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El sonido del agua corriendo sobre el mármol acaparaba la habitación, mis manos escurrían de aquella sustancia viscosa y brillante de la que estaban hechas las almas humanas, mire mi reflejo y note mi rostro cubierto de sangre de las criaturas del inframundo, la combinación hacía resaltar cada perfección de mi rostro, los ojos azules, mi cabello blanco y la ropa de combate, todo indicaba una batalla caótica con una victoria perfecta. 

El aire que me rodeaba con el paso de los segundos se convertía él una mezcla de sangre y azufre, tome una bocanada y deje que inundara de placer, todo mi cuerpo palpitaba de emoción y listo para recibir otra batalla, la cual no tardaría en desatarse. La estela blanca que colgaba de los muros y que indicaban los anuncios y coordenadas de guerra de mi escuadrón, empezó a parpadear. 

Sin previo aviso, la puerta de la habitación se abrió, dejando entrar a Eul, un ser con apariencia angelical, detestable sentido de la moda y mi compañera de escuadrón. Mientras se colocaba a mi lado, rompió el silencio:—¿Qué voy a hacer contigo?—Dijo mientras me observaba de pies a cabeza, disgustada por mi apariencia.—Parece como si un perro del infierno te hubiera arrastrado por todo el inframundo.

Éramos polos opuestos, Eul le encantaba lucir bien y colocarse esos productos mundanos que saqueaba en sus salidas prohibidas a la tierra, su cabello a diferencia del mío era largo y oscuro y siempre lo ataba en una coleta alta con cristales brillantes como adorno y sus rasgos asiáticos le daban una mirada desafiante y seductora, demasiado pulcra, perfeccionista, no perdía la gracia en el campo de batalla, a veces pensaba que ella pertenencia a este lugar más que yo, encajaba perfecto con las descripciones de un ángel, algo que yo, estaba muy lejos de cumplir. 

La aparte de un ligero empujón:—Si te dignaras a participar en las misiones en vez de quedarte sentada vigilando a los muertos, que, oh sorpresa, no harán nada porque ya están más que tiesos, nos veríamos igual.

De su ajustado pantalón de cuero saco una especie de artefacto cilíndrico, y con un par de vueltas una tinta roja salió de él, lo llevó directo a sus labios y con un par de pasadas, sus labios se convirtieron en armas letales de atracción.  Se giró conmigo e inspecciono mi apariencia y pude notar como fruncía el ceño desde el reflejo del espejo:—Oh no, no, no...—Dijo fingiendo indignación, levantó levemente ambos brazos y mostró sus manos, sus uñas estaban impecables y resaltaban su piel blanca con un color rojo sangre realmente llamativo—... ¿ves esto? En mi último viaje a la tierra me hice esta manicura y no pensaba enterrar estas uñas dentro de los intestinos de alguien.

Observe mis uñas desarregladas y repetí en voz baja con voz confusa:—Manicura.

 Eul se percató de mi rostro siendo preso de la confusión y canturreo burlona:—Si dejaras de rechazar las invitaciones que te hago a la tierra, podrías conocer más de la cultura humana.

—Tú sabes que odio a los humanos.

—O crees que los odias. Nunca te has acercado a uno de la manera correcta.—Dijo mientras se acercaba nuevamente para juguetear con mi cabello, un movimiento común para seducir a su presa.

—Si tu manera correcta es fornicar con ellos como viles animales, no gracias.—Dije apartándola nuevamente, pero esta vez con más fuerza y dirigiéndome hacia mi armario.

—Oh, nunca había pensado hacerlo estilo animal.—Soltó una risa tras de mí.

Mientras caminaba sin expresión alguna hasta la siguiente sala de la habitación, mi mente olvido a los humanos y se concentraba en las prendas nuevas que usaría para la siguiente misión, no podía perder el tiempo de sobra que tenía divagando en cosas tan inútiles como en la vida humana.  

Esa clase de pensamientos te traerán problemas tarde o temprano. La voz de Chikae, mi mano derecha y junto a mí, líder del escuadrón, resonó en mi cabeza.  Era débil, pero lo suficiente como irritarme, la telepatía solo era un don que nosotros dos habíamos heredado y era útil en ciertas circunstancias.

—Ahora no es un buen momento para que te pongas a jugar en mi cabeza Chikae.

Solo pasaba para decirte que algo está sucediendo en la oficina central. Cuando estuve a punto de preguntar de qué estaba hablando pude sentir una corriente eléctrica recorrer mi espina dorsal, una advertencia.

—¿Sentiste eso?—Dijo Eul saliendo del tocador con su mano en la nuca en donde había pasado la corriente.  

Sabía que ella no había escuchado mi conversación, así que solo asentí. 

¿Chikae?  Dije divagando ahora en su mente. No espere a que contestara, ya que sabía que estaba ahí. ¿Qué es lo que está pasando? 

Quieren escuchar un informe de batalla. Dijo sin más. Sabía que eso no era todo, podía sentir su ansiedad recorrer mi cuerpo, nuestra conexión era tanta que mi mano empezó a temblar reflejando lo que él hacía. 

—¿Estás hablando con Chikae?—Dijo Eul. Su voz me distrajo y rompió la conexión, al hacerlo solo quedaron los estragos del temblor de Chikae, restándole importancia, sacudí mi muñeca y asentí.—¿Qué es lo que pasa?—Dijo preocupada. 

—Los superiores quieres escuchar un informe.—Conteste inmutada.

—¿Y qué les vamos a decir?—Dijo confusa. 

—No es necesario decir algo.—Dije mirando al vacío—Ellos ya lo saben.

—¿Cómo estás tan segura?—Preguntó mi compañera. 

—Fácil—Dije restándole importancia.— ¿Desde cuándo a los arcángeles les importa tanto escuchar los reportes?

—Estamos jodidos.   




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