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Capítulo 01

La casualidad no existe, no cuando hay una mente siniestra como autor.

El frío característico de las calles del pueblo de Hilltown me da la bienvenida una vez más después de salir del auto de Noah, un viejo amigo que me ha dado un aventón a casa al pasar por mi trabajo y verme caminar de regreso en la oscuridad de la noche.

Escucho sus pasos seguirme cuando estoy por introducir las llaves en el cerrojo de una puerta vieja de madera, que deja en evidencia los años que lleva allí de pie.

—¿Un café? —arrojo el bolso al sofá y dejo las llaves sobre la mesita más cercana que tengo.

—Solo agua estaría bien —responde y toma asiento en el sofá junto a mi bolso.

Hago un sonido afirmativo con mis labios y paso directo a la cocina, que es un espacio reducido que consta solo del lavaplatos, una estufa, el refrigerador de un tamaño medio y una despensa. Me paseo hasta llegar al espacio en el que está el escurridor y tomo la cafetera, tal vez Noah solo quiera agua, pero yo sí me serviré una buena taza de café, me mantendrá serena para dormir como un bebé.

Regreso a la pequeña sala de estar con un vaso de agua en manos y se lo paso a Noah, que agradece con una sonrisa y lo toma de a pequeños sorbos.

—Gracias por traerme, hoy no tenía nada de ganas de caminar, el día estuvo de locos.

Sonríe y echa sus anteojos negros con su dedo hacia atrás, como de costumbre miro sus ojos cuando lo hace, son color miel, de esos que en la oscuridad parecen opacos, y a la vista en la luz del sol se vuelven claros y brillantes.

—Ha sido un placer, de todas formas, con la tensión que hay en el pueblo por las recientes desapariciones seria una muy mala idea andar sola por ahí a estas horas. 

—Y que lo digas. 

—¿Puedo? —Se estira para tomar el control remoto sobre la mesita y me lo muestra. 

—Si, claro. 

Me pongo de pie para ir en busca de mi café cuando enciende el televisor. Me quedo en la cocina unos segundos a la espera de que termine y me sirvo en una taza. Regreso a la sala y mi acción de dar leves soplos a la taza en mis manos es interrumpida por las palabras de una mujer de pelo rojizo recogido pulcramente en un moño alto del otro lado de la pantalla.

En una noticia de último minuto, la comunidad de Hilltown se ve sacudida por la desaparición y trágica muerte de dos de sus residentes en circunstancias misteriosas. Liam Reynolds, un estudiante universitario destacado, fue reportado como desaparecido hace dos días y hoy su cuerpo fue encontrado en un parque local.

Caigo sentada sobre el sofá.

Pocas horas después, Isabella Martinez, una joven madre de familia que también había desaparecido, fue hallada sin vida en su propia casa. Las autoridades están llevando a cabo investigaciones exhaustivas para determinar las circunstancias detrás de estas tragedias y la comunidad de Hilltown se...

—Apágalo —Noah presiona el botón antes de que la mujer vuelva a mencionar algo mas. A este paso, creo que el café ya no me servirá de nada. 

Minutos después estando en silencio decide marcharse, su cabello azabache cae cubriendo completamente su frente, su piel es bastante pálida y el agua que ha estado tomando ha oscurecido un poco sus labios por lo fría que estaba, es menudo y alto, con pinta de haber sido el nerd en la secundaria.

Me despido con la mano cuando ya está en su auto y me sonríe dejando a relucir lo blanco de sus dientes antes de arrancar el motor y desaparecer al final de la calle.

Vuelvo adentro y tomo asiento en el lugar que estaba antes y observo mi alrededor, los muebles elegidos son de color marrón, para combinar con las maderas de la casa, incluso la alfombra bajo mis pies es de un tono en compás con el piso que nunca remodele, mis padres murieron cuando era pequeña y desde entonces he vivido aquí, en compañía de mi abuela materna, pero ella también murió hace unos meses y me he quedado completamente sola.

Subo a mi habitación con lentitud escuchando el rechinar de las escaleras a cada paso que doy, la primera puerta en el pasillo está cerrada, le echo un vistazo y paso de largo, abro la siguiente puerta, entro, y vuelvo a salir de paso para bajar las escaleras e ir en busca de mi celular que he olvidado en el bolso sobre el sofá. Es el aparato que me va a despertar en unas horas.

