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Capítulo 19

Salió del apartamento segura de sí misma. No sabía muy bien que haría cuando llegara allí ni qué le diría, pero la curiosidad podía con todas esas preguntas inoportunas que rondaban por su cabeza durante aquella mañana. En lugar de coger el tranvía que se encontraba a pocos minutos del apartamento decidió coger un taxi. Necesitaba llegar rápido. Al cabo de cinco minutos ya se encontraba delante de la puerta del edificio, dispuesta a hablar de una vez por todas con aquel chico.

— Buenos días. ¿Usted sabe dónde puedo ir a ver a...?

— ¿Usted es la señorita Baker, no es así?

— Sí, soy yo.

— Por favor, acompáñeme — la chica del mostrador comenzó a caminar hacía unas escaleras y la de pelos rizados la siguió nerviosa. Al cabo de un rato la secretaría del lugar se paró delante de una puerta con un extraño cartel, Solo personal autorizado. No fue hasta que se paró que Emily se dió cuenta de que conocía a esa chica de algo, era la misma que la había entrevistado días atrás —. Va a ser la primera en hablar con el señor Henry Bewbow. He de informarle que, al igual que el día anterior, su conversación será vigilada mediante las cámaras de vigilancia. Tienen media hora, informaselo al señor.

— De acuerdo, muchas gracias — Emily intentó dedicarle una pequeña sonrisa, pero estaba demasiado nerviosa como para intentar hacer otra cosa que no fuera abrir aquella puerta.

Tras entrar un fuerte aroma a canela le relajó. La habitación en la que se encontraba era totalmente diferente al resto de habitaciones de aquel edificio. Las paredes lucían un verdoso lima, mientras que el resto del edificio un blanco roto más acogedor. Sobre la mesa había más de una tarjeta con bombones y peluches, deseándole lo mejor al chico. Y el chico... bueno, no era desagradable a la vista. De hecho, era bastante guapo, y estaba en buena forma. La chica se sentó en un sillón que había al lado de la cama donde este se encontraba. Henry la miraba sin dar crédito, en silencio. Emily apartó la mirada del chico para ponerla en las tarjetas y los regalos. Le resultaba bastante incómoda aquella situación.

— No puedo creer que estés de verdad enfrente mía... la chica que vi en internet ahora está conmigo... — le tomó de la mano ante la mirada absorta de la chica —. ¿Cómo estás?

— Bien... ¿Y tú cómo estás? Leí la noticia de su accidente... ¿ya te has recuperado?

— Sí... menos mal que fue solo el susto... solo tengo fastidiada la rodilla derecha, así que adiós a participar en la competición de este fin de semana... Pero, mira, lo bueno es que estoy vivo y puedo verte al fin...

— Aun así... me sentí culpable cuando me enteré... ¿cómo fue? Quiero decir... acababas de escribirme y después, pum, ¿te caíste?

— Fui un estupido... me ilusioné con tu mensaje y... me creí un chulo y el rey del mundo, así que decidí nadar entre las rocas...

— ¿Y nadie te había advertido qué podría ser peligroso?

— Sí, mi guardaespaldas, la mujer que te interrogó y que te ha acompañado.

— ¿Esa es tu guardaespaldas?

— Sí, ¿por qué?

— Pues, no sé... me imaginaba a alguien alto, fuerte y...

— ¿A un hombre? Estamos en el siglo veintiuno, por dios... no todos son hombres...

— Eso ya lo sé... es solo que no me esperaba que fuera ella. Pensaba que era tu secretaria y que llevaba tu agenda — te colocó el pelo detrás de las orejas antes de continuar —. ¿Y qué pasó después?

— ¿Después de casi abrirme la cabeza con las rocas? Pues... que recuerde poco más. Pero Elisabeth me contó que una mujer y su hija pequeña pasaban por la zona y me conocieron, la niña quería una foto y un autógrafo conmigo y todo. Cuándo me vieron inconsciente la mujer bajó hasta la arena y me arrastró mientras su hija llamaba a una ambulancia.

— La niña lo tuvo que pasar mal, pobre.

— Pues sí... pero le recompensaré por salvarme la vida. El caso es que, cuando me llevaron al hospital, me operaron de la rodilla y de algo raro de la cabeza... palabras técnicas de hospital, no entendí a qué se referían y creo que prefiero no saberlo.

— ¿Y cómo es qué estoy yo aquí? ¿Por qué no están, por ejemplo, tus padres?

— ¡Ellos! Ya ni me acordaba de que tuviera padres, si te soy sincero... Es... son como un recuerdo borroso en mi mente. Nunca están para nada. Cómo mucho me envían mensualmente una cantidad de dinero y, con eso, piensan que ya han hecho su papel como padres...

— Lo siento — Emily le apretó la mano con una sonrisa en su rostro —, no tenía ni idea.

— No te preocupes... si buscas en internet descubrirás mil y una cosas sobre mí... la putada de ser famoso... No tienes privacidad. Pero bueno, al fin y al cabo no puedo quejarme, yo quise entrar en este mundo de mierda.

— Pero ahí algo que aún no me queda claro... Vale, tus padres no, pero... ¿por qué yo? ¿Por qué no algún colega o tu chica?

— Chica no tengo... y colegas... sí, podría haber llamado a Stef o a Spencer..., pero primero quería hablar contigo. No quería que te siguieras preocupando, si es que alguna vez lo has hecho.

— Al principio sí, la verdad. Sentía que si te pasaba algo sería todo culpa mía...

— Y luego te olvidaste de mí... lo comprendo — le comentó con un brillo de picardía en sus oscuros ojos.

— No he dicho nada de eso. Jamás podría olvidarme de mi primer fan... Solo me tranquilice por las noticias. Decían que la operación estaba saliendo bien y que pronto despertarías...

— Ya no me acordaba... La mierda de sociedad en la que vivimos tiene esas ventajas... si es que podemos llamarlas así.

— Entonces... ¿me llamastes a mi para qué no me preocupara? ¿Nada más?

— Bueno... sí que hay algo más... — en sus ojos Emily pudo encontrar un pequeño brillo de tristeza y preocupación, lo cual hizo que se estremeciera —. Cuando vi tu video no pude evitar sentir algo... algo que nunca había sentido...

— ¿Algo cómo a...?

— Emily, ¿cómo estás?

Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas al instante, sin poder controlarlas.

— ¿Yo? Bien... ¿por qué lo preguntas?

— No tienes que mentir, las cámaras no tienen función de audio. Elisabeth solo puede vernos, pero no escucharnos. ¿Cómo estás?

— Deja de preguntar eso. Estoy bien, ya te lo he dicho — soltó la mano del chico mientras se cruzaba de brazos.

— ¿Y por qué me sueltas de repente? ¿Por qué te colocas en una postura tan desafiante? Y, ¿por qué estás aguantando las ganas que tienes de llorar?

— ¡Eso no es verdad! No sabes nada de mí, nada. Así que no intentes interrogarme tú también. Ya estoy cansada de tantas preguntas.

— No te quiero hacer sentir incomoda... pero veo en tus ojos que has sufrido más de lo que podrías aguantar, que has pasado por cosas que no merecías y que te ha preguntarte si el mundo es una mierda o si lo eres tú, si el mundo está roto o eres tú la que está rota. Qué te has sentido sola rodeada de gente. Qué has hecho reír a muchos cuando a ti solo te sabían heir una y otra y otra vez, ya que era el juego favorito de esa o de esas personas. Qué te has preguntado por qué todo el mundo sonríe y tú sólo puedes sentir esa tristeza que te invade y te impide respirar. Qué te reías siempre que podías, pero qué cada vez que lo hacías te sentías más y más incompleta y más rara. Qué cada vez que te miras al espejo sientes pena por ti misma y quieres borrar a la persona que ves delante. Qué te ha o te han hecho replantearte tu existencia y que si de verdad valía la pena o no seguir luchando por ser feliz, o era mejor acabar por fin con tu sufrimiento, aun sabiendo que eso desencadenaría en dolor de otras muchas personas de tu alrededor. Qué ya no puedes más y piensas que no vas a poder con nada más, que a la mínima que pase te vas a caer para no volver a levantarte. Qué te van a romper tan fuerte que nunca más podrás reconstruirte. Y eso te ha generado ansiedad, dolores en el pecho, mareos, falta de hambre, muchas inseguridades en tu forma de ser y en tu cuerpo, nuevos miedos que no sabías que tenías... Y has cambiado. Has creado un escudo como si fueras una tortuga para defenderte de tu o de tus depredadores para poder llevar una vida un poco más tranquila y perfecta... Y ya no eres la misma persona de hace uno, dos o incluso diez años... ahora eres otra persona, cuando te miras al espejo tan solo ves un rastro de lo que antes había... y eso, creas o no, es bueno... te hace ser más fuerte... — tomándole de las manos y mirándola a los ojos le dijo —. Vas a estar bien. Siempre lo has hecho y vas a poder con esto y con todo lo malo que te pase en tu vida. Porque eres una versión mejorada de ti que trae de antemano una biblioteca de posibles daños y errores que ya no vas a cometer ni te van a seguir afectando igual. No tienes que pasar por esto tú sola...

Emily le dedicó una sonrisa mientras soltaba las manos del chico y se limpiaba la cara intentando dejar de llorar.

— No te preocupes... no tienes que dejar de llorar. Eso no te hace ser débil o parecer una perdedora. Si eso te ayuda a seguir adelante, llora... pero no tienes que hacerlo sola. Cuándo quieras llorar, llámame. No voy a intentar que te sientas mejor, pero lloraré contigo y te acompañaré hasta que tus ojos se sequen de tanto hacerlo...

La habitación permaneció en silencio hasta que la chica levantó la mirada y pudo hablar.

