Capítulo 18
Narra Camila
Volvimos a la mansión pasadas las 20 h, Dmitry se encerró en su despacho y yo aproveché para ir a la cocina a prepararme un sándwich, mi estómago rugía. Abrí el refrigerador sacando los ingredientes necesarios, armé tres y los partí a la mitad poniéndolos sobre un plato, tomé un baso de jugo ubicándolo todo sobre una bandeja para poder llevarla a la habitación.
Decidí darme un baño antes y ponerme una bata de fina seda, usando abajo unas diminutas bragas, recordé la tv en su habitación por lo que volví a tomar la bandeja para encaminarme hasta allá, al abrir la puerta aún no llegaba lo que era mejor. Me acomodé en un sofá encendiendo la gran pantalla para poder ver una película, tenía tanto tiempo de no realizar este tipo de actividades tan sencillas.
Los sándwich me sabían mejor al tener mis ojos entretenidos en la pantalla, solía hacer esto con Ángel, se sentía bien. Tan diferente al ambiente que me rodeaba ahora, con un hombre que me aseguró que jamás volvería a ver su versión más humana y cursi. Aceptarlo me estaba resultando difícil, tenerlo todo y después perderlo es una transición demasiado brusca, al menos lo fue para mi.
La puerta se abrió dándole paso a él, traía el saco en su brazo y la corbata floja, su cabello despeinado y el cansancio denotando en su expresión.
—¿Qué haces aquí? —se sentó en la orilla de la cama quitándose los zapatos y desamotinando su camisa, dejando su torso desnudo volviendo agua mi saliva y con el calor recorriéndome todo el cuerpo.
—Vine por la tv —me encogí de hombros mientras le daba un sorbo al vaso de jugo.
No me contestó sólo hizo una mueca terminando de desvestirse, traté de disimular todo lo que ocasionaba ese hombre cada que lo veía, mis hormonas se alborotaban y me sentía como una cría que observaba por primera vez a un hombre de verdad.
Lo seguí con la mirada hasta que se metió al baño, tardó diez minutos dándose una ducha, y al salir lo hizo con una toalla enrollada alrededor de su cadera y con otra en su cuello secándose el cabello húmedo que se le pegaba a la frente, no pude contenerme más y me levanté caminando hacia él envolviendo mis manos alrededor de su cuello y poniéndome de puntillas para alcanzar sus labios tan deliciosos, sentía que me derretía cada que él me correspondía mis besos, que en lugar de alejarme me tomaba de la cintura pegándome a él, rozando su erección en mi abdomen despertando el fuego en mi interior, deseando tenerlo ya entre mis piernas, poseyendo mi cuerpo a su manera, adorándome el cual hasta dejar sus manos marcadas en piel, que lama el cuello y chupe mis senos, que los muerda y los apriete mientras yo me retuerzo en la cama como una loca desquiciada, me encantaba la idea de que se sintiera el único dueño del placer de mi cuerpo, que me sacara todos esos fluidos que solo él lograba, que me bajara las estrellas con cada orgasmo que provocaba. Dmitry Ivankov era fuego puro y yo una vil masoquista que amaba quemarse en él.
Mis manos deshicieron el nudo en su toalla dejándola caer, me aparté de él mordiendo mi labio inferior, mis rodillas fueron cediendo poco a poco hasta pegar con la alfombra, sin dejar de mirar su oscurecida mirada tomé su miembro entre mis manos lamiendo la punta y chupándola como si fuera mi dulce favorita. Y es ¡oh cielos! si era mi favorito, me encantaba hacer esto, sentir su sabor en mi boca, dándole placer mientras miro en su rostro lo mucho que disfruta de este acto.
Tomó mi cabello entre sus manos apartándolo de mi cara mientras guiaba mis movimientos en un ritmo rápido haciendo que me atragantara con su gran tamaño, mis manos apretaron fuertes sus piernas cuando la tragué toda acariciando la rica piel con mi lengua, suave y venosa. La combinación perfecta, seguí succionándola por un largo ratos hasta que la saque para meterme sus testículos con mis manos moviéndose de arriba abajo sobre su falo, sintiéndolo endurecerse más y que pequeñas gotas del fluido preseminal se derramará en mis manos.
—¿Te gusta? —asentí como pude porque no iba a dejar de saborear lo que tenía en mi boca para contestarle —A mi si, me encanta como me la chupa mi mujer.
