Capítulo 20
Narra Camila
Con sumo cuidado me levanto de la cama para buscar un abrigo en el closet y envolverme con ello, con pasos cortos camino al balcón donde el aire frío me recibe, ha comenzado a nevar y lo que solía ser un pasto verde ahora se mezcla con el blanco. Los hombres que hacen guardias se pasean por el jardín con grandes abrigos y gorros.
Estaba aburrida de pasar sólo en la cama, tenía cuatro días después del incidente, no he sabido mucho de lo sucedido, Dmitry sólo viene por las noches y no dice nada, sigue actuando extraño y las dudas sólo acrecientan al no obtener ninguna respuesta.
Escucho desde aquí como abren la puerta de mi habitación y decido ignorarla, siempre son las muchachas del servicio para dejar bandejas de comida, medicina o para cambiarme el vendaje. Sigo ahí recibiendo el aire helado y con la nieve cayendo sobre mi cabello, observando mi panorama y apreciándolo, hace unos días pensé que moriría y el miedo que sentí fue grande.
—Es una pena —murmuraron a mi espalda —que no hayas muerto.
Me tensé al sentir su presencia cerca, esa mujer no dejaba de ser un fastidio y lo que estaba buscando con su constante acosa era que fuera contra las reglas de Dmitry y le pegara un balazo en el entrecejo.
—Lárgate de aquí —ordené sin voltearme
—No eres nadie para ordenarme —rió ubicándose a mi lado —el puesto con el que tanto soñabas lo perdiste, demostraste no ser apta para él.
—¿Si? ¿Hablas del lugar que siempre has querido y nunca tendrás? —me burlé —no me presiono con ello, querida, tarde o temprano tendré el poder.
—Los grandes jefes no lo permitirían
—"Los grandes jefes" no tienen el poder que Dmitry posee, no te equivoques
—Hay reglas que deben obedecerse, incluso Dmitry debe hacerlo —alegó
—Para ti es "Jefe" —recalqué la última palabra —Además Dmitry no es alguien que siga reglas, mírame y mírate, las diferencias se notan desde lejos. Sólo es tu cabeza que aún no quiere aceptar que tengo una mejor posición que tú, si ordeno que te largas pues te largas.
Su rostro parece que explorará de la ira, se encontraba totalmente roja y sus ojos color cielo totalmente nublados.
—¡Tú no eres nadie!
—¿Quieres ver que si? —alcé una de mis cejas disfrutando de su frustración y enojo —Podría aventarte de aquí y nadie haría nada por ti, esos hombre que ves ahí no son capaces de ir en contra de su jefe.
—¡Eres una maldita perra! Vamos, inténtalo a ver quien termina a quien —adquirió postura de combate, no era tan tonta como para ponerme a pelear con ella y mi condición.
—No voy a pelear con un empleado, Oksana, es mejor que te largues. No estoy para tus idioteces
Su cara se transformó en una de burla, se llevó las manos a su cintura y fingió lástima.
—¡Oh, pobrecilla! Se me olvidaba que estás en desventaja con el aborto que tuviste
Enderecé mi espalda y mi cuerpo entero se tenso, mi corazón se detuvo por un momento y sin ser consciente de mis movimientos me vi tomándola por el cuello pegándola a la pared de cristal de la puerta del balcón.
—¿De qué mierda hablas? —presioné haciendo fuerza y sintiendo la punzada de dolor en mi abdomen el cual ignoré tratando de averiguar si lo que decía era verdad.
—¿Qué? ¿A caso no lo sabes? —se burló llevando sus manos a las mías soltándose de mi agarre y alejándose de mi con un empujón.
—Déjate de estupideces y dime ya de qué hablas.
Se rió adentrándose a la habitación queriendo salir lo cual no lo permitiría, caminé detrás de ella tomándola del brazo y obligándola a voltearse.
—No juegues con mi paciencia y si es una maldita broma te juro que despedazaré.
Se volvió a soltar enojada, se alejó unos pasos de mí con ese odio que detonaba todo su cuerpo. Me aborrecía como yo a ella.
—No es una broma, querida —recalcó la palabra con burla —no fuiste capaz de proteger a su hijo, es más que claro que no serás capaz de proteger ni de aportar nada a esta organización.
Las lágrimas picaban en mis ojos mientras debatía si creerle o no, pero al analizarla no parecía estar mintiendo sino gozando del sufrimiento que se comenzaba a desatar en mi interior.
—Mataste a tu hijo en tu vientre, seguramente lo planeaste y por eso insististe en ponerte en peligro para perderlo. Sabías que él jamás atentaría contra la vida de uno de los suyos y no te apoyaría con el aborto. Una maldita perra es lo que eres.
Negué con la cabeza, eso no era posible, el médico no dijo nada sólo me dio las indicaciones a seguir con los métodos anticonceptivos, y de haber sucedido algo así Dmitry me lo hubiera dicho.
«—Por cierto, ¿qué método anticonceptivo usas?
—El DIU, ¿por qué lo preguntas?»
La conversación en el hospital vino a mi cabeza, recordé entonces la extraña actitud que adquirió, el por qué de sus repentinas atenciones y el por qué no objetó nada respecto a la abstinencia. Ahora era lógico el por qué evitaba tener largas conversaciones conmigo y se mostraba un tanto esquivo cuando trataba de averiguar qué pasó ese día y porque desperté en el hospital y no en el Jet donde había ordenado que el médico me esperara.
Cómo pude me apresuré a caminar fuera de la habitación pasando al lado de la rusa que no quitaba su sonrisa burlón y su mirada llena de satisfacción, gustaba de mi sufrimiento y no se molestaba en ocultarlo.
—Mataste a tu propio hijo —no pude contenerme más y con todas mis fuerzas le dejé ir un puñetazo que le rompió la nariz, salí antes de que respondiera al golpe no tenía las ganas ni el tiempo de seguir peleando con ella, sólo deseaba llegar hasta la persona que sabía la verdad.
Rogaba porque todo fuera una mentira, porque de lo contrario me destruiría. Volví a sacudir mi cabeza, «No» yo no podría haber estado embarazada sin darme cuenta, mi periodo estaba normal y... «No, es imposible»
Abrí las puertas del despacho con demasiada fuerza, él levantó la cabeza y frunció el ceño levantándose al verme llegar así, tan enojada y con ganas de destruir el puto mundo.
—¿Es cierto? —pregunté elevando el tono de mi voz
—¿Qué cosa? —parecía confundido mientras caminaba hacia mi
—¿Estaba embaraza? —su rostro se ensombreció y sus ojos se tornaron oscuros confirmándome las palabras de la rusa —Es cierto
Pude sentir la humedad de mis lágrimas mojar mis mejillas, esto no podía estar pasando, yo no podía haber perdido a mi hijo.
—¿Quien te dijo eso? —preguntó con su voz cargada de ira
—¿Qué importa? ¡Solo dime de una maldita vez si es cierto o no!
Una parte de mí se negaba a aceptarlo porque su actitud apuntaba a una confirmación.
—¡Responde y dime que no es cierto! —exclamé al borde del colapso y el que hiciera un asentimiento con la cabeza fue suficiente para que el llanto saliera de mi.
—Bebé yo... —mis piernas flaquearon y caí de rodillas al suelo sintiendo el dolor punzante en mi corazón y ahora entendía el sentimiento de vacío.
«Un bebé mío y de Dmitry» «Se murió sin siquiera nacer»
—¿Por qué no me lo dijiste, Dmitry? ¿Por qué tuve que enterarme por otra persona y no por ti? También tenía derecho de saberlo y me privaste de él.
Él se puso de cuclillas obligándome a levantar el rostro, puso su mano sobre mi mejilla acariciándola y mirándome con culpabilidad.
—Lo siento, sólo quería evitar tu sufrimiento. Sabía que te afectaría porque siempre quisiste esto y yo no fui capaz de protegerte, te llevé a ese lugar donde casi te matan
—Pero mataron a mi bebé... —sollocé dejando que él me levantara y me tomara en brazos para llevarme al sofá y sentarse conmigo, me abracé a él maldiciendo al hijo de puta que haría pagar por esto.
—Tenías sólo dos semanas, el aún no sentía —eso no me consolaba, nada quitaba qué interrumpieron la vida al ser que jamás hubiera privado de nacer. Era algo mío y de él, pero más mío y me lo arrebataron.
—Basta de llanto, Camila —me dijo en un intento de que parara de llorar pero era imposible detenerlo, me dolía y él ni nadie eran capaces de entenderlo.
Siempre dije que cuando tuviera la madurez suficiente tendría un hijo, y a como me encontraba quizá no eran las mejores condiciones pero estaba segura que hubiera sido mi luz en tanta oscuridad. Hubiera hecho hasta lo imposible para lograr un ambiente adecuado para cuando naciera.
Quería arrancarle la cabeza a ese maldito hombre, con esto terminaron de sacar al demonio que se guardaba en mi interior. Se metieron conmigo desde el momento que decidieron ficharme siendo yo una ingenua en este mundo, inocente y sin deber nada tuve que pagar un precio alto, mataron a mi amiga, a mi bebé que apenas comenzaba a formarse y por poco también me matan a mi. Si, mis manos ya no eran limpias y ahora lo serían menos, deseaba más que nunca la muerte de ese hombre y quería que fuera la más lenta y dolorosa posible.
—¿Quién te dijo esto, Camila? —preguntó tomando mi rostro obligándome a verlo, parecía serio y enojado.
—Oksana —no iba a protegerla —llegó a mi habitación a burlarse y me echó en cara lo del aborto, dijo que había matado a mi propio bebé.
Volví a llorar mirando como se le desfiguraba el rostro y cómo apretaba fuerte su mandíbula, pasó su brazo por mi cintura apretándome a él. No sabía si le afectaba o no, y realmente no me interesaba, lo único que quería era dejar de sentir tanta culpabilidad por todo lo ocurrido, de haber sabido mi estado jamás lo hubiera perdido. Sino hubiera sido tan confiada ese hombre no me hubiera disparado y aquí estuviera feliz con la noticia.
Me dolía el alma, estaba condenada al sufrimiento, no sé qué hice en mi vida pasada para estarlo pagando tan caro.
—Ya no quiero que duela, estoy cansada, Dmitry —lo abracé fuerte enterando mi cabeza en su pecho y empapando su camisa con mis lágrimas.
—Lo pagarán, malenʹkiy, todos los que te ficharon se arrepentirán de haberse metido contigo. Te lo juro
—Mata a esa mujer, Dmitry, no la soporto. Me jode mucho, a cada nada trata de minimizarme y eso es algo que no tolero. Mátala y quítame un peso de encima.
Se quedó en silencio haciéndome enojar, iba a defenderla de nuevo negándose a matarla, siempre era lo mismo. No sabía que era lo que había pasado entre los dos como para que la protegiera tanto de mi.
—¿Qué pasa? ¿Eres incapaz de complacer a tu mujer? —levanté la cabeza para verlo, seguía con la mandíbula tensa y con la mirada en punto fijo.
—Ella firmó su sentencia de muerte desde que se atrevió a abrir la boca y desobedecerme —declaró bajando la mirada hacia mi, se inclinó para unir sus labios contra los míos tomándolos suaves dejándome absorta con su contacto tan dulce y delicado, algo que se daba poco en él. Sus besos siempre eran urgidos, demandantes y feroces.
—¿Cuándo lo harás? —pregunté contra su boca
—Pronto, déjamelo a mi y tú descansa, te quiero recuperada lo más pronto posible, me estoy muriendo de la desesperación por poseer el cuerpo de mi mujer —volvió a besarme con la misma vehemencia, acariciando mi cintura convirtiendo el momento en algo lindo, lejos de lo sexual y lujurioso, como lo eran todos los momentos a su lado.
—Quiero estar ahí cuando suceda —pedí entre besos
—Lo estarás, así como estarás delante de Ahmad para tomar su vida con tus manos como tanto lo quisiste.
Sonreí viviéndolo a besar sintiéndome complacida, nunca pensé convertirme en este monstruo sediento de sangre pero los acontecimientos me hicieron cambiar, tomaron la vida de inocentes y no permitiría que quedara impune.
Permanecimos en el despacho por unas horas, él atendía algunas llamadas y yo descansaba sobre el sofá quedándome día por momentos, pensando y maquinando todo lo que le haría a ese afgano, se burló de mi contando lo que le hizo a Ava, sintiéndose orgulloso de la vileza que hizo y la que le haré pagar. Maté a sus hijos y también lo haré con él.
Acaricié mi vientre y solté la ultima lágrima, no lloraría más y no le permitiría al mundo verme débil. La ansiedad por ver el cuerpo inerte de Oksana era como un estimulante para mi cuerpo, lo que había deseado por fin se cumpliría.
—Vamos a cenar —se puso en pie para venir hasta mi y ayudarme a levantarme, entrelacé mi brazo con el suyo caminando a su lado manteniendo el paso corto.
