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Capítulo 19


—Parece que decidiste salir de la cueva con tu puta —apartó a la mujer que tenía tomando una toalla para cubrirse —aunque debo admitir que es una preciosura.

El hombre rió con cinismo mostrando la hilera amarilla que tenía por dientes, la peli blanca lo observaba con odio y asco, su arma se encontraba arriba apuntándole y dispuesta a disparar en cualquier movimiento, no supieron de dónde pero cuatro hombres armados salieron de detrás de él.

—Estás perdido, Ahmad —Se burló cuando otro de sus soldados le informó de la destrucción de otras bodegas —Esta noche tu asquerosa sangre recorrerá mis manos, así como la de tus hijos cuando los torturé como una las Suki de mis calabozos.

Ahmad tensó su mandíbula recordando el momento en que recibió a sus dos hijos en una caja, de la misma manera en que él mandó el cuerpo de aquella joven, junto a los cadáveres una fotografía de cómo dejaron sus cuerpos antes de partirlo, una cinta con ellos gritando cuando los estaban torturando. Un golpe fuerte que sólo avivó las ganas de acabar con él y su maldita perra que lo miraba con asco y con ganas de lanzarse a rebanarle el cuello.

—No te confíes tanto, Dmitry. Puede que él muerto sea otro —lamió sus labios mirando a la mujer que no se separaba de su lado —o no me digas que me trajiste a tu mujer para hacer las pases. Podría considerarlo, tiene una buena boca para hacerme una mamada

El disparo que soltó el ruso lo esquivó con maestría, ya se lo esperaba, por lo que no dudó en disparar hacia la mujer la cual cayó al suelo cuando uno de los guardias se lanzó sobre ella para protegerla. Los disparos comenzaron, todos buscaron un escondite para esquivar los de sus enemigos.

«Debí dispararle al abrir la puerta» se reprochó Dmitry oculto atrás de una puerta asomándose para disparar en dirección a donde se escondía Ahmad, en el baño.

—Me voy a follar a tu mujer así como lo hice con la puta de su amiga, lloró un poco pero al final logró complacerme. Me vacié tantas veces en su cuerpo, ¡ah, eso fue tan rico! —rió contando lo sucedido con Ava, enardeciendo a Camila que se asomó disparándole al brazo del maldito —¡Perra!

Los hombres de Dmitry rodearon todo el lugar, a las afueras de la habitación y de la mansión. Ahmad no tenía escapatoria y lo sabía por lo que mientras hacía tiempo llamó al líder de la Yakuza para ponerlo en sobre aviso.

Todo se fue a la mierda, Ivankov acaba de destruir todo, me tiene rodeado, tienes que acabar con él Takahashi. Busca a Ostión él te dará toda la información que necesites, te enviaré su contacto.

—¡Maldita sea! ¿Puedes salir de ahí? ¿Quien es Ostión?

—Es el que me informa de cada paso que da Dmitry, no sé qué pasó esta vez que no avisó.

Tal vez esta muerto

No lo creo, suele desaparecer cuando hay posibilidades que lo descubran.

Los disparos no cesaban y sus municiones estaban por acabarse, le dio una mirada al sitio donde se encontraba la perra de Ivankov recordándose que fue ella quien mató a sus hijos. Preparó toda sus municiones esa noche moriría pero se la llevaría a ella también.

—¡Destrúyelo, Takahashi!

Los hombres de Dmitry lanzaron una bomba con gas que los haría caer al suelo mientras ellos se colocaban más caras de oxígeno para entrar y sacar a Ahmad, el gas se apoderó de la sala haciendo que las vías respiratorias de quienes lo ensolvían  se cerraran impidiendo el paso del aire a sus pulmones, Dmitry se adentró disparando a los hombres que se encontraban en el suelo seguido de su mujer, al entrar al baño el cuerpo del viejo Ahmad se encontraba tirado en el suelo a simple vista inconsciente a punto de morir.

Lo tomaron del pie arrastrándolo, al pasar cerca de Camila el hombre abrió sus ojos y alzó el arma que escondía bajo su cuerpo disparándole en el abdomen haciéndola caer de rodillas al suelo experimentando el dolor que avasalla su cuerpo, llevándose la mano a su vientre sintiendo el calor y la tibieza de su sangre se queda mirando cómo arrastran a aquel hombre lanzándole golpes y desarmándolo. Unos brazos la toman levantándola y pregúntale si está bien, pero es incapaz de hablar, se ha quedado en shock mientras las lágrimas recorren su cuerpo.

