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Epílogo



Sus manos sudaban un poco a causa del nerviosismo, faltaban unos minutos para bajar al salón donde se llevaría a cabo la ceremonia de matrimonio y ritual de iniciación. Los invitados eran gente poderosa, entre ellos los jefes de las Tríadas Chinas, la Cosa Nostra, la Camorra, la N'drangheta, la Sacra Corona Unita, la Yakuza y la mafia americana.

Los grandes líderes de la Bratva eran los anfitriones, aprovechaban esos eventos para reforzar alianzas o limar asperezas entre algunos de ellos. Todos comentaban acerca de cómo era la mujer del Jefe, en lo imponente que debía ser para ganarse el respeto de los miembros de la mafia más sádica del mundo.

Las puertas se abrieron dándole paso a Dmitry seguido de Grigori y Nicolay, su porte como siempre era majestuoso, su rostro serio y su mirada indescifrable. Esa noche vestía un elegante traje de color negro, fumaba un cigarrillo mientras escuchaba a su hombre de confianza que le daba reportes de las personas que estaban llegando.

Todos querían acercarse a él, era muy difícil tener tan de cerca al Jefe de la Bratva y casi imposible llamar su atención.

—Dmitry Ivankov —alguien lo nombró a sus espaldas con un acento italiano muy pronunciado.

—Domenico Bonano —se dio la vuelta para mirar de frente al líder de N'drangheta, años atrás habían tenido grandes diferencias hasta el punto de crear una guerra entre las mafias, desistieron cuando las otras mafias que dominan Italia intervinieron. Su relación seguía siendo tensa y evitaban a toda costa encontrarse. Salvo para las reuniones importantes como lo era aquella.

—Nunca pensé que compartirías tu poder —comentó llevándose la copa de champán a sus labios.

—Mi poder es tan grande que no tengo problema en compartirlo con mi mujer —respondió con egocentrismo.

—Ya veo, me pregunto qué tan buena es en la cama como para que la traigas a un altar.

El ruso soltó todo el aire de su cigarrillo y bebió de su trago.

—Deberías compartirla —soltó ganándose la mirada asesina del ruso —para reforzar alianzas.

—No tengo problema en bombardearte el culo si te metes con lo mío.

El italiano rió burlesco.

—No te tengo miedo —soltó para después retirarse a su círculo.

Miró por donde se perdió el italiano sintiendo su pesada respiración, no soportaba su presencia y el aborrecimiento que se tenían era por igual. Cada que se encontraban el aura se volvía oscura y pesada, parecía que con una sola palabra de ellos se desataría el caos volviendo cenizas a su paso. A nadie le convenía que esas sus grandes mafias se declararan la guerra.

—La señorita Camila ya está lista, entrará en unos minutos, señor —informó Grigori, él asintió y le tendió la copa y el cigarrillo para que se deshiciera de ellos.

Caminó ignorando a todos a su alrededor hasta posarse frente a todos ellos, uno de los ancianos más respetados de la hermandad dirigiría la ceremonia. Sobre una mesa yacían dos copas y dos actas.

Se guardó silencio y todos tomaron sus respectivos lugares. Dmitry fijó la vista en la puerta ansioso por que todo aquello terminara, no era de convivir con aquellos hombres que sólo estaban al pendiente de sus debilidades, muchos de ellos ansiaban su caída.

Mientras tanto Camila se vio una última vez en el espejo olvidándose de sus inseguridades porque a partir de ahora no debían existir, entregaría su vida a la hermandad y aprendería a amarla como todos sus miembros. Bajó las escaleras y se detuvo frente a las puertas dobles mentalizándose lo que ere a partir de ese momento.

«Yo, Camila Ferretti solía creer en la humanidad hasta que me mostraron lo peor de ella, por dinero estuvieron a punto de violarme. Por la ambición de alcanzar el máximo poder intentaron matarme, me quitaron una amiga y me quitaron una de mis esperanzas, a fuerza me arrebataron mi humanidad, ahora sólo era un alma en busca de sus propios beneficios, ya no importaba a quien dañaba para lograrlo, mal por aquellos que intentaran cruzarse en mi camino porque ya no tenía un corazón para tocar»

Los hombres que resguardaban las puertas las empujaron causando un gran sonido dejando a la gente del interior expectante.

Ella entró al salón haciendo sentir su presencia, su mirada estaba fija sobre el hombre que aguardaba por ella, su mentón en alto y a diferencia de otras novias que solían llorar de la felicidad ella se abstuvo de eso, caminaba sola sin nadie a su lado. Vestía un impresionante vestido largo de corte sirena con cuerpo de seda fina con detalles de diamantes en el corset que cruzaba sesgado por debajo de sus pechos. De sus hombros colgaba una capa de tela que se abría como cortina tras su espalda, sujeta por cadenas con diamantes iguales a los del corset que se sujetaban del cuello y colgaban sobre sus brazos. Su cabello lo traía sujeto en un moño con unos mechones colgando al frente, con unos aretes de oro blanco colgaban de su cuello.

Con cada paso que daba el estruendo de sus tacones era como un imponente trueno, emanaba seguridad y se mostraba como una digna del lugar que se le estaba otorgando. Sus labios color carmín insitaban al deseo, sus ojos azules como el mar parecía estar desatando una tormenta en él y en su mano reluciendo el diamante rojo que les recordaba de quien era mujer.

El hombre que la esperaba bajó un pequeño escalón para tomarla de la mano y besar su dorso, como una muestra de cómo adoraba a su mujer, y no era para menos, la belleza de Camila cautivó a todos los hombres de la sala, incluso las mujeres se sintieron extasiadas por la que las representaban en el mundo de la mafia, no solo por su belleza sino también por lo que su presencia imponía.

Se posaron frente al anciano de la Bratva que dio comienzo a la ceremonia, no era mucho lo que se decía como en las bodas comunes. Al ser ella la que recibiría un puesto tan grande los juramentos sólo los debía ser ella.

—En está noche, con ustedes de testigo, el gran Jefe de la Bratva, Dmitry Ivankov toma a Camila Ferretti no sólo como su mujer, sino como la señora de nuestra hermandad. Es por ello que hoy le preguntamos, ¿está dispuesta a entregar no sólo su vida, sino su alma a la gran hermandad?

Podía sentir la mirada de todos sobre ella, pero nada la amedrentaba, estaba segura de lo que quería y de lo que conllevaba todo aquello. Fijó su mirada en Dmitry fundiéndose en el hipnotizante color de sus ojos.

—Si —contestó de inmediato.

El anciano tomó las dos navajas y le tendió una a cada uno, la noche anterior Dmitry se había encargado de enseñarle todo lo que sucedía en los rituales por lo que sabía lo que proseguía.

—Es hora de tus juramentos

—Desde hoy me entrego no solo a ti, sino a la hermandad, jurando lealtad a la organización y a ti, Dmitry Ivankov que eres la representación de ella. Si en el camino fracaso moriré llevando los secretos de la Bratva a la tumba —sus labios se movieron recitando todo lo que había memorizado la noche anterior, mientras deslizaba por su palma la filosa hoja y derramaba sobre la copa de oro su sangre.

Sus ojos no se apartaron en ningún momento, después de oírla fue su turno de tomar la palabra.

—No sólo me perteneces a mi, sino a la organización misma. Si eres leal, la hermandad te respaldará y si llegas a traicionarla, ella misma se encargará de destruirte —hizo su corte derramando su sangre sobre su copa sin dejar de verse fijamente a los ojos.

El anciano de la hermandad tomó las copas intercambiándolas para que cada uno bebiera la sangre del otro, inclinaron las copas hacia su boca sin cortar el contacto visual. El líquido metálico pasó por sus gargantas dando por terminado el ritual con la firma sobre el acta de matrimonio y el pacto de lealtad firmada con sangre.

—Desde ahora, ante ustedes los jefes de la mafia rusa —anunció el anciano haciéndolos girar ante todos, los miembros de la hermandad y algunos líderes de las mafias bajo su poder bajaron la cabeza como muestra de respeto.

Ella dio un paso al frente fijando la mirada en todos ellos, no la intimidaban y ahora se sentía parte de ellos.

—Desde ahora mi familia es la Bratva, vivo y muero por ella. Mi fidelidad y lealtad son para el hombre que es la representación misma de ella, si lo traiciono a él, traiciono la organización —dio sus primeras palabras como la Señora de Ivankov, las cuales fueron bien recibidas por sus miembros.

