Capítulo 21
Narra Camila
Abordamos la camioneta que nos llevaría a la ciudad, la herida aún dolía pero era más soportable, el ambiente ya no me parecía tan insoportable, la nieve sobre el bosque era un panorama digno de admirar. Me sentía parte de ella, mi cabello lo había tentando en honor al lugar al que ahora pertenecía.
El hombre a mi lado permanecía con la actitud de siempre, serio, silencioso y totalmente sombrío, él era de esas personas que con tan solo mirarla le temías y no era para menos, se mostraba tajante, imponente y poderoso.
Sonreí recordando que eso fue lo que me cautivó, era tan diferente a los demás y el peligro que emanaba me llamaba a su lado, no fui consciente del momento en que el que me vi en vuelta en el mar de sensaciones que él me provocaba. Era una adolescente que se desvivía por tener un amor tan grande como el que leía en los libros, y para su fortuna lo había encontrado.
Dmitry era todo lo que quería en un hombre, tenía sus desperfectos que le recordaban que era un humano y estaba bien, para mi era perfecto aún con todo lo arrasaba su persona.
Él era malo, lo sabía, hacía atrocidades de las que nunca se iba a arrepentir pero era la vida que eligió desde pequeño, quizá fue la única salida a sus hombres problemas. Y su aura malvada me estaba envolviendo mi alma, contagiándome y moldeándome a su gusto, era muy consciente de ello. Aún recordaba muy bien la sentencia que me dio cuando llegué, pagaría mis errores siendo lo que un día odie, un criminal manchado de sangre.
Siempre odie las injusticias, le deseaba la muerte a cada persona que mataba a un inocente y maldije a cada uno de los que salían libre de la justicia. Y ahora no era muy diferente a ellos, maté a un chico con mis propias manos y no me arrepentía de ello, si tuviera la oportunidad de volver a hacerlo lo haría y sin sentir el menor remordimiento.
Creí que mientras no hiciera nada malo a alguien no tendría porque tener problemas, creí que mi mayor pecado fue mentirle al hombre que amaba para salvarlo de la cárcel, porque a pesar de que hacía lo que más odiaba el amor que sentía por él era aún más grande que cualquier cosa.
Y aquí me encontraba pagando por una disputa de poder entre mafiosos de renombres, que cargaban con una gran lista de delitos cometidos y los cuales eran su día a día, murieron inocentes al no poder dar conmigo, mataron a un pequeño ser que comenzaba a formarse en mi vientre y con todas esas acciones lograron que trajera la negrura que se esconde en el lugar más recóndito de nuestro ser. Lo forzaron a salir y ahora nadie podría detenerlo, iba a destrozar a todo aquel que quizo acabar con Dmitry e indirectamente conmigo. Tal vez él ya no sentía nada por mi y no lo culpaba, fui yo quien decidió que todo esto fuera así pero eso no quitaba que lo siguiera amando con todo mi deplorable ser.
—Ya está listo —dijo la enfermera cuando terminó de ponerme el vendaje en mi brazo.
Me levanté agradeciéndole por sus servicios dando pasos hacia la salida, a las afueras de las instalaciones me estaba esperando él con su cuerpo recargado sobre el capo de la camioneta mientras sus hombres vigilaban su alrededor.
—¿Ya? —preguntó mirándome a través de su lentes de sol, asentí tomando las solapas de su traje gris plomo para acercarlo a mi boca y presionar mis labios con los suyos
—Si, ¿damos un paseo?
Lo vi hacer una mueca y después de unos segundos asentir con la cabeza, rodeó mis hombros con sus brazos caminando hacia las afueras del lugar, a unas cuadras se encontraba un parque por lo que seguramente daríamos una vuelta.
—Estaba pensando en que quizás cuando me recupere me lleves a la tumba de Ava —elevé mi cabeza para verlo, su mentón era algo digno de ver y al no poder resistirme me incliné para besarlo.
—Como quieras —se encogió de hombros —pero será cuando resuelva algunos problemas, por lo pronto no podemos salir de Rusia.
—¿Por qué? ¿Siguen los problemas?
Asintió
—Si, te lo explicaré cuando volvamos a casa
Los escoltas nos seguían a una considerable distancia, algunos venían en los autos y otros a pie.
—El otro día cuando iba para tu despacho escuché que se mencionó el nombre de mi padre, ¿qué ocurre con él? —pregunté al no poder seguir conteniendo mi curiosidad, su seguridad y bienestar me seguían preocupando igual que antes y aunque aseguré que no era más mi padre no podía cambiar o eliminar el amor que sentía por él. Si algo le llegase a pasar me dolería bastante, era mi padre, el hombre que permaneció a mi lado desde que tengo memoria, quien no se apartó de mi cuando mamá murió y se encargó de llenar los vacíos que me dejó su ausencia, era imposible odiar a la persona que me dio todo cuando lo necesitaba. Si, cometió errores y algunos aún no se los perdonaba, me dolió su indiferencia y en lo que se convirtió hace unos años, donde ya no era el centro de su mundo sino que pasaba recalcando lo decepcionado que se estaba de mi.
Las palabras que me dijo el día de la boda con Ángel me dolieron y no olvidaría cómo me hizo sentir. «Nunca haces lo que se espera de ti. Esto es lo único bueno que estás haciendo en tu vida, no lo arruines»
—Esa manía tuya por escuchar tras las puertas —soltó sacudiendo su cabeza —no era nada que lo pusiera en peligro. No te preocupes.
Solté un suspiro pasando mi brazo por atrás de su cintura pegándome a él, era obvio que no daría muchos detalles y eso que acaba de decir no resolvía con mis dudas.
—No me estás diciendo nada con eso
—Eres tan molesta —se quejó —sólo me estaban dando el reporte de su seguridad, después de lo qué pasó con tu amiga ordené que lo vigilaran y protegieran de cualquier peligro. Sé que tu corazón de pollo no soportaría que se viejo decrépito se muriera.
—¡Oye! No le digas así
—Es lo que es
Detuve mi paso obligándolo a él también, me puse de puntillas para besarlo siendo correspondida de inmediato.
—Sigues preocupándote por mi —sonreí besando su nariz —Gracias
Hizo un gesto de aburrimiento y asintió. Volví a mi lugar para seguir con la caminata, el parque estaba a sólo unos pasos de nosotros, a pesar del clima había mucha gente en el lugar.
—Quiero un helado —comenté al ver una heladería cerca
—¿Con este clima? —frunció el ceño
—¿Qué tiene que ver el clima?
Se encogió de hombros y caminó conmigo al otro lado de la calle, al abrir la puerta una campanilla sonó, había poca gente en el lugar lo cual era bueno. No eran de mi agrado los lugares abarrotados.
—Me da un helado de pistacho con chocolate —pedí y miré al hombre que observaba todo con el ceño fruncido —¿tú quieres uno?
Sacudió su cabeza apartando su brazo de mi para sacar los billetes para cancelar el pago. Fruncí el ceño para mirarlo con reclamo
—Iba a pagarlo yo
—Ya lo he hecho yo, ¿qué más da?
Recibí el helado y tomé asiento en una de las mesas frente a la ventana.
—No eres la única maniática que come helado con temperatura bajo cero —murmuró repasando a las demás personas en el local que charlaban animados con sus helados.
—El clima dentro es agradable y no todo el mundo es aburrido como tú —puntualicé señalando con la cuchara
Alzó sus cejas y una pequeña sonrisa socarrona se asomó en sus labios.
—¿Aburrido? No piensas eso cuando te la estoy m... —me levanté de un solo para taparle la boca con mi mano
—Cállate —lo regañé con mis mejillas encendidas viendo como la mujer que estaba a una mesa de nosotros con una pequeña nos miraba mal —no tienes por qué andar diciendo esas cosas en lugares públicos y más cuando hay niños cerca.
—No es como si ellos no lo hicieran, no fue rezando que hicieron los mocosos que tienen.
Preferí callar y comer mi helado tranquila, no tenía caso discutirle un tema absurdo. No aparté la mirada de la ventana viendo a los transeúntes pasar sumidos en sus propios mundos y problemas. Cierta melancolía surgió en mi interior al mirar a los niños jugar en el parque, tal vez era absurdo pensar en eso puesto que el mío ni siquiera llegó a formarse, pero lo hubiera hecho de no haber sido por ese maldito.
—Deja de darle tantas vueltas y come el helado, quiero irme de aquí
—¿Cuál es la urgencia? ¿A dónde iremos?