—¡Camila! —el desespero en su voz es notoria, camina apresurado a la camioneta, necesitan salir de ahí ya o la policía llegará.

Están a veinte minutos —avisan por el intercomunicador haciendo que la ira y el desespero se acreciente.

Hace presión en su herida con un pedazo de tela que rasgó de su camisa, presionando a los laterales de cerrar la herida para que la sangre no salga. Por primera vez en la vida estaba comenzando a sentir miedo, las cosas que sucedieron con ella cambiaron su forma de verla y de amarla pero no quería que muriera, no ahora que se estaba acostumbrando a tenerla con él, a verla todos los días, a tenerla en su cama cada que alguno de ellos quería.

—¡Ve más rápido! —le ordenó al chofer que se mantenía sereno, había sido entrenado para mantener la cordura en estos casos, a no dejarse llevar por los nervios, eran conscientes que podrían morir en un arranque de ira de su jefe si ella llegase a morir.

—El médico ya está en el jet esperándola con todo el equipo que se requiere —le informó el que iba de copiloto.

Ella apenas y podía escuchar a su alrededor, los párpados los sentía pesados y comenzaba a cerrarlos pero se detenía cuando él le gritaba que no se durmiera, que se mantuviera consciente escuchando su voz.

—No puedo, Dima —susurró en un hilo de voz

—Si puedes, malenʹkiy

Tengo mucho sueño

—Abre los ojos ¡maldita sea! —exclamó cuando los cerró siendo incapaz de seguir consciente.

—Estamos a cinco minutos, señor

—Pues que sean menos, mi mujer se está muriendo —siguió presionando y hablándole pero era inútil, la sangre había empapado toda la tira con la que estaba presionando —pásame un paño.

El hombre sacó uno de la guatera pasándoselo, sintiendo alivio cuando se comenzó a visualizar la pista, pisaron el acelerador acortando el camino y aparcar de golpe frente al Jet, una camilla estaba afuera junto con el doctor y una enfermera.

Dmitry salió del auto con ella en brazos subiéndola a la camilla donde se movilizaron a meterla al jet para darle las primeras atenciones.

Se estaban preparando para alzar vuelo pero el médico se apresuró hasta Dmitry con la cara asustada.

—¡Señor! Debe llevarla a un hospital de inmediato, la señorita está teniendo un aborto, podría morir sino le sacan el feto ahora.

De repente sintió como si le caerá agua fría sobre su cabeza, su cuerpo se heló y su pecho ardió, maldijo una y otra vez apresurándose a bajar a Camila ingresándola a la ambulancia en la que había llegado el doctor, dándole los primeros auxilios de camino al hospital donde la ingresaron a emergencias.

Se sentó en una de las sillas mientras sus hombres se encargaban de que la policía no llegara a interrogarlos y pagándole a los doctores para que sólo se dedicaran a sacarle la bala y todo lo demás. No estaba en condiciones de batallar con tanto papeleo. Las horas las sintió una eternidad, ningún doctor salía a darle noticias y su cabeza no paraba de darle vueltas a esa palabra.

«Aborto» Estaba embarazada y ninguno lo sabía, si tan solo no hubiera cambiado de opinión aquello no habría sucedido. «¡Maldición! Por mi maldita culpa esto pasó» «Nunca debí confiarme de Ahmad» su mente le recriminaba lo sucedido, la culpa carcomía su cuerpo, tantas veces que estuvo con ella y nunca se detuvo a preguntarle si usaba algún método anticonceptivo.

El doctor al fin salió del quirófano acercándose a él para informarle el estado de su mujer.

—La señorita será trasladada a una habitación, le hemos hecho una cirugía ya que la bala perforó su útero causando el aborto, se le hizo una restauración de útero por lo que volverá a quedar embarazada en un futuro, lo recomendable es que espere algunos años para que no exista ningún riesgo. Ella ya se encuentra estable, puede pasar a verla cuando esté ubicada en la habitación.

Él asintió con alivio al saberla bien, aguardó hasta que una enfermera llegó para guiarlo hasta la habitación donde se encontraba conectada a varias máquinas, aún permanecía inconsciente, se acercó a ella para besarle su frente y tomar su mano.

—Lo siento, pequeña, no te protegí como te lo prometí

«Iba a ser padre» pensó dejándose sentir dolor después de muchos años, un ser que formaron entre los dos, su sangre había muerto antes de nacer. La ira volvía a recorrer su cuerpo, haría pagar a ese bastardo, le daría la peor de las muertes.

—Lo pagará, te lo juro y esta vez si cumpliré.

Se sentó en la silla al lado de la cama sin soltar su mano helado y pálida, viendo cómo su pecho se movía suavemente de arriba abajo, recostó su cabeza en la cama pensando en la reacción que tendría al saber lo sucedido, un recuerdo del pasado vino a su mente

—¿Te ves en el futuro con un hijo? —preguntó mientras le daba una lamida a su helado sin quitarle la mirada de encima pendiente a su reacción. Él se quedó pensativo dándose un pequeño tiempo para contestar la pregunta

—No lo sé, nunca lo he pensado —hizo una mueca —¿Y tú?

—Si, pero cuando tenga madurez para ello.

Sonrió

—Mmm, no creo que los tengas entonces —un fuerte golpe en su brazo lo hizo botar el helado que sostenía en su mano —¡Oye!

—Te lo ganaste por imbécil

—Sólo fui sincero —se encogió de hombros haciéndola rabiar más.

—Era un tema serio para mi y tú lo tomas a chiste, no es gracioso ¿sabes?

Exhaló pesadamente y la miró

—Lo siento —se inclinó hacia su frente para dejarle un beso, sonrojándola

—¿No te gustaría tener un hijo que venga de mi?

—Claro que si —fue sincero, no había nada en el mundo que no se imaginara con ella y si algún día decidía tener un hijo definitivamente la madre sería Camila.

—Te amo —se puso de puntillas para besarlo

—Yo también te amo —rodeó sus hombros para abrazarla y sentir su cercanía, a veces le parecía un sueño tener tanta luz en su oscuridad.

Siempre se visualizó con ella a su lado, cuando sucedió aquello que tanto le amargaba recordar la odió pasaron años en los que no supo el por qué de su repentina decisión hasta que un día Gregori, quien se encargaba de resguardar su seguridad desde las sombras, llegó informándole lo que realmente sucedió, uno de sus hombres alcanzó a oír una discusión que mantenía con su padre en la azotea del edificio de la empresa que les pertenecía reprocharle lo que le había obligado hacer y de cómo aquello la estaba ahogando en culpabilidad. Ciertamente eso cambió todo, pero los sentimientos ya estaban enterrados y no iba a hacer nada por sacarlos del fondo de su ser. No quería volver a sentirse débil, su puesto lo ameritaba como una alma solitaria sin derecho a sentir.

No iba a volver con ella pero tampoco la iba a dejar que rehiciera su vida, su egoísmo no se lo permitía, cuando le comunicaron que se casaría planeó matar a su prometido y arruinarle lo que sería su "magnífico" día. Pero todo cambió cuando recibió la noticia del halcón, Ahmad y otros mafiosos estaban planeando secuestrala y usarla en su contra, no lo iba a permitir y dejar que sus enemigos tocaran a su intocable mujer.

Fue por ella y todo cambió al tenerla de nuevo, miles de sensaciones que creía extintas comenzaron a despertar y eso no lo iba a permitir, por eso se alejó aquellos meses, aunque no pudo resistirse por mucho, no sabiendo que la tenía tan cerca y bastaba con buscarla para tenerla. Nuevamente se había apoderado de su ser, lo estaba logrando, no sabía que era lo que tanto lo volvía loco, si su rostro hermoso, o su cuerpo curvilíneo que era el infierno mismo, quizá su inteligencia, su humanidad o esa maldad que estaba comenzando a resurgir en ella. Eran tantas cosas que le gustaban, que era imposible no quererla.

—¿Mi amor? —su voz débil hizo levantar su cabeza de inmediato, se mostró preocupa analizando cada expresión de su rostro buscando un indicio de dolor.

—¿Cómo te sientes? —preguntó sin soltar su mano, gesto que no pasó desapercibido para ella.

—Me duele un poco, pensé que moriría y no te volvería a ver —sonrió llevado su otra mano a la mejilla con barba para acariciar la zona.

—No debí exponerte de esa manera

—Tenía que pasar, pensé que el tipo estaba muerto, mi error al confiarme. Le fallé a Nicolay, olvidé todas sus enseñanzas, seguro me regañará fuerte cuando vuelva al entrenamiento

—Nadie te dirá nada, el tipo es astuto, lleva años en este negocio.

