Capítulo 13
Narra Camila
Observó el agarre por unos segundos, frunció el ceño y se soltó, traté de disimular mi decepción y fingí sonreír.
—No confundas las cosas, Camila
—Yo... —quise hablar pero no sabía que decirle, el nudo en mi garganta no me dejaba.
—Duerme —dijo saliendo de la habitación y dejándome un vacío enorme, las lágrimas querían salir pero no lo permití, ya no quería seguir llorando y verme como tan frágil y débil.
Me metí a la cama cerrando los ojos y tratando de alejar todos los recuerdos en mi memoria, como él me lo había dicho, ya no existía y nada volvería a ser lo mismo. No quería vivir más con esta ilusión y afrentar de una buena vez lo que me esperaba a su lado.
Desperté temprano para vestirme y maquillarme con algo suave, sujeté mi cabello en una coleta dejando algunas hebras delanteras sueltas. Mentalizándome que no iba a llorar y me plantaría firme ante mi padre, podía ir imaginando ya todos los reclamos y ofrendas que me diría.
Bajé al comedor para desayunar, mi estómago crujía, el ruso aún no bajaba por lo que me encontraba sola devorando lo que pusieron en mi plato.
—¿Desea algo más, señorita?
—Si, una tarta de chocolate —pedí, hace días que no saboreaba mi postre favorito.
Sus pesados pasos se escucharon acercarse al comedor, no levanté el rostro, no deseaba verlo después de lo de anoche. Decidí ignorar su presencia y hacer de cuenta que no se encontraba aquí, pero la pesadez de su mirada sobre mí complicaba las cosas.
—Su postre, señorita —pusieron el pedazo de tarta frente a mi retirando los platos vacíos. Lleve a mi boca un pedazo de la esponjosa torta evitando hacer cualquier gesto de placer, esta mañana no deseaba tentar al demonio. Bastaba con todo lo que se me vendría encima al pisar mi país.
Cansada de su expectante mirada me levanté fastidiada retirándome de la estancia, salí al jardín sintiendo el aroma a frescura que emanaba del bosque, las flores plantadas eran hermosas y estaban bien cuidadas al igual que el pasto que se extendía por toda el área.
Inconscientemente toqué mi dedo anular recordando los anillos que había portado en él, no sabía que fue del que me regaló Ángel y recordar lo qué pasó con él de promesa que me dio el ruso para mi cumpleaños número dieciocho me da escalofríos por todo mi cuerpo.
No entendía cómo fue que ignoré tantas cosas, cómo lograba cubrirme su verdadero ser. Prácticamente este Dmitry era otro hombre, un ser desconocido del que no sabía absolutamente nada. Nunca me habló de su familia, cada que indagaba en ello me cambiaba de tema alegando que no era importante porque ya estaban muertos. Fui tan ciega, tan ingenia y tonta.
—Es hora, apresúrate al helipuerto —paso por mi lado caminando a la pequeña colina donde yacía el helicóptero listo para despegar. Lo seguí unos pasos atrás escuchando cómo daba órdenes en su idioma a los hombres que lo acompañaban, subió y se quedó en la entrada estirando su brazo para que me impulsara de él, lo ignoré y subí por mi propio esfuerzo, de reojo pude notar cuando rodó los ojos y se acomodó en su asiento.
Me dediqué a observar el panorama que me ofrecía estar en las alturas, me preguntaba si guardaba más secretos en la espesura de ese bosque, aunque era algo obvio. Voltee a él que permanecía serio mirando su móvil y hablando por medio de un intercomunicador por lo poco que podía escuchar y entender era que estaba organizando los anillos de seguridad alrededor nuestro.
El helicóptero aterrizó y esta vez no tuvo la amabilidad de ayudarme a bajar, ni siquiera volteó a verme sino qué pasó directo a la camioneta negra que aguardaba por nosotros. Bajé con mucho cuidados de no doblarme el tobillo, traía unos altos tacones de aguja, caminé sin bajar en ningún momento la mirada, la puerta del auto estaba abierta para mi haciéndome sentir poderosa. Reí en mi interior por el rumbo absurdo que se estaban tornando mis pensamientos.
Desde niña siempre tuve lujos y nunca me faltó algo, lo que deseaba lo tenía, mi padre se encargaba de cumplir todos mis caprichos, no sé qué cambio cuando llegué a mi adolescencia, me ignoraba y sólo disponía de mí pensando en que algún día me casaría y le daría un heredero de toda su fortuna. Siempre me veía como un negocio, tal y como lo hizo con mi compromiso con Ángel.