Miró mis labios —A penetrarte esa boca.
Mi rostro se enrojeció avergonzado cuando algunos voltearon a vernos sin disimulo.
—Por Dios, ¿puedes cerrar esa boca?
Se encogió de hombros y permaneció en silencio concentrado en su móvil mientras terminaba de comer mi helado sin dejar de ver por la ventana. Solía hacer esto con mis amigas, íbamos de compras y siempre pasábamos por una heladería mezclando sabores que más de una vez terminamos vomitando en el baño.
Después de un rato salimos del local abordando la camioneta, no quiso decirme para donde íbamos y no me molesté en insistirle. No salimos de la ciudad sino que los adentramos a los lugares más céntricos de esta aparcando frente a un lujoso hotel.
Bajamos del auto entrando al edificio tomados de la mano, fue directo al ascensor presionando el botón hacia el último piso.
—¿Qué hacemos aquí? —pregunté
—Debo recoger algunos documentos de la oficina y firmar algunos, no nos tomará mucho tiempo. Si te apetece podemos quedarnos aquí esta noche
La idea no parecía mala, era bueno estar una noche fuera de la mansión sin líos que resolver.
—Me parece bien
—Llamaré a recepción para que preparen la suite presidencial.
El ascensor abrió sus puertas y caminamos hasta la oficina que abrió con una clave, la estancia tenía grandes ventanales que le daban buena luminosidad al lugar, los colores eran oscuros tanto en las paredes como en cortinas y muebles, algunos estantes llenos de libros.
—Ponte cómoda mientras preparan todo
Me senté en el sofá mientras lo veía a él tomar asiento en la silla tras el escritorio, llamó a recepción para que prepararan todo y ordenó que subieran postre y bebidas.
Extrañaba trabajar, en la empresa de papa mantenía todo en orden y gustaba de sentir la presión, me sentía útil y no una mantenida como lo era ahora. No era de mi gusto pero aún no me ganaba del todo la confianza de Dmitry para pedirle que me dejara trabajar en una de sus empresas. Sabía que tenía una constructora en este sitio y entendía todo respecto a ese rubro.
—¿Sucede algo? —preguntó después de un momento cuando duré largos minutos observándolo fijamente.
—Nada, sólo extraño mi antigua vida.
—Lástima —soltó de mala manera
Me levanté caminando hasta el escritorio y sentarme en la orilla frente a él.
—Solía trabajar y no pasar haciendo nada en casa, de eso hablaba. Salir a hacer compras cuando se me diera la gana o a dar un paseo para despejar mi mente. No soy una mujer acostumbrada al encierro y lo sabes.
—Puedes salir cuando quieras, no eres mi prisionera —hizo una pausa —bueno, no del todo.
—¿Hablas en serio? —pregunté con el entusiasmo en mi voz
—Si, siempre y cuando salgas con la debida seguridad.
Me levanté rodeado el escritorio para sentarme sobre sus piernas y tomar su rostro entre mis manos depositando varios besos sobre él.
—No es necesario tanta melosidad.
—¿Y trabajar, puedo? —pregunté despacio deseando no recibir una respuesta negativa.
—No por el momento, hay asuntos que resolver antes de que te expongas tanto al mundo. Comenzar a trabajar requiere de viajes a otras ciudades o fuera del país y no es adecuado. Quizá más adelante puedas hacerlo
—Está bien, ¿me dirás cuál es ese gran problema? Pensé que se acabaría con la muerte de Ahmad y la toma de sus territorios.
Sacudió la cabeza
—Ahmad era el menor de mis problemas, hay otra mafia que aún no se termina de revelar en mi contra pero está haciendo cosas para atacarnos, no sabemos cuándo será eso sólo que estaremos alerta y preparados para destruirlos. Quieren mi poder y por lo tanto mi cabeza, no es una mafia pequeña con la que lideráremos.
—¿Cuál es?
—La Yakuza, a parte de ellos hay muchas mafias pequeñas revueltas por lo sucedido en Afganistán, algunos quieren reclamar el territorio y están en desacuerdo con que lo hice. Hay que poner orden y evitar los robos. También está el soplón en mi ejército, debo dar con él antes de que revele los planes al enemigo.
—¿Habrá guerra?