En el comedor ya se encontraba el inexpresivo Nicolay, quien con aburrimiento nos observó entrar y tomar asiento en nuestros respectivos lugares. El hombre ignoró mi presencia y le comentó varias cosas en su idioma al hombre a mi lado, de igual forma podía entenderlos bien pero no les presté atención mi mente aún se encontraba pensando en una sola cosa.
Nos sirvieron la comida y apenas la toqué, él hambre se me había esfumado y ni siquiera la tarta de chocolate fui capaz de probar, todo me daba asco y me repugnaba. Solo bebí el vaso de jugo, el cual rellené varias veces.
—Esta noche saldrá otro cargamento —comentó Nicolay
—¿Qué tan grande es?
—Mucho, es el cargamento de la Ndrangheta
—¡¿Y por qué no me informaron antes?! —se exaltó furioso dándole un sonoro golpe a la mesa —Iba a revisar personalmente ese cargamento, no nos conviene tener problemas con ellos, suficiente tengo ya con la Yakuza
—Estabas demasiado ocupada y me encargué de supervisarla yo mismo, todo iba en orden
—No tomes decisiones sin antes consultarme, recuerda quien es tu maldito jefe —se levantó arrastrando la silla hacia atrás, me dio un vistazo haciendo un ademán con la cabeza para que hiciera lo mismo, me levanté y me apresuré a su lado caminando con él escaleras arriba. Me llevó a su habitación donde se quitó la ropa furioso para después encerrarse en el baño, no había nada que pudiera hacer por lo que decidí desvestirme tomar una de sus camisas suaves y subir a la cama envolviéndome en sus calientes sábanas.
Pasaron alrededor de diez minutos cuando salió del baño con una sola toalla alrededor de su cadera dejando su esculpido cuerpo a la vista, salivé mirando la v que se le marcaba y se perdía en la toalla, me levanté de la cama yendo con él inclinándome para tomar sus labios y con mis manos soltar el nudo de su toalla dejándolo desnudo, tomé el erecto miembro entre mis manos deslizándolas de arriba abajo mientras nuestras bocas se devoraban. Estaba ansiosa por él y aunque aún no podía tenerlo en mi canal si habían otras maneras de complacernos.
Mi boca soltó la suya y me concentré en descender a su mentón mordiéndolo y sintiendo su barba de tres días rozar con mi boca. Descendí a su cuello lamiéndolo sin dejar mi caricias en su entrepierna, me gustaba tenerlo así, tocándolo como me gustaba y lo que me gustaba, su gran longitud era mi favorita, con ella sentía la gloria y veía las estrellas. Fui descendiendo con sumo cuidado de no lastimarme hasta caer de rodillas al suelo para apreciarlo desde abajo y de frente a lo que me encantaba. No dudé en meterla a mi boca sin apartar la mirada de la suya, la cual se encontraba oscurecida por el deseo, la induje adentro y afuera, con movimientos lentos y abriendo mi boca lo más que podía para meterla toda, mi nariz pegaba en su pelvis en cada movimiento, las lágrimas se asomaban por mis ojos y no me molestaba en ocultarlas porque no eran por dolor eran por el placer inmenso que me producía tener su miembro en lo más profundo de mi garganta, ahogándome con ella.
Su piel suave y venuda era lo mejor, la saqué saboreando la punta como si fuera mi bombón favorito a la vez que tocaba sus testículos hinchados por la excitación, solté la erección para dirigir mi boca a ellos y meterlos de a una en mi boca, con la erección hincharse más y él oír sus roncos gemidos me volvían loca, mi humedad me bañaba mi zona la cual palpitaba con ansias de atención.
Seguí chupándolas sintiendo el dolor en mi mandíbula por tanto movimiento el cual ignoraba, los solté y volví a tomar su falo metiéndolo todo saboteándolo con mi lengua y cuando sentí como su líquido seminal lo recorría me preparé para tragármelo, sentí la tibieza en mi garganta y lo deslicé hacia fuera para tener su sabor en mi boca y mis labios, cuando sacó todo la sacudí elevando mi camisa para limpiarla en mis pechos.
—Blyad' «Mierda» —con su pulgar bordeó mi boca limpiando el resto de semen y llevarlo a mi boca, lo chupé sin dejar de mirarlo —ya lyublyu etot rot «me encanta esta boca»
Me levanté tomando su muñeca mientras mi lengua envolvía su dedo.
—ya lyublyu etot penis «A mi me encanta este pene» —respondí tocándoselo con mi mano libre haciéndolo sonreír y tomar mi mejilla para besarme, introduciendo su lengua donde hasta hace unos minutos estuvo su miembro.
—Me prende que seas tan sucia y desvergonzada —me alzó en brazos llevándome al cama, abrió mis piernas descubriendo mi sexo desnudo y húmedo, pasó su lengua por mis pliegues haciéndome arquear mi espalda y soltar un gemido —ahora te devolveré el favor, malenʹkiy.
Sopló mi vagina antes de debitarla con su boca como si fuera su comida favorita, chupaba y acariciaba todo con su legua, con sus dedos en mi vagina y otro en mi culo, mis piernas se encontraban sobre su hombro y mi boca estaba abierta soltando gemidos mientras me retorcía de placer.
—¡Oh, bebé! —«Que delicia» su lengua hacia maravillas abajo, gemía como loco hasta que sentí mi cuerpo vibrar hasta soltar mis fluidos viniéndome en un orgasmo —¡Dmitry!
Bebió mis fluidos y sacó su cabeza de entre mis piernas y ascendió hasta mis senos los cuales moldeo a su gusto, los metió a su boca y mordió dejándome algunas marcas.
—Nunca olvides el nombre de quien te hace venirte de esa manera —susurró llegando a mi boca
—Cómo tú nunca olvidarás la única vagina que te complace, ni la boca que te la chupa como a ti te gusta —dije recordando que mi manera de hacerlo fue porque él me enseñó a como hacerlo, me moldeó a su gusto y de ahí mi seguridad para afirmar que se lo hacía como le gustaba.
—Como hacerlo —susurró en un idioma que no pude comprender, por lo que opté por abrazarme a él sintiendo la misma sensación de que tenía al mismo Dmitry de hace años. No me refutó ni parecía incómodo con mi tacto, en su su lugar envolvió mi cintura acostándose a mi lado y besando mis labios.
—Descansa, pequeña.
Bastaron esas palabras para quedarme dormida con mi mente más tranquila al tenerlo a él conmigo, a su lado me sentía indestructible y sabía que nada iba a pasarme. La única manera de destruirme era que él lo hiciera, tenía ese poder sobre mi.
...
Por la mañana desayuné en el comedor con él, iríamos con al hospital para ponerme el implante. Había decidido ir hasta allá para salir de este lugar y despejar mi cabeza al menos por unas horas, por eso rechacé su idea de que me tratara el médico del campo de entrenamiento.
—Señor —entró Oksana ganándose una mirada repugnante de mi parte —¿me mandó llamar?
—Si —se levantó yendo hasta su puesto y tomarla fuertemente del cuello tomándola por sorpresa —Dime algo, ¿quién te cree que eres para abrir esa maldita boca cuando no lo he ordenado? ¡Contesta!
La maldita temblaba de miedo, con una sonrisa en mi rostro me levanté para llegar al lado de ellos. Dmitry tomó el cuchillo que había mandado a pedir con antelación.
—Lo siento, s-señor —tartamudeó cuando él la soltó y la obligó a arrodillarse ante mi
—Bésale los pies a tu señora —le ordenó bajándole la cabeza hasta rozar mis botas
—¿Qué pasa, Oksana? Obedécele a tu señor —me burlé disfrutando la escena, ella no dijo nada y no tuvo más opción que pegar su boca en los zapatos, aproveché y alcé mi bota rompiéndole la boca.
Yo no olvidaba y mucho menos perdonaba todas las veces que me humilló queriéndome hacer sentir menos. Sus ínfulas de grandezas no le duraron mucho, se metió con quien no debía y se lo haría saber.
—¡Perra! —soltó furiosa —¿Te dolió tanto que te dijera la verdad? ¡Mataste a tu propio hijo!
El agarre de Dmitry se volvió más fuerte, como pudo se las apañó para abrirle su boca y con el cuchillo arrancar su legua y tirarla sobre el piso
—Llévenla a los calabozos —le ordenó a los hombres que se encontraban haciendo guardia en la puerta del comedor, vinieron hasta ella llevándosela arrastras mientas llenaba el suelo de sangre lanzando gritos.
Me acerqué a Dmitry para darle un beso el cual él recibió con gusto, introduje mi lengua saboreando esa boca que me pertenecía.
—Te amo —dejé otro pequeño beso sintiéndome complacida por el capricho que me dio.
—Eres malditamente mala —susurró contra mi boca recordando la frase que me había dicho el día que maté a aquellos hombres.
—Y malditamente tuya.
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Camila en multimedia
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