Subí sentándome a la par suya, su olor masculino lograba que todas mis hormonas se alborotaran como si fuera una adolescente, siempre ha tenido ese efecto en mi. Siempre me pareció súper atractivo su rostro serio, su porte digno de un hombre de poder, de uno que impone. Me gustaba su actitud inquebrantable, su inteligencia y su astucia, al menos pude observar eso cuando según yo sólo era "un hombre de negocios" las cuales sólo eran pantallas que cubrían todos sus negocios sucios.
Sentía tanta curiosidad por averiguar muchas cosas, siempre creí que su poder era en base a un solo país pero ahora que se decía que él era considerado el hombre más peligroso del mundo me hacía preguntar, «¿qué tanto alcance tiene su poder?»
Me había prometido que no iba a dejar que nada me sucediera, que sus enemigos no llegarían a mi pero la preocupación de pensar en que pasaría si no lograba hacerlo. Terminaría peor que ese cuerpo que mandaron con la advertencia, y el miedo a que se desquitaran con mi padre es algo que tampoco me dejaba en paz. Si bien Dmitry me protegería a mi pero por él jamás movería un dedo, se odiaban y aún no descubría si había un trasfondo en todo ese aborrecimiento.
—Baja —me ordenó cuando llegamos a un aeropuerto privado, ni siquiera supe en qué momento lo hicimos.
Bajé del auto caminando a su lado, abordamos el avión junto con sus hombres, todos con armas muy bien camufladas, a la vista de cualquiera era sólo un empresario con sus guardaespaldas pasando desapercibidos por todos. Nadie podría pensar que bajo ese traje se ocultaba el cerebro de toda la Bratva y que esos hombres no eran unos simples guardaespaldas sino criminales entrenados para eliminar en segundos cualquier amenaza que pusiera en peligro a su jefe.
Dmitry se encerró en la habitación mientras yo me quedé junto a todos esos asesinos con miradas intimidantes. Traté de relajarme todo el vuelo pero me fue inevitable, por lo que me vi perdiendo mi orgullo al entrar en aquella habitación encontrándolo acostado, durmiendo.
Con cautela me quité los zapatos y en puntitas caminé hasta la cama sentándome en el borde, me gustaba verlo dormir, tan calmado y pacífico. Me recosté sobre el colchón para tener su rostro masculino frente a mi, grabándome cada detalle de él, no queriendo olvidar nunca. Mi pecho se infló ante el gran sentimiento que tenía para él, mis ojos no paraban de admirarlo y de desearlo. Nunca iba a apagar esas grandes ganas que le tenía, y lo que más me complacía era que él sentía el mismo deseo hacia mi, lo demostraba en la forma que me tomaba, en cómo de veía mientras se fundía en mi.
No me resistí las ganas y comencé a regar besos en su cuello despertándolo, no me detuve y él se quedó quieto solo dejándome hacer lo que quería, con agilidad desabotoné la camisa dándole paso a mis manos tocando ese duro pecho, subí mi boca hasta la suya tomándolos con fuerza y recibiendo con gusto él mismo ímpetu de la suya. Tomó con sus manos mi trasero ubicándolo sobre su cadera, obligándome a abrir mis piernas subiendo hasta mi cintura el vestido corto que traía puesto, bajó los tirantes de este hacia los hombros para liberar los senos que sólo los cubría la tela del vestido.
Me muevo sobre él sintiendo cómo se endurece, sigo besándolo y tocándolo, ahogando un gemido cuando aparta el delgado hilo qué pasa por mis glúteos para abrirle pasos a sus ágiles dedos que me torturan dulcemente tocando el clítoris con su pulgar y con otros dos dedos introducirse en mi interior. Muevo mis caderas en busca de más placer, y con las manos temblorosas bajo a su bragueta haciendo el mismo procedimiento para liberar lo que más me gusta de él, jadeo cuando puntea mi entrada con sus dedos aún en mi interior.
«Lo quiero dentro ya»
Me separo de él conectado nuestras miradas lujuriosas, me sentía ansiosa por el disfrute que me ofrecía su dureza, alcé mis caderas cuando él sacó sus dedos y acomodó su miembro en mi entrada jalando mis caderas hacia bajo para que entre de golpe, lancé un grito sintiendo un poco de dolor mezclado con placer, amaba esta pasión porque podía sentirlo todo y tener el control sobre él, me moví subiendo bajando dando pequeñas círculos con mis caderas, disfrutando la ansiedad en sus ojos ante mis juegos. Sus grandes manos sujetaron mis senos apretándolos mientas yo me daba placer a mi gusto, sintiendo mi humedad resbalarse en su miembro.
«Mmm, rico»
Seguí mis movimientos seduciéndolo, pegando mis senos en su cara y abriendo mi boca para soltar su nombre en gemidos, tomó uno mis pezones en su boca mordiéndolo suavemente, alzó sus caderas en busca de más contacto, acelerando las embestidas y haciéndolas más profundas.
—¿Te gusta, malenʹkiy? —susurró rompiendo el silencio —Te gusta sentir mi verga ansiosa por ti.
—¡Si! Me encanta —aceleré mis movimientos al sentir el orgasmo acercarse y mis paredes apretarse.
—Eres mía, Camila —sentí su miembro palpitar, estaba a punto de venirse también.
—Si, soy tuya así como tú eres mío —me incliné para besarlo con ferocidad, mordiendo sus labios, introduciendo mi lengua en su boca y explorando toda su cavidad. Él me respondió de la misma manera, tomándome por las mejillas y manteniéndome presionada a su boca. Bastaron unas cuantas embestidas más hasta que sentí su derrame al mismo tiempo que alcanzaba mi orgasmo, ambos temblamos ante la magnitud de nuestra liberación que eran igual de intensas que las otras.
Nuestras respiraciones eran agitadas y nuestros labios seguían devorándose, durando así por unos largos minutos mientras permanecía en mi interior, de repente se movió cambiando las posiciones quedando encima de mi, soltando por fin mi boca y descendiendo a mi cuello.
—¿Quieres más? —me preguntó mientras sentía cómo volvía a endurecer llenándome de nuevo.
—Si —respondí removiéndome, cansarme de él era imposible. Cada día lo ansiaba más y más como una enferma sexual.
—Eres insaciable, bebé —sus ojos brillaron de humor
—Tú me hiciste así —tomé su rostro pegándolo a mi boca
—¿Así eras con él también?
Negué con la cabeza siendo sincera
—Sólo tú sacas ese lado, y solamente tú logras calmarlo. Nuestros cuerpos se pertenecen —susurré bajando la vista y disfrutando del morbo al ver nuestros cuerpos unidos.
—Siéntelo —salió y entró despacio —ansioso por ti de nuevo
—Sácianos —pedí gimiendo sobre su boca, sonrió derritiéndome con aquel gesto y lo imité, sintiéndome plena teniéndolo así, tan mío y yo tan suya.
Movió sus caderas complaciéndome sin apartar su rostro del mío, sin abstenerse de soltar jadeos que sólo lograban enloquecerme aún más. Elevándome el libido al pensar que habían personas afuera que escuchaban el escándalo de nuestro cuerpos al unirse, y el ruido de mis gemidos gritar por más, gritar su nombre una y otra vez, haciéndole saber lo mucho que me gustaba sin inhibiciones y dejando de lado la moral, porque con él no existía.
Sus ojos me devoraban, me mostraban muchas cosas que era incapaz de decirlas en voz alta y de las cuales me conformaban y me hacían que mi esperanza no muriera. Porque a su lado nada me importaba más que no fuera él, me convertía en ser egoísta y que a partir de este momento me volvería egoísta y buscaría solo mi felicidad sin importar todo lo que se atravesara.
...
El avión aterrizó en New York a las seis de la tarde, el aire fresco me recibió con melancolía, extrañaba este lugar, demasiado.
Cuatro camionetas Cadillac Escalade negras último modelo aguardaban en la pista, las puertas de una ya estaban abiertas para que pudiéramos entrar, la abordé sintiendo mil emociones encima, traté de controlar el temblor en mi cuerpo, debía mantenerme firme.
—Iremos ahora mismo, pasaremos la noche en un hotel y mañana temprano regresaremos a Moscú —dijo acomodándose a mi lado y dando la orden para partir, una camioneta iba adelante y las otras dos atrás.
La ciudad me parecía más grande ahora, llegar a la zona residencial nos llevó mucho tiempo, sentí mi corazón latir con gran fuerza al reconocer la calle. El auto se detuvo frente a la entrada, miré dudosa sabiendo que probablemente con esta decisión perdería de un todo a mi padre.
—Quiero entrar sola —le pedí volteando a verlo con súplica, necesitaba mi espacio a solas con mi padre.
—No, te acompañaré
—Por favor, lo necesito
Se quedó en silencio y asintió lentamente, simulé una sonrisa y me incliné a besar sus labios los cuales de inmediato apresaron los míos.
—Gracias, volveré pronto —dije abriendo la puerta del auto, él tomó mi brazo deteniéndome
—Recuerda que a donde sea que vayas te encontraré, así sea debajo de las rocas, lo haré —la amenaza latente en su mirada me hizo asentir con la cabeza. Bajé del auto pisando la acera de la entrada, caminé despacio recordando los buenos momentos que pasé en casa, mi niñez, que aunque no fue una normal al no tener presente a mi madre, fue bonita. Recuerdo a Adele y Ángel, eran mis más fieles amigos y aunque terminé enamorada de ese último no cambio nada. Seguía queriéndolo, quizá ya no de una forma romántica pero si como una de las personas más especiales de mi vida. Por eso deseaba que algún día me perdonara por lo que le hice, pero en el corazón nadie manda y esté siempre elegirá una y otra vez al hombre que me observa desde el interior del auto.
Malo, asesino, criminal, sea como fuera mi amor por él nunca iba a cambiar, podría decepcionarme una y mil veces pero nada lograría cambiar eso. Tal vez sería mi condena, pero ¡carajo! No me importaba, estaba dispuesta a vivir lo que fuera por seguir teniéndolo a mi lado. Podría ser que estuviera enferma, quizá con una dependencia emocional o lo que fuera, pero era como si mi alma estuviera ligada a la de él que se me hacía imposible estar lejos.
Toqué el timbre y esperé, un minuto después la muchacha del servicio me abrió, sus ojos se sorprendieron al verme apartándose de inmediato dándome el paso al interior.
—Señorita, que sorpresa, bienvenida —fue amable, asentí hacia ella en respuesta, el momento que se avecinaba me tenía tan tensa que no podía sonreír sin que esta no se viera fingida, por lo que prefería no hacerlo.
—¿Donde está mi padre?
—En el living, el señor Davis lo acompaña
Me tensé aún más, parecía que esto resultaría peor de lo que pensé. Mis pasos resonaron por toda la casa con el repiqueteo de mis tacones, mis manos sudaban pero mi postura permanecía firme, no retrocedería en nada. Voltearon a ver en mi dirección al escuchar el ruido, veían un partido de fútbol y vestían una camiseta del equipo al que le iban, las sonrisas en su rostro se borraron y mi padre se levantó de golpe mirándome con la furia detonando en sus ojos.
—Papá
—¿Qué haces aquí? —su tono de voz era duro —Te dije que si te ibas te olvidaras que tenías un padre, lárgate ahora mismo y no vuelvas.
Di un paso acercándome, su actitud reticente me estaba terminando de romper el corazón, estaba decepcionado y eso me dolía.
—Eres mi padre y eso nadie puede cambiarlo, ni tú ni yo —respondí sin quebrarme —Quiero que estemos bien, eres importante para mi.
—No deseo hablar contigo, rompiste tu palabra y sólo quiero recordarte que aún tengo las pruebas para refundir en la cárcel a ese maldito criminal con el que te fuiste. Y sino lo he hecho es porque no he tenido tiempo
—No lo has hecho porque no las tienes —declaré —¡Y ya basta! Deja de tratar de manipularme como lo has hecho toda tu vida, estoy cansada y también dolida por lo que me hiciste hace cinco años. Siempre me pregunté porque mi propio padre me impedía hacer mi vida y ser feliz con la persona que yo quería para mi, siempre imponiendo tus decisiones y cuando puse las mías lo que hiciste —negué con la cabeza –me destruiste, tu mismo fuiste testigo de cómo poco a poco mis ganas de vivir se fueron esfumando, como sólo me convertí en alguien que sólo sobrevivía sin un propósito de vida, con la culpa carcomiendo.