Que me recalcara lo que era para él sólo me prendía más, mi braga estaba totalmente empapada, podía sentirlo y las ansias de tenerlo era inmensas. Las saqué de mi boca descansando uno segundos porque mi mandíbula dolía por los movimientos, lo miré sonriéndole y relamiendo mis labios, me tomó por los hombros elevándome hasta su altura para apresar mis labios mientas sus manos se encargaban de deshacerse de mi ropa, bajó los tirantes de la bata deslizándola por mi cuerpo hasta que cayó al suelo, dejándome en una diminuta braga que solo cubría mi parte delantera. Detuve su mano cuando iba a arrancarla, abrí mis piernas y llevé su mano ahí para que me acariciara.
—Es abierta, no es necesario que la rompas —mordí mis labios cuando ingresó tres dedos en mi vagina
—Deberías usarlas siempre —susurró contra mis labios
—¿Para cuando use vestidos?
—Si
—Lo quiero dentro, bebé, siento que moriré sino me penetras ahora —me pegó a la pared elevando una de mis piernas a su cadera —por favor
Sonrió tomado su pene y rosándolo por toda la extensión de mi intimidad acrecentando la ansiedad por tenerlo.
—¿Cuanto lo deseas?
—Mucho, mételo ya —pedí entre jadeos
Me miró intensamente mientras lo introducía llenándome y haciéndome gemir ante la oleada de placer que me recorrió la espalda, sintiendo la grosura deslizarse sin ningún problema debido a la humedad.
—Eres tan rica, me fascinas que te mueras por esta verga
—Que es mía
—Si, así como este coño me pertenece —salió y entró con fuerza repitiendo la acción una y otra vez mientras yo soltaba pequeños gritos de placer —eso, grita, pequeña, grita como sólo conmigo lo haces. Solo yo soy capaz de producirte tanto placer con una sola embestida.
El que fuera tan poco sutil para hablarme me encendía más, que me hablara sucio y me venerara a la misma vez, porque eso era lo que veía en sus ojos cada que los miraba.
—¡Dame más! —aceleró sus embestidas dándome los que deseaba, mis senos ardían de tanto rebote y mi humedad solo aumentada el ruido cuando nuestros cuerpos chocaban —¡Ah, esto es tan delicioso!
Recordaba muy bien que cuando tuve mis primeros encuentros sexuales consideraba que el sexo estaba sobrevalorado, que no era para tanto, solía aburrirme durante el acto, al inicio lo disfrutaba pero a los minutos ansiando con que acabara de una vez. Pero toda esa perspectiva cambió cuando llegó a mi vida, su experiencia y el tamaño de su miembro hacían enloquecer a cualquier mujer, desde que probé el sexo con él me volví insaciable, ya no me aburriría y mucho menos me conformaba con un round, lo repetía tantas veces hasta que mi cuerpo no daba para más.
Solté un grito cuando llegué a mi orgasmo, gimiendo como una loca mientras él seguía moviéndose en busca del suyo, de repente se detuvo sacándolo y volteándome, tomándome de las caderas se volvió a adentrar utilizando más fuerza, podía sentir su extensión hasta mis límites, sintiendo un pequeño dolor el cual ignoraba al sentir tanto placer.
Perdí la noción del tiempo, solo me concentré en disfrutar cada caricia, estocada y susurro caliente, me hizo explotar de placer muchas veces al igual que él. Mi cuerpo se volvió liviano cuando tocó las sábanas suaves de la cama, se acostó a mi lado y fue acto suficiente para que me quedara dormida sintiéndome segura, con ese sentimiento satisfactorio en mi pecho.
...
—Dispara —demandó Nicolay una vez más mientras sostenía un fusil disparando a larga distancia —Carga y vuelve a disparar hasta derribar todos los blancos.
Llevaba toda la mañana practicando tiro, sabía manejar sin ningún problema armas pequeñas, pero estas que tenía ahora se me complicaban un poco, desviaba mi tiro y habían sido pocos los blancos que había derribado.
—Una vez más, recuerda que hoy no tendrás oportunidad de fallar, si lo haces mueres.
Eso no me ayudaba mucho, me ponía más nerviosa y fallaba más tiros, volví a intentarlo hasta que por fin di en el blanco.