Juntos bajaron a recibir las felicitaciones de todos aquellas personas pertenecientes a la mafia, en los rituales solían estar presentes exclusivamente quien pertenecía a ese mundo. A diferencia de la celebración, que se llevaría a cabo en un salón del lujoso hotel en Moscú, ahí llegaron grandes políticos, hombres de cargos importantes de las ramas judiciales y otros que preferían mantener su identidad oculta.

—Has elegido bien, Dmitry, tu esposa es muy hermosa —elogió uno de los jefes de las Tríadas Chinas, mostrando respeto tomó la mano de ella y le dio un beso en el dorso.

—La belleza no es lo único que destaca en ella —miró a la mujer a su lado, no podía sentirse más orgulloso de ella. Esa noche deslumbraba a cualquiera que se atrevía a mirarla.

—No lo dudo

Camila sonrió asintiendo con su cabeza como muestra de cortesía, había conocido a tanta gente importante, llevándose grandes sorpresas al descubrir las verdaderas identidades de grades empresarios que en realidad eran líderes o jefes de las familias más importantes de algunas mafias.

Él la tomó de la cintura guiándola a la mesa donde se encontraban los Vors de la Bratva y los miembros más importantes de ella. Kira entre ellos, quien mantenía esa mirada socarrona hacia ella. Quizá nunca llegarían a simpatizar y ciertamente la tenía sin cuidado, no se iba a tomar tan personal el asunto como lo hizo con Oksana.

La noche transcurrió entre conversaciones con diferentes líderes o miembros de organismos importantes. La pista se abrió para ellos que bailaron un vals dedicándose esas miradas tan profundas, llenas de sentimientos y deseos, la pegó a él deleitándose con su aroma y su cercanía, ansiaba la hora de tenerla a solas en la habitación y enterrarse cuantas veces quisiera en ella.

Besó su hombro y descendió sus manos a sus caderas pegándola contra su erección.

—Siente como me tienes —susurró en su oído estremeciéndola

—Quiero, bebé —jadeó por lo bajo empeorándolo aún más.

Se apartaron cuando la música terminó, de camino a la mesa se cruzaron con más personas que no habían tenido la oportunidad de felicitarlos aún.

—Vaya —el acento italiano de Domenico tensó a su esposo —ahora entiendo tus razones para compartir tu poder y no compartirla, Dmitry. Tu mujer es hermosa y muy... —miró sus labios gruesos —tentativa.

—Lárgate de mi vista, Domenico —dijo hastiado de su presencia

—Como quieras —levantó las manos en señal de inocencia —sólo quería felicitarte por la mujer que ahora cargas en tu brazo. Un lujo que no cualquiera se da.

—No soy un lujo —refutó molesta ante su referencia.

—Tienes razón, discúlpame. La referencia de diosa quedaría mejor en ti, eres como la mismísima Venus —miró al ruso que parecía que reseñe lanzar encima por observarla tanto —me retiro, que tenga una excelente noche.

Se marchó dejándolos solos, poco a poco el cuerpo de Dmitry se fue relajando.

—¿Son enemigos o algo así? —preguntó frunciendo el ceño

—Algo así, ninguno soporta al otro y andamos en busca de cualquier motivo para asesinarnos entre nosotros.

—¿Por qué? —sintió curiosidad

—Viejas rencillas del pasado.

—Entiendo —musitó —¿Nos vamos ya?

Él asintió aliviado al fin que lo pidiera, sin despedirse de nadie se marcharon abordando la camioneta que los llevaría a la pista.

—¿A dónde iremos? —preguntó besando sus labios y barbilla.

—Svalbard, Noruega

—¿Me estás llevando de un lugar frío a otro más frío? —rió abrazándose a él

—Si, así tengo más motivos para estarte calentando a cada momento —contestó tomando su boca para mostrarle todo las ansias que tenía de ella.

—En ese caso, no tengo objeciones.

Subieron al jet emprendiendo el largo vuelo hasta el archipiélago situado en el mar Glacial Ártico. Al bajar tomó un folleto turístico para saber las principales atracciones, los osos polares y los renos.

