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Capítulo 8

Narra Camila

A través del espejo observaba mi rostro deteriorado, las grandes bolsas negras bajo mis ojos, mi labio partido y el tinte de mi cabello cayéndose. Tenía cuatro semanas metidas en este infierno, recibiendo golpes, resistiendo los juegos mentales y aprendiendo a disparar.

Las largas horas de enseñanza comenzaban a dar un poco de resultados, ya no escondía mi rostro para evitar ser golpeada, ahora trataba de enfrentarlos y dar mis mejores golpes, Lev me repetía una y otra vez que tenía que proteger mis puntos débiles, tener más ligereza a la hora de asestar un golpe. Era difícil, me frustraba cuando terminaba en el suelo incapaz de vencer a mi contrincante.

Desde aquella noche no había vuelto a ver a Dmitry, se decía que no se encontraba en la mansión desde hacía semanas, al parecer solía desaparecer por un tiempo del lugar. Me sentía abandonada en este sitio y el miedo de que se olvidara de mi era algo que no me dejaba descansar por las noches.

Recordar el por qué de mi estadía aquí era la motivación que tenía todas las mañanas, cada día que pasaba mi desesperación por saber lo que ocurría en el exterior aumentaba. Preguntándome si estarán buscándome, si sabrán que no me vine por mi propio gusto, aunque dudaba eso último, tenía grabada la expresión de Ángel al marcharme. No me lo merecía, no merecía ser amada.

«Soy una completa cobarde»

Mi odio por los hombres controladores estaba creciendo, toda mi vida bajo el dominio de uno para caer en las garras de otro.

«No más»

Estaba decidida a cambiar ese aspecto en mi, obedecer sin chistar a lo que me ordenen, quedarme con todo adentro solo para darle el gusto a otro.

Con eso en mente me duché y me vestí con la ropa para seguir con el adiestramiento, que parecía más una jaula de animales que de personas. Mientras caminaba por los pasillos en dirección al comedor las palabras obscenas de los hombres no se hicieron esperar, había aprendido a ignorarlos y sólo concentrarme en lo mío. No sé qué cambió esa noche, pero al día siguiente sentí que Lev fue más flexible conmigo, recibí la habitación que al parecer pertenecía a Dmitry y tenía ciertas preferencias con la comida. Me daban más de lo acostumbrado.

—Llegó la barbie —rodé los ojos con fastidio ante aquel sobrenombre que me gané por mi físico y mi aspecto delicado.

Tomé una bandeja e hice la fila para reclamar mi comida, al llegar a la sección de las frutas me incliné para alcanzar la última pera cuando me quedé quieta al sentir una palmada en mis glúteos que provocó muchas risas a mi espalda. Furiosa volteé a verlos, parándome firme dispuesta a golpear al hijo de puta que se había atrevido a tocarme.

—¿Quién de ustedes, malditos enfermos, me tocó?

Lo que recibí fue más risas en respuesta. Hasta que uno dio un paso al frente, mirándome con supremacía y con una sonrisa socarrona.

—Fui yo, ¿y qué harás al respecto? ¿Golpearme con tus delicadas manos de princesa?

Di un paso al frente manteniendo mi postura erguida con la mirada desafiante dispuesta defender mi honor.

—Pues si —conteste lanzándome mi puño contra su nariz, aprovechando su distracción cuando se puso recorrer mi cuerpo con su asquerosa mirada lujuriosa. Retrocedió un paso llevándose una mano a la nariz, un espeso líquido carmesí chorreaba de ella. De pronto, toda la sala hizo silencio y todos los ojos se posaron en nosotros.

—¡Oh! —llevé mi mano a mi boca fingiendo sorpresa —¿te hicieron daño mis delicadas manos de princesa?

—Perra —de una zancada se acercó a mi y me lanzó un puñetazo que logré esquivar agachándome y aproveché para patear sus costillas.