Lo dejo sobre la mesa luego de poner un poco de música  para empezar a desvestirme, los pantalones que compré específicamente para el trabajo no me han decepcionado a pesar de que ya parecen desgastados de tanto ser usados. Me quito la chaqueta de cuero y de paso los zapatos y los jeans, los recojo con moderación y los dejo sobre el único sofá de un asiento que tengo en mi habitación.

Recojo mi cabello castaño en el mismo moño que tenía antes que había estado desaliñado, no es tan largo, solo llega hasta un poco más abajo de mis hombros pero aún así se logra recoger.

El recuerdo de las palabras que ha dicho la reportera de lo que ha estado sucediendo vuelve a mi mente y me estremezco, sacudo la cabeza para no pensar en ello, suelo salir un poco tarde del trabajo y seguro que si me mantengo con aquel pensamiento no querré salir si quiera a la acera. 

Vuelvo a la cocina ya aseada y con mi pijama  puesto para tomar mi termo lleno de agua y dejarlo conmigo en mi habitación, suelo tomar mucha en ocasiones y es muy tedioso tener que bajar y subir las escaleras cada que lo recuerdo.

Miro hacia la ventana y me percato de las luces encendidas de la casa de Lucinda Foster, una señora de unos setenta años que vive al lado, es donde suelo ir a sentarme a comer galletas y tomar café en las noches cuando vuelvo del trabajo. Busco mis zapatillas con prisa, había olvidado totalmente pasar a saludar y decirle que ya había llegado a casa. El hecho de que me senté a tomar el café en casa con Noah me despistó por completo.

Tomo una mantita que había dejado tirada sobre una de las mesitas en algún momento del día y me cubro los hombros con ella, a pesar de que mi pijama me cubre por completo, no evita que la piel se me erice por el frío viento que sopla con fuerza y amenaza con hacerme temblar apenas pongo un pie fuera de casa.

—Señora Lucinda —toco levemente con los nudillos la puerta de madera blanca que me recibe— Soy Emily ¿Puedo... —la puerta se abre levemente por los toquecitos de mis nudillos, parece que no estaba cerrada. —...pasar?

Avanzo con extrañes, La señora Lucinda es muy cuidadosa con su hogar, incluso es extraño que aun tenga las luces encendidas a esta hora, suele echarme de su casa de broma siempre a las diez, alegando que debe mantener su jovialidad intacta de sus setenta. 

Ni siquiera me molesto en subir las escaleras, la señora Lucinda las odia, la había ayudado a bajar todo lo que sabía que iba a necesitar en la habitación de reservas que tiene en el pasillo debajo de las escaleras, que, humildemente no rechinan al pisarlas, la señora Lucinda se ha encargado de mantener su hogar en excelentes condiciones, los muebles de color rosa pastel y las paredes pintadas de un pulcro banco lo dejan en evidencia.

—¿Señora Lucinda? 

Vuelvo a llamar luego de no encontrarla en su habitación y me adentro a la cocina que está ala derecha, paseo la mirada  y suelto mis brazos que sostienen la mantita sobre mis hombros horrorizada. La señora Lucinda esta tendida en el suelo de la cocina rodeada de una extraña marca  formada por velas negras y una especie de símbolo ritualista pintado con sangre en la pared. Tiene los ojos abiertos y una expresión de terror congelada en su rostro, el mismo terror que debe reflejar mi rostro ante tal escena. 

Palmeo mi cuerpo en busca de mi celular y maldigo para mis adentros al darme cuenta que no lo traigo conmigo, prácticamente corro de vuelta casa tropezando incluso con objetos en el pequeño espacio de mi hogar, rebusco en el bolso que había dejado tirado sobre el sofá con las manos temblorosas. 

—¡Joder! ¿Dónde demonios esta ese aparato cuando lo necesito? 

El recuerdo de cuando entré a mi habitación llega a mi mente y caigo en cuenta de que lo había dejado allá sobre la mesita. Corro escaleras arriba escuchando su rechinar combinado con los golpes que dan mis pasos de desesperación al subir cada peldaño. 

Las manos me tiemblan cuando marco el numero de la policía, ni siquiera tengo idea de que decir. 

