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Capítulo 30


Narra Camila

La puerta de madera doble se abre dándonos paso a una sala llena de hombres de la mafia, quienes voltean a vernos con sus miradas feroces, camino disimulando mis nervios hasta quedar frente a ellos junto a mi marido, Kai y los dos de los Vors, entre ellos Nicolay.

Dos de los hombres de Dmitry entran con una caja abriéndola frente a todos y sacando las cabezas de los antiguos líderes de la Yakuza.

—Los hermanos Takahashi han muerto sin dejar sucesores, se atrevieron a desafiarme y he aquí a su nuevo líder  —señaló a Kai y el murmullo de indignaciones se hizo escuchar entre los hombres.

—¿Y por qué lo eliges tú? Es nuestra organización por lo tanto somos quien decidimos.

—Porque ahora Japón es mi territorio, maté a sus líderes y por derecho me corresponde tomar su lugar. Si se oponen a mis decisiones mis hombres están preparados para destruir cada bodega, prostíbulo y propiedades que les pertenecen —gran parte de los soldados de la Bratva comenzó a entrar con las armas alzadas rodeando a todos los grandes de la mafia japonesa haciendo que estos también alzaran las suyas —Ustedes deciden señores, o aceptan mi poderío y a Lim-Kai como su líder o —soltó esa sonrisa espeluznante que erizaba a más de uno —todos mueren.

—¡No lo acepto como líder y tampoco acepto tu poderío sombre nosotros! —Uno de ellos alzó la voz embravecido —¡No olvides el poder que poseemos!

Alzó el arma apuntando a Dmitry llevando su dedo al gatillo pero su movimiento fue muy lento, al menos cinco armas fueron disparadas en su dirección llenando su cuerpos  de balas cayendo al piso con los ojos abiertos y de su boca salió un hilo de sangre, el último disparo fue en la frente explotándole la cabeza y esparciendo sus sesos a los que estaban cerca.

—¿Alguien más que se oponga? —preguntó aún con su arma alzada, nadie dijo nada.

—Parece que no hay nadie más —dijo Lim-Kai con una sonrisa torcida en su rostro.

—Mi clan y yo estamos de acuerdo —uno de los líderes dio un paso al frente, dándole paso a otros que fueron bajando la guardia y lentamente los soldados de la Bratva fueron retirando sus armas haciéndose a un lado sin bajar la guardia.

Procedieron a hacer los juramentos con Kai y  Dmitry, jurándole lealtad hasta la muerte al ruso. Los miembros de la Yakuza hicieron lo suyos al nuevo líder, bajándole la mirada como muestra de respeto.

No duramos mucho tiempo ahí, pasada la ceremonia nos marchamos no sin antes dejarle algunas advertencias a Kai.

Al subir al jet me acomodé a su lado recostando mi cabeza sobre su pecho, la noticia de la explosión del edificio me sorprendió. Nuevamente volvieron a morir personas por mi culpa, pensaron que me encontraba en ese lugar y por eso lo destruyeron. Trataba de no darle vueltas al asunto e ignorarlo pero no podía, aún no me volvía tan indiferente como ellos y quizás esa parte de mí nunca se iría.

Las muertes que llevaba sobre mí no me pesaban porque no eran inocentes, se merecían lo que había hecho. Pero esa gente no, habían niños, adolescentes que a penas iniciaban su vida.

—¿Te estás atormentando otra vez?

—No puedo evitarlo, ya no sólo es una muerte sobre mis hombros sino que...

—No puedes culparte por algo que no hiciste y mucho menos querías que ocurriera, no eres responsable de lo que hacen tus enemigos por querer acabar contigo.

—Pero...

—Basta —me interrumpió —en todo caso sería mi culpa por arrastrarte a esto.

«Si» respondí mentalmente, no podía justificar lo que no tenía justificación. De no haberlo conocido no estaría en esta situación, quizá Ava estaría viva así como las personas que murieron calcinadas en ese edificio. Pero tampoco lo tuviera en mi vida, ya no me arrepentía de haberlo conocido y si, tal vez fue un error haberme enamorado de él pero no había vuelta atrás. Las cosas ya estaban hechas y retroceder no podía, y de tener opciones volvería a enamorarme de él pese a todo.

Este era mi destino y lo aceptaba.