Las burlas hacia la escoria que trató de golpearme no se hicieron esperar, lo cual lo hizo enfurecer más. Di un paso lejos de él, tomé mi bandeja comenzando a caminar, pero me detuve para verlo de sobre mi hombro.

—Me pregunto qué hará el Jefe cuando se entere que uno de uno de sus hombres le tocó el culo y quizo golpear el rostro de su mujer.

Sonreí con suficiencia cuando lo vi palidecer, de algo tenía que servirme haber sido marcada por un mafioso. Caminé hasta una mesa mirando con desagrado a los hombres que se encontraban en ella.

—Largo —demandé, me miraron con incredulidad sin menearse de sus puestos —¡he dicho que se larguen!

Iba a imponer mi voz, estaba harta de esa bola de mal nacidos machistas.

—¿Crees que te vamos a creer el cuento de que eres la mujer del Jefe? —rió uno, sólo me encogí de hombros.

De reojo miré cuando Lev iba entrando y como uno de ellos se acercaba para susurrarle algo, de inmediato supe que hablaban de mí por la dirección de su mirada.

—Lo soy, ¿o por qué crees que duermo en su habitación? —sonreí burlona ante la incredulidad de ellos.

—Vete a joder con tus mentiras a otro lado

—Pregúntale a Lev —lo señalé con su cabeza, el viejo solo volteó con su ceño fruncido y asintió. —Lárguense, de ahora en adelante aquí me sentaré, sola. No quiero ninguna escoria cerca de mi.

¿De donde saqué el valor? No lo sabía, sólo que las ganas de no ser más humillada podían más.
Me senté y comí en silencio, mirando de vez en vez a los hombres a mi alrededor con recelo, ellos eran unos malditos de masculinidad frágil por lo que no podría fiarme de ninguno.

Al terminar salí del comedor en dirección al ring, donde para mi desgracia me esperaba Oksana, la detestaba, su ser tan petulante sólo me daban ganas de propinarle unos fuertes golpes en su rostro hasta quitarle esa sonrisa de burla cada que me veía.

—La rubia teñida ha sacado sus garras —rió paseándose a mi alrededor —hasta cuando le duraran me pregunto, porque no creo que el Jefe mueva un dedo para defenderte. ¿Por algo te mandó aquí no crees? Para que te den todo lo que te mereces por perra traidora.

—Hablas mucho, deberías considerar coserte esa boca, es desagradable escuchar tu horrible voz todos los días.

—Cuida como me hablas —me señaló con el dedo índice

—O sino ¿qué?

—¡No quiero más disturbios! —la voz demandante de Lev se hizo escuchar —No te tomes atribuciones que no te han dado, niña.

Se acercó a mi viéndome como si fuera basura ante él, haciéndome aborrecerlo aún más. Toda la gente de aquí no eran más que mierda, verlos actuar como animales salvajes me repugnaba.

—El Jefe ha vuelto y quiere un informe detallado de estas últimas semanas —dijo Oksana pasando por mi lado golpeando mi hombro.

—¿Para cuando?

—Para ahora mismo, y es mejor que te apresures sino quieres un balazo en la cabeza. Ha venido con todos sus demonios sueltos

El pánico que le tenían era grande, ver la palidez y la rapidez en la que se movió Lev para cumplir con lo que le demandaron la impresionaron. Me encogí de hombros y seguí con lo mío, Alexey, un ruso de dos metros, lleno de músculos era el que se estaba encargando de enseñarme todo acerca de las artes marciales y a mejorar mi resistencia.

Pasaron las horas practicando movimientos y a esquivar golpes, cada día que pasaba mejoraba algunos detalles. Me había vuelto más ágil y ya no me costaba tanto asestar un golpe.

Los días fueron pasando volviéndome más fuerte, mi entrenador me recordaba siempre que estaba sola, que yo era mi propio salvador. Nadie quería estar con un ser débil, tanto física como mental.

Fui perdiendo la esperanza de que él me visitara de nuevo, lo poco que podía oír de él era de la masacre que habían hecho en un país de América del Sur, y que se estaban preparando para dar un gran golpe contra los iraníes.

Poco a poco iba ganándome el respeto de algunos hombres, luchaba contra ellos dándoles batalla y aunque la mayoría de las veces perdía, aprendía una cosa nueva en cada una de las luchas.

«El enemigo aprovechará cualquier vulnerabilidad y en menos de nada acabará contigo»

«Tienes que ser rápida a la hora de disparar y por ningún motivo dudes. Apunta a la cabeza, es imposible que sobrevivan si les vuelas los sesos»

Era algunos de los consejos que recibía de mi entrenador, era duro y estricto, pero agradecía la paciencia que me tenía. Muchas veces lo vi tomar respiraciones profundas cuando hacía todo mal y no aprendía nada.

—Muy bien hecho, Camila —me felicitó cuando derrumbé a mi contrincante, sentía que mi corazón saldría de mi pecho ante el esfuerzo que ejercí tratando de ganarle a hombres que eran puro músculo.

—¿Cree que ya puedo participar en las peleas en el ring? —pregunté bajando de un salto

Negó con la cabeza, venía insistiendo con ello desde hace varias semanas, ya había mejorado mucho y aún así seguía sin permitirme participar.

—No, aún no estás lista.

—¡Oh vamos! Llevo tres meses aquí, entreno día y noche ¡claro que estoy lista!

—No es tan sencillo, todos los que entran al ring es gente con mucha experiencia y que no tienen miedo a asesinar —me miró serio —y ambos sabemos que tú eres incapaz de matar siquiera una mosca por diversión.

Lo miré frustrada, la razón por la que insistía en participar en el ring era para demostrarme a mi misma que todo mi trabajo no había sido en vano.

—No he visto a nadie asesinarse entre ellos —refuté quitándome las vendas de las manos, tenía mis nudillos destrozados.

—Como se nota que aún no conoces el ambiente que te rodea, Camila.

—¿Entonces cuando estaré lista, según tú?

Se cruzó de brazos y me analizó, cómo solía hacerlo todas las veces que le pedía pelear.

—Si no quieres una humillación es mejor que te prepares toda esta semana, pelearás el próximo viernes.

Di un pequeño salto y aplaudí con mis manos sonriendo.

—Entrenaré día y noche.

Me despedí de mi entrenador para volver a mi habitación, pasé por mi bandeja de comida antes de subir. Al entrar coloqué música y me desvestí para darme una ducha antes de comer. Extrañaba demasiado mi vida, ahora entendía muy bien el significado de valor lo que tenemos, añoraba demasiado mi libertad, salir con mis amigas y disfrutar de un día soleado. Incluso extrañaba las atenciones de Ángel, las noches en las que decidíamos ver películas y que terminábamos haciendo el amor, él era de esos hombres cariñosos que te hacían sentir especial y única.

Me coloqué una de las camisetas de Dmitry que encontré en el pequeño closet, era ancha, suave y cómoda. Me senté en la cama a comer mientras escuchaba la música de un cd que encontré en una de las gavetas. No tenía acceso a ningún aparato tecnológico, al principio se me hizo difícil pero ya estaba acostumbrándome a vivir sin ellos.

Estaba cansada, mi cuerpo pesaba y mis ojos se cerraban del sueño, dejé la bandeja sobre el buró, me levanté para lavar mi boca y acomodarme para dormir.

...

Esquivo un golpe y puedo leer sus intensiones por agarrarme del cuello de manera frontal, por lo que giro el cuello para que ninguno de sus dedos toque mi tráquea, frustrando su ataque ocasionando que se desespere y empiece a lanzarme puñetazos, los esquivo todos hasta cansarlo y lanzarle un puñetazo a la cara, rompiéndole la nariz tambaleándolo un poco, aprovecho su distracción para patear sus costillas seguido de otro puñetazo haciéndolo doblarse ante la magnitud de los golpes. Lanzo un golpe más haciéndolo caer al suelo, dándome la victoria. Los gritos no se hacen esperar, la algarabía me hace sonreír y elevar mis brazos, el hombre que la hacía de árbitro me da el gane. Volteo a ver a Alexey quien mantiene una media sonrisa, dándome a entender que lo hice bien.

Me prometí a mi misma que no me iba a dejar humillar en ese ring, y así lo había dicho. Bajé recibiendo la avalancha de hombres dándome palmadas en el hombro como muestra de felicitación. Lo había logrado.

—Lo hiciste bien, al fin dejaran de subestimarte. Estoy seguro que más de alguno comenzará a respetarte por lo que puedes hacer y no por ser la mujer de —me dijo Alexey palmeando mi espalda.

—Estoy lista para romperle la boca a Oksana —reí, esa mujer cada que quería se aparecía por aquí burlándose de la mierda en la que me encontraba.

Realmente este tiempo aquí me había ayudado a ver las cosas de otras perspectivas. Me sentía otra yo, una más valiente y aguerrida.

Caminé por los solitarios pasillos, tres meses, tres meses llevaba encerrada aquí y sin saber hasta cuándo vendría por mi. Abrí la puerta de la habitación que se encontraba a oscuras, encendí la luz y pegué un respingo al ver su figura sentada en un pequeño sofá individual ubicado al otro extremo de la habitación.

—Peleaste bien —escuchar su voz después de tantos días causó estragos en mi, me emocionaba verlo y tenerlo tan cerca de mi.

—¿Qué haces aquí? —pregunté entrando y cerrando la puerta con seguro

—Vine a verte, ¿no es obvio?

—Vaya, pensé que te habías olvidado de mi existencia —dije sarcástica, él se levantó del sofá caminando hacia mi, su olor inundó mis fosas nasales poniéndome nerviosa con su cercanía.

—¿Cómo olvidarme de la mujer que tiene una deuda muy cara por pagar?

Reí irónica, me di la vuelta para caminar al baño, necesitaba darme una ducha y quitarme el sudor mezclado con suciedad de mi cuerpo. Mi olor debía ser fatal

—Parece que se te hace suficiente con todo el dolor y humillaciones que he pasado en este lugar. Me viste llorar y pedir que me mataras, ¿qué más quieres de mi?

—Ya te lo dije.

Hice una gesto de fastidio y me encerré en el baño, lavé mi boca y me metí bajo el chorro de agua, limpié la sangre seca de mi cuerpo y saqué el polvo de mi cabello. Cuando terminé envolví mi cuerpo en una toalla y mi cabello en otra, salí con la esperanza de que se hubiera marchado, tenerlo cerca se me hacía difícil controlar mis ganas de lanzarme a sus brazos y besar sus labios. Añoraba tanto un momento de cariño de parte suya, que sólo me hacía arder más en culpabilidad por haber sido una cobarde.

Pero para mi desgracia, o suerte, él aún se encontraba ahí, estaba fumando un puro con la camisa desabotonada dejando ver su torso bien trabajado y la tinta de sus tatuajes resaltando en su piel clara. Ignoré su presencia y pase directo al closet sacando la camisa para ponérmela, era estúpido tratar de cubrir mi cuerpo de sus ojos cuando ya conocía cada parte de él. Pude sentir su mirada penetrante cuando dejé caer la toalla para colocarme las bragas.

Caminé hacia él y tomé el puro de sus manos para darle una calada y expulsar el humo hacia su rostro, en ningún momento apartó la mirada de mi, esos ojos que me hipnotizaban.

—¿Cuando me sacarás de aquí? —inquirí con esperanza de recibir una respuesta positiva.

—Cuando quieras regresar a mi cama —susurró hundiendo su cabeza en mi cuello para lamerlo y pasar sus manos en mi cintura pegándome a su cuerpo.

Jadeé

—¿Quieres llevarme a tu cama?

—Si, quiero tener a mi mujer dispuesta para mi todas las noches —sus manos se fueron deslizando hacia abajo hasta introducirlas bajo la camisa y apretar mis glúteos.

—¿Entonces por qué no volviste? —llevé mis manos a su pecho disfrutando de su piel

—No estaba

Mentía, había escuchado de Oksana las veces que el señor pasaba por la mansión y no se asomaba a verme, siquiera a preguntar si aún estaba viva.

—Sácame de aquí, Dima —pedí apartando su cara de mi cuello para prenderme de sus labios, gemí, había extrañado tanto aquello, succioné su labio inferior como él lo hacía con mi superior.

—Convénceme, malenʹkiy —susurró contra mis labios desatándome una sonrisa maliciosa, volví a besarlo, con mis manos le saqué la camisa, bajé a su cuello chupándolo y haciendo un camino húmedo de besos hasta llegar a sus tetillas mordisqueé y besé cada una de ellas sin dejar de mirar su rostro que se mantenía serio y atento a cada uno de mis movimientos, en sus ojos podía ver la lujuria que se estaba desatando.

Seguí besando su torso, tocando y saboreando su abdomen marcado, detallando cada tatuaje en su piel, me gustaban todos, pero mi favorito era la serpiente en su cuello. Me detuve cuando llegué a la pretina de su pantalón, mordí mi labio inferior y lo miré lujuriosa, ansiosa por probarlo.

«Joder, me lo merezco»

Solté su cinturón y bajé el cierre de la bragueta, lo toqué por encima de la delgada tela del bóxer, gemí al sentir su dureza tan apetecible. Con su ayuda bajé del todo su pantalón, seguido del bóxer disfrutado cuando su miembro erecto chocó contra mi cara, se veía deliciosa destilando sus jugos preseminales, la tomé entre mis manos deslizándolas de arriba hacia abajo, tocando sus testículos endureciéndolo aún más, sus venas saltadas hicieron agua mi saliva.

—¿Te gusta?

—Mmm, si —jadee metiéndola a mi boca sin perder contacto visual, chupándola y metiendo la mitad adentro, movía mi cabeza de adelante hacia atrás disfrutando de su cara de excitación. Me tomó del pelo guiando los movimientos, movió sus caderas metiéndola hasta el fondo atragantándome con ella, unas pequeñas lágrimas salieron de mis ojos, pero eso no me detuvo seguí chupando, me gustaba tenerlo así. Penetrándome la boca, no había lugar en mi cuerpo donde su miembro no haya explorado y estaba deseosa por volver a vivirlo con él. Me encantaba el sexo duro que me daba, porque con él nunca fueron caricias suaves sino fuertes, las palabras de amor que se susurraban al oído siempre estuvieron mezcladas con palabras obscenas las cuales lejos de ofenderme, me excitaban aún más.

—Te voy a destrozar ese coño, malenʹkiy —siseó apretando los labios aumentando el ritmo de sus embestidas.

La saqué de mi boca para chuparla por encima hasta llegar a sus testículos y lamerlos uno por uno, metí uno a mi boca sin dejar de acariciar el otro, sus gruñidos eran me motivaban más a comportarme como una ninfómana desesperada, metí el otro abriendo mi boca aún más, acaricié su falo que estaba tan duro como una roca.

«Delicioso»

Los saqué para volver a meter su miembro chupándolo, metiéndolo hasta el fondo, sonreí mentalmente cuando sentí el líquido recórrelo hasta derramarse en mi boca, lo succioné como una paleta tragándome su esencia. La saqué y la lamí dejándola limpia, con su ayuda me puse de pie para colgarme de su cuello y apoderarme de su boca, quería que sintiera el sabor de su semen en mis labios.

