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Capítulo 41

La bailarina ya se encontraba en su barrio cuando la señora Robinson la llamó por teléfono. La chica se encontraba a pocas calles de la tienda que ella y su marido llevaban, por lo que decidió que era mejor no contestar el teléfono y esperar a llegar al lugar. Se imaginaba que iría a felicitarla por su lugar en el concurso.

Al llegar a la puerta de la tienda se dió cuenta de que Rosse estaba llorando. Julie se agachó y la tomó de las manos.

— Ey, Rosse, ¿qué pasa?

— Es Emily — Johnny miró a la chica a los ojos, mientras aguantaba también las ganas de llorar.

— ¿Qué? ¿Qué le ha pasado a Emily, Rosse?

— Ha aparecido Nico — al ver que su mujer no era capaz de contestar, volvió a contestar a la pregunta de la chica.

— ¿Qué le ha hecho ese psicópata a Emily, John?

— Ha ido a vuestro apartamento, pero no sabemos qué le ha hecho, eso te lo dirá la policía en el hospital.

— ¿Hospital? — Julie se levantó de golpe, mirando a ambos estupefacta.

— Tranquilízate... — Rosse no podía hablar por culpa de las lágrimas que caían sin fin por sus ojos.

— ¿Tranquilizarme? John, ¿qué le ha pasado a Emily?

— Cuando Nico se ha ido... lo ha vuelto a intentar — no pudo seguir mirando a la chica a los ojos —, se ha intentado suicidar.

La patinadora se llevó una mano a la boca. No podía creer que aquella pareja le estuviera diciendo la verdad.

— No, no, no... Emily ya no tenía pensamientos de ese tipo, las pastillas la estaban ayudando a salir adelante y, y, y... — se sentó en el suelo para pensar sus palabras e intentar entender las palabras del hombre que tenía delante suya.

— Julie, vamos al hospital, anda... le iban a hacer un lavado de estómago, no deben tardar mucho.

— Andes debo ir al apartamento... Yo... no puede ser verdad, seguro que está dormida en su habitación — corrió hacía el interior del bloque de pisos, seguida a pocos pasos por el señor Robinson.

Al abrir la puerta se encontró con las sillas tiradas por el suelo y los cuadernos de su amiga destrozados en la mesa. Su habitación no había sufrido ningún daño, pero la de su compañera estaba destrozada. La ropa se encontraba por el suelo, la mitad rota; sus libros ya no tenían páginas y sus gafas de repuesto se encontraban a pocos pasos de la puerta. Un bote de pastillas lucía sobre la colcha de la cama. Julie lo cogió. Al lado descubrió una foto de ambas. La bailarina cogió su teléfono y descubrió que tenía un audio de su amiga. Bajó hacía el coche de John y Rosse, camino al hospital.

Una vez dentro se sentó en uno de los asientos traseros del vehículo y se colocó un casco para escuchar el audio de su amiga. Comenzó a llorar desde que empezó a escuchar la voz de Emily.

Emily, por favor, no te vayas aun de mi lado...

— Julie, lo siento. Lo siento mucho, de verdad. No quería llegar a este punto, ya estaba todo bien y volvía a ser feliz, pero cuando lo vi llegar no pude evitar volverlo a intentar. Solo espero que Rosse te hubiera avisado antes de entrar en el apartamento... de verdad que no quería acabar así. Pero no pude más, de verdad que no. Lo he intentado todos los días, pero al ver las pastillas... de verdad que lo siento... Ojalá no me odies después de esto... — notó como se le quebraba la voz al hablar —. Igual te preguntas por qué te mando este audio de despedida a ti, en lugar de a mi madre o a mi padre. Pero la verdad es que... tú has sido mi madre durante este último año. Me has aguantado en mis momentos más difíciles y me has hecho sonreír con tus patéticas caras y bromas. Me has escuchado cada vez que te hablaba de lo mismo una y otra vez... Has hecho más por mí que por cualquier persona en este planeta. Por ello, te considero mi madre, Julie. Eres mucho más que eso, eres mi madre, mi hermana y mi vida completa. Solo, por favor, no te vayas a rendir y vayas a pensar en hacer cosas de las que te arrepientas el resto de tu vida. Quiero que sigas viviendo cada día con esa sonrisa que tanto me gusta en tus labios, para que así mi alma y mi vida siga con los seres que tanto queremos. Porque tú y yo nos hemos transformado en una misma persona durante este año, Julie. Te echaré mucho de menos, mi niña bonita, te quiero mucho.

***

***

Julie entró en el hospital acompañada de los Robinson. Tras preguntar por el estado de salud de la chica les pidieron que esperaran en unas sillas situadas junto a una puerta. De aquella sala saldría alguien en pocos minutos para comunicarles e informarles sobre el estado de salud de la joven.

Julie se quedó mirando al infinito mientras no podía estarse quieta. Movía la pierna con nerviosismo. Necesitaba a su amiga, ahora más que nunca. No podía morir. Aquel ser del infierno lo pagaría por lo que les había hecho, no iba a quedarse de rositas.

Una mujer de mediana edad salió de la sala. Julie se levantó de golpe, con un pequeño brillo de esperanza en sus ojos.

— ¿Son familiares de Emily Baker?

— Se podría decir que... sí, soy su hermana — Julie se sintió orgullosa de poder llamar a su amiga hermana —. ¿Cómo se encuentra?

— Puedes estar tranquila, Emily ha sobrevivido.

La chica no pudo evitar sonreír mientras dejaba salir las lágrimas que había estado aguantando durante tanto tiempo. Sin embargo, aquella mujer siguió hablando.

— No obstante, aun sin estar muerta lamento informarles de que la hemos perdido. Ya que la chica se encuentra muerta en vida. Ya no sabe quien es y no reacciona a los estimulos externos. Hemos intentado hacer de todo, pero la única solución que tenemos es internarla en un centro que la ayudará a reencontrarse. Lo lamento mucho, espero que se recupere.

— ¿Có... cómo? No, no, no... usted ha dicho que estaba viva...

— Sí lo desea puede pasar conmigo antes de que la llevemos al centro donde comenzará a vivir.

Julie entró con la mujer a la sala, mientras la pareja se quedaba esperandola fuera. En la sala vió a su amiga, sentada en la cama, mirando al infinito. La chica no pudo evitar abrazar a su amiga, con los ojos nublados por culpa de las lágrimas que ya recorrían su rostro.

— Oh, Emily — la tomó de las manos mientras la miraba a los ojos —, me alegro saber que estabas bien... Esta mujer me ha dicho que no sabes quién eres... pero tiene que ser mentira...

— Lo... siento, pero... ¿quién se supone qué eres?

La bailarina miró a su amiga sin entender si se trataba de una broma o era la pura realidad.

— Emily, soy la chica con la que has compartido apartamento durante un año. Soy tu mejor amiga, la que te protege y prefiere que le pase algo a ella que a ti. Por favor, Emily, tienes que hacer memoría y recórdarme.

— De verdad que no sé quién eres, lo siento mucho de verdad... pero creo que te equivocas de persona...

— Tú eres la chica que brilla y destaca entre las demás... Y yo, yo soy Julie Bown, tu mejor amiga. Soy tu caballero andante y te prometí llevarte al trono con una sonrisa en esos pequeños y rosados labios. Por favor, recuérdame...

— Siento mucho tener que interrumpirla, señorita, pero debe irse ya. Debemos trasladarla ya...

— De acuerdo, solo déjenme un minuto más — miró a la mujer. Esta le asintió con la cabeza levemente —. Emily, eres mi niña, mi vida. Solo debes recordar que siempre vas a poder con todo y que eres la chica más fuerte que voy y vas a conocer en toda tu vida. Solo recuerda eso — se levantó y comenzó a salir de esa sala sin poder ocultar sus lágrimas. Una voz la hizo detenerse y girarse, con una gran sonrisa entre sus labios.

— Gracias, adiós, Julie.

— Adiós, Emily — le lanzó un beso y salió de aquel lugar para reunirse con la pareja y contarle lo ocurrido, sin poder dejar de llorar.

***

***

Antes de ir a su hogar de nuevo, le pidió al señor y a la señora Robinson parar un momento en el número cuarenta, de la calle ocho de la avenida principal. Dudosos desearon aceptar. Una vez allí decidieron que era mejor esperarla dentro del vehículo, ya que fuera estaba comenzando a nevar.

— Buenas noches, Julie, ¿ocurre algo? — la chica que se encontraba en recepción se sorprendió al verla a esas horas de la noche.

— ¿Está aún el señor Ruiz?

— Sí, espere un momento.

La patinadora se sentó en una de las sillas, con más manos sobre sus ojos sin poder evitar llorar. La chica le informó que ya podía pasar. Una vez dentro, el hombre la miró claramente sorprendida. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar nada, la chica comenzó a hablar entrecortadamente por culpa de las lágrimas.

— Usted me dijo que había mejorado, que ya no pensaba en esas cosas. Me prometió que no perdería a mi mejor amiga. Pero se equivocó... ya no está... Emily Baker ya no sé conoce ni a sí misma.

— ¿Qué quiéres decir con eso, Julie?

— Me prometió que ya no se intentaría volver a quitar la vida, pero esta noche lo ha hecho... y no me podido hacer nada para evitarlo, no estaba ahí con ella para controlarla... yo...

— ¿Lo ha conseguido? — Su tono era neutro y directo.

— No, pero ya no sabe ni quien es... Usted me prometió que podría seguir con mi vida y que ella estaría bien... Pero no, no lo está. Mi amiga... Mi amiga ya no sabe quién soy... ¿¡sabe cuánto duele eso!? ¡Ya no se acuerda de nada de lo que hemos pasado juntas! Es... es como si todo hubiera sido un sueño y que nada hubiera pasado en verdad...

— Julie... la mente es la mejor y a la vez la peor arma de un ser humano, era el mejor enemigo de tu amiga...

— Usted me lo prometió... Ahora no tengo a nadie. A nadie... estoy sola. Sola... ¡Mi mejor amiga no me recuerda, joder! Era... era mi hermana... y... y usted...

El señor Robbinson entró en la habitación tras escuchar los muchos gritos de la chica. La cogió por los brazos y la comenzó a arrastrar hacía la salida.

— No es justo... no es justo... ¡No tendría qué estar así! Tendría que haberla encontrado en su cama dormida, no en una habitación sin saber ni quien es... Seguro que tiene miedo, no tiene su pijama de la suerte y...

— Ya, Julie... ya... — el hombre la sentó en la parte trasera del vehículo. Una vez ya en el asiento del conductor arrancó el coche y le comentó —. ¿Por mucho que llores y te quejes algo va a cambiar?

— No, John, no... pero ojalá... ojalá mi amiga pudiera seguir recordando quién es... duele. Y duele mucho...

— Lo sé, cariño... lo sé...

La bailarina miró por la ventana mientras las lágrimas se volvían presas de su rostro. Cayó dormida al cabo de pocos segundos.

***

***

Al llegar al apartamento notó como el silencio era sepulcral. Rosse y Johnny ya estaban en su respectivo apartamento, por lo que Julie tenía que acostumbrarse a estar sola en aquella ciudad. Marc ya estaba al tanto del intento de Emily, pero ya se encontraba en el avión a punto de partir, por lo que no pudo hacer nada en aquel instante. No pudo ir con ella.

La chica se encontraba delante de la puerta del edificio. Ya eran las nueve de la mañana y no había dormido nada aquella noche. Sin embargo, no se encontraba preparada para entrar.

— ¿Qué tal estás? — una voz conocida apareció al lado de la bailarina.

— Hola, Jenna. Hecha mierda, la verdad...

— ¿Y eso? — miró el interior del apartamento —. ¿Qué ha pasado aquí?

Le contó todo lo que había vivido aquella noche. La chica la escuchaba sin llegar a creerse lo que su amiga le contaba. Sintió lástima por ella al terminar de escucharla.

— Lo siento mucho, de verdad que lo siento mucho, Julie. Tan solo he hablado con ella pocas veces, pero siempre me ha parecido muy buena chica. ¿Cómo se lo ha tomado su madre?

— No sé si la han llamado o no... pero tendría que hacerlo...

— ¿Por qué no seguimos hablando dentro?

Julie miró al interior del apartamento, claramente nerviosa.

— Yo... no puedo. Aún no...

— Sí, sí que puedes — se adentró en el piso y le tendió sus manos —. Tú puedes con esto y con mucho más. Anda, vamos.

Las chicas comenzaron a caminar hacía el interior del apartamento. Julie sentía como sus ojos se volvían a nublar por culpa de las lágrimas. Una vez ya dentro Jenna la llevó al sofá del pequeño salón.

— Bueno, bueno, bueno... doña no puedo ya está dentro de su hogar — le acarició el hombro con cariño —. ¿Has dormido algo?

— No, me he pasado toda la noche en el hospital...

— Te entiendo... bueno, ¿prefieres qué me vaya o necesitas hablar con alguien sobre ello?

— Me vendría bien hablar con alguien... — las lágrimas se adueñaron de su rostro —, porque no sé qué tengo que hacer ahora. No sé como sentirme, no sé como vivir aquí después de haber perdido a mi mejor amiga. ¿Cómo voy a poder mirar a su madre después de esto? Me confió a su hija, y no la he podido mantener a salvo. No sirvo para nada...

— No digas eso... — le acarició la mejilla con delicadeza —. ¿De verdad piensas que sí no hubieras sido capaz te hubiera dejado cuidarla? Además, has hecho todo lo que ha estado en tu mano para cuidarla, pero a veces la vida no nos da el final feliz que queremos. Y no pasa nada con ello, Julie. Ahí no acaba la vida.

La chica se apoyó en las piernas de Jenna.

— Gracias de verdad, Jenna. te estoy muy agradecida por esto y por todo lo que has hecho por mi...

— No es nada, guapa. Y ahora, es hora de que te duermas. Cuando te despiertes te comentaré para que he venido...

— De acuerdo... de acuerdo... — cerró los ojos para intentar dejar de llorar y poder conciliar el sueño —. Gracias por todo... de verdad...

Se durmió rápidamente mientras su amiga le acariciaba el pelo.

— Descansa, cariño, descansa... que yo te cuido...

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