—Otra vez, sigue practicando —dijo posiciónense a mi lado dándome algunos tips para que el arma no se me moviera cuando el disparo saliera. Trataba de disimular el nerviosismo pero no podía, mi corazón por poco y me salía de la boca ante la rapidez de sus latidos.
—Sino eres capaz de hacerlo aquí, allá menos. Los hombres que te escoltarán los pueden emboscar, no podrán protegerte al cien, no si los llegan superar en número y tú no creo que quieras quedarte como una princesa que necesita que su príncipe la rescate, o ¿me equivoco?
Negué con la cabeza concentrada en el lente agudizando mi mirada para jalar el gatillo dándole al blanco, cargo y vuelvo a disparar, sigo haciendo el mismo procedimiento hasta que derribo todo.
—Ahora dispararas todos estos cartuchos en menos de cinco minutos sin fallar. Disparas y cargaras lo más rápido que puedas.
Puso los cartuchos sonando el silbato anunciando que el tiempo comenzó a correr, disparé sin fallar ni un solo tiro gastándolos todo y volviendo a llenar el tambor lográndolo en el tiempo justo.
—Muy bien, sigue practicando —llamó a uno de los guardias —vigila su práctica, si ves que falla en alguna postura u otra cosa ayúdala, se paciente al darle indicaciones. Es la mujer del jefe y no le gustará que le coquetees o la insultes.
Asintió parándose a mi lado
—¿Te vas? —le pregunté frunciendo mi ceño
—Si, tengo un ejército al que preparar y supervisar para la noche, ponte en lo tuyo que si no precisas más tus disparos miriras, recuerda que siempre tienes que hacer uso de tus reflejos, tratarán de llegar hasta ti para quitarte el amar. Usa las técnicas para esquivar golpes y para derribar, las mujeres suelen ser competitivas cada que ven a otra, ponte defensiva y no te confíes de ninguna, incluso de las de nuestro ejército. Aún no tienes una posición importante y hoy será tu prueba, no lo defraudes que ha apostado por ti.
—¿Qué pasa si no lo hago bien?
—Demostrarás que no eres digna para el puesto y es probable que pidan que te destierren o te mantenga al margen de todo.
Reí irónica
—Dmitry es el jefe, no tomará en cuenta la opinión de sus soldados. Si me quiere dentro, ahí me pondrá.
Ahora fue él quien rió.
—Si, es el jefe, pero un jefe debe complacer a sus más fieles soldados si quiere seguir conservándolos —se encoge de hombros como si fuera algo sencillo de entender —aún te falta entender muchas cosas de cómo funciona esta organización.
No dije nada mirándolo marcharse, volví a lo mío centrándome en disparar sin desperdiciar muchas balas. El hombre a mi lado me corrigió algunas posturas siendo más delicado al decirme las cosas a diferencia de Nicolay, quizá era porque este le tenía temor a su jefe mientas el otro no mucho.
Al mediodía terminé mi práctica y volví a la mansión, almorcé sola sin rastros de Dmitry quien seguramente se encontraba ultimando detalles, decidí buscarlo en el despacho justo cuando iba a tocar escuché algunas voces.
—¿Le llegaron los paquetes a Ahmad? —la burla se lograba identificar desde lejos
—Si, señor. Se dice que se volvió loco en ira, lo que nos beneficia, se sabe que Ahmad toma muy malas decisiones cuando está en ese estado
—¿Alguna novedad de la Yakuza?
—No, se han mantenido quietos, aunque una pequeña parte de ellos irán por el intercambio de armas
—Todo indica que saldrá como lo planeo, señor
—¿Qué hay con el señor Ferretti? —me quedé estática al oír aquel apellido
«¿Es de mi padre de quien habla?»
—No hemos visto ningún movimiento extraño por el momento, todo en orden con Alessandro Ferretti.
¿De qué hablaba y que tenía que ver mi padre en esto? Odiaba que me ocultaran cosas de las que debía saber, me irritaba a tal grado que mis ganas por entrar a ese despacho y preguntarle a qué se referían, se volvían inmensas por lo que mejor decidí retirarme a dar un paseo que me relajara y devolviera mi mente al estado frío. Me descolocaba oírlo hablar de mi padre porque no lo toleraba, el odio que se tenían era mutuo.
Me quedé mirando el bosque y a la vez a la nada, pensando en el triste destino de Ava quien no se merecía lo que le sucedió e imaginar lo que le habían hecho sólo acrecentaba su odio y sus ganas por acabar con él. Ansiaba la sangre en sus manos así como tuvo la de esos malditos.
Una lágrima rodó por mi mejilla, toda la gente que ha sufrido por mi culpa, Ángel, Ava y hasta el mismísimo Dmitry, perdí el amor de esos dos hombres y la vida de mi amiga.
—Te juro que vengaré tu muerte, Ava —limpié bruscamente mi mejilla concentrándome en lo que haría, debía guardar mi moral y sacar ese demonio que ya se hospedaba en mi interior.
Las horas pasaron y regresé a la mansión para cenar en soledad nuevamente, esta vez no quise tarta y a penas toqué la comida, sentía asco y ganas de vomitar, quizá por los nervios. Subí de nuevo a la habitación para darme una ducha y vestirme con un pantalón cargo color negro ajustado a mi cuerpo, un top y una chaqueta del mismo color, junto a unas botas estilo militar. Mi cabello lo sujeté en una coleta alta dejado algunas hebras sueltas en la parte de adelante, mi rostro lo maquillé y mis labios los pinté de un rojo carmín que me recordaría que era lo que quería esta noche.
Sonreí frente al espejo viendo al hombre que entraba por la puerta luciendo un atuendo del mismo color, se veía tan guapo, mordí mi labio inferior recordando los momentos de la noche anterior.
—¿Lista? —me preguntó luego de besar mis labios por encima para no mancharse.
—Si —me levanté de la silla frente al tocador para colgarme de su cuello absorbiendo su rico olor.
—Tienes que concentrarte, no dejes que los sentimientos te afecten, es probable que Ahmad te llene de basura la cabeza cuando los encontremos. Sabe que tu mataste a sus hijos y querrá vengarse.
Mi expresión se endureció al imaginar a ese tipo, ni siquiera sabía cómo era y ya me daba asco. Era un maldito que lo haría arrepentirse por meterse con la persona equivocada.
—No sabía que eran sus hijos —hice una mueca
—¿Habrías cambiado de parecer? —inquirió con curiosidad, sacudí mi cabeza en negativa.
—De hacerlo sabido hubiera hecho cosas más crueles
Elevó sus cejas mientras sus ojos le brillaban de la diversión.
—Que excitante
—¿Te parece? —rocé nuestros labios deseando tenerlo así siempre, tan cerca de mi.
—Si —besó la punta de mi nariz para apartarse y ver la hora en el reloj que cargaba en su muñeca, frunció las cejas e hizo una mueca.
—Es hora de marcharnos, el helicóptero nos espera
Asentí saliendo detrás de él, en el recibidor nos esperaba Nicolay junto a otros hombres entre ellos Oksana. Como siempre lo hacía, me reparó con una sonrisa burlona la cual decidí pasar por alto e ignorarla. No deseaba seguir peleando con ella, era una pérdida de tiempo.
—¿Ella irá, señor? —preguntó con la misma burla, rodé los ojos harta de su chillona voz y de que fuera tan metida.
—Si
—Con todo respeto, señor, pero no creo que sea una buena decisión, es una completa novata y podría poner en peligro la vida de todos nosotros.
Alcé mis cejas sintiendo que con cada respiración que da la odio más, me estorba su existencia, me asfixia.
—Métete tu opinión por el culo porque no te la he pedido —le contestó haciéndola callar y borrándole la estúpida sonrisa que tenía.
—Si tanto temes morir por mi culpa deberías quedarte, Oksana, en nuestras filas no necesitamos de gente cobarde, necesitamos gente que no le tenga miedo a la muerte.
Le sonreí desquiciándola más, abrió su boca para alegarme pero la mirada que le lanzó Dmitry la hizo cerrarla y bajar la cabeza permaneciendo en silencio.
—Camila debe luchar hoy y demostrar que es digna del puesto al que se postula —añadió Nicolay mirando con reproche a la rusa
—Vámonos—ordenó Dmitry de mal humor caminando fuera de la mansión con todos siguiéndole, traté de seguirle su paso hasta llegar al helicóptero que me ayudó a abordar, una parte subió a este y los demás a las otras aeronaves que aguardaban por ellos.
El viaje sólo sentí corto por alguna extraña razón, en la otra pista grandes camionetas de lujo nos esperaban para llevarnos a la pista privada, a veces me preguntaba cómo era que tenían tantos accesos a cosas sin que las autoridades monitorearan todo, pero la respuesta se respondía sola. Era obvia la corrupción de las autoridades que en lugar de perseguirles los protegían.
La mirada de aquella mujer no se despegaba de mi cuando subimos al jet. Desde mi asiento observaba cómo Dmitry les recordaba las últimas indicaciones mientras les repetía una y otra vez que no quería errores. Cuando terminó se sentó a mi lado con un trago de lo que parecía ser whisky y un tabaco, el olor no era tan de mi agrado pero lo soportaba.
—Nicolay dale armas y municiones a mi mujer —ordenó, el mencionado asintió abriendo un maletín para sacar dos armas, municiones y dos pequeñas navajas para mi. Las tomé poniéndome de pie para guardarlas, supe esconder las navajas y las municiones las mentí en la bolsa al lado de mi pierna.
—Recuerda lo aprendido, no lo olvide. Si fallas, te mueres.
—Ojalá —escuché murmurar a la estúpida
—Tengo esto para ti —puso el trago en una superficie para sacar de su bolsillo una pequeña caja, la abrió mostrando el anillo que se encontraba en el interior. Era de oro negro y al presionar a los lados una pequeña aguja salía de él —tiene veneno, utilízalo cuando te quedes sin armas. Ten cuidado de no lastimarte con él porque antídoto no traje.
Asentí sin dejar de admirar la joya, extendí mi mano para que lo pusiera y con fastidio lo hizo, lo admiré de cerca sacado y metiendo la aguja, me gustaba y mucho. Me incliné a su boca para besarlo y murmurarle un gracias.
—Quiero que esto termine rápido para regresar a casa y coger hasta que ya no pueda más con mi hombre.
—Pórtate bien y te ganarás todo lo que desees
—me besó
El vuelo duró unas horas hasta que aterrizamos en Kabul donde ya nos esperaban varias camionetas que los llevaron hasta donde se encontraba el resto del equipo, durante el vuelo nos dieron intercomunicadores para avisar cualquier emergencia, miraba como Dmitry emitía órdenes para que los demás se movilizaran a destruir todo en el menor tiempo posible.
—Si tardamos más de lo debido la policía llegará y no quiero más problemas. Apéguense al plan y no comentan estupideces.
Se acercó a mi para repartirme por tercera vez que permaneciera a su lado y no me alejara.
—Todo está listo para partir, señor. Ahmad llegó hace una hora a su fortaleza, debemos llegar allá antes que se enteren de nuestra presencia.
Subieron a la camioneta seguida de otras más, al llegar al territorio los francotiradores confirmaron su posición, los hombres de Dima comenzaron a matar con silenciador a los guardias para no causar revuelo y alertar a Ahmad.
El miedo era imposible de no sentir, estaba asustada ante las altas posibilidades de morir esa noche, pero las ganas de vivir eran más grandes por las que mis instintos se activaron al bajar del auto y sacar una de mis armas sosteniéndola con seguridad, caminé al lado de Dima quien se desplazaba cauteloso escuchando por el intercomunicador los avances.
—Tenemos el cargamento, señor —escuché
—¿Muertos?
—Ninguno hasta el momento
Nos adentramos a la casa matando al que se cruzaba por nuestro camino, subimos las escaleras revisando puerta por puerta.
—Hemos saqueado todo las joyas y el petróleo —volvieron a comunicar —Y también se han detonado los lugares que los indicó
—Perfecto
Los gritos de una mujer se escucharon en una habitación seguido de una maldición que provenía de un hombre. Por la reacción que tuvo el ruso a mi lado deduje que se trataba de la escoria que buscábamos. Abrió la puerta de golpe con el arma arriba al igual que los demás que nos acompañaban.
Un asqueroso viejo follaba a una mujer sin piedad, se detuvo al reparar en nuestra presencia y borrar su sonrisa.
—El demonio visitando mi casa —habló en su propio idioma el cual no pude comprender.
—Ahmad
Pegué mi vista en mi próximo objetivo, deseado tenerlo ya en mis manos para acabar con su asquerosa vida.
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Foto de Dmitry
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