Llegaron a una especie de hotel, se registraron y un guía los llevó hasta donde se hospedarían, era una cabaña de dos pisos, el primer nivel era bastante acogedor, tenía una tv, sofás y una especie de cocina, subí las escaleras descubriendo la habitación con el techo transparente, aquello era nuevo para ella por lo que supuso que sería para cumplir algún fetiche de su esposo.

—Voy a darme un baño —avisó desvistiéndose, estaban más tranquilos después de haber pasado todo el vuelo cogiendo hasta saciarse. Sus piernas dolían al igual que su intimidad, el sexo ruda la dejaba agotada.

Se acostó a dormir sin molestarse a pensar en qué haría él, que al final también la imitó. Ambos estaban cansados y sus cuerpos pedían a gritos dormir al menos unas cuantas horas.

...

Camila se removió abriendo lentamente sus ojos, al tener claridad no supo si estaba soñando o era real el fenómeno hermoso que se apreciaba en el cielo.

«¿Puede haber algo más hermoso?» se preguntó mientras observaba la aurora boreal con el cielo estrellado de fondo, entonces comprendió el por qué del techo transparente.

—¿Te gusta? —preguntó él a su lado con su tono adormilado

—Es... —No encontraba las palabras que hicieran honor a lo que veían sus ojos —es hermoso, maravilloso y...

Parecía estar hipnotizada, no apartaba sus ojos del cielo. Él se removió para jalarla hacia su pecho, admirando lo hermosa que ella se veía mientras parecía encantada por el espectáculo. Habían ido en una de las mejores épocas del año donde se podían apreciar el aurora boreal.

—No tanto como tú —susurró, ella comenzó a reír volteando a verlo mientras sacudía su cabeza.

—No exageres

Él se encogió de hombros

—Es lo que eres para mi

Lo miró con ternura subiendo sobre su regazo para besarlo, era increíble como aquel temido hombre hacía todo para complacerla, para que sintiera lo especial que ella era para él. La amaba tanto como el universo mismo.

El beso subió de intensidad y ella no perdió el tiempo deshaciéndose de la ropa dejándolo desnudó, besó su barbilla y descendió a su cuello entreteniéndose un poco ahí mientras sus manos se deslizaban por su torso y sus caderas se movían contra su pelvis. Él por su parte también la desvistió como pudo, la dejó únicamente en bragas y sostén, con sus manos acarició sus glúteos soltando un ronco gemido ante sus movimientos. Le sorprendía como con un beso lo prendía de inmediato, pero es que la manera hábil en la que movía su lengua lo volvían loco.

Los besos fueron descendiendo hasta llegar a su pelvis donde se entretuvo mordiéndolo y lamiéndolo hasta bajar a su endurecido miembro, lamió el largo de su falo asegurándose de dejar la suficiente saliva en él para poder deslizarlo en el medio de sus senos, los cuales sujeto para apretársela. Los movió de arriba abajo, lamía la punta que destilaba sus jugos preseminales. Se lamió los labios y soltó un gemido cuando el salado sabor inundó su paladar, elevó la mirada encontrándose con la suya, ambas eran como una llamarada inmensa, presas del deseo y la lujuria.

—La tienes tan rica —jadeo perdiéndose las puta a la boca, lamiéndola, chupándola para después meterla hasta el fondo —Hmmm —saboreó sacándola y volviéndola a meter, sentía como se humedecía al escuchar sus gruñidos y como sujetaba su cabello con fuerza.

Sujetaba sus testículos con sus manos mientras chupada todo su falo, estaba tan acostumbrada a metérsela toda que no tenía inconvenientes ya.

—Suéltala que te la quiero meter en ese rico culo que tienes parado —ella le movió las nalgas sacándose el miembro para sonreírle con picardía, gateó hasta él que sujetó las bragas para romperlas y sacarlas de su cuerpo.

Ella tomó el el falo jugueteando con la punta en su entrada, era tan sencillo entrar de tanta humedad que destilaba su intimidad, casi podría tener un orgasmo de sólo rozársela.

—Luego, ahora la quiero aquí —se sentó de golpe en ella soltando un gemido ante el placer arrebatador, empezó a mover sus caderas de arriba abajo en busca de más placer, inclinándose para tomar su boca y ahogar todos sus gritos mientras se deslizaba en su largo y grueso miembro que parecía nunca cansarse de su húmeda vagina.

—¡Ahh! —gritó cuando él cambió las posiciones y ponerse sobre ella sumándole más fuerzas a las embestidas, le subió las piernas a los hombros para tener un mejor acceso.

—Mira como te tengo, viendo las estrellas mientras te follo, siente lo duro que me pones, pequeña —la cambió de posición poniéndola de lado y penetrándola de lado, sus piernas abiertas y su intimidad recibiéndolo con gusto.

No sabía ni que ver, literal estaba viendo las estrellas mientras su hombre hacía maravillas con su cuerpo, su miembro palpitando en su interior próximo a su derrame. Se aferró con fuerza a la sábana sintiendo el orgasmo llegar tan potente como todos los que él le provocaba.

—¡Ah! —gimió llegando, su cuerpo vibró y el semental que aún tenía encima parecía no cansarse. Unos minutos más y sintió su semen llenándola, el cuerpo le tembló, salió de ella y cayó a su lado con la respiración agitada y su mirada sobre el cielo. Era lo más parecido a un momento romántico que le había dado, un panorama hermoso mientras se devoraban el uno al otro.

La jaló a su pecho abrazándola y recibiendo gustoso sus labios. No se la merecía, era consciente, pero se negaba siquiera a la idea de soltarla. Ahora era suya, su esposa.

—Te amo tanto, Camila —susurró contra su boca

—Y yo a ti, mi amor.

Permanecieron un rato viendo las estrellas hasta que su estómago rugió, entre risas se levantaron de la cama y bajaron a la cocina para prepararse algo de comer. La despensa estaba llena, podrían prepararse cualquier platillo pero el cansancio no les daba para mucho por lo que optaron por prepararse unos sándwich y comerlos mientras veían la tv.

—Después de lo ocurrido, ¿llegaste a pensar en tenerme así de nuevo? —preguntó ella curiosa

—Cada noche recordaba lo bien que sentía estar así contigo. ¿Y tú, pensabas en mí cuando estabas con él?

Ella soltó una risilla

—Ya supéralo, no alimentaré más tu ego.

Él rió también recostando la cabeza sobre sus piernas y mirándole a la cara desde esa posición.

—No respondas —se encogió de hombro —da igual si de todas formas ya sé la respuesta.

—¿Y cuál es según tú?

—Lo obvio, no pudiste enamorarte de nuevo porque yo seguía en tu mente. Jamás dejaste de amarme y estoy seguro que ni cerca de superarme.

—¡Eres un ególatra! —exclamó riendo

—Lo soy, pero eso no quita que lo que digo es verdad.

Claro que lo era, no hubo ningún momento en el que ella no pensó en él. Lo soñaba y lo recordaba a cada instante, en cada cosa que hacía pensando en la reacción que hubiera tenido él.

Se quedó mirándolo apreciándolo como si fuera una alucinación, pero no lo era, él estaba ahí con ella sonriéndole del mismo modo que lo hacía siempre. No pudo resistirse más y se inclinó hacia abajo para besarlo y saborear esa boca que tanto amaba.

—Eres lo mejor que me pudo pasar en la vida

—Soy yo el que debo decir eso —comenzó a decir —no sé cómo una persona tan mierda como lo soy yo pudo tener tanta suerte de que me ames como lo haces, en como a pesar de los años sigas viéndome de la misma manera. Tuve que haber hecho algo demasiado bueno en la vida pasada para tenerte.

Volvió a besarlo sintiendo como las lágrimas picaban en sus ojos, sintiendo como esa paz y tranquilidad que ansió hace algunos años al fin la tenía. Cuando creyó perderlo todo aquella noche que se marchó de su lado, en cómo sufrió metida en un hoyo donde no tenía escapatoria y que una vez más él llegó a rescatarla.

Muchos creían que el amor traía sólo cosas bonitas, sueños, ilusiones y momentos inolvidables. Y si, era eso, pero también había mucho dolor, tristeza y en ocasiones desesperanza. El amor a veces impactaba de una manera tan brutal, tan avasallador como si se recibiera un balazo al corazón. Era como si de repente tu corazón se parara por un momento para luego continuar su marcha pero ya con un nombre y unos ojos grabados en tu pecho. Así fue para ambos

«Él salvó mi vida y se adueñó hasta de mi alma. Así como yo me adueñé de la suya»

Fin

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