El sonido vibrante de la llamada sonando del otro lado me inquieta, a pesar de ser solo unos segundos antes de contestar, siento que ha sido una eternidad. Camino a toda prisa de vuelta a casa de la señora Lucinda. 

—¡Hola, policía! ¡Necesito ayuda, por favor!

Tranquila, señorita. ¿Cuál es su emergencia? contesta el operador de la policía. 

—¡Es horrible! ¡He encontrado a mi vecina, Lucinda Foster, muerta en su casa! —sigo caminando agitada hasta llegar a la puerta. 

Entiendo. ¿Puede decirme su nombre y dirección, por favor?

—¡Sí- s-i —casi tiemblo en cada palabra— Soy Emily Waters, vivo en la calle 24 de Oak Street, casa #32 ¡Por favor, envíen ayuda rápido! 

Estamos enviando a alguien lo más rápido posible, señorita Waters. Mientras tanto, ¿puede describir lo que ve en la escena?

Camino de un lado a otro y asiento, luego recuerdo que estoy en la llamada y no puede verme, así que contesto. 

—Lucinda está en el suelo de su cocina, rodeada por velas negras... ¡Por favor, apresúrense!

Entendido, señorita Waters. Manténgase en un lugar seguro hasta que llegue la ayuda. La policía estará allí pronto.

Agradezco y cuelgo, el frío se siente todavía más violento que hace un momento, pero el terror invadiendo mi sistema parece ser más resistente que la mantita que me cubría los hombros y que ahora ya no se dónde he dejado tirada. 

Mi teléfono vibra, sobresaltándome en el acto, miro la pantalla y el nombre de Noah brilla con un mensaje de texto.

Noah Spencer:

Supongo que ya estarás dormida, así que descansa, buenas noches. 

Emily:

Acabo de encontrar muerta a la señora Lucinda en su cocina. 

Noah Spencer:

¡¿Qué mierda?!  Voy para allá. 

Tecleo casi sin pensarlo enviando una respuesta afirmativa. 

Escucho una camioneta acercarse y salto al pensar que se trata de la policía, o de Noah, pero dudo mucho que él hubiese llegado tan rápido. Mi corazón martillea a toda prisa al notar que se trata de una camioneta oscura desconocida que se estaciona en la casa que esta frente a la mía, de ella baja una chica con el pelo rubio que se nota sedoso incluso a esta distancia, lleva unas botas negras altas, unos jeans oscuros, y una chaqueta marrón, rodea su camioneta y empieza a sacar cosas de la parte de atrás, en un instante, su mirada se encuentra con la mía y se sorprende, me sonríe y deja lo que estaba haciendo para acercarse a mi con pasos decididos. 

—Hola ¿Te encuentras bien? —sus ojos grises le dan a su rostro un contraste distinto, parpadeo y niego con la cabeza, se acerca y toma mis manos —¡Estas helada! ¿Por qué estas afuera? Ven entremos a tu casa primero. 

Me arrastra de vuelta a la casa de la señora Lucinda y niego con la cabeza. 

—¿Que sucede?

—Esa es la casa de la señora Lucinda. —logro responderle por fin. 

—Entonces vamos a la tuya, dime cual es. —Posa sus mano sobre mis hombros a modo de apoyo. Vuelvo a negar y queda todavía mas confundida. 

—Estoy esperando a la policía. —susurro.

—¡Por Dios santo! ¿Te han hecho daño? ¿Estas bien? —Revisa mi cuerpo con la mirada asustada, niego con la cabeza y su mirada cambia a una de vivo terror dando un paso atrás. Abro los ojos sorprendida de lo que podría estar pensando y levanto las manos negando como loca. 

—Acabo de encontrar a la señora Lucinda muerta en su cocina, por eso he llamado a la policía. —creo que mi confesión ha empeorado su expresión. 

—¡¿Qué diablos?! 

El ruido de la camioneta de la policía no le permite agregar nada mas, también esta con ellos una ambulancia y una camioneta azul que se aparca casi frente a mi casa. 

Una mujer y un hombre uniformados de policía son los primeros en acercarse.

