Capítulo 16
Un soldado de la Bratva era formado con entrenamientos extremos, superando lo inhumano, muchos eran forjados desde pequeño volviéndolos casi indestructibles ante sus enemigos. Sus especialidades eran el manejo de armas cortas y largas con una base de velocidad y bravura en sus acciones, la letalidad en cada uno de sus movimientos los convertía en repartidores de muerte, capacitados para no sentir y no tener piedad de nadie. Si el Jefe ordenaba que moriría, así lo hacían sin rechistar.
—Tienes que aprender a moverte como el viento, utilizar el método de sorpresa con tus enemigos —Nicolay se movía alrededor del ring analizando su posición y corrigiendo posturas —en el combate cuerpo a cuerpo tienes que tener cuidado, en la mafia nadie juega limpio, tratarán de matarte con alguna arma blanca, por lo que a ti nunca debe faltarte ninguna. Encuentra un sitio donde siempre puedas llevarla. Si vas a pelear con alguien recuerda siempre usar todas tus extremidades, puños, rodillas, codos y pies.
»Nunca olvides que tu propósito es que pierda la conciencia o la muerte. Es mejor que sea la última, nunca debes darle la espalda sino te aseguras que ya no respira.
Camila prestaba su total atención, imitando sus posturas y movimientos, memorizando la técnica de cada una, cabezazos, golpes en la nuca, barridas de piernas y golpes certeros en las costillas y rostro.
»Las mujeres suelen utilizar el golpe en los testículos y si te vas por ese método recuerda muy bien que debes ser rápida para asentar otro golpe hasta que pierda la conciencia o muera. Los hombres solemos enfurecer y es probable que te golpeen y debiliten, los hombres forjados en la mafia no los vencerás con un rodillazo en las bolas, créeme.
—Dame tu mejor movimiento —se tronó la nuca procediendo a flexionar sus rodillas y ubicar su brazos en posición defensiva —¡ahora!
Camila se acercó siendo rápida lanzándole una patada que fue esquivada con facilidad, seguido de un puñetazo a su rostro que fue bloqueado con el brazo y dándole un puñetazo fuerte en sus costillas la derribó de un solo golpe.
—Eres demasiado predecible —le ofreció la mano para que se levantara —cuando estés frente al enemigo tienes que ser rápida y precisa a la hora de asestar un golpe, sino terminaras muerta en menos de nada, recuerda que ellos no te tendrán consideración, o eres rápida o te mueres.
Con enojo tomó la mano de su entrenador impulsándose hacia arriba y volviendo a tomar postura de combate, aunque parte de su cuerpo quisiera parar y rendirse, otra estaba decidida a aprender y perder de una vez por todas esa debilidad que la dejaba como una puta princesa que necesitaba que un príncipe azul la rescatara, y ella no estaba para eso, una porque no era una princesa, ella quería ser una maldita reina y dos, no tenía un príncipe azul sino un demonio oscuro en su lugar.
—¿Crees que aquí me tienen consideración? —lanzó un golpe que logró esquivar, seguido de otro cuando el ruso asintió —No tienes ni puta idea de lo que he tenido que pasar aquí, he recibido golpes, burlas y humillaciones, y ¿qué crees? Ya no estoy para seguir recibiéndolas.
Lanzó golpe tras golpe, acertando algunos y fallando en otros, Nicolay los esquivaba con habilidad mientras le indicaba cómo hacerlo certero y capaz de debilitar a su contrincante, por dentro sonreía mirando las agallas de la mujer de su amigo que si seguía entrenando duro iba a llegar a ser tan letal como lo quería Dmitry.
—Te falta fuerza y es por eso que lo primero que harás por las mañanas será ejercitar tus brazos y piernas —sonrió de lado recordando la técnica que se utilizaba en aquel campo para ello —y hoy mismo empezarás. Andando
La guió hasta las afueras del edificio donde yacía una serie de circuitos donde los soldados solían entrenar todas las mañanas, una barra de equilibrio se extendía en las alturas la vuelta se debía atravesar con carga pesada en los brazos, era algo que para Camila no era nuevo y recordó lo mucho que sufrió las veces que se tuvo que enfrentar a ello, no sólo era el equilibrio sino implementar fuerza en sus piernas y en sus brazos, la primera vez que lo hizo sentía que sus brazos se arrancarían del resto de su cuerpo, sangró por las heridas que le causó pasar por debajo de aquel alambre que cubría una zona llena de barro para después pelear contra un contrincante que te esperaba ansioso por romperte los huesos.