— Uauh... Yo... no sé qué decir... solo, gracias... gracias de verdad... no es fácil ser fuerte rodeada de gente... cuando el norte cuenta ver y todo está oscuro... me veo empequeñecer... Solo, gracias... necesitaba esas palabras...

— No es nada... yo las necesité en su día y nadie me las pudo dar... es lo mínimo que podía hacer...

— ¿Por qué las necesitabas tú?

— Cuándo empecé en esto de la natación la prensa... digamos que no lo hicieron muy bien. Tenía mucha presión. Y no pude más... No sé si has buscado algo sobre mí antes de venir, pero no hay noticias mías desde el 2018 hasta el 2022... ¿Y por qué? Porque me quise morir. Abandoné mi carrera y entré en depresión, acompañada de numerosos ataques de ansiedad. Fue Elisabeth la única que me apoyó cuando mi mundo se derrumbó. Al cabo de dos años volví al mundo real como otra persona totalmente diferente. La prensa me dejó durante algunos meses, pero después siguió igual. Pero ya no me importa, me lo tomo como si fueran mis fans y necesitaran saber cosas sobre mí para poder seguir con sus vidas... Aunque sea una tontería ese pensamiento me ha ayudado mucho... — tras darse cuenta de cómo lo miraba Emily decidió cambiar de tema —. ¿Y tú qué? ¿Por qué necesitabas mis palabras?

— Mi problema no es tan fuerte como el tuyo...

— Eso no es cierto — endureció la expresión de su rostro mientras afirmaba —., no podemos saber cómo le afecta las cosas a otra persona. Igual que tu perro se muera puede ser como si se le muriera la madre a otra persona. Pero si empequeñeces tus problemas y les quitas importancia, el resto de personas no se la darán. Por mucho que la merezca.

— Durante muchos años he dejado que me pisotearan. Todo esto empezó cuando...

La puerta de la habitación se abrió de golpe mientras la misma chica que había acompañado a Emily minutos antes.

— Lamento informaros de que ya ha pasado media hora. Henry debe descansar, ya que en unos minutos algunos representantes de los periódicos del país vendrán a entrevistarlo.

— Te lo dije... siempre la prensa... — y dirigiéndose a Elisabeth preguntó —: ¿No podría quedarse hasta qué la prensa llegara?

— Me temo que es imposible... ya sabes como son, no la dejaran tranquila si te ven con ella. Es por su bien.

— De acuerdo... — mirando a Emily comentó —. Elisabeth, una vez abajo dale mi número de teléfono. Necesitamos terminar la conversación...

— Por supuesto. Aun así cualquier otro día pueden volver a verse hasta que le den el alta. Ahora, si me disculpas... — mirando a Emily abrió la puerta.

— Sí, será mejor que me vaya... — mirando a Henry durante unos segundos comentó —. Gracias por todo, ya vamos hablando.

— Sí... adiós, ojos brillantes.

— ¿Ojos brillantes?

— ¿Qué? Me pega ese apodo...

Emily puso los ojos en blanco mientras aguantaba una sonrisa nerviosa y cogía su bolsa de tela para abandonar el lugar. Una vez ya en la planta baja del hospital Elisabeth la observó en silencio.

— Sí, ahora entiendo que es lo que ve Henry en tí. No se ha equivocado de chica...

— ¿A qué se refiere?

— Veo en tus ojos que ha escogido a una chica que es... que es humana.

— ¿Para qué me ha escogido?

— Para poder vivir... Para volver a sonreír... el chico ha sufrido mucho. Y cada vez que conoce a alguien después de sacarse dos o tres fotos y decir cuatro palabras, se van. Pero tú... tú aún no te has ido... Gracias por aguantarle.

— No es nada... Parece majo.

— Me alegra oír eso — le entregó un trozo de papel con nueve números —. Ese es su número. Ojalá verte por aquí otro día.

— Descuida, volveré... va a tener que aguantarme más.

Tras despedirse salió del edificio y se colocó unos audífonos en los oídos tras conectar el cable a su teléfono. Dejó que la música invandiera todo su cuerpo mientras caminaba hasta el apartamento. Se encontraba a una media hora del lugar en el que se encontraban, pero le merecía la pena despejarse así. Necesitaba pensar. Y caminar con música siempre le había ayudado.

Aquel chico era extraño. Parecía que pudiera ver más allá de las personas, que con solo mirarlas supiera cómo se sienten y como están, sin ni siquiera haber tenido alguna conversación de ningún tipo. Solo por haber estado observándose durante unos instantes. Le parecía mágica. Una persona mágica. Con una cualidad mágica.

Se paró en seco mientras sonreía y se acercaba la mano al pecho. Podía sentirlo. Hacía demasiado tiempo que aquel cosquilleo no aparecía. Pero por fin volvía a estar ahí. Estaba claro, Emily Baker se estaba enamorando de aquel chico.

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