—¿Emily Waters? —cuestiona uno de ellos con libreta en manos y yo alzo la mía, haciendo que su atención caiga sobre mi. —De acuerdo señorita Waters, soy el oficial David Jonhson y mi compañera Samantha Ramirez ¿Puede contarnos que sucedió?

—Sí, claro —trago saliva— Vi que las luces de la casa de  señora Lucinda  estaban encendidas, era extraño porque siempre las apagaba a las diez, así que fui a ver y noté que la puerta estaba entreabierta. Entré para ver si necesitaba ayuda y la encontré en el suelo de la cocina.

El oficial asiente y toma notas. 

—¿Viste a alguien salir de la casa o notaste algo fuera de lo común antes de entrar? —cuestiona la mujer. 

—No, la casa parecía tranquila cuando llegué. Solo vi a Lucinda y las velas negras a su alrededor.

—Entiendo —el hombre vuelve a tomar la palabra— ¿Lucinda tenía alguna razón para tener velas negras?

—No que yo sepa. Parecía muy inusual. —respondo y vuelve a tomar notas. 

—De acuerdo, gracias por tu cooperación, señorita Waters. Vamos a necesitar que nos acompañes a la comisaría para hacer algunas preguntas más.

Asiento y la mirada de los oficiales cae esta vez sobre la chica rubia que está a mi lado, por un momento se me había olvidado que estaba ahí. Ella da un respingo y es como si hubiese vuelto en si al darse cuenta de que la estaban mirando. 

—¿Y usted es...? —cuestiona la mujer.

—Lo siento, Soy Olivia Blackwood, me mude esta mañana a la casa que esta al frente, vi a esta chica sentada fuera y me acerque para saber si estaba bien. —responde masajeando sus manos, parece que la situación también le esta afectando. Y con razón, apenas ha llegado y ya han matado a alguien cerca de su nuevo hogar. 

—¿Entonces no conoce a nadie de los que están aquí? —ella niega y el oficial vuelve a tomar nota —Esta bien, gracias señorita Blackwood, pero me temo que también tendrá que acompañarnos a la comisaria luego junto a la señorita Waters. 

Ella asiente en respuesta y yo me excuso para ir a tomar mi con que cubrirme nuevamente por el frío, tengo la garganta seca y extraños sentimientos encontrados por la señora Lucinda, la conocía desde hace tanto que la noticia se siente un poco lejana, a pesar de haberlo visto con mis propios ojos. Tomo lo que he ido a buscar y me detengo cuando justo a su lado se encuentra una especie de diario extraño, parece antiguo, las hojas amarillentas se le notan a los bordes, su cubierta es de un tono que podría ser marrón, pero la antigüedad lo hace ver mas oscuro. Lo tomo entre mis manos extrañada, esto no estaba antes aquí. 

Lo abro y me encuentro con la primera pagina, tiene unas letras cursivas, en una pequeña frase que parece recién escrita, esta fresca a comparación de la demás estructura del libro, leo detenidamente y un escalofrió recorre mi espina dorsal con el contenido del mensaje. 



"Querida Emily, espero que disfrutes de este oscuro relato que he preparado especialmente para ti. Prepárate para ser testigo de la danza macabra que he coreografiado meticulosamente, donde cada movimiento lleva consigo el eco de un susurro oculto y cada página te sumerge más profundamente en la oscuridad de mi mente."



El viento sopla hojeándolo hasta caer en una cuarta pagina,  y las primeras letras son suficientes para hacerme caer sentada de bruces en el suelo.

12 de abril  2020 

 08:30 P.M

Lucinda Foster, 70 años.

Que tenga mi nombre en una primera nota como si fuera una obra escrita especialmente para mi  ya es aterrador, pero, la maldita fecha, sobre el nombre de la señora Lucinda,  es la fecha de hoy. 

N/A

Holiii, criaturitas, este es el primer capitulo que abre paso a una ola de eventos que nos depara descubrir junto con nuestra querida Emily, intenté cortar el capítulo para que no fuera demasiado largo, pero no fue posible, espero no haberme extendido demasiado y que lo hayan disfrutado tanto como yo. 

Pero cuéntenme ¿Qué les ha parecido? 

¿Te interesa quedarte a descubrir que pasará? 

Pronto vendré con el siguiente capitulo, así que, nos leemos luego.

#SeLesQuiereDeAquiACarrasco

stefii fuera

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