Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Un ángel vestido de verde

Sonreí ampliamente viéndome en uno de los espejos del baño, tengo que admitir que resultaba de lo más cómico en aquellos momentos, pero solo por eso ya merecía la pena.

—Estás loco.

—Como una regadera.

—¿No temes meterte en problemas? Podrían despedirte por esto, lo sabes ¿verdad? —Mi compañero me miró algo preocupado, sin embargo no se me escapó la sonrisilla que empezaba a alcanzar la comisura de sus labios, todo por mi nuevo aspecto.

—Asumiré el riesgo, si consigo lo que quiero habrá merecido la pena.

Terminé de vestirme poniéndome ese gorrito puntiagudo que traía pegadas unas orejitas también puntiagudas y sonreí más amplio. Ya estaba listo, era hora de iniciar la operación «Traer la navidad al hospital». Sí, lo sé, no es un título muy original, pero no había tenido tiempo para plantearlo mejor.

—¿Tienes los juguetes que te dije?

Él solo se limitó a asentir con la cabeza mientras se mordía los labios nervioso por la situación, pero era normal, como bien había dicho podrían despedirnos por esto. Y es que aunque fuera un acto realizado con completa buena fé, no dejaba de ser algo que se alejaba de nuestro plan de trabajo y de lo que a parte nuestros jefes ni siquiera estaban al tanto.

—Está bien, pues vamos. Iré preparando todo mientras tú haces la primera guardia.

El técnico en cuidados auxiliares de enfermería volvió a asentir con la cabeza acabando de vestirse el uniforme y se dirigió a los pasillos de pediatría para hacer su ronda nocturna. Por mi parte guardé todo rápidamente y —tras echarme una última visual en el espejo— me dispuse a coger lo que llevaba días preparando con mis pequeños sobrinos.

Habíamos dedicado la tarde a hacer manualidades, con papel y otros materiales difíciles de producir alergias u otros males por supuesto, aquí toda precaución era poca.

Recorrí todo el ala de pediatría colgando y pegando los adornos de navidad allí donde veía hasta que se encontró todavía más colorida de lo que ya estaba. Lo más difícil fue poner el árbol, pero lo conseguí con éxito sin hacer demasiado ruido y me apresuré a dejar los juguetes empaquetados debajo de este, cada uno con su nombre. Una semana atrás le habiamos pedido a los pequeños que les escribieran las cartas a Papá Noel o los Reyes Magos para poder entregárselas, lo que no sabían ellos era que un elfo se comprometió a leerlas todas y cada una de ellas y conseguió que Papá Noel les trajera lo que habían pedido. Porque ellos se lo merecían.

El resto de la noche se me hizo algo larga, entre cambios de turno para hacer guardia a unas horas en las que ya tendría que estar en cama y también acompañando con ello a las ganas de ver las caras de los niños al despertar... es que eso no tendría precio.

Pero finalmente la mañana llegó y con ella el primer bostezo del día. Aunque los primeros en presenciar el nuevo escenario fueron los enfermeros y la doctora que llegaron para hacer su turno de mañana.

—¿Se puede saber que es todo esto? ¿Y por qué lleva puesto un disfraz de elfo? —La doctora me miró esperando mi explicación y he de reconocer que algo de miedo metía.

—He decorado todo esto para los niños, ¡Es navidad! Creo que se merecen un regalo de Papá Noel o en este caso de uno de sus fieles ayudantes de color verde.

La mujer frunció el ceño, sin embargo lejos de aparentar enfadada, mi superiora me vió de lo más sorprendida y anonadada. Intuí que se encontraba en un dilema entre recriminarme o alabar mi obra maestra. Al final no se declinó por ninguna de las dos, simplemente me apuntó algo que me puso los pelos de punta y me dejó las cosas claras.

—Luego tendrá que recogerlo todo y además quiero hablar con usted seriamente en privado.

—Está bien.

Asentí de acuerdo y entonces escuché la primera puerta y vislumbré una cabecita asomando por ella. Ya había intuido desde un inicio que el pequeño Nicolás sería el primero en presenciar el escenario, a aparte de madrugón era un culo inquieto al que costaba mantenerlo mucho tiempo tumbado en cama. Siempre se asomaba a ver cuando despertaba y en más de una ocasión se había escabullido para jugar a esconderse de nosotros. Un pequeño terremoto.

Y en esos momentos el terremoto se encontraba en una admirable calma por el simple estupor... hasta que estalló chillando por la ilusión claro. Detrás del efusivo y emocionado niño no tardaron en asomarse los demás ante tanto escándalo.

—¡Ha venido Papá Noel! ¡Ha venido Papá Noel! ¡Nos ha traído un árbol y muchos regalos!

El ala de recepción, que era donde había puesto todo principalmente ya que resultaba ser el sitio más amplio del lugar, en seguida se llenó de risas y correteos por todas partes. Algunos se distraían con las manualidades que adornaban las paredes y los asientos, mientras otros simplemente se entusiasmaban por los regalos que llevaban su nombre.

Pero aun quedaban personitas que debían disfrutar del día, personitas que por desgracia por diferentes razones no podían salir de la habitación. Tomé un peluche y me dirigí al cuarto de Lara entrando con una enorme sonrisa tras llamar a la puerta.

—Ei preciosa princesita soy Marcos el Elfo, fiel consejero de Papá Noel, me temo que él no pudo venir, pero me pidió que en su lugar te trajera esto —le mostré la muñeca que sé que llevaba tiempo deseando por tantas veces que su mirada se iluminó frente a los anuncios del televisor—, y también que pronto te pondrás buena.

La niña rio divertida y se inclinó como pudo hacia delante para extender los brazos pidiendo así que me acercara. Lo hice con mi imborrable sonrisa sentándome a un lado en el borde de la cama.

—Tú no eres un elfo —anunció de lo más segura negando con la cabeza.

—¿A no?

—No —intentó aproximarse más para hablar casi susurrante, como si temiera que alguien más descubriera su secreto—, eres un ángel. Y además un ángel vestido de verde.

Reí fuerte ante su ocurrencia y revolví sus cabellos con ternura.

—Pues si tú lo dices será verdad.

Y aunque ese mismo día fui echado del hospital jamás podría olvidar esas palabras tan curiosas que me dedicó una niña con mis mismos ojos, mi mismo pelo y hasta la misma naricita respingona. Había sido bonito poder conocerla por fin, había sido bonito poder sacarle tanta alegría a los niños y simplemente había sido muy bonito trabajar en aquel hospital con aquellos pequeños diablillos.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro