Prólogo
La lluvia inunda todas las calles de San Diego, colándose por dentro de mi chaqueta y zapatos congelándome los huesos.
Iría a cubrirme bajo algún techo de este diluvio, sin embargo el semblante deprimente de la noche en la ciudad combina muy bien con mis sentimientos.
La conversación que tuve con Luke se repite una y otra vez en mi mente.
—Me mudaré fuera del país. —Soltó él sin tacto, sin preámbulos.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntamos Credence, Hunter y yo en unísono, sin embargo el único del trío que poseía una voz rota era yo.
—Papá consiguió un mejor trabajo en Londres, se hará cargo de la empresa del abuelo por la indisposición de salud que posee —explicó relajado, su semblante tranquilo hizo que la rabia creciera en mí.
—¿No te puedes quedar en mi casa? Sabes que mis padres te recibirán, eres su hijo adoptivo...
—Fogatita, no lo hagas difícil, por favor —cortó mis balbuceos, lágrimas empezaban a inundar mis ojos, no tardé en mirar hacia la pantalla plana donde Mario Kart estaba en pausa.
—¿Cuándo te... irás? —se atrevió a preguntar Hunter.
—El fin de semana.
—¿Tan rápido? —cuestioné exaltado. Esto debía ser una maldita broma, una de esas bromas que mi mejor amigo solía hacerme.
Lágrimas empezaron a mezclarse con la fría agua de lluvia cuando volvió a sonar la voz de Luke diciendo "no es una broma, me iré el sábado por la mañana".
—¿Por qué? —susurro en la oscura soledad de la calle. Un auto no tarda en pasar a mi lado a la rapidez del sonido, llenando de barro mi chaqueta de cuero negro.
Era obvio que nunca me atrevería a confesarle mis sentimientos a Luke, a confesarle que estaba tan enamorado de él que solo tenía ganas de besarlo cuando sus ojos oscuros veían a los míos.
Que amaba estar con él, como me hacía reír y su tonto aire egocéntrico. Que lo amaba a él.
Jamás se lo diría, ni lo diría en voz alta a nadie más.
Decirlo sería poner fin a nuestra amistad con más de trece años de vigencia, era decirle adiós a todas esas tardes de Wii Sports, decirle adiós a los maratones de películas nocturnas que hacíamos hasta al amanecer.
Y ni hablamos de Hunter y Credence. Los cuatro habíamos hecho una amistad inseparable, no podía romper el cuarteto solo por un enamoramiento. ¿Con quién jugaría Mario Kart hasta que los DS se queden sin batería?
Mi móvil empieza a repiquetear en mis bolsillos, seguro son mis padres preocupados por mi ausencia. Soy tan solo un chico de dieciséis que no ha dado señales y ya son más de las diez de la noche.
Me sorprendo al leer el nombre de Mandy en el identificador, rechazo la llamada inmediatamente. No tengo ganas de hablar con ella.
Un mensaje no tarda en llenar la bandeja de notificaciones.
Mandy❤️: amor, ya me contaron tus hermanos sobre el viaje de Luke, sé lo importante que es su amistad para ti y quería recordarte que estoy para ti, soy tu novia, siempre estaré para ti. Te amo pelirrojo
—¡Mierda! —Estrello el móvil contra el duro asfalto. Me siento lentamente en la acera, abrazando mis rodillas y sollozando sin control.
Intento llenar mis pulmones con aire para calmarme, pero no lo logro. Las gotas de agua caen con más fuerza, como si supieran que el mundo se me está cayendo encima.
Lloro hasta que creo quedarme sin lágrimas, hasta que escampa y creo no poder soportar el frío de la noche, hasta que acepto que nunca más volveré a ver a mi mejor amigo.
Tal vez eso sea lo mejor, que se aleje de mí. Así podré superar y olvidar todo lo que siento por él, soñar despierto cada vez que me dice mi nombre quedará atrás, mi corazón dejará de partirse en mil pedazos cada vez que veo a mi hermana en sus brazos.
Axael... Seguro que ella también está devastada, ella de verdad está enamorada de Luke.
Suspiro recostando mi espalda del poste de luz. Peino mi rojizo cabello con mis dedos, tomando mechones entre ellos y jalándolos.
Mal. Di. Ta. Sea.
Puedo escuchar como mi hermano menor; Aleix dice "no maldigas, Axel".
Pero es horrible esto que estoy sintiendo, me está quemando, algo está quemándose en mi pecho, algo está muriendo.
Todo esto debe tratar de alguna maldición que le pertenece a algún antepasado, pero me tocó sufrirla a mí. De eso se debe tratar.
Me levanto del duro cemento, decidido a regresar a mi casa. Ya el frío se está volviendo insoportable. Recojo lo que quedó de mi teléfono sin esperanzas de que sirva.
Camino arrastrando las suelas de mis pies en toda la carretera, deseando que algún auto se apiade de mí y me atropelle.
Cuando ya estoy a una cuadra de mi calle, pierdo las esperanzas de que me asesinen hoy. Así que empiezo a crear mentalmente todo lo que le diré a Madisson la próxima vez que nos veamos, la próxima vez donde terminaré nuestra relación.
Ella no se merece todas estas mentiras, ella no merece no tenerme, ella no tiene la culpa de no enamorarme.
Aunque sea tengo que hacer algo bien en mi vida.
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