael 18 de marzo, Aleixander y Alexis 11 de enero, Alexahi 1 de mayo.

—Te faltaron los signos. —Hoy vine con las vibras de Xahi sobre mí, burlándome de todo.

—También me los sé.

»Axel géminis, Axael piscis, Aleixander y Alexis capricornio, Alexahi tauro.

—¿Tu qué signo eres? —pregunto, espero y no sea sagita...

—Sagitario.

Hora de retroceder. Tenemos que retroceder.

—Me agradabas, hasta que me dijiste que eras sagitario.

—¿Qué tienes en contra de los sagitarios? —cuestiona, afectada.

—Mi ex era sagitario.

—Mi ex era hombre y no odio a todos los de su especie —la manera en la que lo dice me deja en shock, hasta que Raven empieza a reír, contagiándome su humor.

Eso me recordó a Alexis.

—Me está doliendo el abdomen —digo, entre risas. Cierro mis ojos mientras río.

—¡Te atrapé! —informa Raven, emocionada, como si yo no me hubiese dado cuenta que me está dando un abrazo asfixiante.

—Eso fue trampa, pero la verdad no quiero discutir eso ahora.

—¿Con qué moral vienes a declarar qué algo es trampa, Aleixander Santiago?

—No me digas Aleixander Santiago, ya de por sí es raro que me digan Aleixander.

—Vale, no lo volveré a decir. —Ríe.

»¡Ahora debes darme mi premio! —exclama, con sus ojos conectados con los míos.

—Bien, ¿qué quieres?

Un beso. —Sus ojos brillan.

—¿De tantas cosas que puedes pedir, pedirás un beso? Sabes que tú y yo nos besaremos muchos en estos siguientes meses —le recuerdo, ella frunce sus labios.

—¡Exacto! Debemos ir practicando. —Ruedo los ojos—. Y recuerda, todo se trata de fortalecer la química.

—Bien, prepárate para tener el mejor beso que tendrás en tu vida, Raven Stokes —advierto, antes de poner mi mano en su nuca, ella cierra los ojos antes que llegue.

Atraigo a Raven hacia a mí, rozando mis labios con los de ella, deslizo mi lengua por su labio inferior saboreando su brillo labial, antes de adentrarme en su boca y hacer que este beso comience.

Nuestros labios se mueven lentamente, en una total sincronización. A diferencia del beso que ya habíamos tenido, este es más profundo. Con mi lengua exploro su boca, saboreándola y disfrutando.

Deslizo mi mano, que no está en su nuca, hasta su cintura desnuda, el contacto hace que se me ericen los vellos en mi cuerpo.

«Bien, esto ya está raro»

Sí, consciencia, yo también me di cuenta.

Intento separar nuestras bocas, esto ya se está volviendo muy intenso para mí gusto, Raven arruina mi plan de escape.

Hunde sus manos en mis rizos, tirando de ellos cuando intento alejarme. Ahora es ella la que guía el beso.

«Apártate, ¡Aleixander, apártate!»

No puedo.

«¿No puedes o no quieres?»

Raven me besa rápidamente, mordisqueando mi labio inferior. La sigo, tampoco quiero hacerla sentir mal...

«¡¿No quieres hacerla sentir mal?! ¡Qué coños fue eso, Aleixander Santiago!»

Ignoro a mi consciencia, dejándome llevar por el momento, el momento en el que Raven Stokes devora mi boca.

Aunque no dura mucho, tienen que recordar que somos simples mortales que necesitan oxígeno para vivir.

¿Ahora estás feliz, Pepe grillo?

«Mu-chí-si-mo»

Raven detiene el beso, llevándose entre sus dientes el aro plateado que está en mi labio inferior, igual que la primera vez.

Sus labios de por sí son llenos, pero ahora se encuentran más hinchados, su labial está regado por toda su boca. Está imagen es una combinación entre adorable y excitante.

—Tienes gloss en tu boca —dice divertida, quitando sus manos de mi cabello y pasándola por mis labios.

—A ti también se te regó por todos lados —agrego, cuando deja de estrujar mis labios.

—Espera. —Tristemente tengo que quitar mis manos de su cuerpo, para que ella se aleje patinando a la salida de la pista. La sigo.

»Toma, límpiame —me pide extendiéndome un paquete de toallitas para bebé.

—¿De dónde las sacaste? —cuestiono, sacando una de las toallitas.

—De mi mochila. —Muestra su mochila morada, yo asiento.

»Límpiame —vuelve a pedir, acercándose a mí, frunciendo su boca.

Paso la toallita húmeda en su boca, quitando cualquier rastro de brillo labial que pudo haber quedado en ella.

—Listo —finalizo. Hago bolita la toallita y la meto en mi bolsillo, cuando no veo ningún bote de basura a nuestro alrededor.

Raven me agradece mientras saca un mini bolso de su bolso, de donde saca un brillo de labios y un espejito.

—Ahora si estamos listos —informa, juntando sus labios.

—Las clases de patinaje ya terminaron, señorita Stokes. —Me siento en unos de los bancos y empiezo a sacar mis patines.

—¿Ya te vas? —pregunta, el tono de su voz es ¿triste...?

—Hmmm... Creo que sí, ¿por qué?

—No, por nada.

«Ahora qué hiciste Aleixander»

Juro que no hice nada... creo


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