—Lo he hecho varias veces, no creas que no lograré pasarlo
—No es sólo lograr vencerla, sino en cuántos minutos lo hagas. Te pondré un tiempo y sino logras salir te impondré un castigo.
Ella asintió y se alejó para ir hasta el inicio del circuito, tomó las cosas pesadas que ni siquiera sabía que eran, estiró sus brazos con ellas colgando a cada lado, tensando su cuerpo ante el peso y tratando de ignorar el dolor.
«Es mental, el dolor es mental» «Tú puedes» se decía cuando Nicolay le dio veinte minutos para atravesarlo sonando un pito que daba cuenta regresiva al tiempo otorgado. Sus pies se movieron subiendo hasta aquella viga en las alturas con sus brazos ardiendo al igual que sus piernas hacían fuerza por no temblar y tambalearse, sin saber cómo logró pasarla sin emitir ningún sonido de dolor y siguió así hasta descender por aquella rampa inclinada hacia abajo, ejerciendo presión en sus piernas para no resbalar y rodar sobre ella, no quería quedar en ridícula y menos como una débil ante Nicolay que caminaba a la par del circuito gritándole indicaciones y recordándole el tiempo que le quedaba.
—¡Nueve minutos!
Se lanzó al suelo lleno de barro pasando con destreza bajo la zona con púas, que si elevaba su cuerpo más de lo necesario se lastimaría. Sentía que iba a desmayarse, su corazón estaba agitado y su cuerpo con ganas de rendirse, pero su mente la animaba cada que le recordaban el tiempo que pasaba. Logró salir cuando faltaban dos minutos, se quedó en el suelo respirando agitadamente tratando de regular su respiración.
—Lo harás cuatro veces más, toma agua y vuelve al circuito, sólo que en cada vuelta tendrás un minuto menos del tiempo en que lo lograste, ahora sólo tienes 17 minutos.
Se empinó el termo con agua que le ofrecieron y corrió posicionándose otra vez para seguir con la rutina. Logró pasarlo justo en el tiempo indicado, su cuerpo ardía por el dolor, sus ojos se cerraban ante la debilidad y con mucho esfuerzo logró pasar la última vuelta siendo incapaz de levantarse del suelo, sólo respiraba pesadamente con la mirada en el cielo pensando en qué demonios hizo para encontrarse en aquella situación.
—Es todo por hoy, vuelve a casa y mañana regresas a la misma hora. Estaré esperando por ti, se puntual o tendrás castigo.
Sólo atinó a asentir quedándose por unos largos minutos ahí hasta que pudo ser capaz de levantarse y guiar sus pasos al edificio para darse un baño en la habitación, subir tantas escaleras fue un gran sacrificio que la hizo arrepentirse de no haber ido a la mansión pero el barro pegado en su cuerpo junto al sudor que emanaba no era una buena combinación y no estaba dispuesta a que Dmitry la mirara así, tan hecha mierda con lo que seguramente él haría en minutos sin terminar en un deplorable aspecto como el de ella.
Fue rápida al darse una ducha y vestirse con un conjunto deportivo que había en el closet, secó su cabello y lo peinó en una coleta alta. Salió de la habitación y con lentitud bajó los escalones, haciendo muecas ante el dolor y debilidad en ellas, caminó por medio del bosque hasta llegar a los jardines de la mansión temblando de frío al no haber llevado un abrigo para calentarse, al entrar se encontró con una muchacha del servicio para preguntarle dónde estaba el señor de la casa, aún no podía creer que la haya buscado la noche anterior para dormir y acogerla en sus brazos.
—El señor bajó al sótano, señorita —le dijo con el miedo en sus ojos, era comprensible ella misma hizo una mueca imaginando lo que estaba haciendo, de solo recordar lo que vio le daba un asco inmenso con ganas de vomitar todo lo que había en su estómago.
—Bajaré a almorzar en unos minutos, avisa que me sirvan la comida en el comedor, por favor
—Si, señorita —las órdenes que recibieron de su jefe para atender en todo lo que ella quisiera habían sido claras, por lo que todas la trataban con respeto para no enfurecer al demonio sádico dueño del lugar.
Entró a su habitación para cambiarse de ropa por algo más presentable, se maquilló un poco y se vistió con un jumsuit holgado color toda palo, su cabello lo soltó y se calzó unas sandalias cómodas.
