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Capítulo 1

Suena el despertador y Julie no se mueve, la noche anterior había sido muy larga. Rezó con que su acompañante de apartamento viniera y apagará aquel trasto del infierno, pero tampoco parecía despertarse. De malas ganas reunió todas sus fuerzas y apagó el cacharro mientras se estiraba y se levantaba para ir al baño. Aún podía recordar los gritos del público, había sido precioso y muy perfecto, tal y como lo había soñado. Había conseguido hacer un triple salto con giro sobre una pierna en la pista de hielo y todo el público la había mirado fascinados. Lástima que no hubiera quedado primera. Su premio por su segunda posición era ir a la prestigiosa academia Pies Volando, donde mejoraría sus técnicas artísticas. Era la mejor escuela de toda la ciudad. Habían tardado varias horas en confirmarle el nombre, ya que en el concurso se anunciaba una escuela de la ciudad vecina. Sin embargo, tenía suerte de que estuviera a tan solo media hora de su apartamento.

Julie salió del baño y se vistió con velocidad mientras sacaba una caja de cereales de colores y los echaba en un bol con un estampado de cuadros azules de distintas tonalidades. Las tostadas estaban dentro de la tostadora, esperando salir de aquella cama de calor donde se encontraban.

— ¡Emily, despierta ya! O voy a llegar tarde... — dijo mientras se ataba los cordones de sus Nike y se hacía una trenza rápidamente.

— Ya voy... ¿Por qué tanta prisa?

— Hoy comienzo en Pies Volando, ¿recuerdas?

— Hay que ver, ayer ganaste el concurso y ya tienes que empezar... Nunca vas a descansar, ¿Verdad? — le dijo entre risas mientras se peinaba su pelo con las manos.

— No lo gané, quedé en segundo lugar... — una sonrisa apareció en su rostro mientras recordaba la competición de la noche anterior. Había sido de las mejores de mucho tiempo.

Las tostadas salieron y Julie las colocó en un plato, con el mismo patrón que el bol, esté con tonos rojizos.

— ¿De qué quieres la tostada, dormilona?

— De comida...

— Qué respuesta tan inteligente... Vas a llegar tarde a la universidad...

— Voy... — dijo mientras llegaba a la cocina y se sentaba en una silla. Julie le puso su plato con tostadas delante y, en pocos segundos, un vaso con un zumo recién exprimido —. ¡Ay! ¡¿Qué haría yo sin tí?!

— Trabajar y valerte por ti misma... ¿Por ejemplo?

— Ay, qué aburrida...

Julie echó malvaviscos a sus cereales y un poco de leche mientras miraba el móvil por primera vez en el día. Tenía casi 80 mensajes sin leer, la mayoría de gente felicitándola por su posición durante la noche anterior. Sonrío mientras escribía una respuesta y la iba copiando en la mayoría de los chats,no quería pasarse horas y horas contestando a todo el mundo. Ya solo quedaban los mensajes de su novio, Marc. Este le había felicitado y le había dicho que le dijera cuando podía hablar.

Hola, guapo, ¿te llamo? — tecleó en la conversación. Después, observó como él escribía. Un nuevo mensaje brilló en su pantalla.

Hola, preciosa. Claro, llevo toda la noche pensando en ti.

Acto seguido, la chica recibió entonces una llamada entrante de su novio y, tras tragarse las últimas cucharadas de cereales a toda velocidad, contestó con una sonrisa tinta entre sus labios.

— Hola, preciosa, ¿Qué tal está mi campeona?

— Hola, Marc, estoy bien... Pero no he ganado, he quedado segunda... — dijo Julie entre risas y soltando un pequeño suspiro.

— Pues para mí siempre serás mi campeona, así que te vas a tener que acostumbrar... — Julie se sonrojó y Emily le hizo gestos desde la mesa, le encantaba la pareja que hacían — . Bueno, ¿Hoy es cuando empiezas en la escuela, verdad?

— Sí... Ojalá me guste...

— Seguro que sí, tienen profesores geniales...

— ¿Y tú cómo sabes eso?

— Bueno, si mi novia va a empezar en una nueva academia, ¿No crees que buscaría todo sobre ella para asegurarme de que estará bien?

— Estás loco... — le dijo mientras se reía y sonreía tontamente mientras Emily soplaba su tostada y le guiñaba un ojo. Después, recordó el cambio de escuela, y comentó —. Pero creo que has hecho esas búsquedas para nada, porque al final voy a Pies Volando, no sé si lo recuerdas.