—Es lo más probable, todos quieren mi posición y debo recordarles el por qué soy yo el que estoy aquí y no ellos. Debo mostrarles al menos una pequeña parte del poder que poseo, infundir miedo y terror es la mejor herramienta para doblegar a tus enemigos.
—¿Tanto poder tienes?
—Más del que te imaginas.
Besé sus labios mientras enredaba mis dedos en su cabello, lo sentí respirar pesadamente e intuí la razón, me separé levantándome justo en el momento que tocaron la puerta.
—Adelante
Entraron con lo que ordenó para comer, lo sirvieron en la mesita que estaba en el centro de los sofás. El olor del chocolate caliente era delicioso por lo que me apresuré para tomar la taza y darle un sorbo.
—¿Se les ofrece algo más?
—No, puedes retirarte.
Tomé un panecillo dándole un mordisco, estaba delicioso. Dmitry siguió trabajado sin tomar nada de lo que trajeron, cuando estuve llena me paseé por toda la oficina detallando cada cosa y revisando los libros que estaban en los estantes, la mayoría era de negocios, los había leído cuando estaba en la universidad por lo que no me extrañaba que él también.
—La habitación está lista, señor —avisó una joven entrando por la puerta y entregando la tarjeta de acceso para después retirarse.
—Saldré a buscar ropa, desde aquí se ve una tienda en la misma calle —avisé
—Que te escolten
—¿Estarás mucho tiempo aquí? —asintió haciendo una mueca —me llevaré la tarjeta
—Como prefieras
Tomé mi bolso y le lancé un beso
—Nos vemos al rato, amore
Salí entrando al ascensor y marcar el primer piso, por el dinero no me preocupaba ya que tenía en mis manos mis tarjetas. Tomé mi celular chequeando la hora, aproveché para revisar mis redes sociales, tenía mucho de no hacerlo y de no postear nada. Por lo que tomé una foto en el espejo del ascensor y subirlo a historias.
Las puestas se abrieron y salí buscando a los escoltas que estaban en la entrada y llamar a uno para que me acompañara, decidí subir al auto porque mi abdomen comenzaba a doler por tanta actividad física. Bajamos en la tienda que le señalé para buscar algo que lucir esta noche, no me costó encontrarlo por lo que luego volví al hotel.
Al entrar a la suite me di un relajante baño, cambié los vendajes y me acosté en la cama para descansar un rato. Tomé mi móvil para distraerme un momento, hice una mueca al ver un mensaje mordaz de Adele.
«Eso, muestra lo feliz que eres con la reciente muerte de Ava»
No tenía caso discutir con ella, solamente yo sabía lo que la muerte de Ava había afectado en mi.
«¿No puedes con la culpa, cierto? Por eso ignoras mis mensajes porque no tienes cómo defenderte.»
Volví a ignorarla, hablaba desde su dolor. Preferí apagar el móvil y dormir un rato para despejar mi cabeza. No estaba para recibir señalizaciones por alguien que no tenía ni idea de cómo habían sucedido las cosas.
...
—Camila —me agitaron de los hombros despertándome —¡despierta!
Lo aparté enojada por su manera de despertarme. Era un bruto
—¿Qué quieres?
—Ya es de noche, te iba a preguntar si bajamos a cenar o pedimos servicio al cuarto.
—Bajemos —me levanté con pereza arrastrándome al baño para lavar mi cara y cepillar mis dientes.
Me vestí con la ropa que compré, un vestido corto ajustado en color negro, de manga larga y cuello de tortuga y con una pequeña rajadura en la pierna. Combinada con las botas de tacón que llegaban hasta mis rodillas y mi gabardina beige.
—¿Nos vamos? —pregunté cuando terminé de pintar mis labios en carmín. Me voltee a él que estaba fumando y bebiendo whisky enfundando en un pantalón a la medida y una camisa de manga larga con los primeros botones abiertos, se ceñía a su cuerpo y era imposible apartar la mirada de él.
—Si —respondió dejando el vaso en la mesa y apagando el cigarro en el cenicero. Llegué a su lado tomando su mano, salimos y bajamos al restaurante lleno de comensales, uno de los camareros nos recibió y nos guió hasta una zona privada.
—Oye bebé —me miró —¿puedo tomarte una foto?
Su gesto de amargado fue la respuesta que recibí, rodé mis ojos y de igual forma se la tomé, tenía que volver a armar mi nueva colección con momentos a su lado.
—No trates de hacer lo mismo, Camila —me reprendió
—¿Qué causa? —lo miré confundido
—Hacer lo que solíamos cuando éramos una pareja
—¿Y no lo somos? —alcé una ceja sintiendo un nudo formarse en mi garganta
—Sabes a lo que me refiero
Tomé aire tratando de calmarme y fingir que nada me afectaba. Asentí lentamente y guardé mi móvil, leí la carta y pedí mi comida, permaneciendo en silencio por un largo rato. Al parecer era la única forma de permanecer a su lado sin que algo le molestara, detestaba que a cada nada me recalcara que no era lo mismo.
Cenamos manteniendo una charla trivial, quería preguntar algunas cosas pero el lugar no era el adecuado. Tuve que esperarme a llegar a la habitación, cuando ambos nos encontrábamos en la cama acostados con mi cabeza sobre su pecho.
—¿Qué hay de Ahmad?
—Está en los calabozos, ¿por qué? ¿quieres jugar con él?
—Si y con Oksana, ¿puedo?
—Puedes bajar con Oksana mañana, mátala. Y en cuanto a Ahmad tendrá que ser bajo mi supervisión, mañana estaré fuera por lo que tendrás que esperar.
—¿A dónde iras?
—Hay unos pendientes que debo solucionarlos personalmente.
Asentí sin preguntar más, me bastaba con que me permitiera matar a esa maldita, lo gozaría tanto así como ella lo hacía con sus comentarios estúpidos. Debió hacerme caso desde la primera advertencia pero no lo hizo, ahora la haría probaría todo lo que según ella era incapaz de hacer.
Sentí su mano deslizarse por mi muslo hasta deslizar las tiras de las bragas hacia abajo dejándome coño desnudo, tocó jugando con él hasta que se humedeció.
—Extraño que me envuelvas con tu calor —murmuró con su voz ronca
—Yo también extraño tenerte, muero de deseo porque pasen estas seis semanas, no sé si seré capaz de resistirme a esto —toqué su paquete por encima de su pantalón sintiendo lo hinchado que estaba. Me palpitaba de solo imaginarlo hasta el fondo de mi vagina, abriéndose espacio en mi estrecha cavidad llena de fluidos.
—Te daré tan duro que olvidaras hasta como respirar —susurró en mi oreja acomodándose encima de mi, quitando su pantalón para frotarse contra mi.
—Si haces esto no lo resistiré, bebé —solté un gemido cuando se frotó contra mi clítoris, elevó la prenda que me cubría para tomar mis pechos en su boca sin dejar de mover en círculos su cadera.
—¿Te gusta, pequeña? ¿La quieres dentro?
—Joder, si —jadee alto cuando simuló una penetración —tráela a mi boca
Subió su boca hasta la mía para después separase y ponerse de rodillas abriéndome de piernas y dejarme totalmente expuesta ante él, tomó el tronco de su pene pasándolo por mis pliegues, metiendo sola punta. Siguió habiendo el mismo movimiento hasta se alzó hasta mi boca la cual lo recibió gustosa lamiendo su punta mientras mi mano la deslicé a mi coño tocándome mientras se la chupaba con ganas.
Deseaba que los días se pasaran volando, no resistía tanto tiempo sin el sexo duro que me daba todos los días y al que mi cuerpo se había adaptado. Sentía su desesperación en la manera de penetrar mi boca, deseaba tanto lanzarlo a la cama y montarme encima de él, pero me resistí confirmándome solo con la masturbación que me ofreció su boca luego de venirse en la mía.
Lancé un sonoro gemido al correrme y jalarlo hacia mi boca desesperada por sus labios, me encantaba que en la cama no me negara nada, me ofreciera cada parte de su cuerpo para mí entero placer así como yo le ofrecía el mío.
Se abrazó a mi cuerpo quedándose dormido en minutos, acaricié su cabello mientras sentía su respiración en mi pecho. Se veía cansado
—Y así dices que aún no me amas —susurré sonriendo y estirando mi mano para tomarle una fotografía que me serviría para recordarme del hombre que aunque lo negaba, seguía siendo importante para él.
—Esta vez estaré contigo hasta el final
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