Cuando bajó al comedor el almuerzo ya estaba servido, la necesidad en su estómago era grande y más porque tenía que renovar energías. Su presencia le hizo falta, su atención en cada uno de sus movimientos o sus miradas intensas cuando soltaba jadeos saboreando la tarta que tenía por costumbre pedir como postre.
Al terminar dio un paseo por los alrededores sintiéndose aburrida, estaba acostumbrada a trabajar largas horas en el día y descansar por la noche, y aunque su cuerpo dolía por el sobre esfuerzo su mente requería de actividades que la mantuvieran despierta y ocupada. Volvió al interior subiendo a su habitación, buscó el móvil que tenía en la mesita de noche y al encenderlo se sorprendió al encontrar un mensaje de Adele, la que por mucho tiempo consideró su amiga.
Era un screenshot de una noticia, su cuerpo se paralizó y dejó de respirar por unos segundos sintiendo como una fuerte punzada atravesaba su corazón, soltó el teléfono tapándose la boca y ahogando un grito.
«No, no, no» «Esto no podía ser cierto» se negaba a creer en lo que había leído.
Encuentran cuerpo desmembrado de la joven Ava Jones, hija del reconocido empresario Hank Jones. La joven llevaba desaparecida hace semanas, el cuerpo fue encontrado en altos grados de descomposición por lo que las autoridades confirman que lleva varios días muerta, incluso semanas. Se dice que fueron ajustes de cuentas, otros señalan que fue una víctima más del tráfico de órganos por las mafias que cada día se vuelven más peligrosas.
Esta vez no pudo contener sus lágrimas, un amargo sabor inundó su boca recordando lo del cuerpo que encontraron en el territorio de Dmitry, una amenaza directa de sus enemigos junto al anillo.
Es tu culpa, por tu maldita culpa Ava está muerta »el mensaje adjunto a la captura, lanzó un grito desatando el llanto al imaginarse todo el dolor que sufrió su amiga por su culpa, ella no tenía ninguna parte en la mafia y le tocó sufrirlo. El dolor no cabía en su pecho, la agonía y la culpa eran tan grandes que sólo atinó a caer de rodillas al suelo llorando desconsoladamente por la persona con quien había compartido tantos buenos momentos, la complicidad y todos esos secretos que se guardaban entre ellas.
La puerta de su habitación se abrió dándole el paso al hombre que la observó sin ninguna expresar ninguna emoción, se paró delante de ella con las manos en su bolsillo viéndola cómo lanzaba gritos en medio del llanto. Su reacción era algo que esperaba, Camila era alguien demasiado sensible y expresiva que le entregaba el corazón a todas las personas cercanas a ella. Quería quitarle esa humanidad, quería que aquello le ayudara a eliminarla de una vez y fuera ella quien se hiciera cargo de los responsables de la muerte de su amiga.
—Todo este drama no la revivirá —su voz seca solo la hizo enfurecer, elevó su mirada oscurecida que expresaba tantas cosas entre ellas el dolor y el instinto asesino que se comenzaba a despertar.
—Es mi culpa, por mi culpa ella esta muerta, Adele tiene razón. Soy una mierda de persona, era yo quien debía estar en esa caja y no ella.
Dmitry blanco tomó por los brazos levantándola odiando verla en aquella posición.
—Las reinas como tú no se arrodillan, hacen que se arrodillen ante ti —clavó su mirada en los azules ojos que parecían estar desatando una tormenta —En mi sótano yacen dos hombres que raptaron a tu amiga, también está quien la torturó y le quitó la vida, venga a tu amiga y redime tus culpas.
Mintió manipulándola para que fuera ella quien matara a los hijos de Ahmad, que yacían sin lengua en las celdas de tortura, método que implementó para asegurarse que ella no se diera cuenta que no eran los principales causantes del asesinato.
—No puedo, yo... —su respiración se estaba volviendo pesando sintiéndose incapaz de hacer aquello
—Si puedes, tu amiga fue hecha pedazos, fue torturada y quizá, cosa que no dudo, fue violada hasta sangrar. Conozco sus métodos —limpió las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas —Es la única forma que podrás estar tranquila, es tu manera de disculparte con ella al ser la causa de su muerte, haz justicia con tus propias manos, yo me encargaré de borrar toda la evidencia que te inculpe.