Él me tomé con posesividad apretándome el culo, sin esperarlo rompió mis bragas e introdujo dos de sus dedos en mi muy mojada vagina. Ahogué un gemido en sus labios, elevé una de mis piernas la cual sostuvo con su mano libre para tener un mejor acceso. Estaba descontrolada, queriendo más y más de su toque, quería que me llenara y me penetrara el culo toda la noche.

«¡Mierda!» Fueron tres meses de abstinencia donde sobreviví con mis toques que no me causaban el mismo placer que él me daba.

—¿Qué quieres? Dímelo y te lo daré

—¡Ah! —cerré mis ojos gimiendo sin control, me importaba un carajo que me escuchara todo el edificio —a ti en mi interior, ahora

Sacó sus dedos y soltó mi pierna, elevó la playera hasta mis brazos para quitármela. Me miró los senos que se encontraba con los pezones erectos, ansiosos por atención.

—¡Maldita seas! Estás tan rica

Se llevó mis pechos a su boca, chapándolos, mordiéndolos y acariciándolos con su hábil lengua, de repente se apartó y me lanzó a la cama.

—Pon ese culo para mi, bebé —me puse en cuatro irguiendo mi espalda, ofreciéndoselo.

—Rómpelo, Dima —pedí entre aullidos, estaba totalmente nublada de placer.

—Tus deseos son órdenes

Se adentró en mi interior de golpe, sin ninguna contemplación, al estar tan húmeda se le facilitó deslizarse hasta el fondo metiéndola toda. Fueron dos años que pasé con él y nunca me cansé de aquello, Dmitry me llenaba en todos los sentidos y estaba segura que ningún otro hombre en mi vida se iba a comparar con él.

Volvió a embestirme con rudeza, haciéndome gemir alto pidiendo por más.

—Me prendes que seas tan gritona —me susurró al oído jalándome el cabello y dándome una fuerte palmada en los glúteos, me dio otra y otra, muchas, mojándome más de lo ya estaba. Movía mis caderas recibiendo gustosa sus embates, disfrutando de sus palmadas y jaladas de cabello.

—¡Oh, Dima! —gemí sintiendo mi orgasmo llegar y bañarlo con mis fluidos, sintiendo que tocaba las estrellas. Dio unas embestidas más y su derrame tibio se sintió en mi interior, se dejó caer sobre mi sin salir aún.

—Puedes regresar pero bajo ciertas condiciones —me dijo luego de un momento saliéndose de mi y hacerse a un lado de la cama.

—¿Cuáles?

—Se mi mujer otra vez —pidió mirándome a los ojos logrando que unas incontrolables ganas de llorar invadan mi ser.

—Pero si nunca he dejado de serlo —respondí volviendo a besarlo, abrí mis piernas colocándome sobre él y removiendo en círculos sobre su miembro reactivándolo. Quería más, mucho más de él. Me lo merecía después de tanto sufrimiento.

Cuando estaba con él no había tiempo de pensar en nadie más, sólo era yo en busca de lo que quería y eso era él. Mis sentimientos que por mucho tiempo intenté enterrarlos estaban más vivos que nunca.

—Me encanta que seas insaciable —susurró mirándome con la misma chispa que no veía desde hace años.

Tomé su miembro ya erecto y lo deslicé por mi interior, gozando una vez más y elevando mis caderas de arriba hacia abajo en busca de mi propio placer, con sus dedos enterrados en mis caderas y su boca disfrutando de mis senos. Ambos gemíamos, acoplándonos a nuestro ritmo.

Si había algo que disfrutaba más era cabalgar a mi hombre y sentir que tenía el dominio sobre él. Haría todo lo posible porque volviera a ser mío, ya no importaban las consecuencias porque bastaba con verlo a los ojos para saber que por él iría hasta el mismísimo infierno.

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