—Pero ya no merezco ser tu señora —sonrió con tristeza a lo que él frunció el ceño

—Eso es algo que yo decido, no estoy donde estoy para obedecer a mis subordinados.

Ella rió

—Eso es claro, ¿cuando nos iremos de aquí?

—En un par de horas, debes sentirte al menos un poco mejor para moverte.

Ella asintió y miró la botella con agua sobre la mesa al lado de la cama, hizo el ademán de alcanzarla pero él se lo impidió tomándola para destaparla y ponerla en su boca.

—Gracias —dijo cuando bebió lo suficiente.

Él asintió mirándola y sintiéndose incapaz de decirle lo del aborto, empeoraría su situación. Lo mejor sería guardarse ese secreto hasta la tumba, puesto que sería incapaz de causarle ese dolor tan fuerte. Conocía tanto a Camila como para saber su reacción.

—Por cierto, ¿qué método anticonceptivo usas?

—El DIU, ¿por qué lo preguntas?

Hizo una mueca que supo disimular, habían tenido tanto sexo duro que seguramente se había movido y por eso el embarazo.

—La bala perforó tu útero, el riesgo de embarazo puede ser mayor si utilizas ese método, lo mejor será cambiarlo.

Ella asintió llevándose inconscientemente su mano a su vientre.

—Cuando volvamos solucionamos eso.

Luego de unos minutos salió a buscar al médico para informar que ya había despertado e indicarle que por ningún motivo le mencionara el aborto. Estaba más que decidido a no decírselo.

El médico le hizo el chequeo haciéndole algunas preguntas y dándole indicaciones de las cosas que evitaría hacer y de los alimentos que tenía que evitar comerlos.

—Se le recomienda que no tenga relaciones sexuales por durante unas cinco o seis semanas. La herida tiene que cicatrizar y los movimientos bruscos le pueden causar sangrado. Deberá cambiarse el método anticonceptivo porque el dispositivo intrauterino se le fue retirado.

Ella asintió ante cada una de sus indicaciones tomando con humor la mueca que hizo Dmitry con el periodo que estaría sin sexo.

...

Transcurrieron las horas y ya se encontraban en el Jet rumbo a Moscú, ella iba durmiendo en la cama que se encontraba en la habitación, su cuerpo se sentía tan frágil y adolorido. Un sentimiento de vacío, que era inexplicable para ella, inundaba su cuerpo, inconscientemente se llevó las manos a su vientre que permanecía vendado.

La puerta se abrió dándole paso a la azafata seguida de Dmitry con su semblante sombrío.

«Algo está pasando» pensó ella después de analizar su postura y su semblante desde que despertó en el hospital, lo conocía tan bien que cuando algo lo sobrepasaba solía comportarse algo extraño, y él estaba demasiado atento para su gusto, por momentos se quedaba ido en sus pensamientos y aunque solía ser taciturno, esta vez era diferente, había algo de sentimiento en su mirada. Una actitud bastante parecida a la que tenía hace cinco o seis años.

La azafata puso sobre la cama bandeja de comida, con asentimiento de cabeza se retiró dejándolos a solas, él se acercó para ayudarle a acomodarse y ponerle la bandeja sobre las piernas.

—No tengo hambre —hizo una mueca al ver la comida que estaba segura le sabría a nada

—Tienes que comer si deseas recuperarte —contestó tomando el tenedor para pinchar un pedazo de fruta y acercárselo a la boca —abre

Sintió sus mejillas calentarse totalmente avergonzada.

—No es necesario —tomó el tenedor llevándose la fruta a la boca bajo la atenta mirada del hombre que estaba sentado frente a ella —¿Sucede algo?

Sacudió su cabeza esquivando su mirada, tomó la botella de jugo abriéndola para ofrecérsela, ella la recibió sin despegarle los ojos de encima.

—No, ¿por qué lo preguntas?

—Estas extraño —entrecerró sus ojos tratando de averiguar algo pero la seriedad que distinguía su rostro era difícil de descifrar.

—Los medicamentos te ponen mal —se burló acomodándose a su lado, se sentía cansado tanto física como mentalmente. Lo único que deseaba era llegar a la mansión y desconectarse del mundo por unas horas. Le aturdía la situación, batallando si ocultarle o no la verdad.

