instinto de una madre.
Caminando por la calle iban feliz una pareja de casados, o al menos eso se veía a simple vista pues a pesar de que se veía un amor genuino entre los dos en sus ojos había tristeza.
Habían pasado tres meses desde que el cuerpo de su hijo desapareció, la investigación se había suspendido hasta encontrar nueva pistas.
Inko vio por el rabillo del ojo a un hombre alto y sombrero de copa a lo lejos, saludándolo con la mano siendo correspondida con un gesto cortes.
La primera vez fue cuando fue a hacer la compra, choco por accidente con él tirando su compra, el la ayudo a recogerla y se disculpe amablemente para irse rápido. Al revisar que no le faltaba nada encontró una flor de pétalos y tallo blancos con un botón rojo intenso.
Desde ese día se lo topo con más frecuencia, siempre con su característico sombrero de copa y parche, por alguna razón sentía como si lo conociera, su rostro siempre mostraba bondad y melancolía cuando se encontraban.
Su voz era suave y relajante apesar de su asentó extranjero, sus modales refinados y educados a pesar de ser un hombre joven era muy maduro y sabía darle buenos consejos.
Poco a poco se encariño con él, un sentimiento maternal salía a flote cada vez que estaba a su lado, varias veces conversaron tomando un café o un té en una cafetería.
Pero a pesar de la cercanía él no le había dicho su nombre, cuando le pregunto él la eludió sacando un tema de interesante para ella. Inko no quiso incomodar al joven adulto y ya no pregunto de nuevo.
La señora salió de sus pensamientos cuando su esposo le repitió su nombre por tercera vez.
Hisashi: -Inko?- al fin captando la atención de su esposa -¿Quien era ese muchacho que saludaste?-.
Inko: -es un amigo que hice recientemente, me a ayudado de vez en cuando y hemos platicado en más de un cafe-.
Esa respuesta no le gusto mucho a su esposo que no tuvo reparó en mostrar sus celos abiertamente.
Inko: -no te pongas celoso amor que solo tengo ojos para ti- dándole un beso en la mejilla -es solo que nos llevamos muy bien, a parte me recuerda mucho a nuestro... Izuku- dijo lo último con tristeza.
Hisashi solo abrazo a su esposa con fuerza sintiéndose culpable de su malentendido.
Ambos quedaron así durante unos minutos para después soltar el abrazo y continuar como si nada hubiera pasado, hoy era su salida especial para distraerse de los problemas y no lo echarían a perder
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Marido y mujer disfrutaban de la salida, fueron a un restaurante apartado, al cine e incluso a una pequeña convención. Estaban teniendo una cita que no habían tenido en años de su vida.
Pero cuando una situación es perfecta siempre va a ver los idiotas que lo arruinen todo. La noche había caído sobre la pareja, y como si de ratas se tratase hombres y mujeres salieron de los callejones rodeando a la pareja.
Apestando a alcohol, con ojos rojos y baba en las comisuras, era obvio que eran adictos a las drogas de todo tipo.
Se reían como hienas de la desdicha de la pareja, activaron sus quirk que en su mayoría era de punzo cortantes. Los hombres desbordaba lujuria y deseos obscenos cuando miraban a la peliverde, mientras que las mujeres solo veían apartadas como si de un circo de tratase.
Hisashi empezó a exhalar fuego a bocanadas, tal vez su quirk no era muy destructivo pero si letal. Veía a todas direcciones esperando el ataque de cualquiera.
Quemó a más de uno dejando quemaduras de tercer grado, pero al no entrenar su quirk se empezaba a cansar, por eso una estaca de piedra atravesó su hombre causándole mucho dolor.
Un fuerte puñetazo a su rostro y uno en la espalda lo lanzaron al suelo mientras que era apresado por dos de las mujeres. Los hombres empezaron a tocar por todos partes mientras babeaban a montones.
Hisashi solo se podía sentir impotente, sin poder hacer nada para detener a sus agresores, oro con rabia que un milagro ocurriese.
Un milagro que callo en forma de cuchillo que atravesó la garganta de uno. El sujeto se sacó el objeto desesperado mientras que de sus ojos, oídos y nariz salia sangre entrecortada.
Eso alertó a los demás pandilleros que se pusieron en guardia. De un callejón salió el hombre de sombrero de copa, en su mano izquierda tres cuchillos parecidos estaban sujetos entre sus dedos. De un movimiento de brazo otros tres sujetos cayeron de la misma forma.
¿?: -Les juro por Oedon que si algo les llegase a pasar a ellos... Rogaran por su muerte- amenazó a los restantes.
Delincuente: -pierdete imbécil al menos que quieras ser cortado en pedazos-.
Un proyectil se clavo en el pecho del parlanchín para explotar en fuego, revolcándose entre las llamas los demás vieron como era reducido a carbón.
¿?: -son unos idiotas al meterse con las personas equivocadas... Para su mala muerte yo no soy un heroe... Yo soy un cazador, y está noche me uno a la casería...-.
Inko miraba sorprendida y aterrorizada a su más reciente amigo. Un perfil completamente distinto al que ella conocía estaba frente a ella. Un aura amenazante y llena de intención asesina emanaba de él, su voz bondadosa fue remplazada por un áspero asentó de ultratumba, su ojo visible era de un amarillo profundo y sus pisadas agrietaban ligeramente el pavimento.
Niebla salió de su cuerpo haciéndolo ver más aterrorizante, una daga plateada apareció de la nada en su mano derecha y la partió para volverse dos. Detuvo su andar y en una fracción de segundos desapareció.
Lo siguiente fue una orquesta de gritos y llantos por todo el lugar, volaban extremidades y vísceras manchando las paredes y asfalto de rojo intenso, una masacre unilateral donde los victimarios se volvieron las víctimas.
No paso más de cinco minutos cuando todo lo que reinaba era el sepulcral silencio y el olor a cobré. El autor de la matanza se encontraba frente de la pareja. Su mirada fría desapareció para dar paso a una triste pero no arrepentida, el ver cómo los dos lo miraban con terror le dolía hasta lo más profundo de su alma.
Inclinándose se quita el sombrero y el parche para dejar al descubierto una melena verde y rizada, sus ojos volvieron a ser de color esmeralda y sus pecas en forma de rombo aparecieron de forma clara en su rostro.
Inko quedó paralizada y extendió sus brazos asta tocar el rostro de muchacho. El sujeto una de sus manos mientras cerraba sus ojos que lloraban como dos ríos silencioso.
Los recuerdos de su bebé llegaron a la mente de inko como si de un tren se tratase, el rostro de su niño cuadro de pronto con el del joven delante suyo, ¿Cómo no se dio cuenta antes?. De los ojos de inko lágrimas empezaron a brotar mientras temblaba de felicidad.
Inko: -¿Izuku eres tú?- su voz quebrada retumbó en la mente de su marido.
Izuku: -es bueno que estén a salvo mamá... Papá- una sonrisa triste y genuina adorno su cara.
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Fin del cap.
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