—La próxima semana iré a ver a papá y quiero que me acompañes —sentí la tensión en su cuerpo

—¿Estás segura?

—Si, no puedo simplemente olvidarme de él, hizo cosas pensando en lo que según su criterio era lo mejor para mi. Es mi padre, no puedo sacarlo de mi vida.

—Si es lo que quieres, iré contigo.

Debía conseguir su perdón para encontrar la tranquilidad en su totalidad, debía olvidar lo que ocurrió en el pasado y enfocarme en el presente, en lo que quería de ahora en adelante.

Dormí todo el viaje de regreso y al estar en la mansión me encerré en mi habitación para seguir durmiendo. Había olvidado que tenía trabajo y debía presentarme mañana temprano, el viaje sería más agotador al estar tan lejos de la ciudad.

La puerta se abrió dándole paso a Dmitry quien se acomodó a mi lado jalándome a su regazo y depositó un beso en la coronilla de mi cabeza. Con eso en mi mente entré a la inconsciencia hasta el día siguiente.

Me vestí con algo adecuado para el trabajo y bajé a desayunar con prisa porque se me estaba haciendo demasiado tarde.

—¿Quieres que te acompañe? —preguntó entrando al comedor

—No, no te molestes. Tienes mucho trabajo aquí, tus hombres me llevarán —dije tomando mi bolso para marcharme. Se acercó para darme un beso en la boca.

—Iré a recogerte

Le di un último beso antes de salir apresurada hacia el helicóptero tomando la misma ruta de siempre. Los días fueron transcurriendo con normalidad, iba a trabajar y volvía a casa pasando las noches con él. Constantemente pensaba en lo que le diría a papá, era difícil lidiar con él y después de lo qué pasó la última vez mis esperanzas no eran muchas.

Me removía inquieta sin tener la más mínima idea de que hacer, estábamos a sólo unos minutos de aterrizar en Nueva York y mi mente seguía en blanco.

Miré a Dmitry que permanecía concentrado en su celular, al elegirlo a él perdí todas las personas que tenía, pero también conocí sus verdaderos rostros. Nadie es lo que aparenta ser, eso lo tengo más que claro. Me había quedado sin amigas y eso estaba bien, puesto que nunca llegué a pensar en lo falsas que eran. Creía en ellas y es por eso que terminaron decepcionándome tanto.

—Andando —dijo poniéndose su lentes de sol listo para bajar.

Solté una sonora exhalación antes de seguirlo, el clima era fresco y no tan exagerado como en Moscú, caminé por la pista hasta llegar a la camioneta que nos estaba esperando.

—Relájate —volteó a verme con su actitud serena. Era fácil decirlo pero difícil de lograrlo, estaba nerviosa, en unas horas estaría frente a él.

—No es tan sencillo —murmuré subiendo al auto mirando hacia la ventana, él subió quedando a mi lado, sentí su mirada y segundos después su mano tomar la mía.

—Sabes que siempre estaré a tu lado, ¿cierto?

Asentí volteando a verlo fundiéndome en el cielo de sus ojos.

—Lo sé, no olvido. Nos tenemos el una al otro, pero... —hice una pausa mostrando mi inseguridad —Me siento sola, no tuve la culpa de que esto sucediera así. Nunca quise dañarlos de esta forma, en principal a Ángel.

En su mirada había comprensión, me atrajo a sus brazos envolviéndome, enterré mi cara en su pecho oliendo su rico perfume.

—Yo causé todo esto, diría que lo siento pero no es así, no me arrepiento de lo que hice para tenerte y aunque no lo merecías saber de esta manera, supiste quien era cada uno. A excepción de ese hijo de puta —levanté la cara riéndome de lo desagradable que era para él nombrarlo —tampoco me da lástima porque mi propósito era matarlo.

—¡Oye! No te pases, él no tenía la culpa de nada.

Río desviando su mirada por la ventana, me aferré a su brazo y no lo solté hasta que llegamos al hotel, la suite presidencial estaba reservada para nosotros, pedí algo de comida y esperé mientras me daba una ducha rápida y me vestía para ir a la empresa de papá.

Eran en una hora y ya me habían llamado para que confirmara, Dmitry hizo lo mismo cambiándose con un traje a la medida en color acero, resaltando su atractivo. Eran muchas las mujeres que volteaban a verlo, aún cuando iba colgada de su brazo no disimulaban.