—Todo lo que hice fue por tu bien, ¿qué pensabas que te pasaría si seguías al lado de ese hombre? Terminarías muerta o en la cárcel. Eras una niña que pensaba que el mundo era un arcoíris y al parecer sigues pensándolo así, estas equivocada y lo comprenderás más adelante. Ya no haré nada al respecto pero para mi ya estás muerta, no quiero seguir pensando en que tengo una hija y que en cualquier momento recibiré su cuerpo hecho pedazos o siquiera si lo recibiré. Porque la mafia eso hace, destroza de la forma más cruel e inhumana.
—Ya no puedo hacer nada por complacerte, esta es mi decisión y no quiero oír nada más. Traté de solucionar las cosas pero ya veo que es imposible, y así como tú estás rompiendo tu vínculo conmigo así lo rompo yo —me di la vuelta para marcharme pero la voz de mi ex suegro me detuvo.
—Mientras tú te revolcabas con ese hombre mi hijo estaba en un hospital por la herida de bala, pero tú ni siquiera tuviste la decencia de llamar para preguntar por su estado, nunca te importó mi hijo, sólo jugaste con él y ni siquiera tuviste el valor para explicarle y responderle cada una de sus preguntas. Nunca te perdonaré que lo hayas humillado y roto el corazón, por mi te puedes podrir en el infierno.
Si, sentía culpa por lo que hice pasar a Ángel pero las palabras de aquel señor mierda, todo el tiempo se habían dedicado a juzgar mis decisiones sin saber el trasfondo de estas, ese día que me marché les salvé la vida a todos, porque ahora más que nunca no me quedaban dudas de que Dmitry si los hubiera asesinado sino me marchaba con él.
Reí sarcásticamente.
—Tomaré mis documentos y me marcharé, no volveré a molestarte en toda mi vida, Alessandro —miré al otro señor —Buenas noches.
Salí de ahí con mi corazón roto, disimulando que aquello no me afectaba y no dolía como los mil demonios, subí a mi habitación para buscar mi cosas, el celular estaba en uno de los cajones y asumí que quizá Adele lo había traído aquí luego de lo ocurrido, un escalofrío recorrió mi espalda al ver el joyero donde guardaba el anillo que Dmitry me regaló, lo abrí esperanzada a encontrarlo ahí, pero no estaba.
Habían venido a mi casa, estuvieron en mi habitación como si conocieran toda la historia que tuve con el ruso para tomar sólo ese anillo en específico. Traté de relajarme pensando en que a su lado estaba a salvo, tomé mis cosas y salí apresurada, no podía tentar tanto a la suerte haciéndolo esperar por mucho tiempo.
Le di una última mirada al lugar donde me crié y del que ahora no pertenecía más, mi padre no iba a dar marcha atrás en su decisión, me lo advirtió muchas veces. Salí caminando por la acera, los autos aún estaban parques dos de la misma manera con hombres custodiando alrededor.
Pensé en que esta era la vida que me esperaba, siempre iba a necesitar a muchos hombres que protegieran mi vida, no podía huir y escapar de todo esto, quizá elegí a la persona equivocada pero algo en mi interior me decía que ya estaba escrito en mi destino. El día que lo conocí marcó mi vida, me salvó de algo que quizá nunca hubiera superado, quizá sin él estuviera muerta ya, tal y como me lo dijo hace unos días.
—¡Camila! —su silueta se cernió frente a mi haciéndome detener de golpe y fue como si mis pies pesaran toneladas al ser incapaz de dar un paso más
—Ángel —susurré reparando su aspecto, su pierna se veía perfecta, no le veía que tuviera problema para caminar y eso me hizo sentir aliviada —¿Qué haces aquí?
—Mi padre me avisó —reparó en mi aspecto e hizo una mueca —Necesito hablar contigo
Miré hacia el auto, estaba viendo lo presentía y sino volvía a él en los siguientes segundos bajaría y dudaba que esto terminara bien.
—Pero yo no —mis pies al fin me respondieron y reanudaron el camino hacia el auto, al pasar por su lado tomó mi brazo reteniéndome —suéltame, me estás lastimando.
—¿Como nunca pude ver lo que eras? —preguntó irónico —Una perra sin sentimientos
—¡Suéltame! —exclamé cuando presionó más mi brazo, de reojo pude ver cómo los guardias se acercaban poniendo la mano sobre el arma listos para atacar en cualquier segundo.
—No, de aquí no te vas si escuchar todo lo que tengo por decirte
Seguí forcejeando mirando desesperada hacia el auto, sino me soltaba ni yo podría protegerlo de su muerte.
—Suelta a mi mujer ahora mismo.
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