Algo en ella se terminó de encender, la ira, la impotencia y el dolor, una mezcla que no tendría un buen resultado, no cuando el demonio le susurraba al oído incitándola al mal, a formar su propio demonio e infestar su luminosidad por la oscuridad del mal.
—Llévame con ellos —demandó fuerte y claro, ensanchando la sonrisa escalofriante en Dmitry, se apartó y con su mano señaló la puerta para que caminara delante de él. Bajaron y se adentraron escaleras abajo por la puerta doble que llevaba a las celdas donde sus prisioneros agonizaban del dolor, sus oídos de repente se taparon y sus ojos se nublaron, sus manos picaban pidiendo una sola cosa y era la vida de esos miserables en sus manos. Caminó tan rápido que ni siquiera sintió el dolor en sus piernas pues el de su corazón era más grande.
La celda se abrió para ella por orden del hombre que seguía sus pasos con una sonrisa torcida en sus labios, los cuatros hombres yacían colgados de brazos con múltiples heridas, desangrándose y pidiendo piedad con sus ojos, la cual no les darían.
Dmitry tomó un filosa cuchillo y se acercó a ella que no apartaba la vista de esos miserables que le quitaron la vida a su amiga de la peor forma, tomó con fuerza el mango que le ofreció y decidida se dirigió hacia el hijo mayor de Ahmad, ni siquiera sabía quienes eran y qué papel tomaron en el asesinato, lo único que sabía era que morirían a manos de ella.
Lo clavó una y otra vez cegada por el dolor y la ira, disfrutando de sus gritos devolviéndoles los que le arrebataron a Ava, en diferentes partes del cuerpo hasta hacerlos desangrar, pasó al siguiente e hizo el mismo procedimiento mientras los maldecía, su curación ardía y la culpa no se iría hasta no acabar con el último de ellos que se retorcía en la soga pidiendo que lo perdonaran pero el alma de Camila se había ennegrecido y sus manos yacían manchadas de sangre y no había muestras de arrepentimiento en sus ojos, sonrió sádicamente al ver al último lo clavó muchas veces en partes que lo mantuvieran vivo para dejar de último la estocada que clavó en el corazón mientras lo miraba a los ojos disfrutando como estos se iban apagando.
Los hombres de la mafia observaban con respeto a su señora, porque en eso se convirtió esa tarde, Dmitry la miraba orgulloso desde una esquina del lugar, disfrutando en lo que había convertido a aquella mujer bañada en sangre que no dejaba de retorcer el cuchillo y hacer lo mismo con todos los cuerpos. Su corazón estaba agitado y aunque su dolor se había minimizado un poco su dolor aún era grande, se giró hacia el hombre que se acercaba para plantarle un beso feroz, manchándolo de sangre cuando lo envolvió con sus brazos atrayéndolo a su cuerpo, sintiendo que su conciencia volvía a su cuerpo.
«¿Qué hice?» se preguntó sin dejar de devorar aquellos labios que eran una prueba del infierno «¿Y por qué no estoy arrepentida sino satisfecha?» se separó sonriendo y dando un pequeño salto para enredar sus piernas en su cadera, guindándose de su cuello y atrayéndolo de nuevo a su boca, sintiéndolo suyo.
—¿Cómo quieres devolverlos? —preguntó apartándose de su boca preso de la curiosidad por saber qué estaba maquinando su cabecita corrompida por su maldad.
—Así como devolvieron a mi amiga, con una pequeña nota firmada por la mujer del demonio, conmigo no se juega y mucho menos se volverán a meter con los míos —con un hambre voraz volvió a tomar los labios de su mujer que lo estaba volviendo loco, prendiéndolo como ninguna otra.
—Así me encantas, malditamente mala. Malditamente mía —susurró contra su boca refregándole la dura erección que le había provocado.
—Tuya, tu mujer y a la única mujer que le perteneces —tocó su pecho haciendo referencia a lo que decía y aseguraba con tal seguridad que le era difícil contradecir.
La bajo para que salieran de ese lugar infernal, dando órdenes para que limpiaran todo y mandaran los paquetes al afgano, con órdenes estrictas que debían llegar hoy a más tardar en la madrugada. Un regalo antes de la muerte.
Caminó al lado de su mujer guiándola a su habitación, deseaba desnudarla para comérsela como le gustaba, destruirle ese culo que tanto le encantaba. La metió a la ducha desnudándola para quitarle todo el sucio en su cuerpo y el olor a sangre, el agua resbaló por sus cuerpos mientras se observaban fijamente, ambas miradas oscurecidas y presas del mal que en ella comenzaba a tomar terreno. Él tomó la esponja resbalándola con lentitud por su cuerpo que no se cansaba de apreciar y admirar.
—¿Te gusto así? ¿Mala? —preguntó rozando sus labios y llevando la mano a su dura erección, sosteniéndola y acariciándola despacio sin perder de vista sus ojos.
—Si, me fascinas —su voz era ronca
—Era lo que querías desde un principio —susurró —espero que no te arrepientas de lo que has convertido.
Dmitry tomó sus labios presionando su cuello, introdujo su lengua acariciando la suya, sintiendo la perversidad en sus actos en cómo aquella mirada inocente había cambiado en un instante, la tomó en brazos cuando terminaron su ducha, secó su cabello y la llevó a la cama, lanzándola sin ninguna delicadeza, devorándola con la mirada y ansiando estar entre sus carnes. Ella le abrió sus piernas dándole una invitación para que la devorara, la respiración de él se volvió pesada, entró a la cama ubicando su rostro entre sus piernas paseando su lengua por sus pliegues húmedos, chupó esa parte que la hizo gritar de placer, arquear su espalda y apretar fuertemente las sábanas a su alrededor, gimiendo alto su nombre al sentir como aquella boca maestra la tocaba, succionaba y mordía, y como al mismo tiempo dos de sus dedos eran introducidos en su vagina, dándole un placer inmenso haciéndola retorcerse en aquellas sábanas como una desquiciada sin parar de gemir y gritar maldiciones. Sus paredes se apretaron y sus piernas quisieron cerrarse al sentir el orgasmo llegar y sacarle un alto gemido que no se molestaba por acallar. No le importaba quien la escuchara, por su parte mejor así aquellas mujeres que caminaban tras su hombre supieran con quien estaba y con quien disfrutaba pasar horas cogiendo en su propia habitación.
Se alzó sobre su cuerpo para devorar sus labios con ímpetu, tocando su cuerpo, sus senos masajeándolos y besándolos, susurrándole que era suya y cuanta obscenidad se le atravesara por la mente, se adentró en ella con un vaivén violento, poniéndola en cuatro mientras azotaba sus nalgas e introducía un dedo en aquella cavidad estrecha y qué hace mucho no poseía, la ansiaba de nuevo, sentirla completamente suya. Jadeaba disfrutando de su mujer y oyendo aquellos potentes gemidos mientas sus nalgadas rebotaban contra su pelvis, tomaba de su humedad hacia el otro orificio lubricándola y preparándola con sus dedos.
—¿Quieres, malenʹkiy? —preguntó metiendo dos de sus dedos
—Si, si —jadeo presa del deseo y la lujuria.
La penetró unas cuantas veces más para después salir y puntear su otro orificio, sintió el cuerpo de la mujer tensarse cuando se fue introduciendo en aquella estrechez, mientras ella sentía como si la fuesen a partir en dos ante aquel tamaño que la llenaba, no era la primera vez que lo hacía por ahí, pero si la primera en cinco años por lo que su cuerpo había olvidado las penetraciones.
—¡Oh, mi amor! —gimió cuando arremetió contra ella recordándole lo placentero que era recibirlo por ahí, la mezcla del dolor y el placer era una buena combinación según su criterio. Se movió al compás de sus movimientos sintiendo aquel pedazo de carne tan deliciosa entrar y salir, mientras sus dedos buscaron su vagina la cual chorreaba en fluidos, se masturbo ella misma mientas disfrutaba los testículos pegar contra su clítoris.
—Como te encanta que te parta —jadeo en su oreja —enloqueces con esta verga que es la única que te ha dado tanto placer, la única que te complace y la única que amas.
—Si, me encanta, pero más me encanta porque eres tú el que la posee, eres tú que me bajas las estrellas y me haces gritar de placer. Te amo, eres mi demonio favorito —entre jadeos logró articular aquellas palabras sintiendo como su cuerpo expulsaba un chorro de líquidos ante la magnitud y grandeza del orgasmo.
—Maldita sea, malenʹkiy —siseó mientras se vaciaba en su interior, sus cuerpos temblaron y cayeron a la cama con sus respiraciones aceleradas, como pudo la jaló hacia él para besar sus labios con muchas cosas pasando por su mente que era incapaz de aceptar en voz alta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro