Capítulo 26
Ya se había vuelto una rutina pasar las mañanas en aquella habitación junto con el chico para Emily. Podía disfrutar de una charla sin sentirse juzgada constantemente, cosa la cual le alegraba y le quitaba una gran carga de encima. Con él, la chica podía expresar sus sentimientos y estos no eran rechazados por nadie. Podía ser ella misma.
— ¿Sabes una cosa? — ya llevaba yendo cada mañana casi dos semanas seguidas, y la fecha del juicio era dentro de tres días —. Cada mañana que paso aquí se han convertido en mis mejores recuerdos y en mi mejor momento del día. ¿Sabes el motivo?
El chico se acercó a ella con una pícara sonrisa en los labios mientras juntaba su nariz con la de ella.
— ¿Por momentos cómo este?
— Por estar contigo... pero sí, también por momentos como este —. Emily no estaba acostumbrada a poder besar a alguien sin el miedo de hacerlo mal o que se enfadara si paraba antes o duraba más de lo deseado. Con Henry, besarse era algo fácil y le gustaba. Le gustaba mucho. No se había dado cuenta de cuando habían empezado a besarse, pero eso no le importaba, no le importaba lo más mínimo.
Juntaron sus labios y la chica colocó sus brazos por el cuello de él. Henry la tomó por la cintura mientras no separaban sus labios. Él sí recordaba su primer beso. Emily le acababa de contar todos sus problemas con Nico y, tras notar como las lágrimas se formaban en sus ojos, este se había incorporado y le había dicho que le había entrado algo en su ojo. Cuándo ella se acercó le besó. Al principio pudo notar como la chica dudaba en cómo debía responder, pero finalmente se unió y se llevaron así minutos, largos minutos donde ambos se dieron cuenta de que no estaban solos. De que se tenían el uno para el otro.
Al cabo de pocos segundos Elisabeth, la guardaespaldas del chico, abrió la puerta de golpe. Ambos se miraron y se separaron mientras sus mejillas se tornaban de rojo.
— Lamento interrumpirles pero debo comunicarle algo al señorito, si no es mucha molestia, señorita Emily, debería esperar afuera unos instantes.
Emily asintió y se levantó para salir de la habitación. Ya era algo común durante esas mañanas tener que salir para que Elisabeth hablará con el chico unos minutos y, después, todo volviera a la normalidad. Sin embargo, aquella charla no era como las otras. La chica Baker pudo escuchar a Henry gritar y quejarse una y otra vez, mientras que su guardaespaldas tan solo podía decirle que la vida era así y que tendría que vivir con ello. A los minutos Elisabeth salió de la habitación y Emily pudo volver a entrar.
— ¿Va todo bien? — se fijó en que los ojos del chico estaban llenos de pequeñas lágrimas. Se sentó a un lado de la cama —. Ey, ¿qué pasa? — le tomó de las manos y se las frotó con delicadeza, esperando una respuesta.
— Ya me han dado el alta.
— ¿Y por qué lloras?
— Porque me voy a Estados Unidos. Mis padres llegaron ayer y, tras enterarse de todo, han decidido que continúe allí mi carrera.
— ¿Qué? Pero... no puedes irte... no... ¿tú quieres dejar todo esto?
— Si no te hubiera conocido me daría igual tirar todo por la borda y empezar de cero... pero contigo en mi vida siento que es imposible... No puedo dejarte, Emily. No puedo... sé que suena raro, pero estas mañanas me han hecho volver a querer vivir, y creo que a ti te ha pasado igual.
— ¿Cuándo te vas?
— El uno de agosto, a primera hora de la mañana.
Las lágrimas se adueñaron del rostro de ambos. ¿Tan ppco tiempo les podía quedar juntos?
— Ti... tiene que haber algo que podamos hacer. Aquí tienes tu vida y... ¿y si me voy contigo?
— No, no, Emily, no voy a permitir que hagas eso.
— ¿Y por qué no? Todo lo que tengo está a tu lado... y si tu te vas, ¿qué va a ser de mi?
— Emily, has sobrevivido antes de que yo entrara a tu vida. Y podrás hacerlo cuando salga de ella.
— Pero no quiero que lo hagas. No quiero que salgas de ella.
— ¿Y crees qué yo quiero? Madre mía, Emily, yo nunca había querido a alguien como te quiero a ti ahora... Pero a veces la vida decide separar a las personas por algún motivo. Tal vez tú y yo no estábamos hechos el uno para el otro.
— No, no, no... no quiero que nuestra historia acabe aquí...
— Ven a verme el uno. Para así que vea tu cara lo último que vea de esta ciudad. No habría recuerdo más hermoso — ambos se abrazaron y besaron mientras Emily susurraba un de acuerdo.
***
***
Tras varias horas de duro entrenamiento Natalie dejó a la pareja descansar un tiempo.
— Bueno, chicos, tan solo nos quedan tres días y la tarde de hoy. Debemos perfeccionar ese último salto, Julie. Y Kang, debes tensar más los brazos para que tu compañera pueda realizar bien ese giro. Por lo demás, siento que vamos bien.
— Natalie... lamento informarte de que el veintiséis por la mañana no...
— ...podremos venir, ya que se celebra el juicio de Nico y Emily.
— Oh... bueno, tendremos que adelantar las clases de los próximos dos días ya retrasar las tardes de hoy y del veinticuatro y veinticinco, pero puede que no sea un problema. Gracias aun así por decirmelo, me viene bien para organizarme — miró el reloj de la pared y añadió —. Podéis comer algo, dentro de media hora seguiremos con la clase.
Julie esperó a que su profesora saliera del aula para mirar sorprendida a Kang. ¿no se suponía qué no iría al juicio y por ello pelearon aquella noche?, ¿qué era lo qué le había hecho cambiar de opinión?
— Pareces sorprendida, ¿eh?
— La verdad, sí... ¿cómo es qué has cambiado, así de repente, de opinión?
— Me he dado cuenta de que la vida de una chica que ha confiado en mí, porque sabía que la iba a ayudar, casi sin conocerme, es más importante que cualquier otra cosa en el mundo.
Julie quería besar al chico que tenía delante, pero aún seguía saliendo con Marc, y eso no sería lo correcto. Ya había ido a hablar con Rosse y seguiría con su novio hasta después del concurso. A partir de ahí vería si de verdad Kang no la había utilizado y, si no era el caso, saldría con él. En lugar de besarlo, le dió un fuerte abrazo de oso, como le solía gustar llamarlos a ella.
— Gracias, gracias de verdad.
— No es nada... Haría cualquier cosa por verte feliz. Y si eso implica perderme una clase y un entrenamiento, lo haré.
— ¿Y si implicara darle la vuelta al mundo?
— Se la daría al universo solo para verte sonreír.
Ambos sonrieron tontamente, sin saber que su profesora los observaba a través de la puerta, orgullosa de lo que había conseguido.
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