—Señorita Ferretti, que gusto verla de nuevo por aquí —nos saludó la recepcionista cuando entramos a la empresa.

—Hola Fabiola, ¿cómo estás? —le contesté con la misma amabilidad que lo hizo ella

—No mejor que usted —sonrió mirando al hombre que me acompañaba.

—Vengo a ver a mi padre.

—Oh, si, no le quito más su tiempo. Que tenga un buen día.

—Igual tú, linda.

Seguimos nuestro camino al ascensor notando la incomodidad de mi marido cuando más personas fueron entrando, él era de las personas que les gustaba que todo fuera exclusivo para ellos.

—¿Quieres que entré contigo? —preguntó estando a unos pasos del escritorio de la secretaria

—Será mejor que esperes, si las cosas salen mal no entrarás. Huiremos y jamás volveremos —sonreí un poco tensa

—Como tú lo quieras, pequeña. Esperaré aquí —señaló una silla frente a la oficina, asentí dándole un pequeño beso.

—Deséame suerte —dije guiando mis pies al escritorio de la secretaria.

—Señorita Ferretti —saludó poniéndose en pie —el señor la está esperando, pase.

Inhalé una bocada de aire antes de tocar la puerta suavemente.

«Adelante» mi corazón palpitó a prisa al oír su voz, no supe cuanto lo había extrañado hasta este momento.

Abrí la puerta dándome paso, él levantó la cabeza fijando su escrutadora mirada en mi, su expresión era dura y su cuerpo estaba tenso, aún desde la distancia se notaba.

—Hola, papá —sonreí con melancolía sentándome en una de las sillas frente a él

—Creí haber sido claro la última vez que nos miramos, ¿qué haces aquí?

Un nudo se formó en mi garganta.

—Yo... —tragué grueso —no puedo seguir más así —miré sus ojos que eran idénticos a los míos —no sé tú pero yo si te extraño.

—Yo no —soltó mostrándose indiferente, venía preparada para esto pero no dejaba de ser difícil de aceptar.

—Escucha, se que he cometido muchos errores que te han afectado a ti...

—No —me interrumpió —los errores que has cometido te afectan a ti, mírate has perdido todo. No tienes amigas, a una la mataron y otra no quiere saber nada de ti, Ángel te odia y yo estoy muy decepcionado de ti. No fue esto lo que crié, no son los valores que te inculqué.

—Lo sé, créeme que lo sé. Dañé mucho a Ángel y no merezco su perdón, pero quiero que por un momento te pongas en mi posición, que vea las cosas desde mi perspectiva. Que por una vez en tu vida me comprendas

—¿Qué te comprenda? ¿En qué? —soltó una risa sarcástica —¿En cómo decidiste huir con un criminal? Me avergüenzas, ya ni siquiera te reconozco. Tú no eres la niña a la que crié, la Camila que conozco jamás hubiera hecho lo que tu hiciste.

«Sólo le salvé la vida a todos ese día» quise responderle, pero no quería darle más motivos para odiar a Dmitry, tal vez yo lo perdoné por el amor que le tengo pero otra persona jamás lo haría.

—Sigo siendo yo, tu hija. Pero no pretendas que siga siendo la misma cuando pasé muchas cosas, sino me hubieras obligado a dejarlo nada de esto hubiera ocurrido y lo sabes. Nadie hubiera salido afectado y yo no hubiera sufrido todo lo que pasé, tú —lo señalé con los ojos aguados recordando la agonía que viví en esos días —fuiste testigo de todo lo que sufrí, viste como me excluí del mundo sin querer salir de mi habitación, viste como lloraba hasta quedarme dormida, estuviste ahí viendo cómo me hundía en la depresión. Me hiciste daño papá, tanto como el que yo he hecho y te atreves a juzgarme.

—¡Es diferente! —exclamó dándole un puñetazo a la mesa —¿Crees que no me dolía verte así? ¿Ver a mi niña volverse nada por un hombre? Odie eso, pero alejarte de él era lo mejor. A su lado peligrabas, podrían matarte por sus negocios socios. No quería que acabaras así, entiende de una vez que ¡sólo quería lo mejor para ti!

—Y trato de entenderte, por eso estoy aquí —sentía la desesperación al ver que todo iba mal —querías protegerme pero ni a tu lado estaba a salvo.

—¿Ah no? —preguntó sarcástico

—¿Alguna vez te conté como conocí a Dmitry? —pregunté levántame de la silla y posando mis manos sobre el escritorio

—No —respondió de inmediato

—Ese hombre al que tanto odias y aborreces por no ser lo que tú hubieras querido para mi, me salvó la vida —su expresión cambió, dejó de estar a la defensiva y ahora me miraba inquisitivo

—¿De qué hablas?

—¿Recuerdas a Carlos? ¿El chófer que desapareció y todos pensaron que había huido robándose el auto? —eso es lo que había creído, en ese momento estaba en shock queriendo olvidar lo ocurrido que no le conté a nadie para no revivirlo —Pues no huyó, el día que desapareció fue por mi a la escuela como solía hacerlo siempre, cuando veníamos de regreso una camioneta comenzó a seguirnos, se metió por calles desconocidas para perderlos pero no pudo —a mi mente vinieron todos los recuerdos de ese día estremeciéndome al pensar en lo que hubiera pasado si él no hubiese intervenido —llegamos a una calle que no tenía salida, era solitaria, los hombres bajaron de aquella camioneta y mataron a Carlos delante de mi —clavé mi vista en un punto fijo mientras mis labios se movían y yo permanecía ausente —me bajaron de la camioneta y me lanzaron al suelo, mencionaron que cuánto dinero darías por mi rescate. ¿Sabes? Iban a violarme —las lágrimas rodaron por mis mejillas —no acepté eso y cómo pude me solté y salí huyendo, corrí hasta que a lo lejos miré un vehículo, pedí ayuda y justo en ese momento me atraparon de nuevo, volví a gritar una última vez antes de que me arrastraran de nuevo y continuar con lo que dejaron a medias.

»Y entonces apareció él rodeado de sus hombre, ordenó que me soltaron y no obedecieron, pensé que arruinarían mi vida pero él no lo permitió. Sus hombre asesinaron al resto, por ser quien es él me soltaron y huyeron. Un asqueroso criminal, como sueles llamarlo, me salvó la vida, porque si ellos no me hubieran matado lo hubiera hecho yo al no querer vivir con ese trauma. Tal vez para todos Dmitry sea un hombre malo, egoísta, asesino y un puto mafioso pero para mi él es mi héroe, el hombre que me salvó, el que me enamoró y el único que en realidad me protege.

«¿Cómo iba a olvidarme del único hombre que me comprende? Dime, ¿ahora ves todo diferente —pregunté viendo lo afectado que estaba, como mientras le relataba lo sucedido rodeó el escritorio para acercarse a mi, hubiera querido no recurrir a esto para que comprendiera un poco. Pero él necesitaba saber una pequeña parte de lo que Dmitry había hecho por mi.

—Hija... yo —sus ojos estaban llenos de lágrimas y sin esperarlo me envolvió en sus brazos apretándome contra él —¿por qué no me lo dijiste, Camila? ¿Cómo es que cargaste esto tu sola?

Con lentitud elevé mis brazos envolviéndolo, sintiendo la misma sensación que sentía de pequeña cada que tenía miedo y corría a sus brazos.

—No cargué con esto sola, él me ayudó, papá. Me llevó a casa y al día siguiente me buscó para saber cómo estaba, hizo lo mismo durante una semana. Y me enamoré, mi alma se fue apegando a la suya y ni siquiera esos cinco años lejos el uno del otro pudo separarnos. El amor que nos tenemos es tan fuerte que nada puede acabar con el.

—Lo siento tanto, de haberlo sabido te hubiera ayudado, yo... —lo interrumpí negando con la cabeza

—No hubieras podido, sin él no estuviera aquí y debes aceptarlo. Está aquí, acompañándome, negándose a dejarme sola en momentos que sabe que necesitaré de apoyo. ¿Ves cómo él me cuida? Él es lo mejor que me pudo pasar, ningún hombre, ni Ángel, puede darme la seguridad que encuentro en él.

Se separó de mi viéndome a los ojos, se veía angustiado y se notaba lo mucho que le había afectado todo esto.

—Dile que pase

Sonreí alejándome para ir por él, lo encontré viendo su celular con cara de aburrimiento. Carraspee llamando su atención, levantó su mirada y se puso de pie en segundos.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Perfecta —ensanché mi sonrisa —quiere verte

Hizo un gesto de desagrado pero asintió, tomé su mano y juntos entramos a la oficina, papá aún permanecía de pie junto al escritorio. Tenso se acercó a nosotros fijando su vista en el hombre a mi lado.

—Camila me contó lo que hiciste el día en que se conocieron —sentí su cuerpo tensarse y voltear a verme, asentí forzando una sonrisa. Él sabía que no me gustaba tocar mucho ese tema —quiero agradecerte por lo que hiciste, salvaste a mi hija de un destino... horrible. Aunque la condenaste a otro

—No tiene nada que agradecer, señor Ferretti. De alguna manera el destino hizo que cruzáramos nuestros caminos para hacernos bien el uno al otro —contestó un tanto incómodo.

—Yo... —parecía que no sabía ni qué decir, estaba indeciso, apenado y arrepentido —Perdóname, hija, debí ponerte más atención, escucharte y entenderte. Siempre hice lo que creía mejor para ti sin detenerme a pensar en qué era lo que querías tú.

—Perdóname tú a mi también, debí decírtelo y yo, no quería hacer todo de esta forma pero no tenía salida, era la única forma de escapar de ese destino que me negaba a aceptar para mi. Ambos sabemos lo infeliz que hubiera sido mi vida si me casaba con Ángel.

Él asintió dándome la razón. Nos invitó a almorzar a su casa al día siguiente y acepté, si iba a mantener contacto con él debían empezar a soportar estar en mismo lugar. Ambos eran importantes para mí.

Después de salir de la empresa le pedí que me llevara a un lugar, le di la dirección al chófer y cuando el auto se detuvo frente al portón negro me preparé mentalmente para bajar. Era época de otoño y el lugar yacía lleno de hojas que crujían con cada paso que daba. Caminé por el lugar hasta detenerme frente a la lápida con el nombre de Ava. Me puse de cuclillas bordando su nombre con mi mano.

—Lo siento tanto, Ava. No te merecías vivir ese calvario —susurré a la nada —pero ahora mismo tus captores se están revolcando en el infierno, sufrieron igual o más que tú, de eso me encargué personalmente.

»Hubiera deseado que fueras sincera conmigo, que me hablaras de tus sentimientos hacia Ángel, te juro que me hubiera hecho a un lado.

Llevé mis manos a mi vientre recordando el precio que tuve que pagar por ir tras de Ahmad, en busca de venganza perdí lo que hubiera amado con todo mi ser.

—Ahmad no sólo te arrebató tu vida, sino también la de mi bebé. Pero lo pagó, aunque nada apaciguó ese dolor, su muerte no iba a devolver tu vida o la del feto que comenzaba a formarse en mi vientre.

Seguí con la mirada fija mientras mis lágrimas se derramaban, de repente sentí una sombra tras de mi. Me giré encontrándome con Adele que me miraba con indignación y aborrecimiento, me levanté secando mis lágrimas con mi dorso y sorbiendo mis mocos.

—¿Qué haces aquí? —preguntó enojada

—Era mi amiga también, no sólo tuya.

Soltó una risa irónica.

—No vengas a fingir que te duele, no viniste ni a su funeral, estabas tan ocupada en tu maravillosa vida que no había tiempo para darle una despedida a Ava.

—¿Maravillosa vida? —alcé mis cejas —¿Cuál es tu problema? ¿Qué te hice para que me aborrecieras tanto? Eras mi mejor amiga, Adele.

—Me harté de tu egoísmo, en cómo sólo pensabas en ti y no te importaba el daño de nadie más, en cómo sólo te marchaste sin saber en todo lo que sufriría ese hombre que te amaba más que a nada.

Presioné mi boca asintiendo lentamente, no la comprendía, sus motivos para odiarme no eran suficiente razón para mi. Pero no iba a forzarme a entender a alguien que ya no me quería en su vida.

—Aún así no era problema tuyo, ya no importa ¿sabes? No me importas tú ni Ángel, cada quien busca su propia felicidad y no la de los demás. No me interesa que me entiendas ni le seguiré dando razones a nadie por lo que hice.

Miré una última vez la lápida de Ava para retirarme y volver a la camioneta.

—¿Ella te dijo algo? —preguntó mirando desde lejos la figura de Adele

—Nada que me afecte.

—Esa es mi chica —susurró tomando mis labios con la ferocidad de siempre.

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