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Capítulo 31

Tras haber recibido el alta Emily no iba más al hospital para ver a su chico. Por ello, tan solo podían hablar por llamada. La agenda de Henry se encontraba ocupada debido a que ya todos los periódicos se habían enterado de su partida hacía el extranjero. Entre miles y miles de entrevistas, sin embargo, consiguió un hueco para ir a ver a su chica al parque que se encontraba cerca de su vivienda.

— Me alegro de verte de nuevo.

— Yo más, te lo aseguro — le abrazó fuertemente, haciéndola girar en el aire.

— No te vayas...

— No quiero hacerlo, cariño, de verdad que no quiero... pero mis padres no me han dejado otra alternativa.

— ¿Y sí hablara yo con ello? Igual podría convencerlos — el chico negó con la cabeza y Emily apoyó su cabeza en su pecho —. No quiero decirte adiós.

— Pues no lo hagas. Podemos seguir juntos...

— ¿Pero cómo? Tú a casi siete mil seiscientos kilómetros de mí... yo te quiero a dos centímetros de mí...

— A veces la vida no nos da lo que queremos... pero eso no significa que sea algo malo. Igual solo nos necesitamos este periodo de tiempo y luego no nos acordemos del otro.

— ¡Eso nunca! Prométeme que no me olvidarás...

— Te lo prometo ojos miel, mi osito bonito, ven aquí — se besaron durante unos instantes, hasta que una voz detrás de la chica los interrumpió.

— Disculpa, guapa, ¿eres Emily?

— ¿Quién lo pregunta? — Henry miró al chico extrañado. No le gustaba su aspecto.

— Lo pregunta Nicolás Anderson, me imagino que sabrás quien es.

— ¿Qué quiere de mí?

— A ti... Pero parece que no lo va a tener tan fácil...

— Dejala en paz.

— Yo no tengo nada que ver entre vosotros. Solo venía a informaros de que la prensa está ahí — señaló a un gran grupo de gente con micrófonos y cámaras, el cual se aproximaba a ellos. Antes de mirar a los chicos, gritó a pleno pulmón —. ¡Ya los he encontrado! ¡Henry y su novia están aquí! — Después, susurró antes de irse —. Yo que tú, Emily, me alejaría de este si no quieres que Nico se enfade contigo...

La prensa rodeo a los chicos y les lanzaban miles y miles de preguntas. Emily se situó detrás de Henry mientras éste respondía las preguntas con una aparente tranquilidad.

— ¿La chica qué se encuentra detrás de ti es tu novia?

— Sí, sí que lo es. Y si nos dislculpáis, mañana tengo entrevista con todos vosotros, por lo que podremos hablar mañana — tras decir eso tomó de la mano a la chica y comenzó a andar hacía el apartamento de esta —. Buena idea lo de ponerte detrás mía, las cámaras casi no te han grabado.

— Siento mucho todo esto... — se sentó en su cama mientras el chico se apoyaba en el marco de la puerta —. Solo quería estar contigo un momento a solas, pero creo que lo he cagado...

— Ey, oye... no has cagado nada — se agachó delante suya y la tomó de las manos —. Es ese imbécil de Nico quién la ha cagado. Tú no tienes nada que ver con él.

— Gracias... supongo que después del juicio quiere volver a las andadas... seguro que está preparando algo...

— No me gusta que te quedes sola aquí. Ahora, gracias a las cámaras sabe donde vives... ¿No tenías a una amiga que vivía aquí contigo?

— Sí, sí... te refieres a Julie. Pero el problema es que está en otra ciudad hasta mañana por la mañana, porque tiene una competición de baile.

— Entiendo... ¿y no tienes a nadie que se quede contigo esta noche?

— Se lo iba a decir a Marc, el ex de Julie, pero él está ayudando a una chica amiga suya porque hoy se va a Alemania con su padre... así que no puede venir hoy. Ayer estuvo aquí... estuvieron los dos para que no me pasara nada.

— Pues hoy no puedes quedarte sola, no me quedo a gusto sabiendo que te puede pasar algo... Me quedo esta noche.

— ¿Y tus entrevistas?

— Podrías venir... ya sabes, como mi novia pero podrías salir en uno o dos canales de televisión... Si te parece bien, claro.

— Podría intentarlo... Aunque si no podría quedarme fuera con Elisabeth.

— Es otra alternativa, cómo tu prefieras. Pero esta noche me quedo yo aquí. No me importa dormir en el sofá con tal de que estés bien.

— Gracias por todo, de verdad... — no sabía muy bien por qué, pero las lágrimas invadieron su rostro.

— Oye... no llores anda...

— Lo siento, es solo que...

— No te disculpes por llorar, no es nada malo.

— Tengo mucha suerte de tenerte en mi vida. Gracias de todo corazón — se lanzó a sus brazos y ambos se fundieron un largo abrazo sobre la cama de la chica. Haciendo parecer que los minutos no pasaban en aquella habitación.





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