2 Muerte
Te has marchado...
Un día desperté y quise abrazarte, pero ya no estabas.
Y las lágrimas no eran suficientes.
Jamás había perdido a una persona tan valiosa en mi vida. Antes solo pensaba que las personas iban y venían. Que en cualquier otro momento me las encontraría.
Con tu muerte, me di cuenta de muchas cosas. Como por ejemplo, el valorar a la persona que se encuentra a tu lado; esa persona que no se alejan de ti ni en los peores momentos, la que madruga a tu lado y te enseña el mejor camino, aquella que valora tus simples o complejos consejos, esa persona que se mantiene siempre al margen, la que te defiende sin importar que o quien, la que ríe a carcajadas y llora despechadamente a tu lado, él o esa que aprende de ti y viceversa, esa persona que marca tu vida para siempre.
Y tu abuelito, marcaste mi vida por completo. En ocasiones recuerdo muchos momentos a tu lado, aunque en la mayoría termino triste y llorando. No porque los recuerdos sean malos y dolorosos, sino, porque no aprendo a diferenciar muchas cosas; entre una de esas cosas, no aprendo a superar tu viaje, ese viaje del cual jamás regresaras. Ese vuelo que no tiene regreso.
Debo recordarte como la gran persona que fuiste.
Le agradezco a nuestro supremo por haberme prestado a un abuelo perfecto y único. Las personas no llegan por casualidad. Las personas que siempre llegan a tu vida son de paso, no podemos tenerlas para siempre, ni sabemos cuánto tiempo las tendremos.
Todos dicen que hay un cielo y que ahí todos se reúnen en la hora de su muerte. No sé qué tan cierto sea y no sé si te vuelva a ver. Pero créeme que si jamás volvemos a encontrarnos, agradezco cada momento que me brindaste, agradezco cada canción que cantaste y tocaste con tu guitarra para mí, y me alegro el pensar que eres y seguirás siendo mi gran abuelo por siempre.
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