— Me lo dicen mucho... — tras escuchar las palabras de la chica, comentó en tono apenado —. Vaya hombre, adiós a mi investigación — Julie sonrió levemente mientras se percataba de la hora, ya que su compañera no paraba de señalar su muñeca. Ya eran las 7.25, las clases empezaban a las ocho en punto.

— Tengo que colgar, o no llegaré a tiempo...

— Entiendo... ¿Hablamos cuando salgas de la escuela?

— Vale, te llamaré... Hasta luego precioso...

— Adiós, mi copito de nieve — Julie sonrió mientras un pequeño nudo se hizo en su garganta. Aquel no era un simple apodo, tenía mucha historia por detrás.

La llamada finalizó y Julie miró la hora de nuevo, 7.26, aún tenía que hacer la cama y limpiar la cocina para llegar a tiempo, no podía llegar tarde el primer día.

— Tranqui, ve a hacer tu cama, mientras yo limpio la cocina, ¡Corre! — le guiñó un ojo a su amiga y le indicó su habitación con prisa.

— Eres la mejor, Emy.

Julie hizo su cama con gran velocidad. Cogió una bolsa de tela que promocionaba su antigua escuela, mientras pensaba que tendría que buscarse otra, y metió dos libros, un cuaderno, bolígrafos y sus patines, estos dentro de una bolsa cerrada herméticamente.

— Ya está todo listo... — dijo Emily mientras cogía su bolsa de tela y su mochila del chino —. Andando o perderemos el tren...

Las dos chicas salieron del apartamento mientras cogían sus teléfonos y sus llaves y se dirigían a la estación. Justo llegaron cuando el tren estaba a punto de partir. Este contaba con tres vagones no muy grandes, decorados con unas mesas y bancos con cómodas almohadas a rayas rojas y naranjas encima. Cada mesa tenía espacio para cuatro personas. Las chicas se sentaron en una muy cerca de la puerta, el tren solo tenía un destino, Emily tendría que andar un poco para llegar a su universidad, pero merecía la pena hacer el viaje con su amiga y retroceder diez minutos.

— ¿Tienes que prepararte algo para hoy?

— Pues sí tía, la profesora está amargada y nos ha mandado diez páginas con cinco ejercicios de trigonometría, me estoy amargando viva...

— Pues vaya tela... Entonces te dejo hacerlo...

— Ayer, con todo el lío de la competición, no pude ni abrir el libro...

— Pero mereció la pena... ¿Has visto cómo clavé el último salto?

— Sí... Se te da muy bien... — dijo mientras escribía la respuesta de un ejercicio -. Eha, uno menos, solo me quedan cuarenta y nueve ejercicios, qué tortura... — comentó con una mueca de asco detrás de sus gafas.

Julie se rió y abrió su teléfono, la foto de pantalla de bloqueo siempre le hacía sonreír. En ella estaban ella y su novio haciendo tonterías, aún recordaba aquella tarde....

Ella se había apuntado a un concurso pero durante las primeras pruebas se le torció el pie y perdió, ni siquiera llegó a salir en la televisión. Tras aquello estaba triste y enfadada consigo misma, hasta que Marc la llamó para hablar, quedar y distraerse. Fueron a un parque cercano de la zona y, tras cantar varías canciones acompañadas por la guitarra de él y hablar de tonterías, decidieron hacerse una foto para inmortalizar el momento. La cámara tenía una cuenta atrás y no se dieron cuenta hasta que puso sus últimas cifras. Los dos sonrieron mientras se reían a carcajadas, imaginándome cómo habrían quedado.

Y, ahora, podría demostrarles a todos los del anterior concurso quién era ella, era una chica que había quedado segunda en un concurso mundial y que ahora iba a ir a una famosísima escuela para mejorar sus técnicas y sus movimientos para seguir y seguir avanzando en su carrera profesional. Le encantaría ver la cara de la gente que dudó de ella.

Tras mirar si tenía algún mensaje y ponerse los cascos con música, cogió un cuaderno de dibujo y unos lápices y empezó a pintar, tenía un pequeño don para ello. Solía pintar chicas patinando sobre hielo y suelo y otras bailando ballet. De pequeña se había dedicado a eso y le encantaba ese tipo de baile, pero, cuando vio como era el patinaje artístico, no dudó ni un instante en dedicarse a eso en cuerpo y alma. Tampoco tenía otra alternativa.

Sin darse cuenta del tiempo que llevaban en aquel vagón, el tren frenó y avisó a los pasajeros que habían llegado a su destino. Julie guardó todos sus lápices y sus cuadernos y salió junto a Emily del bajón, sonriéndole y dándole las gracias al conductor y a sus acompañantes, como solían hacer diariamente.

— Bueno, aquí nos separamos... — dijo Julie mientras sonreía, la chica que tenía delante era alguien maravillosa, era su mejor amiga.

— Me ha dado tiempo a hacer todos los ejercicios y casi no hemos hablado... - dijo entre risas, luego abrazó a su compañera —. Vas a comerte el mundo algún día, ¿Lo sabes, no?

— ¿Sobre qué hora vas a terminar hoy las clases? — le dijo tras dedicarle una sonrisa de dientes.

— Uf, — dijo mientras dejaba escapar un gran suspiro entre sus labios — hoy tengo el club ese de los alumnos estrellas, así que llegaré sobre las nueve o nueve y media de la noche...

— Entiendo... Tendré que venir sola a casa... ¿Quieres que cuando llegues esté todo preparado modo princesita? — le dijo mientras miraba la hora para asegurarse de no llegar tarde.

— Sería un honor... — dijo mientras se cogía la camiseta como si fuera un vestido y se inclinaba a forma de reverencia.

Las dos se rieron y se separaron para dirigirse a sus respectivas clases, Julie volvió a ponerse sus cascos morados y andó entre la gente hasta que llegó a la puerta de su escuela. Guardó sus cascos y, tras respirar varias veces antes, decidió entrar.

En el edificio lo primero que vió fue una recepción parecida a la de esas empresas famosas y grandes que solían salir en las películas norteamericanas. Una chica pecosa, con unas grandes gafas y pelo largo rojizo se encontraba detrás del mostrador leyendo un libro con una portada muy atractiva, más adelante nuestra patinadora le preguntaría de qué libro se trataba.

— Hola, bienvenida a Pies Volando, ¿Tú eres...? — cerró el libro tras mirar la página por la que iba y miró a la chica un par de veces para luego coger una lista con varios nombres.

— Hola, encantada, soy Julie... Julie Brown...

— Ah, sí... — dijo mientras comprobaba su nombre —. La señorita Williams la está esperando en aquella sala, bienvenida a la escuela — le dijo con una gran sonrisa mientras la señalaba la sala que estaba al lado de donde se encontraban. Después de eso volvió a su lectura mientras se apoyaba sobre su codo.

— Gracias...

Julie andó hasta estar delante de la puerta, una vez dentro vio a una chica un poco más mayor que ella. Su tez era morena y tenía un aspecto simpático y tranquilizador. Vestía un top corto blanco con las palabras Pop escritas en modo de graffiti con muchos colores. Sus mallas eran negras, con tiras de ajedrez en los laterales.

— Buenos días señorita Brown, es un placer conocerla — le dijo mientras le ofrecía su mano. Julie se la devolvió.

— El placer es mío, señorita...

— Natalie, Natalie Williams.

— Encantada.

— Bueno, — comentó mientras juntaba las manos haciéndolas sonar entre ellas — puedes dejar tu bolsa allí, en aquel banco... Y toma — le dijo mientras le ofrecía una gran montaña de libros, cuadernos y hojas sueltas, además de una bolsa con la otra mano-, son algunos libros que me gustaría que te leyeras para poder empezar cuando antes con las clases serías. Los cuadernos van acorde a los libros... Y estas son algunas hojas de formularios que me gustaría que me entregases mañana a ser posible — Julie asintió mientras guardaba todas estas cosas en la bolsa que le había dado y la dejaba al lado de su bolsa de tela. No esperaba tener "deberes" el primer día. Y menos tantos.

Una vez todo guardado, Natali le dijo que estirarse mientras ella le explicaba las normas de sus clases y de la escuela.

— Aún así, todas las normas están en un cuaderno que te he dado, ese que tiene una portada roja y azul, con tonos morados...

Tras terminar de estirarse, Natalie le pidió que hiciera algunos ejercicios para saber desde qué nivel empezaba, ella se los iba mostrando mientras los ojos y el rostro de Julie se iluminaba asombrado; aquella chica se movía con seguridad, equilibrio y precisión. Se notaba que llevaba tiempo haciendo aquel trabajo. Julie intentó imitarlos, eran fáciles para ella y quería demostrarle todo lo que sabía, quería causar una primera buena impresión. Una vez terminados todos, la señorita Williams apuntó algunos datos en un gran cuaderno que tenía y le explicó a Julie algunas cosas que había visto.

— Falta de concentración, poco equilibrio. Esos son tus grandes errores. Yo no soy una experta pero los he visto, así que imagínate el jurado de ayer... Sin embargo, gran agilidad y velocidad. Seguridad y sigues las normas a la perfección. Eres atenta y no paras de esforzarte.

— Gracias... — dijo Julie con un hilo de voz.

— Debemos solucionar tus problemas... Mañana tráete unas zapatillas de ballet y unas chanclas de la playa.

— ¿Perdona? ¿Unas chanclas de..? — Julie pensaba que era alguna especie de broma, no le veía la gracia y no lo entendía.

— Lo que has oído... — le dijo con una sonrisa en el rostro que Julie no supo cómo descifrar. — Quítate las zapatillas, por favor, me gustaría que te pusieras los patines que están en este armario, quiero ver un poco más tus habilidades. Más tarde, una vez que haya terminado de conocer tus puntos fuertes y débiles, podremos cambiarnos de clase y utilizar la pista.

Tras aquellas palabras Julie siguió haciendo los ejercicios que su profesora le iba pidiendo sin negarse en ningún momento. No se le daba mal el patinaje sobre ruedas, pero estaba acostumbrada al de hielo. Al cabo de un tiempo el reloj de la sala marcó las tres de la tarde.

—. Bueno, la clase ha finalizado... Qué no se te olvide venir mañana con lo que te he pedido por favor.

— Vale, no se me olvidará.

— Mañana nos vemos, descansa bien porque mañana no tendré piedad contigo... — Natali le guiñó un ojo mientras se giraba para recoger sus cosas para poder retirarse también del trabajo.

Julie sonrió y salió de la sala mientras cogía la bolsa de libros con ambas manos y se colgaba la suya en el hombro derecho.

— ¿Qué tal ha sido la primera clase? — le dijo la chica del mostrador con una gran sonrisa —. La señorita Natalie puede parecer dura, pero verás como termina cayendote bien... Soy Jenna, por cierto...

— Encantada...

— Mañana nos vemos... — le dijo sin dejar de sonreír a la vez que el teléfono del mostrador empezaba a sonar.

Julie salió de aquel edificio con una expresión de desconcierto en su cara. No sabía muy bien cómo tomarse lo que había pasado allí dentro. Por un lado estaba muy contenta e ilusionada con todo lo relacionado a la escuela, le había parecido muy simpática tanto Natalie como Jenna, y las instalaciones parecían agradables y bonitas; pero, por otro, lado le habían dicho sus errores, cosa que no podía soportar. En su anterior escuela le decían que tenía un equilibrio maravilloso, no entendía qué había cambiado... Quizás los nervios me habían jugado una mala pasada...

Cruzó entre los grupos de gente que se formaban a esa hora y entró en el tren de las tres y media. Una vez allí cogió su móvil y escuchó música mientras pintaba, prefería no leer hasta que hubiera comido algo, no se podía concentrar con el estómago vacío.

Al cabo de media hora llegó el tren a la estación y Julie se bajó hambrienta mientras seguía sonando una canción de fondo. Sus dibujos la ayudaban a concentrarse y a relajarse, por lo cual ya casi no se acordaba de las palabras de su profesora.

Con la bolsa de tela sobre su hombro, Julie sacó la llave del portal de su bolsillo trasero del pantalón, dejando la bolsa de libros sobre el suelo durante unos segundos, y abrió la puerta empujándola con el hombro. Hizo lo mismo con la de su casa. Una vez en el interior de su apartamento, soltó las bolsas en la mesa del salón y se fue directa a la cocina para prepararse algo rápido. Cogió unas rebanadas de pan integral, queso y jamón, todo ello lo metió en la sandwichera, la cual puso a máxima potencia.

Mientras su almuerzo se preparaba, volvió a coger las bolsas y se las llevó a su habitación, donde podría organizar todos los libros que tendría que leer. Su habitación contaba con una pequeña cama individual con unas sábanas de conejitos blancos sobre un fondo azul claro; una mesita de noche acompañaba a la derecha de la habitación con una lámpara y un libro de portada con tonos morados y azules, una chica con unos cascos morados, al igual que los suyos, se encontraba en el centro con algunas lágrimas en sus ojos, la W de la editorial se encontraba en una esquina del libro; aparte, en la habitación también había un gran escritorio con varios libros sobre técnicas de dibujo que estaban medio abiertos por las páginas centrales, varias pinturas y papeles, además de algunas manchas en la madera, que marcaban lo mucho que se había utilizado y que se utilizaba aquellas pinturas. Julie había pasado horas y horas pintando cuadros que regalaba por cumpleaños o fiestas, otras veces se colocaba allí para leer o escribir pequeños poemas o microrrelato, pero, sin embargo, la última vez para lo que lo había utilizado era para hacer anuncios por todas sus páginas sobre el concurso que iba a realizar. Quería informar a todo el mundo del puesto en el que quedaría y de cómo se había preparado. Por último, en su habitación también había una ventana que daba a la calle y varias librerías llenas de libros, además de una llena de diplomas, trofeos o de álbumes de fotos de las competiciones. Las vistas no eran nada de otro mundo, solo se podían ver los coches pasar ajetreadamente sobre esa hora, los bloques de pisos de la zona y un gran parque que se encontraba a diez minutos del apartamento, era el lugar ideal para quedar con Marc y con sus amigos. En una de las paredes de la habitación había una puerta que llevaba a un cuarto de baño pequeño pero útil durante las noches.

Julie se tiró en su cama y, poco a poco, fue leyendo los títulos de los libros que su profesora le había entregado. Reglas del patinaje artístico, volumen 1; Reglas del patinaje artístico, volumen 2; Reglas del...

— «Ay mi madre... ¡¿Quién me paga por esto, tan mal me he portado en mi vida?!» — se dijo a sí misma entre risas mientras seguía leyendo los títulos, Reglas del patinaje artístico, volumen 5 —. «El escritor se ganó la vida con estos volúmenes... ¿Cuántos hay, por Dios?»

Siete. En total había siete. Cada uno con trescientas treinta y cinco páginas aproximadamente. A Julie le gustaba mucho leer, cada semana le llegaba un paquete con un nuevo libro... Pero aquello era diferente.

Además de los siete libros, también había siete cuadernos de ejercicios relacionados con los libros, estos tenían unas cien páginas aproximadamente. Y, por si todo aquello era poco, un cuaderno con todos los movimientos y las normas de la escuela y con todo lo que iría aprendiendo. Natali le había mencionado algún que otro papel que tendría que rellenar para mañana, Julie se imaginó dos o tres... Qué ilusa... Eran, por lo menos, seis documentos con tres páginas cada uno... Al menos en un número había acertado...

Una vez que tenía toda su cama patas arriba, se acordó de la sandwichera y del sandwich, olía a pan quemado.

— ¡No me lo puedo creer! Vaya mierda de primer día de academia.... — dijo mientras sacaba del mueble un plato a rayas rojas y naranjas y un cuchillo para sacar su almuerzo, ya eran casi las cuatro y media. El sándwich, sorprendentemente, no estaba carbonizado, como se había imaginado Julie, tan solo un poco quemado por los bordes, lo que le dió un sabor más crujiente —. A ver qué tal está...

Al cabo de cinco escasos minutos ya no había almuerzo y ya no había parte de la tarta que Emily le había comprado la noche anterior para celebrar su puesto, habían sobrado cuatro trozos, seguro que su amiga no se daba cuenta.

Tras limpiar los platos y poner el lavavajillas, Julie se sentó en su cama a ordenar los papeles y los folios... Quién diría que tendría tareas en su primer día... Ella se imaginaba la escuela de mil maneras distintas, pero ninguna como era en verdad. En cierto modo tampoco estaba tan mal, pero no era lo que esperaba.

La única en la casa recibió una llamada del propietario del apartamento mientras terminaba de leer uno de los documentos y se disponía a realizar la última firma del papel.

— Buenos días, señor Domínguez...

— ¡No me vengas con buenos días! Aún no he recibido el pago del alquiler de este mes, ¿Es qué no pensáis pagarme?

«Mierda, sabía que nos quedaba algo... piensa Julie, piensa...»

— Claro que sí señor, de hecho cuando he recibido su llamada estaba entrando en el banco para enviarle el recibo...

— Eso espero... Porque como no me llegue mañana a esta misma hora ya os podéis ir despidiendo del maravilloso castillo en el que vivís...

— Por supuesto, de hecho voy a pedirle a mi familia que me mande más dinero y pediré un adelanto si hace falta en la cafetería, por no hablar de...

— Bueno, no me importa tu vida, adiós — y, colgó.

— Ay, qué mal, mamá no me va a dar más dinero y en la cafetería tampoco me van a hacer un adelanto... Debo llamar a Emily — entonces miró la hora —. Jolín, está en mitad de una clase... Bueno, pues a llamar a mamá...

Sin embargo, antes de hacerlo, un recuerdo llegó fugazmente a su mente. Marc... se había olvidado de mandarle un mensaje cuando salió de Pies Volando... Julie miraba el teléfono con nerviosismo, observando los mensajes del chico. Quería saber qué le había parecido la escuela, pero ni ella lo sabía. Además, debía pagar el alquiler. Por primera vez en mucho tiempo, no contestó a los mensajes de su novio.

— Hola, mami.

— Hola cielo, ¿qué tal te han ido las clases? ¿Te han gustado? Te quedaron de maravilla aquellos... Saltos — dijo sin saber muy que halagar del deporte de su hija. Nunca había entendido nada de aquello. Pero lo apoyaba en lo que necesitara, por mucho que Julie no quisiera su ayuda la mitad de las veces.

— Gracias mami... Sí, está... Bien...

— Solo tienes que acostumbrarte... — su madre notó la duda de su voz y decidió cambiar de tema —. ¿Qué pasa? ¿Va todo bien?

— Sí, sí... Solo que... Nos vuelve a faltar dinero para el alquiler... — Julie cerró los ojos, se imaginaba la explosión que acababa de estallar en la otra línea.

— Ah, vale. Pensaba que pasaba algo. Claro, ahora te hago un Bizum...

Julie le dió las gracias a su madre y colgó mientras esperaba a que le llegará el dinero a su cuenta. Y llegó, acompañado de muchos ceros más de la cuenta. Su madre había escrito en el asunto "no vale devolver nada", Julie sonrió, su madre era una persona maravillosa.

La inquilina le mandó el dinero al propietario y le escribió a su compañera de apartamento para que supiera que ya estaba pagado, al mes siguiente le tocaría a Emily.

Una vez ya solucionado el tema del dinero, Julie volvió a coger su teléfono y a escribirle a Marc.

Perdona por no contestarte, es que tenía que pagar el alquiler y todo ese royo... Bien, aunque no es como me la imaginaba... — vió como el chico escribía algo rápidamente. Quería saber si podía hablar o estaba muy ocupada. Miró el montón de libros, algo apenada, mientras escribía entre suspiros —. Qué va, tengo que leerme la biblia, «siete volúmenes de reglas básicas sobre el patinaje artístico» y un momento de chorradas más.

Tras leer la respuesta de su novio, Julie sonrió mientras apagaba el teléfono y miraba la hora, las 17.20, aún tenía tiempo antes de tener que ir a trabajar. Volvió a concentrarse en sus documentos y terminó de firmarlos y de rellenarlos. Ahora tocaba devorar los libros. 17.40. La inquilina abrió el libro y leyó las aburridas páginas sobre reglas y el origen del patinaje artístico, cosas que a ella no le importaban lo más mínimo en aquel momento. Siempre le había gustado esos datos, pero una cosa era leerselos por justo y otra por obligación.

Al cabo de una hora Julie terminó de leerse el libro y abrió el primer cuaderno mientras miraba la hora, no le iba a dar tiempo a leerse todo eso y a seguir teniendo vida.

Se metió en el cuarto de baño del apartamento y se cambió de ropa para ir a trabajar, su turno empezaba a las ocho de la tarde y tenía que ir a hacer algunas compras antes.

Julie cogió su monedero con su tarjeta y metió la lista de la compra en la bolsa que solía llevar a todas partes, además de su teléfono, de un estuche, las llaves, su cuaderno de dibujo y el cuaderno de ejercicios del volumen 1.

Salió del edificio y se dedicó a caminar entre los grupos de gente de la calle, intentando no chocar con ninguno. Su música la acompañaba con sus cascos morados.

Llegó a una gran tienda donde podría hacer la compra de las cosas que necesitarían para el próximo mes, sin contar con los caprichos que irían ocurriendo.

— ¡Bonjour, Julie! — le dijo el señor Robinson, el alegre recepcionista de aquella humilde tienda —. Felicidades por el concurso de ayer, clavaste el último salto.

Bonjour, señor Robinson... Muchas gracias...

C'est un vrai plaisir... Si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme.

Julie volvió a ponerse los cascos mientras compraba los ingredientes para la cafetería y la comida para el apartamento. Además, sus ojos se enamoraron de una chaqueta muy bonita, de tela vaquera, que llevaba su nombre escrito, literalmente.

— ¿Te gusta? _ le dijo Rosse, la mujer de Robinson —. Se nos ocurrió que podía hacerte ilusión tener una y...

Julie se lanzó a los brazos de su amiga, ellos eran como unos padres para ella.

— Me encanta, muchísimas gracias... Es... No sé qué decir...

— No tienes que decir nada... Disfrútala.

Nuestra protagonista terminó la compra y se dirigió alegre hacia la cafetería donde trabajaba. Allí, su jefe le pagó el dinero de la compra que había realizado y le pidió que empezase a servir en la mesa cuatro. A Julie le gustaba mucho su trabajo. Podía conocer a gente nueva mientras disfrutaba de los aromas deliciosos del lugar. Un sueño cumplido.

Un chico de tez pálida y ojos oscuros rasgados entró por la puerta y Julie se quedó observando un buen rato. Aquel chico era guapo, muy guapo. Sus ojos hacían un mágico contraste con su pálida piel y con su pelo corto, también oscuro. Lucía una gran sonrisa en sus fibrosos labios.

— Buenos días, bienvenido al Café Del Sol, ¿Ya sabe lo que va a tomar?

Julie intentó no parecer entusiasmada y nerviosa con la llegada de aquel extraño, hacía tiempo que no sentía eso por nadie. Ni. Siquiera. Por. Marc. Esto era diferente. Se mordió su labio inferior para disimular sus nervios.

— Sí, me gustaría tomar un café solo con dos cucharadas de azúcar, si es posible.

— Por supuesto, ahora mismo se lo preparan.

Julie se giró y no pudo evitar soltar un breve chillido alegre y eufórico mientras se dirigía a entregar la tomanda. Se sentía como una niña pequeña, pero no podía evitar sentir una extraña atracción hacía aquel chico misterioso.

Al cabo de pocos minutos el café ya estaba listo para ser servido en la mesa veintidós y Julie, tras arreglarse un poco el pelo, cogió la bandeja y empezó la marcha hacia el chico misterioso. Qué triste fue que, un simple niño, arruinara aquel encuentro tan perfecto.

Mientras estaba llegando a su destino, un pequeño niño corrió mientras le pasaba la pelota a otro que estaba al lado de Julie. La pelota le golpeó en la cabeza, lo que hizo que el café se cayera encima de las piernas del chico.

— Mierda... — dijo mientras se levantaba y se limpiaba con varias servilletas.

— ¡Auch! — dijo Julie desde el suelo mientras miraba a los chicos enfadada. Luego se percató de los pantalones del chaval y se adelantó a disculparse —. Ay, mi madre... Lo, lo siento mucho...

En ese momento el jefe de Julie, Frac, se acercó a ver qué ocurría.

— Pero vamos a ver, Julie, ¿Qué se supone que ha pasado aquí?

— Yo... Lo siento mucho señor... Unos niños me lanzaron una pelota y se me cayó el café encima del cliente...

— Perfecto, pues a mí se me va a caer tu contrato a la trituradora, ¿Entiendes?

— ¡No! No, por favor... Ha sido un accidente, yo... — Julie no podía perder ese trabajo, sino su madre no le dejaría vivir allí y tendría que volver a su hogar maternal. No podía permitir eso. Su carrera estaba en la cima en ese momento. Además no podía abandonar a Emily. No estaría bien si se quedaba sola.

— Si despide a esta chica, pondré por los suelos a este café y puede que mucha gente prefiera no volver... — el chico miraba a Frac con enfado mientras esté le sonreía fingidamente y se retiraba. Para Frac las críticas era una de las cosas más importantes en un restaurante.

— Yo... No sé qué decir... Lo siento mucho...

— Tranquila, no pasa nada, no ha sido culpa tuya... — y después le entregó su mano para ayudarla a levantarse —. Soy...

— Muchas gracias por lo de antes...

— Lenni-Kang, pero siempre me llaman Kang... — después de toser le dijo —. De nada, no ha sido nada...

— Ahora te traeré otro café, invito yo...

Julie se giró intentando ocultar las ganas que tenía de gritar tras haber tocado la mano del chico mientras volvía a pedir el café solo con dos cucharadas de azúcar. Está vez lo entregó bien, sin ningún balonazo de por medio.

— Aquí tiene, disculpa lo de antes...

— No te preocupes, son cosas que pasan.

— Soy Julie, por cierto — dijo mientras se sonrojaba un poco.

— Lo he adivinado cuando he visto tu chapa... — dijo mientras se reía y le daba un sorbo a la taza que tenía delante suya.

Julie se giró y empezó a atender a otros clientes mientras su mirada seguía atenta a aquel chico. Era nuevo en la ciudad, de eso estaba segura. Nunca lo había visto antes. Su pelo se movía con cada inclinación de cabeza mientras hablaba por teléfono. Parecía muy feliz. Muy despreocupado, sin nada que hacer y con tiempo libre. Todo lo contrario que ella.

***

***

El reloj marcó las 21.00, había terminado la jornada de trabajo para Julie. Esta se despidió de sus compañeros y cogió su bolsa mientras empezaba a salir del local. Una voz la llamó desde atrás.

— ¡Julie! — esa voz ronca era irreconocible, su dueño era Frac —. Hoy te has librado porque ese idiota te ha protegido, pero no te vas a librar de un castigo... — y empezó a darle la espalda —. Y una cosa más, dile a ese amigo tuyo que no vuelva durante un tiempo...

Julie miró a su jefe con asco, no podía soportarlo más, era alguien despreciable para ella, solo le preocupaba el café y nada más. Sus empleados eran lo último. Lo único bueno que podía encontrar en él era que no solía acordarse de lo que decía, por lo cuál no tenía que preocuparse por ningún castigo.

Nuestra protagonista empezó a caminar por las calles en dirección a su apartamento con las bolsas de comida y objetos que había comprado antes de ir al trabajo. Tenía que preparar el piso para cuando Emily llegará.

Una vez en el apartamento, Julie guardó toda la comida en los muebles y en la nevera, además de sacar el lavavajillas, limpiar la mesa del comedor y preparar la cena. Esa noche tocaba pescado y ensalada.

Emily llegó al apartamento a las nueve y veinticinco mientras sus ojos, ya rojos de tanto aguantar las lágrimas para no ser observada con lástima por todos, llovían lentamente sin decir nada.

— Emy, Emy... ¿Qué ha pasado? — le dijo con un tono de voz tranquilo mientras se iba acercando a ella con una leve mirada de preocupación en sus ojos marrones.

— ¿Qué qué ha pasado? Ha pasado todo, Julie... todo... — dijo entrecortada por la falta de oxígeno que tenía por culpa de las lágrimas que no dejaban de salir.

— Pues claro... Somos amigas, ¿No? — le dijo mientras le cogía de los hombros y se la llevaba al sofá del pequeño salón. No era la primera vez que llegaba así a casa, el psicólogo al que iba ya le había informado de lo que tenía que hacer si volvía a pasarle algo parecido. Ya estaba acostumbrada a aquellos arrebatos.

— Pues... Verás... Nico, ese imbécil... — Emily sopló para intentar evitar derramar más lágrimas —. Ha aparecido en mitad del club y... Uf... — Julie le acariciaba los hombros mientras su amiga para tranquilizarla mientras le explicaba que le pasaba, ya sabía de quién le estaba hablando, se lo había imaginado nada más verla entrar—. Ha empezado a gritarme por haberle dejado, ha... Ha dicho que me iba a arruinar la vida y me ha agarrado por la muñeca mientras me lo gritaba. Me he asustado mucho... La profesora lo ha separado de mí pero sé que volverá... No, no sé qué... que va a hacer... Está loco...

Nico había sido el novio de Emily durante un año, habían roto hacía apenas dos días ya que Julie le ayudó a entender que no era buena persona y que debía cortar la relación antes de que acabará mal. Emily confiaba mucho en su compañera de apartamento por lo que solía hacerle caso en todo lo que le decía. Y aquella vez no había sido distinta.

— Tranquila... Me tienes aquí... La próxima vez que se te acerque quiero que me mandes un mensaje con un código secreto que tú te inventes... — recordó las palabras del psicólogo "no es solo una simple sonrisa, sino cómo va acompañada" — ¿vale? Así sabré que algo no va bien e iré corriendo — le dijo mientras le sonreía y le frotaba los hombros y después le apretó las manos con cariño —. Pero mientras que llego y mientras que no, tienes que ser una chica fuerte, ¿eh?

— Vale... No sé qué haría sin tí... Gracias de verdad... — le dijo mientras se limpiaba la cara con las mangas de su camisa.

— Nada, eres como una niña pequeña...

Las dos amigas se abrazaron y se cambiaron para cenar mientras veían su serie turca en la pequeña pantalla de la televisión. Era lo que solían hacer cada noche que la ponían, otras buscaban películas y disfrutaban juntas de aquellos breves minutos de compañía, sin ninguna preocupación rondando por sus cabecitas nerviosas.

Sin embargo, aquella noche la mente de ambas estaban revueltas por miles de pensamientos, deseosos de descubrir las respuestas o de no recibir las preguntas inadecuadas.

— Por cierto... ¿Qué tal en la academia?

Julie se atragantó con la palomita que se acababa de meter en la boca mientras le contestaba. Llevaba todo el tiempo temiendo esa pregunta.

— Está... Está bien...

— Te tienes que acostumbrar, seguro que te termina gustando... Ya verás... — le dijo mientras le dedicaba una fuerte sonrisa.

— «Ojalá... ojalá...» — dijo su mente mientras le devolvía la sonrisa. Después, le comentó —. Ay, Emily... has sonado como mi madre...

— Pues tu madre te da muy buenos consejos... qué lo sepas — le dijo mientras se reía y le lanzaba una palomita a la cara.



*traducido al español, Es un placer

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