Capítulo 28
Los camiones que transportaban los hombres de la Yakuza se detuvieron en una pequeña cabaña, de uno de los vehículos bajó el líder siendo escoltado por al menos diez hombres. El frío caló sus huesos, se esforzó por no temblar y mantener la compostura, su cuerpo era débil ante el frío lo que era desventajoso para la estadía en ese lugar.
—Señor —el hombre que abrió hizo una reverencia, lo ignoró pasando de paso hacia el interior.
—La cabaña ha sido habilitada para usted, lo consideramos teniendo en cuenta su deseo para que su presencia pase desapercibida.
Miró a su alrededor con descontento, no era un lugar adecuado para él que estaba acostumbrado a las comodidades y lujos, pero no le quedaba de otra. No quería arriesgarse a hospedarse en hotel de lujo, Dmitry Ivankov no podía enterarse de su ubicación, de lo contrario estaba seguro que iría por él, después de todo estaban en su territorio el cual conocía como la palma de su mano. No podía subestimar a su enemigo en territorio incierto.
Ya le parecía demasiado extraño que no tuviera problema para ingresar al país, los estaban esperando, eso estaba más que claro.
—¿Tienen claro todo? —preguntó mirando al hombre frente a él, su mano derecha.
—Si, mi señor. Los hombres están llegando a la región de Sajá, acamparán esta noche en las montañas para evitar que rastreen sus ubicaciones.
—Es prácticamente imposible que no lo sepan, diles que estén alerta. No podemos confiarnos, no luego de las explosiones que hicieron. No olviden que fue al mismísimo diablo que retamos.
Los hombres se miraron temerosos, en algunos aún existía algo de humanidad y les aterraba la idea de morir.
—¿Tenemos oportunidad?
La mirada del asiático se oscureció, se acercó al hombre que desde el momento en que el que dudó se convirtió en un cobarde siendo indigno de la mafia.
—¿Tienes miedo? —alzó una ceja sonriendo levemente de lado, cínicamente.
El hombre tragó grueso y negó con la cabeza.
—No, mi señor.
—Entonces, ¿por qué estás dudando?
—Es sólo que...—ni siquiera tuvo la oportunidad de terminar la frase cuando se desplomó al suelo, completamente inerte ante el balazo en su frente.
—No hay lugar para cobardes en la mafia —siseó guardando el arma en su cinturón.
—¿Se sabe algo del espía?
—No, no se ha comunicado desde la madrugada.
—Ese maldito infeliz se quiere pasar de listo, no es con Ahmad que está tratando, lo mataré si llega a traicionarme.
—Quizá lo descubrieron, señor, no podemos descartar esa posibilidad.
Sacudió la cabeza, si era así estaba perdido, pero tenía esperanza, el hombre no parecía ser tan estúpido como para dejarse en evidencia. Se rumoraba de la crueldad de los rusos para torturar a un traidor de sus tropas.
—Prepara nuestro equipo, atacaremos mañana en la madrugada.
—Los drones están listo para ser enviados cuando usted lo ordene.
Sacó su móvil para tratar de comunicarse con el tal Ostión, pero todo parecía ser en vano. Lo intentó por última vez.
Uno, dos, tres tonos y por fin atendieron la llamada.
—¿Acaso están jugando conmigo, Ostión? —preguntó sarcásticamente en espera de una respuesta pero hubo silencio al otro lado de la línea lo único que se podía escuchar era una pesada respiración.
—¡Contesta infeliz! ¿Qué información tienes para mi? ¿Cuáles son los planes del Jefe? —preguntó sintiendo la desesperada recorriendo sus venas, no podía darse el lujo de perder esa batalla.
—Nunca olvides quien es tu maldito jefe, Takahashi —la tenebrosa voz lo hizo tensar su cuerpo por completo —Tu espía yace retorciéndose del dolor bajo las torturas de mis hombres, le han arrancado los tatuajes por no ser merecedor de ellos, su maldito rostro está quemado, su lengua ha sido arrancada por pedazos al soltarla de más, las uñas se las han sacado con pinzas y su cuerpo carece de piel. Escucha lo que tiene para decirte —se escucharon risas combinada con gritos que parecían venir el alma, gritos que ponían la piel grifa a cualquier persona —¿Se te ha engrifado la piel, Takahashi?
No respondió, fue incapaz de hacerlo, a pesar de ser parte de la mafia habían límites para él. Odiaba lo referente a las torturas, para eso estaban sus hombres, para hacer el trabajo sucio. Odiaba que la sangre de sus enemigos y traidores mancharan su cuerpo e incluso su vestimenta.
—Supongo que si, teniendo en cuenta lo frágil que eres —rió —y así pretendes tomar el mando de la Bratva, la organización criminal que destaca por sus crueldades. En la hermandad sino demuestras de lo que estás hecho no estás apto para regir sobre ellos, alguien como tú es considerado débil y ellos la aborrecen, ¿sabes lo que harían contigo por tener la osadía de querer dominarlos? Te despedazarían vivo, tus gritos de horror serían como cantos celestiales para ellos. No mienten al decir que somos animales que sólo se rigen por instintos, estamos sedientos de sangre y vamos por la tuya.
La llamada se cortó sin darle tiempo de hablar, pero ¿qué decir después de oír todo aquello? Incluso para él era mucho, era mentirse a si mismo si decía que sus palabras no habían calado hondo. Le recordó mucho a su padre que vivía repitiéndole lo débil que era, que no era digno sucesor para la Yakuza. Sus castigos eran severos, las marcas en su cuerpo lo confirmaban. Solía azotar su cuerpo cada que desviaba la mirada cuando asesinan a alguien delante de él, cada que cerraba los ojos ante las torturas o cada lágrima que derramaba cuando azotaban su cuerpo.
—¡No llores! Esa es una cualidad de los débiles —le gritaba su padre mientras yacía colgado del techo recibiendo los latigazos.
—Es una manera de calmar el dolor —siseó sin fuerzas cerrando sus ojos con fuerza ante el escozor en su espalda. Estaba sangrando, podía sentir el líquido tibio deslizarse por su cuerpo.
Creció bajo torturas y en lugar de hacerlo más fuerte, según el propósito de su padre, sólo logró que tuviera traumas con ello. Dmitry Ivankov acabó con la vida de su padre y lo puso a él en su lugar, creyendo que así podría manipular a su antojo la Yakuza. Pero erró, la gente se cansaba de vivir bajo el régimen de otros, él iba a crear el suyo propio y para eso tenía que destronar al líder de la Bratva.
Lanzó contra la pared el teléfono furioso, se paseó por el lugar pensando en que hacer, era demasiado tarde para retroceder habían caído directo en la trampa, estaban encerrados en territorio enemigo.
—¡Maldición!
—¿Qué haremos, mi señor? —preguntó uno de ellos luego de escuchar la llamada la cual estuvo en alta voz.
—Cambiaremos de estrategia, Ostión me proporcionó coordenadas de un lugar. Sé dónde se oculta su perra —le comenzó a relatar lo que harían detallando todo y mostrándole una imagen del lugar.
—Pero mi señor, morirían demasiados inocentes
Takahashi sonrió como un psicópata
—¿Y cuál es el problema? No me importan los demás, solo quiero a su perra muerta. Quiero que sufra, que el dolor lo mate por dentro y se sienta tan miserable como el simple mortal que es.
...
Mientras tanto Dmitry se divertía en observado como sus hombres se divertían torturando al traidor, había tomado tiempo dar con él, supo esconderse al no revelar su verdadero nombre.
Se acercó a él sintiendo la satisfacción de ver el dolor reflejado en sus ojos, el miedo lo corroía y era incapaz de ocultarlo.
—Admiren al cuarto Vor de la mafia rusa —sus hombre rieron mofándose de Ostión —el que tendrá a las Suki como ejército.
Las burlas continuaron así como las torturas no pararon hasta que el hombre dio su último suspiro antes de morir, arrepintiéndose de haber nacido y maldiciendo el día en que decidió traicionar a la hermandad. El precio a pagar fue muy elevado, inhumano como lo era todo en la mafia roja.
—Así mueren los traidores —murmuraban algunos mientras veían cómo despedazaban el cadáver y alimentaban a las perras, como eran llamados los traidores independientemente del género, obligándolos a comerse la carne cruda, incluida sus órganos.
—Guardamos la parte especial para ti, Ahmad —rieron, uno de ellos hizo un gesto con la cabeza a su compañero que traía una bandeja con una tapa —como nuestro invitado con tratos especiales, te guardamos la mejor parte.
Lo que quedaba de Ahmad se removió queriendo alejarse de ellos, pusieron la bandeja frente a él divertidos con lo que harían.
—Que lo ha aproveché —fingieron reverenciarse y destaparon la bandeja con elegancia, como solía servírsele a los señores.
El asco que emitió Ahmad solo provocó las carcajadas de los demás, incluida las de Dmitry quien aún permanecía presente satisfaciéndose de las atrocidades de sus hombre. En la bandeja yacía el miembro del traidor, obligaron al hombre a abrir la boca para que comiera aquella parte, produciendo arcadas y sintiendo lo miserable de su vida al no poder defenderse. En su mente yacían miles de maldiciones contra el jefe de la mafia ruso, a él y a su perra, como solía llamarle a la mujer del jefe.
—¿Te gusta? —le preguntaron viéndolo masticar —Oh, pero claro que te gusta. Sólo vean cómo lo disfruta.
Las carcajadas tronaban mientras los demás prisioneros sólo se encogían en las esquinas de las celdas, el temor, el miedo eran parte de cada segundos de sus vidas. Deseaban morir y terminar con aquel sufrimiento, pero era inútil, la mayoría no contaban con las extremidades de su cuerpo y sin la energía para poder terminar con aquello. Se habían vuelto como bestias que actuaban bajo sus instintos, era por eso que cuando llevaban de comer no siquiera eran capaces de pensar de dónde salía aquello, sólo querían que el ardor en sus estómagos se apaciguara.
Cuando el espectáculo terminó, Dmitry se dio la vuelta y se retiró del lugar, subiendo las escaleras hasta salir del sótano subterráneo. Su mujer lo esperaba en el departamento y estaba ansioso por verla de nuevo, todo el día se había ausentado como el día anterior.
—Señor —Grigori lo alcanzó en la puerta —se han cerrado las fronteras como lo ordenó, gran parte de la Yakuza se ha quedado encerrada en nuestro territorio, incluido Takahashi.
—Perfecto, prepara a los hombres, que estén listo cuando crucen por Oimiakón. Arrasaremos con ellos.
—¿Ya ha pensado en el nuevo sucesor de la Yakuza?
Dmitry siguió caminando con Grigori tras él, el sucesor era algo que aún no decidía, y debía elegir bien para evitarse problemas a futuro. Se había equivocado al poner al débil hijo del antiguo portador del apellido Takahashi.
—Aún no
—¿Qué hay de la joven Takahashi?
—Cacen a esa perra y mátenla. No quiero seguir lidiando con esa asquerosa sangre.
—Si, señor.
Abordó el helicóptero rumbo a la ciudad, tal como la noche anterior ordenó que lo dejaran en la azotea del edificio, no estaba de ánimos para soportar el pesado tráfico. Sólo quería llegar a casa, follar a su mujer y dormir a su lado.
Entró al lugar encontrándosela con ella vistiendo una fina bata de seda con un bol lleno de palomitas mientras veía la tv, parecía ser su nuevo pasatiempo favorito. Cuando alzó su rostro notando su presencia se levantó para ir a recibirlo con un beso, lo había extrañado todo el día.
—Viniste, pensé que llegarías en la madrugada —lo jaló al sofá sentándolo
—Tal vez mañana no venga en la madrugada —contestó sin ganas, era tediosa esa situación pero necesaria. Si quería que sus enemigos lo respetaran debía demostrar parte de su poder a los que osaban en rebelarse contra él.
—¿Por qué? —preguntó frunciendo el ceño, aún no le informaba sobre la presencia japonesa en sus tierras. Con sus dedos acarició la espalda baja de ella, fundiéndose en el azul de sus ojos.
—La Yakuza ya se encuentra en nuestras tierras y todo indica que la masacre iniciará mañana por la madrugada.
El miedo se incrustó en ella, aún no se adaptaba a esa vida y probablemente le llevaría mucho tiempo. Por su herida y la experiencia que había pasado la ocasión pasada Dmitry no la haría partícipe de esto.
—Quiero ir contigo —pero ella un no lo sabía.
—No, no te arriesgaré esta vez
—No puedes pedirme que me quede aquí sabiendo qué tal vez tú me necesites.
—No lo harás, Camila. Te quedarás en la mansión resguardada, si quieres ayudar entonces obedéceme.
Ella negó con la cabeza en total desacuerdo, no le podía pedir eso. Su corazón no iba a soportar tanta angustia.
—Dmitry iré contigo —esta vez no sonaba a petición sino a un hecho.
—No me hagas repetir la orden, recuerda que aún estás herida.
Ella rió sintiendo la impotencia al no poder hacerlo cambiar de opinión.
—Ah, ya veo —siseó —para algunas cosas no estoy herida pero para otras cosas no.
—Solo quiero protegerte, Camila.
—Me crees débil.
—Eres valiente al enfrentarte a un mundo desconocido para ti —acarició su mejilla pero ella lo apartó de inmediato, estaba molesta —pero eres débil en la mafia, no quiero que caigas en manos de mis enemigos. No soportaría el hecho de que hicieran daño, ni siquiera soporto la idea.
—No soy una princesa a la cual debas proteger constantemente
—Tal vez no una princesa, pero eres mi vida y la voy a proteger. Puedes quedarte en la mansión monitoreando todo si eso te hace estar más tranquila.
Lo quedó mirando a los ojos tratando de sobrellevar su temor, odiaba imaginarse que algo le sucediera, sin él se sentiría perdida en el mundo.
—Está bien, pero si las cosas se ponen feas no dudes que iré en tu ayuda.
—Créeme, nunca lo dudaría —tomó su mentón atrayéndola a su boca devorándola como le gustaba, salvaje.
Ella llevó sus manos a la camisa para desabotonarla, se le veía cansado y quería hacer algo para relajarlo.
—Vamos a la cama —se separó de él tomando su mano para jalarlo a la habitación —compré un aceite para masajes, te ves tenso.
Sin rechistar la obedeció, se dio un baño y se acostó boca abajo cómo se lo había ordenado, ella se acomodó sobre sus glúteos y esparció el aceite sobre su espalda pasando sus manos y moviendo sus dedos.
Todo se sentía más ameno cuando él estaba a su lado, la calma y la plenitud la invadía que parecía que no necesitaba nada más en el mundo que su compañía. Junto a él se sentía más fuerte, le transmitía ese aura de poder que la hacía sentir indestructible.
Se acostó a su lado siendo envuelta por sus brazos al instante, durmió profundamente hasta la mañana siguiente. Fue a trabajar como todos los días, se despidió de él haciéndole prometer que no se marcharía sin antes verla a ella. El miedo seguía sin dejarla tranquila y una opresión en su pecho que no la dejó trabajar como debía. Se apresuró a la oficina de su jefe para pedirle el resto de la tarde.
—Está bien, Camila. Anda y reposa —le dijo con la misma amabilidad de siempre, lo del almuerzo no cambió nada en la forma de tratarla pero ya dejó de verla como ganas de ligarla. Respetaba mucho a Dmitry y sabía lo capaz que podía llegar a ser si se le atravesaban en su camino.
Después de salir de la empresa Camila se apresuró a abordar la camioneta.
—Llévame a la mansión —el chofer asintió, puso en marcha el auto acelerando el ritmo cardiaco. Se había prometido no ir más a ese lugar pero la situación lo requería, él la necesitaba a salvo y si eso aumentaría la seguridad y confianza le obedecería. Al fin de cuentas era por su propio bien.
Al llegar al helipuerto los hombres discutieron entre ellos, los miró confundida sin saber qué sucedía.
—¿Qué pasa?
Uno de ellos la miró apenado
—No hay helicópteros disponibles, el señor los ha llevado todos a la torre central.
—¿Cuál es el otro medio de transporte a la mansión? —preguntó sintiendo la desesperación recorrerla.
—En las todo terreno —señaló los vehículos aparcados a una considerable distancia de ellos.
—Llévame en ellas —ordenó yendo hacia ellas, los escoltas la siguieron y abordaron en otro vehículo, uno iba adelante y otro atrás escoltándola.
El viaje fue largo y cuando divisó el jardín de la mansión al fin podría volver a respirar con normalidad, no sabía por qué pero sentía la necesidad de estar con él. Entró a la mansión yendo al despacho encontrándolo tras su escritorio con la mirada fija en la pantalla de su laptop.
—¿Camila? —levantó la mirada levantándose al verla e ir a su encuentro —¿Qué haces aquí a esta hura? ¿Te pasó algo? ¿Estás bien?
Se preocupó y más cuando ella se abrazó con fuerza a su cuerpo, la envolvió besando la coronilla de su cabeza.
—Tengo que ir contigo o de otra forma moriré de la ansiedad por no saber nada de ti —dijo mirándolo con súplica, pero la decisión de Dmitry no era negociable.
—No, bebé. Te he dado mis motivos, no puedo arriesgarme a que te suceda algo de nuevo.
—Por favor
Acarició su rostro y se inclinó para besar sus labios con ternura. No sabía que había hecho bien en su antigua vida para ser premiado en esta con semejante mujer a su lado, y no se refería solo a su belleza, sino al amor que le ella le tenía, a la manera en que se preocupaba por él lo era todo.
—Entiéndeme, por favor
—No, tú entiéndeme a mí que no hay lugar más seguro que no sea a tu lado.
La tomó en brazos llevándola al sofá, se sentó con ella en su regazo sin apartar la mirada considerando en llevarla. Habían muchos riesgos pero el ver la desesperación en sus ojos lo hacían reconsiderar su decisión.
—Está bien —aceptó luego de un momento, ella sonrió lanzándose a su boca, aferrándose a su cuello y enterando sus dedos en su cabello.
—Gracias
—¿Por qué?
—Por siempre escucharme y por no apartarme de tu lado.
Él le sonrió volviendo a besarla pensando que todo era al contrario debía ser ella la que escuchara esas palabras, había dando tanto por él que sentía que lo que daba no compensaba con todo lo que ella se merecía.
La llevó a la habitación donde la desnudó para besar todo su cuerpo, para venerarla y amarla cómo se lo merecía, o más bien mostrárselo a su manera, poseyendo su cuerpo con la pasión desmedida, con esa hambre voraz que nunca se disminuía sino que iba en aumento. Los gemidos y el sonido de sus cuerpos moviéndose se mezclaron, los arañazos y los azotes también eran parte de sus demostraciones.
—Te amo —jadeo en su boca cuando alcanzó su límite, él por su parte siguió embistiendo hasta llegar al suyo y vaciarse en su interior.
—Y yo a ti
El fuego en sus miradas gritaban más de lo que sus bocas no podían. Bastaba que se vieran a los ojos para saber lo que se significaban el uno para el otro.
Se quedaron dormidos por unas horas pero luego tuvieron que levantarse para prepararse, Camila volvió a su antigua habitación para prepararse con una vestimenta adecuada, el lugar al que iban era demasiado frío.
—Ponte esto —Dmitry entró ofreciéndole el chaleco antibalas.
—Solo si tú te lo pones —él sonrió de lado levantando su abrigo para que lo viera.
—Yo siempre traigo uno para este tipo de eventos.
Ella lo tomó para colocárselo con su ayuda, también traía consigo un maletín donde sacó varias armas y las colocó sobre la cama.
—Espero que sepas manejarlas todas.
Se acercó para tomarlas y analizarlas, sabía perfectamente cómo utilizarlas, en la última clase que le impartió Nicolay esas armas estaban incluidas.
—Si
—Estas serán tus herramientas hoy —le tendió el maletín para que las llevara ahí.
—¿Y las tuyas?
—Están abajo.
Bajaron al primer piso donde varios de sus hombres lo estaban esperando, el helicóptero que los llevaría a la pista privada ya los estaba esperando, subieron y en minutos estaban abordando el Jet.
—¿Estás nerviosa? —le preguntó cuando posó sus piernas sobre las suyas
—Solo un poco
—Tienes que deshacerte de ellos, no son tu mejor compañía si quieres sobrevivir.
—Estaré bien, te lo prometo.
—Créeme que después de lo que pasó en Afganistán ya no hay cabida para errores en mi. Me confié y mira los desastres de resultados que tuve, me destrozaron, Dima. Todo lo que conocía de mí está desapareciendo.
—O eres tú o son ellos, es así de sencillo.
Ella sonrió asintiendo, al fin pudo comprender del todo aquella frase que utilizaban siempre antes de iniciar una guerra, las de la mafia de destacaba por ser demasiado violentes, la organización que ganaba se encargaba de masacrar a todos los integrantes de la enemigas
Aterrizaron en una pisara privada y fueron llevados a un amplio lugar donde yacían hombres vestidos de negro, con sus rostros cubiertos y armas distribuidas en cada parte de su cuerpo.
En su zapato podía sentir la cuchilla que cargaba, con su pulgar tocó el anillo que cargaba en su dedo, el que contenía veneno en una pequeña aguja.
Todos los hombres se colocaron en filas, dividiéndose en tres grupos, los famosos vory v zakone con sus jefes en la cabeza (llamados Vors)
—La orden es exterminar a cada miembro de la Yakuza, recuerden que la piedad no existe en nosotros. O son ellos o somos nosotros —exclamó parándose firme hacia ellos —se han revelado contra nosotros pretendiendo ser más fuerte que nosotros, queriendo exterminarnos y posicionarse en nuestro lugar. Se olvidan que por encima de nosotros...
—Solo las estrellas —terminaron la frase que habían tomado como su lema, la bestialidad de sus miembros ponía a temblar a más de una mafia.
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