La había visto con las manos sobre el viente y los sucesos lo llevaban a preguntar si ella sabía de su embarazo o simplemente por el dolor ubicaba sus manos en la zona, lo cual era lo más lógico.

—Quizás, pero olvidas que te conozco y sé cuando actúas raro

—Ya no lo haces —refutó

—Lo hago, aunque te parezca difícil de creer o aceptar, jamás olvidaría el comportamiento del hombre que amo.

Se tensó al oírla, como cada vez que repetía que lo amaba, era recordar el pasado y no le gustaba hacerlo. Odiaba el hecho de haber sido alguien tan blando, algo no aceptable en su posición.

—Los hechos hablan solos, porque no sucede nada por lo tanto parece que tu intuición falló

—Si tú lo dices —no iba a comenzar a discutirle algo que su orgullo no le permitiría aceptar y reconocer.

Terminó de comer lo que había sobre la bandeja la cual hicieron a un lado, permanecieron en silencio por un largo rato mientras ella le daba vuelta a su cabeza en aquella conversación que escuchó el nombre de su padre en el despacho.

«¿Tendrá mi padre negocios turbios también? ¿Por qué Dmitry pidió información?»

Cuando se decidió a preguntarle de qué hablaban lo encontró profundamente dormido, su suave respiración lo delataba junto al rostro pacifico que era lo contrario a cuando consciente. Con su mano acarició su rostro, admirándolo y sintiendo como una pequeña lágrima se resbalaba por su mejilla recordándola las veces en las que sentía que le faltaba el aire debido al llanto, en cómo lo soñaba y se despertaba decepcionado, en cómo a cada lugar que iba su recuerdo venía a la mente y en cómo sintió que desde esa noche una parte de ella murió. Desde ese entonces jamás volvió a ser la misma, de ser extrovertida se convirtió en alguien que solo hablaba lo necesario y no salía de su habitación en sus tiempos en casa. Se la pasaba de la universidad a su casa, sin socializar, odiando al mundo por su sufrimiento.

Mi dispiace mia vita (Lo siento mi vida) —acarició su cabello —Nunca quise abandonarte, desearía que algún día pudieras perdonarme y volvieras a mirarme de la misma forma, que tu corazón volviera a latir por mi, ser el centro de tu mundo así como tú eres el mío. Tu indiferencia me está matando, intento superar esto y aceptar tu nueva forma de ser pero me es imposible, porque todo lo que me hizo enamorarme de ti está grabado en mi alma. Te amo tanto

Se inclinó para besar sus labios suavemente teniendo cuidado para no despertarlo, se acomodó en su pecho sintiéndose confortable en el lugar que pertenecía y el que nunca debió abandonar. Se quedó dormida durante todo el vuelo, en cuanto aterrizaron él la bajó en brazos subiéndola al helicóptero que los esperaba en la pista para llevarlos directamente a la mansión.

—Nunca pensé extrañar tanto este lugar —le susurró cuando él caminaba al interior de la mansión.

—Pensé que te gustaba este lugar

—Si algunas cosas fueran diferentes sería mi lugar favorito, pero me trajeron aquí a la fuerza para hacerme pagar por lo que hice. En fin, hay muchas cosas por las que este lugar no es mi favorito.

—Hablas mucho

Hizo mala cara guardando silencio mientras la llevaba a la habitación, donde la ayudó a asearse y a cambiarse de ropa, la acomodó en la cama para que volviera a dormir y se recuperara pronto.

—Quédate por favor —le tomó la mano mirándolo con súplica

—Vuelvo en un rato —musitó

—Te esperaré, no tardes.

Él salió de la habitación provocándole inseguridades a ella, preguntándose si él en verdad cumpliría su deseo o sólo lo había dicho para calmarla. Pasaron los minutos donde luchaba contra el sueño sin dejar de mirar la puerta con la esperanza perdiéndose en cada segundo que pasaba.

«No vendrá» se giró decepcionado abrazando la almohada que se mojó con las lágrimas que soltó, el incierto la estaba ahogando sin poder pasar ese nudo en su garganta. Cuando estaba a casi nada de dormirse escuchó la puerta abrirse y cerrarse, la cama se hundió a su lado y el aroma conocido la hizo sorber su nariz y voltearse para asegurarse que no fuera una alucinación.

—Si viniste —se abrazó a su abdomen duro

—Si, malenʹkiy

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