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Capítulo 5


Narra Camila

Los días pasaron casi volando, el estrés no me abandonó en ningún momento. Pase tantos corajes cuando todos empezaron a llevarme la contraria con lo que quería para mi boda, aún recuerdo la discusión que tuve con Ángel cuando su madre le contó lo sucedido en la prueba del vestido.

—Me estoy cansando de esto, Camila, primero saliste con que no querías celebrar el compromiso y ahora me sales con que quieres una ceremonia sólo con nuestras familias y amigos íntimos —su mirada desafiante trataba de intimidarme, pero a estas alturas ya nadie lograba hacerlo.

—¿Y qué hay de malo en que quiera todo sencillo? Me hechas en cara lo del compromiso si de todas maneras no se hizo lo que yo quería, te importó poco y armaste gran fiesta y con nuestra foto en la portada de una importante revista.

—Ve buscando otro vestido y olvídate de ceremonia en el jardín —demandó queriendo salir de mi habitación, no dispuesta a quedarme con la palabra en la boca lo tomé del brazo jalándola hacia atrás y fijando mis ojos desafiantes en los suyos.

—Dices amarme y no me complaces ni uno de mis deseos

Mis palabras lo hicieron temblar, sacudió bruscamente su brazo zafándose de mi agarre.

—¿Qué no los cumplo? ¿Pero que más quieres de mí? Te estoy dando todo de mi, solo quiero que ese día luzcas como la princesa que eres y tú me ves como si cometiera el peor de los horrores —pasó su mano repetidas veces por su cabello —Me estoy cansando de ser tan paciente contigo, te doy todas mis atenciones y lo que recibo a cambio es tu jodida frialdad. ¿Por qué eres así? ¿Qué cambió?

«Porque luego de haberlo tenido todo, tu amor no me sabe a nada»

Negué con mi cabeza, esta situación me estaba hartando, su hostigamiento me estaba orillando a romper nuestra relación.

—Hay heridas en mi corazón que aún no cicatrizan, no me pidas que cambie porque tus súplicas serán en vano.

—¡Pero dime que fue lo que te pasó! Quiero ayudarte, pero si te sigues negándote a hablar.... —negó con su cabeza, se notaba que la situación le frustraba pero no había nada que hacer, nadie podría sacarme del hoyo en el que me encontraba y me negaba a contarle lo sucedido.

—Es algo que lo guardaré siempre para mi, de nada sirve que hable si tú ni nadie puede ayudarme.

—Pero... —llevé mi dedo índice a sus labios para que callara.

—Si me amas, si en verdad me amas, me aceptaras tal y como soy, no lucharas más en que vuelva a ser la Camila de hace años, porque de ella ya no hay nada.

Me miró por unos largos segundos, como si quisiera averiguar qué había detrás de mis inexpresivos ojos. Con suavidad tomó mi brazo apartándolo, acercó su rostro al mío hasta casi rozar nuestros labios.

—Nunca dudes del amor que te tengo, te aceptaré como eres pero una parte de mí siempre tendrá la esperanza de que esa antigua Camila regrese —eliminó el espacio entre nosotros envolviéndome en un dulce beso.

—Lucharás en vano, porque en mi sólo hay escombros —respondí dándole un pequeño beso para después apartarme de él.

Pero como pasaba siempre, tuve que sucumbir a los deseos de él y mi padre, al final decidieron que la boda se llevaría a cabo en una playa privada, con una recepción bastante ostentosa y glamorosa, con más de quinientos invitados.

No refuté nada, pero decidí que no me involucraría más en ello, si al final mi opinión no era tomada en cuenta no me desgastaría en algo que podrían hacer otros. En cuanto a mi vestido, la señora Audrey llegó con uno enorme a mi casa, era estilo princesa con mucha pedrería y bastante esponjoso. No dije nada, sólo dejé que lo guardaran en mi armario junto al otro vestido, me tragué todas las palabras porque no quería gastar energías en algo que no tenía sentido.

...

El día de mi boda al fin había llegado, estaba rodeada de estilistas que peinaban mi cabello mientras otros terminaban de maquillarme. Mis amigas entraron a la habitación, ambas con vestidos color lila y con sus ramos de damas.

—¿Nerviosa, novia? —preguntó Adele con la sonrisa cariñosa que siempre adornaba su rostro.

—Si —fui sincera, una sensación en mi estómago que no me dejaba tranquila desde que desperté.

—Deberías ver al novio, está peor que tú —rió Ava sentándose frente a mi y reparándome sin dejar de sonreír.

Ava era muy amiga de Ángel desde pequeña, los tres siempre fuimos cercanos desde entonces.

Los estilistas al fin terminaron con mi cabello y rostro, uno de ellos trajo mi vestido en un maniquí hasta dejarlo frente a mi, sonreí tensa al verlo.

—Pueden retirarse, mis amigas me ayudarán con lo demás.

Salieron un tanto disconformes, dejándome a solas con las chicas.

—Ese no fue el vestido que elegiste —murmuró Adele detallándolo.

—No, mi suegra lo eligió y asumió que me lo pondría sin chistar —reí rodando los ojos.

—Es una vieja bruja, sólo le importa lo que dirá la sociedad

—Cállate, Adele. El vestido es divino, no veo el inconveniente para que lo uses. El otro estaba espantoso —opinó Ava haciendo rabiar a mi otra amiga.

—Espantoso o no, es el vestido que usaré —respondí yendo al armario por él. No me parecía feo, de hecho me encantaba, tenía una abertura en la pierna, pero dentro tenía una fina tela transparente con delicadas piedras en ella, de la misma estaba cubierta una pequeña parte que sobre salía del escote corazón, haciéndome lucir sencilla pero elegante.

—Es mi boda y usaré lo que yo desee —salí colocándome con las tocones de punta fina con glitter plateado.

—Así se habla, mi reina. Además te ves muy hermosa.

Sonreí, caminé al espejo y fue muy difícil contener el lagrimeo, nada de lo que había soñado para este día se estaba cumpliendo, no me sentía infeliz pero algo en mi pecho me impedía gozarlo, ya había soñado esto y me visualicé con una sola persona, el no tenerlo a mi lado era una completa tortura.

—No llores, arruinarás el maquillaje. Recuerda disfrutar este día, olvídate de todo y entierra tu pasado, hoy es un buen día para renacer.

Sorbí mi nariz y asentí, pestañé rápido tratando de espantar las lágrimas. Adele tenía razón, ya era momento de enterrar esos sentimientos que tanto daño me hacían. Me iba a casar con otro hombre y no era justo que yo anduviera llorándole aún. No me hacía bien.

—Ya es hora —la voz de Ava me sacó de mis pensamientos, asentí y junto a ellas salí de mi habitación, en la entrada un auto de mi padre esperaba por mi y las chicas, las tres lo abordamos, era una suerte que no trajere el pomposo vestido porque hubiera sido un duro trabajo ingresar al auto.

Llegamos a la playa donde se realizaría la ceremonia, mi padre esperaba por mi, su rostro era total seriedad cuando me vio bajar, negó lentamente con la cabeza y fastidiado se acercó a mi.

—Nunca haces lo que se espera de ti —susurró a mi oído —Esto es lo único bueno que estás haciendo en tu vida, no lo arruines. Quita tu cara de mustia y sonríe como la novia feliz que eres.

Relajé mi rostro tragando el pequeño nudo que se hizo en mi garganta, no traía cara de mustia como él decía, de hecho estaba relajada y sonriendo, era un día especial después de todo y no quería pasar malos ratos, por lo que decidí no alegarle a mi padre y sólo asentir.

Todo estaba perfectamente arreglado, era hermoso, en el pasillo hasta el frente, había una plataforma blanca por lo que no me dificultaría caminar con mis tacones por ahí.

La música nupcial comenzó a sonar, mis amigas pasaron y seguido yo, del brazo de mi padre, con la mirada en el frente, conectando con la oscura mirada del hombre que me esperaba en el altar. Se veía muy guapo, con su terno impecable y con su hermosa sonrisa adornando su rostro. Su cabello lacio peinado perfectamente hacia atrás.

Al llegar bajó el escalón para venir por mi, mi padre le cedió mi mano diciéndole algunas palabras sobre cuidarme, subí a su lado mirándolo a través del velo que cubría mi rostro.

—Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de dos personas que se aman... —el hombre que llevaría a cabo la ceremonia comenzó a hablar, dando el discurso de siempre, mis manos sudaban y mi corazón latía acelerado.

—Camila Ferretti, ¿aceptas a Ángel Davis como tu esposo, para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?

Mi respiración se contuvo por unos momentos, al dar mi respuesta ataría mi vida con otra persona, de ahora en adelante no habrían excusas que valieran para evitar darle explicaciones sobre mi comportamiento. Cuando respondiera con un "Si" debía arrancar de mi pecho de una vez a aquel hombre que amé por tantos años, tendría que borrar su nombre de mi memoria, arrancar mi piel donde una vez sus caricias me marcaron.

—Si, acepto

Ángel volteó a verme con sus ojos cristalizados, haciéndome sentir amada con cada una de sus miradas.

—Ángel Davis, ¿aceptas a Camila Ferretti como tu esposa, para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?

—Si, acepto —su respuesta fue de inmediato. Haría todo lo posible por devolverle ese amor tan grande que sentía por mi.

—¿Hay alguien que oponga a esta unión? Si así, que hable ahora o calle para siempre.

Siempre había pensado que aquella parte en las ceremonias era innecesaria, nadie se atrevería a ponerse en ridículo para hacer algo así. Sonreí ante el silencio de las personas y miré al hombre para que continuara con la ceremonia. Abrió su boca para hablar cuando de repente su cabeza explotó bañándonos de sangre a Ángel y a mi.

Grité horrorizada al igual que los demás, que se levantaron de sus sillas dispuestos a marcharse cuando de la nada aparecieron hombres vestidos de negros con armas de alto calibre en sus manos.

Sentía que algo me ahogaba al presentir lo que estaba ocurriendo, iban a matarnos, se dice que una mujer cuando es fichada por un mafioso la vuelve intocable para todos los hombres. Y yo ignoré aquello, pensando qué tal vez me había olvidado y que no haría nada al respecto, me sentí estúpida. Ahora por mi culpa, muchas personas morirían.

«¿Qué está pasado?» se preguntaban todos con sus rostros llenos de pánico «¡Vamos a morir!»

Mi cuerpo se paralizó cuando de entre aquellos hombres se abrió paso uno, caminando imponent, con su mirada altiva y con su rostro carente de emociones. En su mano traía una arma y podía asegurar que había sido él quien había disparado.

Sentía que mi corazón había dejado de funcionar, no podía observa a nadie más que no fuera él, sintiendo su aura peligrosa emanando de cada parte de su cuerpo.

Malenʹkiy —murmuró en ruso

Quería llorar, tantas emociones que se mezclaron en mi ser al escuchar su voz después de cinco años, al escucharlo llamarme de aquella manera luego de tanto.

—¿Qué... —mi voz se fue, no podía formular nada teniéndolo en frente y con todos aquellos presentes temiendo por sus vidas.

—Que rápido te olvidaste de mi —miró a Ángel como si fuera mierda

—¡¿Quién es usted?! —exclamó furioso dando un paso hacia él que pronto retrocedió cuando alzó su arma apuntando su cabeza

—¿Qué haces aquí? —pregunté cuando mi voz volvió, me miró sonriendo una sonrisa tan siniestra que me hizo estremecer de miedo.

—Vine por lo que me pertenece —soltó helándome por completo

Sacudí mi cabeza no queriendo aceptar lo que estaba sucediendo, no, simplemente era imposible. Bajé el escalón mirando a mi padre, quien negaba con la cabeza pasmado viendo el imponente hombre frente a nosotros, también giré mi cabeza hacia Ángel, estaba pálido, denotando confusión y miedo.

—¿Y qué te pertenece según tú? —pregunté retándolo con la mirada sacando valor de donde no lo tenía.

Sonrió de medio lado y me observó detenidamente.

—Tú

Negué con mi cabeza caminando con pasos seguros hasta él, sin despegar ni un solo segundo mis ojos de los suyos.

—No soy un objeto al cual reclamar, así que lárgate por donde viniste y déjame en paz.

La burla en sus ojos me paralizó, dio unos pasos hasta mi tomándome bruscamente de mi cuello pegándome a su rostro, estremeciéndome al sentir su aliento y el olor masculino que me hizo temblar las piernas.

—Sino quieres que mate a ese hijo de puta harás todo lo que te ordene —susurró en mi oído —lo dejarás plantado y te vendrás conmigo

—No puedes hacer esto —el nudo en mi garganta se hizo grande, ahogándome en mis palabras.

—¡Suéltala! —gritó Ángel armándose de valor bajando del altar y viniendo hacia a mi.

—Tu decides, malenʹkiy —su cinismo me desquiciaba, quise soltarme de su agarre pero hizo más presión haciéndome cerrar los ojos ante el dolor.

—No te atreverías

El sonido del disparo y el aullido de Ángel me hizo abrir los otros encontrándome con los del demonio, le brillaban de maldad pura, porque eso era Dmitry Ivankov, un demonio oscuro.

—No me retes, porque sabes bien de lo que soy capaz —me soltó alejándose un paso de mi volviendo a apuntar a mi prometido que se encontraba tirado en el pasillo con un disparo en la pierna.

Los gritos de terror de la gente no me dejaban pensar con claridad, quise acercarme a Ángel pero el agarre en mi brazo me detuvo.

—¡Está bien! —exclamé dejando salir un sollozo —Me iré contigo, pero no le hagas daño

Enseguida bajó el arma y me jaló para que caminara con él.

—Lo siento —susurré mirando a mi prometido que negaba repetidas veces con la cabeza llamándome y gritándome que no me fuera.

—¡Camila! —el grito de mi padre me hizo detener —Si te vas, te olvidas que tienes un padre.

Dmitry me dio otra mirada amenazante que me hizo continuar mi camino siendo incapaz de responderle a mi padre. Las lágrimas no tardaron en resbalarse por mis mejillas, lo que me esperaba no era algo bueno, lo intuía por su manera de tratarme, la mirada vacía que me dedicó ya no brillaba por mi.

Me empujó al interior de un auto, luego entró él azotando la puerta mientras daba órdenes en ruso a sus hombres por medio de un auricular.

No me atrevía a hablar, ni siquiera a mirarlo, de pronto todo lo vivido hace cinco años comenzaba a revivirlo, el dolor que me causó nuestra ruptura y lo difícil que se me hizo poder recuperarme. Sollocé abrazando mis brazos, sintiéndome miserable al ser incapaz de salir del hoyo donde estaba, cada que lo intentaba algo me jalaba hacia el vacío.

—Deja de llorar como si fueras una niña —se exaltó furioso

—¿A donde me llevarás? —pregunté pero fui ignorada, cómo hizo durante todo el transcurso del camino.

Mi cuerpo tembló cuando por las ventanas logré divisar el aeropuerto privado al que entrábamos. Me bajaron obligándome a caminar al jet privado, por mas resistencia que ponía era en vano, ellos eran más fuertes.

—¡Contéstame! —le grité llenándome en ira verlo caminar tranquilo como si nada estuviese pasando —¡¿A dónde me llevas, maldito infeliz?!

Me empujaron al interior de la aeronave, llevándome a un asiento y ubicándome el cinturón de seguridad, forcejeé cuando miré a uno de ellos acercarse con una jeringa.

—¿Qué van a hacerme? ¡Aleja esa maldita cosa de mi! —mis palabras no sirvieron de nada, me tomaron de las manos y de las piernas para evitar el forcejeo, cerré los ojos cuando sentí la aguja en mi brazo.

—Largo —ordenó entrando al avión y pasando por mi lado sin mirarme.

Los hombres me soltaron cuando me inyectaron el líquido, del cual no tenía idea de qué era, dejándome a solas con él. Decirme que me sentía pequeña ante él era poco, su mirada escrutadora se posó en mi.

—¿Por qué me haces esto? —pregunté en hilo de voz, mi cuerpo comenzaba a tornarse pesado y un extraño sueño me invadió. Mi vista comenzó a verse borrosa y mi alrededor a dar vueltas.

Su rostro desfigurado entró en mi campo de visión, parecía mover los labios como si estuviese diciéndome algo pero me era imposible comprender. No supe cuando perdí la conciencia, entrando a un profundo sueño.

...

Escuchaba voces de fondo, discusiones y órdenes, intenté abrir mis ojos pero no pude. Sólo sentí cuando mi cuerpo fue alzado en brazos y la risa fría chocar con mi cuerpo haciéndome encoger y pegarme a la fuente de calor para luego volver a caer en la inconsciencia.

....

Abrí mis ojos lentamente tratando de asimilar mi alrededor, lo sucedido fue lo primero que inundó mi mente y el rostro lleno de desesperación de mi prometido hizo que mi corazón se apretujara.

«¿Estará bien?»

Una muchacha como de mi edad apareció en mi campo de visión, estaba seria examinándome, sin decir nada se acercó para revisar mis signos vitales.

—¿Donde... —mi garganta ardía —estoy?

No respondió de inmediato, primero se aseguró que todo estuviese en orden y poner una distancia entre las dos.

—En Rusia, señorita —contestó llenándome de pánico al sentirme tan desamparada en un lugar tan lejos de mi hogar. Me levanté de la cama de golpe, mareándome de inmediato lo que ocasionó que volviera a caer a la cama.

—No se mueva —llegó a mi auxilio —El señor ordenó que no saliera de esta habitación.

—Quiero hablar con él, ¿dónde está? —pregunté sintiendo la ansiedad por recibir respuesta que me aclararan todo lo que estaba pasando. Parecía más una pesadilla que un sueño, si bien había deseado volver a verlo, no estaba preparada para ello, aún no enterraba del todo los sentimientos que sentía hacia él, y la manera en que había sucedido todo me hacía creer que no esperara nada bueno de su parte.

«¡Estoy jodida!»

La puerta de la habitación se abrió dándole paso a otra muchacha con una bandeja de comida en su mano, en silencio acomodó todo en una mesa que se encontraba frente a la gran ventana de la estancia.

—Debe comer, señorita.

—No tengo hambre —respondí mirando a la joven que acababa de entrar salir.

—Debe recuperar fuerzas y más si quiere ver al señor.

No dije nada, me quedé quieta en la cama observando el lugar, era bastante espacioso, con sos grandes ventanales con gruesas cortinas arrizadas a los costados de estas, daban una vista al extenso jardín. Los tonos de las paredes eran claros y perfectamente combinado con los muebles.

—¿Hace cuántas horas llegué aquí?

—Como dos —hizo una pausa. —Coma por favor, señorita.

Di un fuerte suspiro y con mucho cuidado me levanté de la cama, no quería sentir otro de esos horribles mareos. Caminé hasta la mesita y arrastré la silla hacia atrás para sentarme.

Lo que vi me hizo hacer una mueca, era pasta, mi favorita. Pequeño detalle que me hizo sonreír mínimamente, siendo reprendida por mi mente de inmediato. Tal vez se trataba de una simple coincidencia y yo pensando en que tuvo un pequeño detalle conmigo.

Me levanté cuando comí lo necesario, sólo comí la mitad, y mirando decidida a la muchacha que no había salido de aquí desde que desperté.

—Llévame con él, ahora —mi voz era firme y demandante.

—Señorita, déjeme aclararle algo —su voz era petulante —usted aquí no está en las condiciones de ordenar nada, es mejor que se quede callada y en esta habitación sino quiere terminar durmiendo en algún calabozo siendo torturada por los hombres del señor.

Mi pecho subía y bajaba, claramente alterada, ignorando sus palabras ponzoñosas caminé rápidamente a la puerta abriéndola y saliendo de ella. Escuché las maldiciones de aquella mujer y sus pasos siguiéndome, no conocía este lugar de nada, pero si algo conocía de los gustos del ruso era que sus casas tenían el mismo patrón. El despacho siempre se encontraba en el primer piso y al lado izquierdo.

Corrí apresurada para que aquella mujer furiosa no me alcanzara, bajé las escaleras de dos en dos, agradeciendo andar descalza. Caminé hasta divisar las puertas dobles y abrirlas sin importarme nada, encontrándome con la dura mirada de aquellos ojos azules.

—Suéltala y lárgate —le ordenó a la mujer que llegaba segundos después tomándome bruscamente del brazo.

Me soltó y se marchó mirándome furiosa, la ignoré y caminé hasta adentro bajo la atenta mirada de él, que se encontraba sentado en la silla detrás del imponente escritorio.

—¿Por qué hiciste esto? ¿Traerme hasta aquí contigo luego de cinco años? ¿Vas a matarme a caso?

—Algo mejor que eso —sonrió viéndose tan jodidamente atractivo.

—¿Con qué derecho, Dmitry? ¿Con qué derecho te apareces en mi vida luego de tantos años?

—Con el derecho que eres mi mujer —se levantó rodeando el escritorio llegando hasta mi —no iba a permitir que te casaras con ese hijo de puta.

—Yo ya no soy tu mujer, Dmitry

Se inclinó y con su mano elevó mi mentón obligándome a verlo.

—¿Cuándo? —se relamió los labios —¿Cuando dejaste de serlo, Camila? No recuerdo haberte quitado ese título —se acercó a mi oído para susurrarme —Tú siempre serás mi mujer, malenʹkiy

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