Capítulo 34
Ya habían pasado dos días desde la segunda fase del concurso y la despedida de Chloe por su partida a Alemanía. Julie y Kang se encontraban trabajando en el número una y otra vez, entre tonteó y tonterías. Mientras tanto, Marc se encontraba encerrado entre las cuatro paredes de su apartamento. Emily estaba con Henry, por lo que no quería ir a su apartamento para molestarlos, ya lo haría a partir de agosto, cuando este se fuera a Estados Unidos. Hasta entonces sólo podía esperar y esperar a que los minutos pasaran. De repente se acordó de que Chloe le había dejado la llave de su piso para que recogiera las cosas que ella no había cogido. Se planteó hacerlo en aquel instante, pero antes de comenzar a levantarse una idea para una canción pasó por su mente, por lo que se quedó en su habitación dándole forma a su idea.
Mientras tanto, Emily y Henry se encontraban en la habitación de ella, hablando de la vida y del futuro.
— Pues yo creo que vas a llegar muy lejos en su carrera.
— No me dices nada nuevo, todos dicen lo mismo.
— Si me dejaras terminar igual te sorprende lo que iba a decir... pero ya no importa — se cruzó de brazos y giró la cabeza con una sonrisa entre labios.
— Ay, mi vida, no te enfades, venga cuéntame cómo me ves.
— Te veo escribiendo libros de psicología con tu consulta.
— ¿Y eso por qué?
— Porque has conseguido que quiera volver a vivir. Y eso no lo puede hacer cualquiera.
— Emily... — la tomó de las manos —, prometeme algo.
— ¿Qué pasa? Me estás asustando mirándome así.
— No, no, no hay nada de qué asustarse. Pero prometeme algo... Que cuando me vaya no te vas a dejar rendir. Que pensarás en tí y que no dejarás que el miedo pueda contigo, porque no te hace falta volverte más pequeña para caber en cualquier lado. Quiero que sigas las instrucciones del doctor Ruiz y que sigas con tus tratamientos, que no te dejes influenciar por nadie que no haya estado en tus zapatos. Que si vas a rendirme me llames y me escuches, ya que nunca deberías pensar en hacer eso de nuevo. Prométeme que vivirás al máximo y que no dejarás que nadie ni nada te pisotee. Promételo, porque, sino, no podré irme tranquilo.
La chica asintió con lágrimas en los ojos, sin soltarle las manos.
— Te prometo que a partir de ahora me daré el valor que merezco.
— Me alegra saber eso — le frotó las manos con delicadeza mientras se sentaba a su lado y la abrazaba fuerte. La chica sonrió mientras besaba al chico.
***
***
— Bueno, Julie, parece que ya estás más agusto con esos zapatos de ballet. Te veo bailar más libre que nunca, me alegro mucho.
— Muchas gracias, Natalie. La verdad es que estoy muy agusto tanto con las clases, con el ballet, con el número y con mi pareja de baile, así que no tengo nada por lo que quejarme.
— Me alegra oír eso, porque tengo una sorpresa para ti.
— ¿De qué se trata?
— Ah, no, no... tendrás que esperar hasta el concurso para descubrirlo.
— Ay, vamos... Qué ahora me has dejado con la curiosidad.
— Pues lo siento pero no puedo decírtelo ahora, arruinaría todo mi plan.
— Pues vaya tela... me moriré de curiosidad hasta el cuatro.
— Me parece que sí.
Kang, harto de no recibir atención, interrumpió a las chicas.
— ¿Y para mí qué sorpresa tienes, Natalie?
— La sorpresa te va a doler como no te comportes, señorito.
— A la orden... vaya sorpresa...
— Bueno, chicos, basta de cháchara. Volvemos al inicio. Posiciones, y uno, dos y...
***
***
— Ya va a ser la fecha correcta, todo va según el plan.
— No puedes hacer eso, es demasiado incluso para ti.
— Escuchame, necio, aquí el que manda soy yo. Y si es necesario la sacaré a rastras de ese lugar.
— Solo digo que está vez sí pueden encerrarte, y esta vez no vas a poder hacer nada para evitarlo.
— ¡No me importa! está con otro, Leo, ¡con otro! ya ha sido capaz de olvidarme... pero se arrepentirá, se arrepentirá — lanzó un puñetazo sobre la mesa en la que se encontraba sentado.
— Tío, deberías relajarte un poco, al fin y al cabo no puedes estar obligandola toda la vida.
— Sï, sí que puedo... el plan se llevará tal y como lo hemos hablado, y si no estás de acuerdo estás muerto, ¿lo entiendes? — se quitó una parte de la chaqueta para mostrarle la navaja que llevaba siempre consigo.
— Entendido, señor. Lamento mi conducta y mis palabras, no volverá a pasar.
— Eso espero, ahora recoge la mesa, que está todo hecho un desastre...
El chico se levantó lanzando la mesa varios centímetros al frente. Nadie le impediría llevar a cabo su plan, la chica se arrepentiría de lo que ha hecho ese cuatro de agosto. Se arrepentiría de existir. De haber llegado a su vida. Nadie se podía ir tan fácil de ella, a no ser que él quisiera. Y ella no era una de ellas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro